jueves, 31 de diciembre de 2009

EVOCACIONES ALCALAÍNAS

23.- La lluvia Las calles de Alcalá cobraban un protagonismo especial los días de lluvia. Eran frecuentes, aunque ignora el motivo, pero eran frecuentes. Ahora piensa que la serranía gaditana es generosa en aguas, porque allí van a desahogarse las negras nubes que vienen de Sanlúcar, de El Puerto, de Cádiz y de toda la fachada atlántica. Esas formidables bolsas de agua chocan con los altos picos de las sierra del Aljibe, entre las sierras del norte y las del sur de la provincia y descargan allí originando verdaderas trombas de agua. Los ríos Fraga, Álamo, Rocinejo, Patrite y Alberite reúnen las aguas de los arroyos, gargantas, regatos y “canutos” para engrosarlas en el río principal, el Barbate.
Para aprovecharlas, las recogen los pantanos de la provincia. Por un lado, los de Zahara de la Sierra, de Bornos y de Arcos; por otro, el del Charco de los Hurones y del Guadalcacín o Majaceite, que es lo mismo. Alcalá queda en medio viendo bajar el agua a través de sus ríos al pantano de Benalup. La cúspide de la sierra es la “Pilita de la Reina”, de más de mil metros de altitud, de la que parten tres ramales: uno baja hacia el oeste formando la garganta de Puerto Oscuro y culminando en el Picacho del Aljibe (884 m.); otro acaba en el pico del Montero (912 m.) y el tercero se dirige al risco de la Gallina, pasando el Puerto Gáliz. Es el corazón de los Alcornocales.
Pero a lo que vamos. Las calles de Alcalá se convertían los días de lluvia en auténticos ríos y era una fiesta para los chavales. Las aguas bajaban desde la plaza Alta y acogían las que asomaban por todas las callejas, tejados y rincones. Al llegar a la Alameda y a la calle la Amiga, eran ya un torrente sin freno, en avalancha, que buscaba la cuesta de la Salá y el Barbate, y el Río Verde camino de la playa y de los otros ríos. Los chavales inventaban todo tipo de objetos navegables: cañas, maderos, tablas, barcos o cajas de cartón... para ver cuál cogía ventaja y bajaba con mayor rapidez. El agua llegaba dando saltos con furia por los escalones de las calles empedradas y arrastrando a su paso todo lo que podían. Muchas personas defendían con maderas y tablas las entradas de las casas, para que el agua no las inundara. De vez en cuando pasaban objetos que el agua arrebataba y no había quien los pudiera rescatar.

Cierto día de lluvia, estando asomado al portalón de su casa, Un chaval corría calle abajo con una botella para ir a lo de Vicenta a comprar aceite. Vicenta tenía la tiendecilla en la entrada de la calle Real. Vendía aceite, borra y queso “emborrao”. Al volver, el chaval venía metiéndose en el agua y jugando con los objetos que bajaban con la corriente. De pronto, se le resbaló la botella y se rompió al dar en la acera. El aceite salió haciendo circunferencias verdes y grasas sobre el agua y desapareciendo en un suspiro calle abajo. El chaval se levantó llorando, empapado en agua y sin atreverse a ir a su casa. Inmediatamente, él subió y se lo contó a sus padres. Su madre lo secó y lo puso cerca del anafe para que se calentara. Su padre cogió una botella y le dio dinero para que Vicenta se la llenara de aceite. Todos los hermanos miraban sorprendidos lo que estaban haciendo sus padres, pero ninguno se atrevía a decir nada.

Aquel gesto no lo olvidará nunca. Sus padres hacían estas cosas sin darles importancia, quizás con cierta intención pedagógica. En aquellos tiempos, la solidaridad era una obligación en los pueblos, porque la guerra había inundado de pobreza a la mayoría de las familias. La madre del niño se enteró de lo ocurrido y vino a agradecer lo que habían hecho con su hijo. También el agradecimiento contaba en aquellos años en los que todos se necesitaban. Son gestos que los padres deberíamos hacer con frecuencia, porque no hay mejor huella educativa que la actitud de los padres. Para terminar, quiero añadir que, este año, afortunadamente, ha sido un año de lluvias. Pero en Alcalá había también años de sequías sonadas. Otro día hablaremos de las sequías de Alcalá y de lo que hacían los alcalaínos para remediarlas.



JUAN LEIVA

sábado, 26 de diciembre de 2009

Nuevos ríos en Alcalá


"Pero mira como corren, los ríos en el campo ..."  New rivers that were not there last week!

viernes, 25 de diciembre de 2009

EVOCACIONES ALCALAÍNAS

22.- Las torres de mi pueblo.

Por aquellos años de la década de los 40, había una canción que llevaban en el alma todos los que, por algún motivo, tuvieron que emigrar de sus pueblos. Decía así: “La torre de mi pueblo no la puedo olvidar./ No la puedo olvidar, porque le tengo amor./ No quisiera morir muy lejos de ella, no.” Y, efectivamente, quizás el símbolo más entrañable que todos conservamos de nuestro pueblo es la torre.


La torre de Alcalá es, por añadidura, una formidable construcción de la época del templo; es decir, del siglo XV, hecha a expensas del primer Marqués de Tarifa, don Fadrique Enríquez de Rivera. Después experimentó otras reconstrucciones en los siglos XVI, XVII y XVIII. Se asoma a todos los rincones de Alcalá y domina airosamente los términos del municipio.
La torre tiene una altura de 785,45 metros sobre el nivel del mar. En la cúspide hay cinco campañas, cuatro grandes y una pequeña. La corona una pirámide con el signo de la cruz, rematada por azulejos muy vistosos. La visión que se obtiene desde el lugar del campanario es bellísima, sin obstáculo alguno, a excepción del muro que queda de la torre del homenaje del castillo.
El sonido de sus campanas es profundo, intensivo por su altura y extensivo por la gravedad de su escala. La única que rompe el cuarteto de sus sones es la campana pequeña, que viene a poner un grito de alegría entre tantos sones tenebrosos. Las otras aportan un concierto melancólico, apesadumbrado y abatido. Cuando los monaguillos subían a tocar las campanas el día de los difuntos, durante toda la noche, sus notas caían sobre el pueblo como un trágico manto de pesar por los ausentes y desaparecidos.

Las torres de Alcalá, siempre fueron dos: la de San Jorge y la de las Monjas Clarisas Concepcionistas. La de las monjas era de dos cuerpos, lo suficiente para comunicar al pueblo las horas de la misa y los aspergios que la comunidad de religiosas entonaban en las horas litúrgicas. El convento, la iglesia y la torre se construyeron, en el siglo XVI, a iniciativa de la familia de los Duques, especialmente por el hijo natural, que luego fue San Juan de Ribera. Su campana tenía un sonido muy familiar para los alcalaínos, pero dicen que un cura que estuvo destinado en Alcalá, cuando desaparecieron las religiosas, se la llevó a Benalup.

Los otros campanarios no eran torres, sino espadañas. Las espadañas estaban formadas por una pared con huecos para las campanas, rematada con una cruz. En esos años, había en Alcalá cuatro espadañas: la de la Victoria, con dos campanas, datadas a mediados del siglo XVI. Era la iglesia de los frailes mínimos o victorios. Aún el templo tiene vigencia y utilización, pero los frailes se marcharon cuando la desamortización. La de Santo Domingo no se utilizaba porque la iglesia estaba cerrada desde las mismas fechas. La de la capilla del Hospital de la Misericordia todavía existía con una campana, pero tampoco se utilizaba desde hacía bastantes años. Y la del Beaterio, que aún sigue prestando su servicio a la capilla del convento y al colegio.
Anteriormente, Alcalá tenía, además, otras muchas ermitas que fueron desapareciendo. Todas tenían su pequeño campanario para llamar a los fieles. La mayoría eran espadañas, pero otras tenían campaniles, un trozo de pared separado de la ermita con un soporte de hierro para colgar la campana. La más antigua es la de San Vicente, relacionada con la dominación visigoda de la antigua Torre Lascutana en el siglo VIII, situada en la cima del cerro de la Coracha. Otra de las más antiguas es la de San Ildefonso, erigida tras la conquista de Alfonso X el Sabio en el siglo XIII.
En el siglo XV, existía una iglesia adosada a la parroquia de San Jorge con el nombre de Santa Águeda. Asimismo, desde el siglo XVI, existía también la ermita de San Antonio, anteriormente llamada de Nuestra Señora de la Consolación. Fue la primera sede de los mínimos en Alcalá, mientras se construía el convento de la Victoria.
La iglesia de Santa Catalina es mencionada por el Visitador general diocesano, don Felipe de Obregón, en el siglo XVI. Parece que se ubicaba en la antigua Casa de los Ribera, dentro de lo que fue después Convento de las Clarisas, cuya torre perteneció a la iglesia. Hay que recordar, también, la espadaña de la ermita de la Vera Cruz, situada en la Alameda desde el siglo XVI. Después, en el siglo XVIII, se llamó de la Soledad. Con la marcha de los mínimos, la ermita debió decaer y ser abandonada.
Esta es, brevemente, la historia de las torres de un pueblo con viejas raíces, uno de los pioneros de la fe cristiana, arraigada en el pueblo hispano-romano y los visigodos. Desgraciadamente, casi todos los vestigios han desaparecido, pero gracias al tesón e investigación de los historiadores podemos saber cuál es nuestra historia. Y, gracias a su torre, podemos cantar: “La torre de mi pueblo no la puedo olvidar./No la puedo olvidar, porque le tengo amor./No quisera morir muy lejos de ella, no.”


JUAN LEIVA

domingo, 20 de diciembre de 2009

Villancicos in La Sacristía, 18 diciembre 2009

sábado, 19 de diciembre de 2009

Periodistas alcalaínos represaliados tras el golpe de Estado

Matías Rodríguez Ramos

Nació en Alcalá de los Gazules el 24 de Diciembre de 1863.

En 1909 entraba en la Asociación de la Prensa de Cádiz Resulta de gran interés porque es el único de los periodistas estudiados que indica como profesión, en su entrada en la masonería, la de periodista y tipógrafo y así consta también en su expediente del Tribunal parta la Represión de la Masonería y Comunismo. De hecho, fue una pieza importante del periódico “El Obrero Tipógrafo”, fundado en 1904 y órgano de los tipógrafos gaditanos que tenía su sede en el local de la Sociedad de Tipógrafos en la calle Fernández Fontecha, número 3. Según Juan Egea, Matías Ramos debió ser su director por la frecuencia con que se veía su firma en los editoriales. Aunque en 1913 en su ingreso en la Masonería indica vivir en Cádiz, en la calle Sopranis, 11 1º, al parecer, marchó a San Fernando pues allí pasa a dirigir en 1920 el bisemanal La Lucha.

En su expediente de la sección de Masonería detalla que ingresó en la Logia España democrática número 249 de Cádiz el 6 de Enero de 1913. Eligió como nombre simbólico “Fermín” e hizo testamento masónico al entrar. En él decía no tener nada y que por ello no podía testar nada, pero si llegase a tenerlo, una parte iría a los hermanos pobres. Además añadía un deseo: el ser enterrado por lo civil.

Es de gran interés su explicación:

“Hago constar, que al cesar en el mundo de los vivos, deseo que mi entierro sea civil, pues en los recintos seculares de ahora es donde moran los restos de los hombres que fueron de limpia conciencia y amplia moralidad para ejecutar el bien; y, aunque la mía carezca de algunas de aquellas virtudes tan necesarias, quiero se purifique al lado de los restos de héroes y mártires de las hermosas ideas de redención humana”. Cádiz 19 de Mayo de 1913.

Efectivamente la ficha que Rodríguez Ramos rellena al entrar en la orden, en el apartado “Religión que profesa”, incluye lo siguiente: “emancipación de las conciencias de los humanos”. Sin embargo, su adscripción a la entidad secreta debió ser mínima.

En septiembre de 1950 se le abría expediente en el Tribunal para la Represión de la Masonería y Comunismo que era archivado el 23 de Abril de 1955 por desconocerse el paradero del acusado. La Comisaria de Cádiz indicaba que no aparecía como vecino de la capital y la Dirección General de Seguridad tampoco conocía su paradero. El documento enviado por ésta da una nueva información sobre el periodista: existía otra ficha en el archivo de masones de un tal Matías Rodríguez que se creía debía ser la misma persona. En esa ficha se revelaba que ya había entrado en la Logia España democrática de Cádiz, con el nombre simbólico de “Salvochea y el grado 1º. También aparecía en el Boletín del Gran Oriente Español del 31 de Diciembre de 1914 dado de baja por su falta de asistencia. En 1951 se ordenaba su detención por la Dirección General de Seguridad. Ante la imposibilidad de encontrarlo, el caso se termina archivando en Junio de 1955. Es muy posible que dada su edad (en 1950 debería tener 87 años) hubiese fallecido.

Juan Richarte Muñoz

Richarte había nacido en Alcalá de los Gazules en 1882. Era zapatero y vivía en Cádiz en la calle Primo de Rivera, según su testimonio hacía más de 20 años que se había trasladado a la capital. Estaba casado.

Se trata de otro anarquista que colabora en prensa, en este caso formaba parte del grupo editor del periódico Bandera Libre. También debió participar en Rebelión, según lo cita en sus memorias el anarquista Antonio Rosado.

Fue detenido en 1937 acusado de tener una pistola y llevado a la Prisión Provincial de Cádiz. Se le hizo juicio sumarísimo. También se le acusaba de atacar el edificio de Renovación Española cuando era su conserje y escribir frases como “Abajo el fascio” en la calle. Según alegó Richarte en su defensa, dicha pistola había sido dejada en la zapatería por un viajante hacía unos tres años. Declaró que había pertenecido a la CNT desde 1935 para poder trabajar y, como otros, alegó en su defensa ser lector de ABC y Diario de Cádiz a los que añadió La Tierra.

Como las pruebas eran inconsistentes y tenían una sola fuente (y todo el aspecto de una venganza personal) el tribunal absolvió a Richarte y el 7 de julio se le concedía la libertad por esa causa, pero se le dejaba en prisión hasta que se diese la orden de la autoridad. Aunque parezca increíble, Juan Richarte permaneció en la cárcel hasta marzo de 1938, mientras unos y otros se cruzaban cartas, muestra del burocratismo que tanto caracterizó al régimen franquista.

La mayoría de los datos proceden de la obra “Periodismo y represión” (Los periodistas gaditanos y el Franquismo), de Concha Langa Nuño, y nos han sido enviados por Juan Romero. Gracias Juan.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Memories of Alcalá 21: Christmas in Alcalá

Spanish original


In the old days, Christmas in Alcalá was different. In the middle of December, without saying anything, all the families began their preparations for Christmas. Those who were able to had slaughtered a pig, so there was no shortage of chorizo, black pudding, crackling, chitterlings and salami during the festive period. The smell of Alcalá's traditional pork products impregnated every corner of the town. The splendid sausages were put by in the store-rooms and lofts of the houses to be cured, ready for Christmas Eve and Christmas Day.

They also made cakes and pastries: pestiños, doughnuts, aniseed cakes, oven-baked cakes, little fried pastries, pine-nut cakes, angel hair cakes. We didn't need to buy cakes, because they were made at home and given as presents. The nuns of St Clare made little marzipan figures, Cádiz bread, shortbread … Sometimes when people went to Cádiz, on the way back when the COMES bus stopped at Medina they would buy little boxes of macaroons, sweet biscuits, almond cakes and other specialities of “Las Trejas” in the Town Hall square.

In the Beatario and other infant schools of the town, the walls would be adorned with symbols of the nativity. The nuns rehearsed villancicos [folk carols] with the little children and the students. Many men went out into the fields to gather hawthorn, lentisco, rosemary, palm leaves and other greenery to build a nativity scene. For the children this was a major event. It was set up in a corner of the house: the secret entrance, rivers, paths, models of carbon-sellers, washerwomen in the river, shepherds with their sheep and goats, cowmen, wells … They were vignettes taken from real life. The town itself was like a beautiful picture of a nativity scene.

Don Arsenio and Señor Cobos rehearsed with a choir of young girls the Christmas Eve mass and the carols for the ceremony of kissing the feet of the infant Jesus. The mass was celebrated at San Jorge and the whole town attended. The singers occupied the choir stalls, but many young men sat close by to watch the girls singing. The children were enthusiastic about the song solos, because there were a couple of girls who impressed the congregation with their voices.

The mass was said at that time by Father Mainé, parish priest of San Jorge, who preached very well. The deacon was Father Lara, parish coadjutor and chaplain to the nuns of St Clare, and the sub-deacon was Father Manuel, coadjutor and chaplain of la Victoria. The celebration was one of the biggest of the year and the church was packed solid; men and women, adolescents and children, nobody was missing.

At the end of the mass, the young people took out bottles of anis and brandy. They went through the streets singing villancicos accompanied by the drumming of spoons on the bottles and the sound of the little bells that were kept at home for the goats. They asked for donations or sweets. We children copied them and did the same thing, but without drinking alcohol, and we went to bed earlier. When we went to bed, the others carried on singing villancicos. And in that delicious half-asleep state, we could still hear those melodies:

Pero mira cómo beben los peces en el río …
La Virgén está lavando y tendiendo en el romero, los pajarillos cantando y el romero floreciendo ...


[But see how they drink, the fishes in the river …

The Virgin is washing clothes and hanging them out on the rosemary, the little birds are singing and the rosemary is blooming …]

And I remember them full of nostalgia and melancholy. I don't know if it was because of the war, but they were sad sounds, that made you cry.

JUAN LEIVA
Translated by Claire Lloyd

jueves, 17 de diciembre de 2009

EVOCACIONES ALCALAÍNAS

21.- La Navidad en Alcalá de los Gazules

En aquellos años, la Navidad de Alcalá era diferente. A mediados de diciembre, sin decir nada, todas las familias iniciaban los preparativos de la Navidad. Los que podían, ya habían hecho la matanza para que no faltaran los chorizos, la morcilla, los chicharrones, la asadura y los salchichones durante las fiestas. El olor de la típica chacina alcalaína impregnaba todos los rincones del pueblo. Los espléndidos embutidos quedaban en reposo en los almacenes y buhardillas de las casas, para que se curaran y estuvieran listos para la Noche Buena y Navidad..

También se hacían dulces caseros: pestiños, buñuelos de viento, roscos de anís, tortas al horno, tortitas fritas, piñonates, cabello de Ángel. No había que comprar dulces, porque se hacían en casa y se regalaban. Las monjas clarisas hacían figuritas de mazapán, pan de Cádiz, polvorones... A veces, los que iban a Cádiz, a la vuelta, cuando paraba el Comes en Medina, compraban cajitas de amarguillos, alfajores, tortas pardas y otros aromas de “Las Trejas” en la plaza del Ayuntamiento.

En el Beaterio y en los demás colegios del pueblo, se colocaban en las paredes algunos adornos con símbolos navideños. Las monjas ensayaban villancicos con los parvulitos y las alumnas. Muchos hombres salían al campo para coger majoletos, lentisco, romero, palmitos, verdín de las albercas y de los tejados para montar el nacimiento. Para los chavales era un auténtico acontecimiento el montaje en un rincón de la casa: el portal con el misterio, los ríos, los caminos, las imágenes de los carboneros, de las lavanderas en el río, de los pastores con las ovejas y las cabras, de los vaqueros, de los blancos pozos... Eran estampas sacadas de la vida. El mismo pueblo era un bellísimo cuadro de un portal.

Don Arsenio y el Sr. Cobos ensayaban con un coro de jovencitas la misa de Noche Buena y los villancicos para el besapié del Niño. La misa se celebraba en San Jorge y acudía todo el pueblo. Las cantoras ocupaban el coro, pero muchos jóvenes se situaban cerca para verlas cantar. Los solos de las canciones entusiasmaban a los chavales porque había un par de jovencitas que impresionaban con sus voces a los fieles.

La misa la decía por aquel entonces el padre Mainé, párroco de San Jorge y que predicaba muy bien; de diácono hacía el padre Lara, coadjutor de la parroquia y capellán de las monjas clarisas; y de subdiácono, el padre Manuel, coadjutor y capellán de la Victoria. La celebración era una de las principales del año y la parroquia se ponía de bote en bote: mujeres y hombres, adolescentes, jóvenes, niñas y niños...No faltaba nadie.

Al terminar la misa, los jóvenes sacaban botellas de anís y coñac. Recorrían las calles cantando villancicos al ritmo del sonido de las botellas impulsadas con una cuchara y con el sonido de las esquilas que tenían en casa para las cabras. Pedían el aguinaldo o dulces. Los chavales los imitaban y hacían lo mismo, pero sin tomar licores y acostándose antes. Cuando se acostaban, aún seguían los jóvenes cantando villancicos. Y ya, en una duermevela sublime, oían aquellas melodías: “Pero mira cómo beben los peces en el río...” “La Virgen está lavando y tendiendo en el romero, los pajarillos cantando y el romero floreciendo”. Y las recuerda lleno de morrilla y de melancolía. No sabe si fue la guerra, pero eran sones tristes, para llorar.


JUAN LEIVA

lunes, 7 de diciembre de 2009

¿HA LLEGADO LA PRIMAVERA A ALCALÁ DE LOS GAZULES?




La buganvilla es una planta trepadora muy conocida por su espectacular floración. En climas cálidos, sin heladas, florece prácticamente a lo largo de todo el año, incluso en invierno.

Las dos especies más comunes son la Bouganvillea glabra y la Bouganvillea spectabilis. De cada una hay un buen puñado de cultivares con flores (brácteas) de colores variados como el blanco, rosado, amarillo, naranja, rojo...

Hay que aclarar que lo que comunmente llamamos "flores" de la buganvilla, no son botánicamente flores, sino brácteas. Las brácteas rodean la verdadera flor, que es pequeñita, blanca y sin valor ornamental.

www.articulos.infojardin.com

sábado, 5 de diciembre de 2009

UN GRATO RECUERDO

Quisiera rendir un modestísimo homenaje a dos personajes que en mi infancia recuerdo con admiración: María Torres y Juan Panera, ya fallecidos. Nunca supe si Panera era apellido o mote.

Ambos de Alcalá de los Gazules. Ella, cuando traer el agua a casa era un lujo, la repartía con una gran garrafa de cristal, casa por casa. A mí personalmente me llamaba la atención de aquella mujer diminuta, su enorme capacidad de trabajo e increíble coraje para con la vida.

Su trabajo no tenía horarios, el Sol se la encontraba ya en la calle y la Luna la sorprendía cuando todavía le quedaban bastantes garrafas de agua que subir por las empinadas cuestas del pueblo.

Con ella en el cielo es posible que hasta llueva.

Y qué decir de Juan, al que recuerdo por las mañanas de los domingos, muy temprano, cuando mi padre que trabajaba aquí en Cádiz, en los Astilleros, e iba al pueblo una vez a la semana para ver a la familia, nos mandaba a mi hermano y a mí por los molletes al horno del Mauro y nos encontrábamos a Juan por las calles del pueblo, con una gran cesta de pan y molletes, voceando su caliente y humeante mercancía.

Hombre enormemente afable. Con la cultura de la calle, los tiempos no daban para leer mucho, sólo tiempo para trabajar. Siempre el buen humor presidía sus relaciones con los demás. Gran emprendedor, también estuvo al frente de una venta en la que con sus dotes humanas y gastronómicas supo hacer las delicias de sus clientes.

Creo que se merece que los hijos de este pueblo generoso, que es Alcalá, les dedique un íntimo recuerdo a personas tan sencillas que tan magistrales lecciones dejaron en muchos de nosotros.


Juan Romero Huerta
Diario de Cádiz www.diariodecadiz.es
1 de Octubre de 1.995

El tiempo que hará...