¡Si pudiéramos hacer resurgir toda la historia de nuestro pueblo, habría que comenzar, transcurrir y terminar en la Plaza Alta! Alcalá nació en la cumbre, en la cima, en la cúspide de la Coracha. Donde nacen los pueblos nobles con alcazaba, rodeados de palacios, de iglesias y blasones. Alcalá tiene dos partes: la antigua, la del castillo y las viejas iglesias; y la nueva, la de la Alameda y la Playa.
A los perros y a los niños nos gustaba la plaza Alta. A los perros, porque podían andar a sus anchas persiguiendo a las alimañas de las ruinas de los antiguos caserones sin que nadie los molestara; a los niños, porque tenían espacio suficiente para jugar a historias enmarcadas en el castillo, en los muros de la iglesia y en las ruinas de las viejas casas. Allí estaban la historia, la fantasía, el túnel del viento, el aljibe moro, el Beaterio del padre Viera, el cementerio, el castillo, la torre, el mirador del valle del Barbate, las monjas de clausura, el palacio de los duques, la casa de San Juan de Ribera, el Ayuntamiento Viejo -después Hospital-, la Casa de los curas o Rectoral, la Mancebía, la cima de la Coracha y la puerta principal de la antigua villa.
Es la cumbre y el centro de la vieja Alcalá mora. Pero, anteriormente, fue romana, cuando se llamaba “Turris Lascutana”.
De ella quedan los “Depósitos romanos de la Fuente de la Salada”, del siglo II a. C. Junto a ellos pasaba “La Calzada” y un templo dedicado a la divinidad del manantial, hoy desaparecido. También es romano el basamento del castillo, que fue terminado en la época musulmana y como tal se ha considerado. Entre los siglos XII y XIII se construyó la muralla, de la que sólo se conserva la puerta de la antigua villa. Y, en el siglo XVI, el viejo Ayuntamiento, conocido como Casa del Cabildo, y la parroquia de San Jorge sobre una mezquita musulmana. Toda esa historia la convertíamos los niños en un juego, moros y cristianos.
En su entorno, se situaban las viviendas acomodándose a la orografía del monte. Cada casa era un ejemplar único, que aprovechaba los entresijos y rincones que le dejaba la naturaleza y las viejas casas. Mientras más alta estaban las viviendas, más nobleza mostraban los edificios. Sus fachadas de piedra emulaban las de Medina, Vejer, Arcos, Jerez.... Pero en mis tiempos parecían olvidadas, porque la gente buscaban la Alameda y la Playa para vivir. Y la Plaza Alta y su entorno cada vez se quedaba más sola. Sus calles eran perlas afiligranadas de un rosario árabe, levantadas durante los quince siglos que la poblaron los moros.
Había tres iglesias, como correspondía a los tiempos de la reconquista cristiana: San Jorge, parroquia mayor de la ciudad; el convento de las clarisas concepcionistas, hoy convertido en
centro educativo de SAFA; y el Beaterio de Jesús, María y José, fundado por el Venerable padre Viera como colegio y asilo de ancianos. La Plaza Alta era el corazón de la vieja ciudad. Y la Alameda de la Cruz la de la ciudad nueva. Cuando subíamos, parecía que el tiempo se resistía a transcurrir, de manera que el hálito vetusto se percibía en las piedras y en los recovecos de los edificios.
Las calles que forman el barrio Alto tienen regustos morunos, andaluces y cristianos: Antigua Puerta de la Villa, Plaza de San Jorge, Puerta del Sol, C/ del Castillo, de la Soledad, de las Monjas, Calzada de San Vicente, de San Juan de Ribera, de San Francisco, Villegas, Plaza Collado, Alonso el Sabio, Arcipreste Roa, Sánchez Díaz, Miguel Tizón, San Pedro y Levante. Afortunadamente, casi todas las casas han sido rehabilitadas y sus calles están remozadas. En verano, cuando oscurece, la gente toma posesión de las calles y se sientan en las puertas para tomar el aire de las alturas y organizar la tertulia.
El edificio más antiguo es el castillo, “castellum” de los romanos; el alcázar, alcazaba de los árabes; la fortaleza, fuerte de los cristianos. De él nos quedan el muro de la torre del Homenaje y un paredón de la torre del Agua. Pocos pueblos habrán tenido un escenario más adaptado para que la fantasía de los niños pudieran cebarse en él. Pero, poco a poco, se fueron abandonando sus edificios: el castillo, el Ayuntamiento o casa del Cabildo, el Hospital, la parroquia de San Jorge, la Rectoral...
Afortunadamente, hoy han dado contenido a los nobles edificios de la Plaza Alta. La parroquia es el albergue religioso de todos los alcalaínos. La pila bautismal, el testigo mudo donde han recibido las aguas bautismales los habitantes de Alcalá. Desde la época visigótica, en el siglo VII, el obispo asidonense Pimenio construye las ermitas de los Santos Nuevos y la del Cortijo de la Higuera, cerca del Puerto del Vizcaíno, hoy llamado Puerto de la Parada, a 16 kilómetros de Alcalá. Ambas se encontraban próximas al núcleo de población de la Mesa del Esparragal.
El obispo Pimenio mandó hacer una inscripción del acto sobre un ara con reliquias, que no es sino un antiguo pedestal romano, hoy conservado en un muro lateral del trascoro de la parroquia de San Jorge. El texto latino dice: “En el nombre del Señor. Aquí están guardadas las reliquias de los santos Servando, Germán, Saturnino, Justa y Rufina, mártires, y de Juan Bautista. En el día 5 de junio (nonas de junio) del año 33 del obispado de don Pimenio, 700 de la era (hispánica: 662 d.C.)
Con la llegada de los musulmanes, el cristianismo continúa, pero relegado a un segundo plano. Con la Reconquista, se incrementa de nuevo con la protección de las Órdenes Militares y la presencia de los Reyes Fernando III el Santo y Alfonso X el Sabio. En 1263, fin de la Conquista, Alcalá se convierte en pueblo cristiano. Junto a la Parroquia, el Viejo Ayuntamiento o Consistorio. Algún Pleno decidió abandonar el edificio, convertirlo en hospital y trasladar el Ayuntamiento a la Alameda. Fue la puntilla para que, durante muchos años, se abandonara el barrio Alto.
Hoy la plaza ha recuperado antiguas y nuevas connotaciones, de manera que podríamos llamarla: Plaza Alta, Plaza de la Historia, Plaza de la Religión, Plaza de la Educación, Plaza de las Fiestas y Plaza de San Jorge o del Patrón. Precisamente, Alcalá celebra una vez más, en el presente año 2010, las fiestas del pueblo: distinciones, pregones, celebraciones religiosas, celebraciones festivas, música, vaquillas y comida casera se unen al “Año de Gracia” que el Papa ha concedido al Santuario de Nuestra Señora de los Santos. Y los que vivimos fuera nos sentimos orgullosos de ser alcalaínos.
JUAN LEIVA
1 comentarios:
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