INMACULADA
Yo quisiera tener
para cantarte
toda la gracia de
la tierra mía,
del mar azul que
besa dulcemente
la arena que
rebrilla en la bahía.
Del ruiseñor, los
armoniosos trinos,
de la fuente, la
dulce melodía
y el suave
murmullo de la fronda…
¡Todo para
cantarte, oh Madre mía!
¡Quién pudiera
tener rosada nube
cual tiene el sol,
cuando se apaga el día
para tejer corona
vaporosa
sobre tu frente
Inmaculada y Pía!
Tener de los
jardines el perfume,
de los niños que
juegan, la alegría,
de las fragantes
rosas los colores
y el fulgor de la
estrella con que brilla.
Todo es poco
señora, para amarte,
todo parece poco
al alma mía,
quisiera
bendecirte y adorarte
con todo lo que
tiene luz y vida.
Con el encaje
blanco de las olas
que mueren
silenciosas en la orilla,
con el ronco tañer
de la campana
que a todos llama
en la humilde villa.
Porque para los
hombres Dios te puso
en el mar azaroso
de la vida,
como faro que
brilla en lontananza
sirviéndonos de
luz, sostén y guía.
Eres del pecador,
seguro asilo,
los jóvenes te
invocan a porfía
y al desgraciado,
pobre y desvalido
¿quién sino Tú
consuelo le daría?
Por eso Madre, con
fervor te invoco
en la fiesta
solemne de tu día,
que cuando
abandonemos este mundo,
a nuestro lado
estés ¡Virgen María!
Ana María Salgado de Barroso
Poesía premiada con la flor natural el día 8 de Diciembre.
Esta poesía fue
publicada en La Información del Lunes, de Cádiz, el día 10 de Diciembre de
1962.
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