Terminó
mi vida laboral
y llegó el
momento de jubilarme. Quedaban frescos
los recuerdos de
muchos años de trabajo,
años
de continuos viajes
por toda la
geografía española, en los
que había tenido la
oportunidad de visitar,
durante ese tiempo,
a todas las
capitales de la
España peninsular e
insular. Bueno todas
menos dos, Teruel y
Soria.
Un
día mi entrañable
amigo José Luis
Meredíz Carbó, que
estuvo residiendo unos
años en la
capital soriana, tuvo a bien invitarme
a pasar unos
días en su
casa. Aceptamos complacidos
dada nuestra relación
antigua y fraternal
con Pepe Luis
y su encantadora
y recordada esposa
Lali (q.e.p.d.). Así pude
viajar a una
de las capitales
que me faltaban
por conocer. Pasamos
unos días deliciosos
gozando de la
excelente gastronomía de la zona, de
sus bellos rincones,
conociendo la olvidada
provincia castellana y
recordando su ilustre
pasado, mientras visitamos
las cuidadas ruinas
de Numancia. Uno
de esos días
llegamos a El Burgo de
Osma que estaba de
Fiestas, nos acompañaba ese
día nuestro común
amigo Juan García
del Río, un soriano
con el que
habíamos compartido años
de amistad en
Barcelona, un funcionario que
una vez llegado
el momento de
la jubilación había
retornado a su
tierra natal. Precioso
pueblo El Burgo
de Osma, bañado por
el río Duero
y a cuya
catedral hicimos una
visita guiada, a
la que se
ofreció de un
modo generoso, un
sacerdote simpatiquísimo y enamorado de
su tierra, que
nos habló de
la historia y
del extenso muestrario
de obras de arte
que
atesora la catedral
burgense. El obispo soriano
es titular de
la diócesis de
Soria y Osma. Con
su excelente humor el animoso
cura, después de
sus jugosas explicaciones, se
despidió de nosotros
a la carrera,
porque los de
su peña le
esperaban para comenzar
el desfile tradicional de
las Fiestas e iban todas
las peñas juntas
a los toros,
con su banda
de música y sus atuendos
festivos y coloristas. Vimos pasar
la bulliciosa y
alegre comitiva y
al llegar a
nuestra altura, el
amable y bondadoso
clérigo nos saludó
con entusiasmo, como si fuéramos amigos
de toda la
vida.
Continuamos
nuestra excursión y
tras abandonar El
Burgo de Osma,
llegamos a un
pueblo histórico :
Calatañazor. Yo soy
un amante enamorado
de la Historia.
Me interesan y
enriquecen los trabajos
que asiduamente llegan
a mis manos
sobre temas de
tiempos pasados. Dice
la leyenda que : “En
Calatañazor, Almanzor perdió
el tambor”, como significando
que en dicha
población perdió el
caudillo árabe la
guerra contra las
tropas cristianas. Es
actualmente Calatañazor un
pueblecito pequeño (según me
dijo el mesonero
local, mientras nos servía
unas tapas del exquisito chorizo
que se elabora
en la zona,
son 30 habitantes
en invierno y
unos 300 durante
los meses de
verano), pero se entiende
que en la
época medieval, dado el
tamaño de los
restos de su
castillo, debió ser un
enclave importante en
la frontera con
los moros. Soria
en su escudo
exhibe el lema : “Soria
pura, cabeza de extremadura”, significando la
palabra extremadura, tierra de
frontera, línea fronteriza. Parajes
para recordar, lugares emblemáticos
que se mencionan
en la Historia
de España. Romanos, numantinos, árabes, reyes castellanos … Pero
a mí, que
soy y me
siento un fervoroso
andaluz, no era el
lugar lo que
más me interesaba, sino el
personaje histórico. Almanzor, un
andaluz envuelto en
la leyenda, un paisano.
Hay dudas del
lugar de su nacimiento; unos dicen
que era gaditano
de Algeciras , mientras los
más sitúan su
cuna en Torrox,
un pueblo de la
Costa del Sol
malagueña.
Entre
verdades y leyendas, lo
cierto es que
si nos aproximamos
a la Historia, el
más famoso de
los generales de las tropas
califales cordobesas, Almanzor, no
fue derrotado en
Calatañazor por las
tropas aliadas cristianas,
como cuentan los
cronistas cristianos, y
alguno árabe, que
hablan de las
numerosas bajas que
se produjeron en
sus tropas durante
las escaramuzas de
Calatañazor, y que realmente las
bajas en sus
tropas ocurrieron ciertamente,
pero no fue
al parecer una
derrota importante porque
al poco tiempo
de su muerte
acaecida en agosto
del año 1002, durante el
año 1003 su
hijo y sucesor
en el poder
califal, Abd al-Malik al-Muzaffar, venció en
la batalla de
Albesa (Lérida), al conde
de Urgell, Ermengol I,
que fue hecho
prisionero y posteriormente liberado
tras el pago
de un cuantioso
rescate. Esta victoria permitió
la permanencia de
los moros en
tierras catalanas, ciento cincuenta
años más, hasta
1149. Lo de
Calatañazor se mueve
entre la verdadera
historia y la
leyenda, lo que sí está bien documentado
es que murió
en brazos de
su hijo, que
acudió en su ayuda con
tropas de refresco;
y que fue
en tierras sorianas
enfermo de artritis
gotosa, un 9
de agosto de 1002, en las cercanías
de Medinaceli, que era
entonces un bastión
del Califato andalusí. Fue
enterrado en el
patio de su
fortaleza. Actualmente no se
conoce la ubicación
de su tumba, al
parecer fue destruida
por orden de
los reyes castellanos,
tras la conquista
de la plaza,
porque su tumba
se había convertido en
lugar de peregrinación
de los musulmanes
no conversos.
Fue Almanzor (que
en árabe significa,
El victorioso) un estratega
militar extraordinario. Arrasó
los reinos y
condados cristianos. Llevó
a sus tropas
hasta Pamplona, Gerona, Barcelona y
el resto de
condados catalanes,
arrasando la capital
condal, Cervera y Manresa
entre otros núcleos
poblados del nordeste
y esclavizando a
decenas de miles
de hombres y
mujeres de estos
territorios. Por el noroeste destruyó
Zamora y llegó
a Santiago a
la que destruyó
totalmente, incluida su catedral
románica, dejando sólo en pié la
tumba del Apóstol.
Por el sur
del Califato guerreó
por todo el
Magreb. Fue el impulsor
del Arma de
Caballería como tropa
de élite en
aquellas guerras. Cuentan que
desarrolló la cría
de caballos para
su ejército en
las marismas del
Guadalquivir. Mecenas de parte
de la mezquita
de Córdoba. Legislador
notable. Fue homenajeado por
los poetas cordobeses
que elogiaban su
valor y sus
dotes de mando. Como
político fue un
Maquiavelo de la
época, que llegó a
tener en sus
manos todo el
poder del Califato
omeya, dejando al Califa
Hisham II disfrutar
de los placeres
de su rango,
mientras, él mandaba
en el califato. Defensor
de la yihad, fue
llamado por los
cristianos “El azote
de Dios” y
“Demonio andalusí”. Hoy
día el pueblo
cristiano padece nuevamente
en sus carnes
el azote de
fanáticos yihadistas, que quieren
propagar la ley
islámica con nuevas
guerras santas, llenando de
sangre inocente los suelos
de las ciudades
del mundo.
Salvando
las distancias, al recordar
al andalusí Almanzor, un
hombre nacido en
nuestra tierra, un
hombre que llegó
a la cúspide
del poder desde
abajo gracias a
su inteligencia e innatas condiciones;
quiero recordar a otro andaluz,
a Blas Infante. Dicen
que el padre
de la Patria
Andaluza, declaró un día
sentirse profundamente disgustado
y dolorido cuando
contempló cómo era
ridiculizada la figura
del victorioso general
califal en la
obra humorística de
Pedro Muñoz Seca , “La
venganza de Don
Mendo”. Cosas nuestras, a veces
no respetamos como
se merecen, la
memoria e historia
de muchos paisanos
nuestros que un
tiempo fueron admirados
por todos.
Francisco Teodoro Sánchez Vera
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