Ahí en las escaleras
junto a la Farmacia,
o un poco más abajo
aquí junto a la Plaza.
Ahí con su gorra negra,
aquí con su ropa seria,
curtida su piel tostada
y patillas bandoleras.
Frágil su cuerpo erguido,
limpia siempre la mirada,
salvaje y clara su voz,
y su suerte resignada.
El higo chumbo en verano,
en invierno tagarninas,
los espárragos por cientos
ahí junto a la esquina.
-¿De chumbos una docena?
Hacia la cesta se inclina
y mientras apura un pitillo
el ritual da comienzo
con habilidad y estilo.
El chumbo en la mano izquierda,
la navaja en la derecha,
y de tres golpes certeros
el fruto estará ya fuera.
-¡Juan, que sólo doce quería!
dice el honrado cliente,
¡Y por quince va usted ya!
pero Juan es buena gente
y no importa la cantidad.
Porque Juan es generoso,
educado y servicial,
y aunque tiene sus carencias
corazón le ha de sobrar.
Con el paso de los años
su salud ya se quiebra,
el dolor llega a sus huesos
y el alma se desconsuela.
Y al igual que sus pitillos
se nos fue apagando Juan,
y el viento lo aligeró
sin poderlo reavivar.
Y una tarde de otoño
nos dejó un poco más solos,
pero todos recordaremos
al hombre amable y bueno
que fue Juan El Carriolo.
Paco Gil
2011
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