A mi
Cádiz marinera
se le
llama “La Tacita
de Plata”… la
salinera…
no hay
ninguna tan bonita,
un auténtico
tesoro
amparado por
las olas…
una carroza
de oro
movida por
caracolas.
Y por
el barrio La
Viña,
caballitas caleteras
juegan a
cosas de niña
saltando por
las aceras.
Mientras por Santa María
un coro
de camarones
rebrincan por
alegrías
debajo de
los balcones.
Que Cádiz
es diferente,
adquiere notoriedad,
por la
gracia de su
gente
y su
alegre claridad;
por su
finura elegante;
y cuando
llegan mal dadas,
replica de
buen talante …
¡
a las
penas puñaladas !.
Vete a
la plaza de
Mina
y a
la de San
Juan de Dios…
se te
aclara la retina
y en
la garganta la tos,
cuando hermosas
gaditanas,
con su
belleza sin par,
pasean
por las mañanas
como sultanas
del mar.
Va
mi piropo sincero
a ese
rincón andaluz
al que
admira el mundo
entero
por su
gracia y por
su luz.
Francisco Teodoro
Sánchez Vera
Diciembre de 2018
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