viernes, 7 de mayo de 2010

EVOCACIONES ALCALAÍNAS

38.- La sequía

La Virgen de los Santos es el símbolo más eficaz que une a los alcalaínos. Un vínculo que nadie polemiza, que nadie discute, que todos aceptan sin ambages. Viene a ser la fe sencilla traducida en religiosidad popular, porque las madres la transmiten a los hijos con una fidelidad impresionante. Y los hombres la mantienen en silencio, de manera que infunden un respeto que nadie se atreve a poner en duda.

Por contra, algunos años se producía una situación anómala para todos los habitantes alcalaínos: agricultores, ganaderos, hortelanos, braceros, esparragueros, temporeros, hosteleros... Era la sequía. Cuando se hacía acuciante, la gente pedían a la Hermandad que trajeran la Virgen al pueblo. La falta de agua era lo peor y, a veces, arrastraba pobreza, epidemias y enfermedades. En los años de sequía, el último remedio era traer a la Virgen de la ermita y que todo el pueblo la acompañara al “Prao”, al agua del río Barbate.

La llevaban en andas y la metían en el río. La gente rezaba y la plegaria a gritos era: “¡Madre mía de los Santos, agua!”. Una y otra vez repetían: ¡Madre mía de los Santos, agua! Así muchas veces: ¡Madre mía de los Santos, agua! Hasta que lloviera o se hiciera de noche. Cuando las tinieblas ocupaban el “Prao”, se volvía la Virgen a la iglesia y la gente aseguraba que se veían nubarrones negros en el cielo. Juraban que, antes del amanecer, los campos se mojarían. Y se acostaban tranquilos asegurando que se levantarían con los campos encharcados.

Los alcalaínos, con cierta sorna, contaban una anécdota de los medinatos. Decían que pocas veces en Medina hacían la procesión de rogativa para pedir agua. La justificación era porque al cura anciano de la parroquia mayor no le gustaban las procesiones. Cuando la gente iba a pedirle que hiciera la procesión de rogativa, decía: “No hace falta, porque ya han sacado a la Virgen de los Santos en Alcalá, y lloviendo en Alcalá, llueve en Medina.” En Alcalá se tomaba la sequía en serio, porque la economía y la vida de la ciudad dependía totalmente del agua.

Con el tiempo, el Ayuntamiento y el pueblo reconocieron que lo que Dios y la Virgen querían era buscar los medios necesarios para prevenir los años malos de sequía. La solución era construir más y mejores pantanos. Los caudales de los ríos de Alcalá tenían agua suficiente, pero las vertían al mar sin ningún provecho. Había que recoger esa agua sobrante y almacenarla en invierno, para administrarla con cordura y juicio durante los largos meses del estío. Algunos años, los campos se morían de sed y los habitantes de los pueblos de la sierra sufrían restricciones de agua. En cambio, los campos del bajo Guadalquivir ofrecían un formidable espectáculo con los campos cubiertos de verdor y los grifos abiertos sin restricciones. Allí se venían haciendo pantanos desde los años 20.

Es más, los desequilibrios de la política hidráulica les quitaban el agua a unos, y a otros les inundaban las fincas. El año actual de 2010, tuvimos dos meses de agua y los ríos de Alcalá se desbordaron y los campos se anegaron. Incluso decían que algunos pantanos tenían que tirar agua y otros la perdían sin remedio. Los huertos abundaban en la comarca. Sólo en Alcalá había más de 200. Faltaban aún embalses en las cabeceras de los ríos, porque se presumía que Alcalá tenía abundancia de acuíferos. Y los tiene, pero se da la paradoja de que, en Almería, donde apenas llueve, en la última sequía no hubo restricciones de agua (2005-2006). En cambio, en la sierra de Cádiz, uno de los lugares de España donde más agua cae al año, muchas familias sufrieron cortes de agua.

Auguran los expertos en movimientos migratorios que, en los próximos diez años, a los pueblos de las sierras de Cádiz y Málaga acudirán muchos extranjeros para disfrutar sus años de jubilado. Vienen en busca del clima, del sol, de la fauna, de la flora y del rico abasto culinario. Se estima que se podrá doblar la población. Para ello, habría que prever con tiempo los pantanos que faltan para recoger el agua que los ríos tiran al mar, y corregir los que pierden agua. Estos nuevos residentes quieren agua suficiente para campos de golf, para el césped y para las piscinas. En Medina, ya hay un campo en construcción. Alcalá tiene una situación privilegiada para poder aspirar a recuperar la población de aquellos años con cerca de los 12.000 habitantes. El nuevo modo de vida exige más agua.


Este mismo año de 2010, los pantanos han vuelto a abrir las compuertas porque no podían con el agua caída. El único pantano que estuvo a la altura de las circunstancias fue el de Guadalcacín. De él -dijo su constructor- que nunca lo vería lleno, pero este año alcanzó el 90 % de su capacidad. Con esa cantidad podemos tener agua para cuatro años, aunque no caiga una gota. Dentro de pocos años, en un nuevo ciclo de sequía, podemos volver a pedir agua a la Virgen si los pantanos no lo remedian.



JUAN LEIVA

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El tiempo que hará...