CONMEMORACIÓN GRATA PARA
EL PUEBLO
Cada pueblo posee un género de alma
peculiar, que no se acomoda a las definiciones técnicas, pero que es real y
viva. Y por esa su dimensión suprasensible, debe cultivar su memoria histórica.
Pueblo que no recuerda su pasado es como hombre sin memoria, o todavía peor,
cual un niño que creciera en la condición de su inicial desconocimiento, según
la clásica frase: “Ignorar qué es lo que ha ocurrido antes de nuestro
nacimiento es permanecer perpetuamente niño”. (Cicereón, Orat, ad Brut.,
354)
Por fortuna, en este punto determinado,
Alcalá ha solido actualizar el ciclo mental de uno de sus hitos, pues no
faltaron en su seno mente y voluntad ciudadanas con amor a ciertas expresiones
históricas. Así fue al tratarse del Beaterio, cifra de la caridad y, también,
del empeño de las generaciones locales por conservar en los hijos el rescoldo
de aquella inveterada educación cristiana que recibieron allí sus padres. El
paso del tiempo acrisoló esta sedimentación popular, ya hecha Historia. Se
forjó con esto una cierta tradición de conmemoraciones, que constituye
patrimonio a revalorizar periódicamente y conciencia transformadora de un legado
perenne.
Celebrar las efemérides del Fundador
Diego de Viera, y del Instituto, expansiona al agradecido corazón alcalaíno; en
fechas concretas, mostrar sus ofrendas de alabanza, arte y cultura, no queda en
vana glosa, pues, en definitiva, van ordenadas a la glorificación de Dios y a
la humana “puesta al día” de los deberes propios y de los que tenemos con los
hombres nuestros hermanos.
Un gozo renovado llega ahora a los
hijos de Alcalá, con obligación de grato cumplimiento. Donde las letras piden
voz, y los actos solemnes rebrotan otra vez, necesarios como son, nacidos y
aromatizados por una memoria y un júbilo común.
OBLIGADO RECUERDO PARA
NOSOTROS
Y este “nosotros” –permítasenos la
explicación- es aún más estrictamente personal, derivado de los deberes propios
de antiguos alumnos del Beaterio y cultivadores –según nuestras posibilidades-
de la Historia de Alcalá y de la difusión artística de su imagen. Caímos en
la cuenta, por obligación, de la inminente fecha vierana y nos dispusimos a
ofrecer al pueblo alcalaíno estas páginas recordatorias del propio acervo
local.
El tiempo deja huella de los sucesos;
vuela sobre nosotros, marcando y fijando la sombra de lo que fue. Corresponde a
los que gustamos de escrutar el paso de los años y los seres, exponer a los
demás esta impronta del hecho relevante, aquel que separa el “antes” y el
“después” de cualquier ciudad, el con-movedor de la ciudad, pues la ha
removido en sus cimientos. Y –siguiendo el símil- hasta la construye, como
nueva vía cardinal, condicionadora de las restantes encrucijadas, por
derivación del acontecimiento.
No desconoceremos jamás la dimensión
trascendente de una Fundación religiosa. Pero si ahora nos ceñimos al orden
externo de una “vida local”, es porque constituye en ella momento de
excepcional valor este de que una comunidad cívica reciba en profundidad la
irrupción de semejante estructura, nuevo ser llegado para enriquecerla y
transformarla. El Beaterio, para el historiador de Alcalá, es mutación en su
organismo, cambio de fisonomía íntima y, sobre todo…, bendición de la Historia.
Ha sobrevivido, por eso, entre
nosotros, con la fundación de Viera y el devenir de su Obra, dones
ennoblecedores. Vino el designio de lo alto, sembrando una labor
evangelizadora, pero vino también la cultura del mejor humanismo. Con sus
Casas, con su vocación benefactora, el Beaterio muestra en sencillez a los
alcalaínos la dignidad y la excelencia humanas.
No es lícito ignorar este peso activo
en la vida de Alcalá. Ha de ser estudiado y divulgado, con la documentación y
con la imagen: modos que fijan lo que se desarrolla en el tiempo.
Con esa facultad de la Historia y el
Arte, capaz de penetrar en las edades, nos hemos sentido acuciados por repetir
el eco de autores o artistas y revelar otra vez los aconteceres o resucitar de
algún modo a los casi desaparecidos del conocimiento. En homenaje “personal” a
Diego de Viera, prolongado en su Obra.
Fernando Toscano de Puelles
De sus escritos sobre Diego de Viera
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