La
historia, grande o pequeña, merece ser contada. Por ello me permito adentrar en
el tiempo, ya que lo viví en primera persona, unos hechos, con anécdotas
incluidas, acaecido en la desaparecida plaza de toros de Cádiz, donde un torero,
aunque nacido en Granada, pero alcalaíno de adopción, se impuso ante las
presiones e incluso los engaños, de la que fue víctima, tras ganar justamente,
jugándose la vida, un preciado capote de paseo, de auténtico lujo y de alto
valor.
En
la foto aparecen los entonces novilleros, de muy buen cartel entre los
aficionados, Chano Rodríguez, que frecuentaba la finca alcalaína “La Capitana”
y amigo de aquel buen ganadero que se llamó Agustín Pérez y de su hija Cristobalina
Pérez. Y Curro Montenegro, torero con oficio y buen gusto, casado con la guapa
y simpática alcalaína Pili Sánchez. Justamente en medio de los dos, aparece la
figura de Manuel Irigoyen, entonces banderillero de Chano y de Rafael Ortega, y
más tarde, tras colgar el traje de luces con que aparece en la fotografía, tuvo
negocios de construcción y luego ejerció de Presidente del Cádiz, C.F., un buen
gestor que llevó a primera división al club amarillo, en unas temporadas
inolvidables, aparte de su importante influencia en la Federación Española de
Fútbol.
Por
aquella época la plaza gaditana acogía numerosos festejos. Veintidós fueron en
esa temporada de 1961, desde corridas, novilladas, boxeo, lucha libre y
espectáculos circenses. Todo un equipamiento multiusos. La tarde del 3 de
septiembre de ese año, se celebró una novillada en la plaza gaditana,
lidiándose un novillo de Manuel Camacho, para la rejoneadora Amina Assis, una
guapa morena colombiana, que frecuentaba la finca “Gómez Cardeña”, de Juan
Belmonte. Su actuación resultó lucida, por su destreza y colocación de rejones
y banderillas, aunque no tuvo suerte con el novillo, que resultó manso. Volvió
un mes después a actuar en Cádiz junto a otras tres rejoneadoras, donde tuvo
mejor suerte.
A
pie actuó, junto a Chano y Curro, un novillero con mucho porvenir, que se
llamaba Luis Parra Jerezano, hoy matador de toros al que apoderaba Paco Ortega,
mozo de espadas que fue del maestro Rafael Ortega. Años más tarde Luis pasó a
ser apoderado por Antonio Ordoñez. Paco Ortega lo fue de Paquirri y Ruiz Miguel.
La novillada había despertado bastante interés, cubriéndose casi tres cuartos
de plaza. Para ayudar a incentivar el ambiente, se anunció que al triunfador de
la novillada, sería premiado con un “lujoso capote de paseo”. Los novillos de
María Luisa Pallarés de Benítez Cubero, no dieron buen juego, resultaron mansos
y algunos con peligro, a diferencia de la corrida lidiada dos semanas antes en
el festejo de la prensa con Curro Romero, Miguelín y Limeño. A Chano, gaditano
y exquisito en su toreo, lo mandaron a la enfermería con una cornada grave. El
Jerezano no consiguió cortar oreja y su actuación resultó voluntariosa.
En
cambio, Curro Montenegro, se la jugó en el único que se dejó. Estuvo colosal
con un toreo de verdad y clásico, llevando la emoción a los tendidos, cortando
las orejas. Resultó claramente el triunfador de la tarde. Lo bueno vino
después. Terminado el festejo Montenegro esperó que le entregaran el capote de
paseo, que se había ganado en el ruedo. Idas y venidas entre barrera. El capote
sin aparecer. Diodoro Canorea, que era el empresario, le pedía explicaciones a
Paco Ortega, que era el que había ofrecido el capote como tirón de la
novillada, convencido de que su poderdante el Jerezano resultaría triunfador.
Mientras, Curro no se movía de la plaza hasta que se lo entregaran, que
legítimamente le pertenecía. Le dijeron que ya se lo entregarían más adelante.
El torero granadino no tragaba. Parte del público esperaba y empezaron las
protestas, hasta que finalmente los organizadores cedieron y Curro se llevó el
preciado capote verde y oro bajo el brazo, que hoy guarda en su domicilio como
recuerdo.
La
jugosa anécdota completa esta historia, ya que el capote resultó ser de Rafael
Ortega, que a ruego de su primo y mozo de espadas Paco, se lo prestó para que
sirviera de “escaparate”, con el convencimiento de que se lo llevaría Luis
Parra Jerezano, que luego lo devolvería, pero no contó con el dicho de que “el
hombre dispone y el toro descompone”. Años más tarde el propio maestro Rafael
Ortega, confirmó a quien esto escribe el disgusto que le supuso perder un
capote por culpa de su primo. En una charla que organizamos en el Instituto
Sáinz de Andino, donde participó el propio Rafael Ortega, Emilio Oliva y Curro
Montenegro, salió a relucir la historia y todavía le duraba el cabreo al
maestro de La Isla. Su viuda, Pepita Camacho, con frecuencia todavía, me
comenta el disgusto que supuso. Curro lo ganó en el ruedo, con todo
merecimiento y le pertenecía por los siglos de los siglos. Amén.
Luis Rivas
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