sábado, 5 de septiembre de 2015

EOLO, EN LA FERIA DE ALCALÁ DE LOS GAZULES

Ahí estaba él. Hacía tiempo que no nos visitaba. Ni siquiera se presentó a tiempo de escuchar el Pregón que abría la Feria de nuestro pueblo. Él se lo perdió. Fue un Pregón original y ameno a cargo de la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús Nazareno en una serena noche de verano. Y también se privó de seguir la Elección de la Romera Mayor Juvenil e Infantil junto a sus Damas. Y el Encendido Oficial del Alumbrado y Apertura del Recinto Ferial. Pero él venía a lo que venía, dispuesto a hacerse notar y, por desgracia, casi acabaría consiguiéndolo. Y eso que por aquí no nos debiera coger de sorpresa, pues lo conocemos de toda la vida. Ya sabemos cómo se las gasta, de sus ideas, de su prepotencia. En ocasiones hasta hemos agradecido su estancia entre nosotros. Sobre todo cuando ha venido en son de paz, cuando se comporta de forma tan agradable que es como una caricia que nos alivia y nos reconforta. Pero esta vez no, esta vez era distinto, como en los peores momentos que le recordamos y, además, inoportuno. El segundo día de Feria ya empezó a dar la cara y a pavonearse creyéndose el protagonista, como diciendo: “¡¡Aquí estoy yo!!”,  “¡¡A ver quién puede más!!”   Estaba agresivo, eran como acometidas continúas, como ataques de ira, como si disfrutara haciendo daño a las personas y a las cosas. Ya se le veía venir. Casi podíamos asegurar que venía a “cargarse” la Feria, a terminar con las ilusiones de los mayores, de los pequeños, de los feriantes, del pueblo…

Por la tarde, ya era el dueño y señor del Real. Sus embestidas eran aún más fieras. Se habían tomado algunas medidas para mitigar su castigo pero, como dijo aquel torero: “Lo que no pué sé, no pué sé y además es imposible”. No hay quién pueda. Él seguía haciendo de la suyas, a diestra y siniestra, de aquí para allá. Ya de noche, la gente atemorizada hasta presentía el peligro, intentaba en vano hacerle frente o corría a protegerse bajo cubierto donde podían estar a salvo del “azote” y donde con “pan, ganas, música y vino, se andaba el camino”.   Muchos chiquillos decepcionados, los feriantes preocupados y los mayores esperanzados en “capear el temporal” con la mayor dignidad y valentía posible, procurando que no cundiera el pánico. 

Homenajes, Concursos, Bailes, Elecciones, Canción Española, Degustaciones, Exhibiciones… en las diversas Casetas, pero siempre en el interior de las mismas. Fuera de ellas y en los cacharritos, sesión reducida por mor de él. Bueno, menos gasto para los padres. Menos ingresos, por tanto, para los feriantes. Menos disfrute para los pequeños.

El sábado, más de lo mismo, y es que “cuando un tonto coge una verea, ni la verea deja al tonto ni el tonto a la verea”.  Ahí estaba él de nuevo, cada vez más crecido, más soberbio, más cruel si cabe. Aún quería más. Todavía no estaba contento. No estaba por “dar la de cal”, sólo “la de arena”. Arena, y mucha, en forma de latigazos. Arena…¡hasta en el sentío!                           

El domingo, quizás un poco agotado por tanto ímpetu, quizás por congraciarse, acaso porque hasta los más malvados pueden tener también su corazoncito, posiblemente porque observaba que los alcalaínos no se rendían fácilmente y le plantaban cara, quiso darnos un pequeño respiro. Pero siempre al acecho, amenazante, como dándonos a entender ¡“Que no me he ido todavía”!, !“Que sigo aquí”! 

Por la noche fue amainando y, casi avergonzado por su conducta o porque en realidad no había conseguido totalmente su propósito, inició su retirada lentamente, volviendo la mirada hacia detrás a cada momento, desafiante, hasta desaparecer. Permaneció en Alcalá hasta que terminó la Feria. Ya se daba por satisfecho. Misión cumplida. La batalla concluyó con pérdidas por ambos bandos. Él nos mostró la peor de sus caras, pero nosotros le hicimos frente, dentro de nuestras posibilidades, con los mejores deseos. Así es la vida, unas veces se gana y otras se pierde o se empata. Esta vez, aunque no ha sido un triunfo apoteósico, lo hemos superado, aunque con dificultades. 

Tampoco ha estado tan mal. Hay cosas peores. Esperemos que no vuelva de nuevo en la Romería con aires de venganza. Pero, bueno, aquí estamos nosotros. Habrá más Ferias, sobre todo para los más pequeños y jóvenes. Y podremos tomar, al final de cada noche, unos exquisitos churros con chocolate y azúcar en lugar de con arena. Y se podrá llevar a cabo un Paseo a Caballo en mejores condiciones y no irán los caballistas con el sombrero bien sujeto en la cabeza o en la mano.                                                      

También hemos de ver algo positivo de su estancia entre nosotros. Al menos ha conseguido que los alcalaínos hayamos estado más cerca unos de otros  durante estos tres días, más “unidos” y mejor “alimentados” y “bebidos”. 

El lunes, todo había vuelto a la calma. Me encontré con un jinete que había intentado el Paseo de Caballos cada día. En su cara se notaban los efectos del combate en días anteriores. Es que había sido una auténtica guerra. Se me ocurrió preguntarle: ¿Qué tal la Feria? ¿La Feria?- me contestó- Pues no sé qué decirte, ¡yo he estado casi todo el tiempo corriendo detrás del sombrero!


Francisco Gil García

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El tiempo que hará...