San Jorge, Patrón de Alcalá,
Un pueblo blanco
entre la sierra y el mar,
Solo te pido que nos
guíes, nos protejas y nos des tu valentía.
San Jorge, Patrón de
Alcalá.
Qué viva nuestra seña, mi seña, de identidad.
Sr. Alcalde, Sra. Concejala de Cultura, Sr. Concejal de Fiestas, Sr. Cura Párroco, Hermana Mayor del Beaterio, Pregoneros y Pregoneras de San Jorge, autoridades, familia, amigos y pueblo de Alcalá.
Qué afortunada me siento de poder alabarte en el mismo día de tu onomástica y poder felicitarte a ti y a todas las alcalaínas y alcalaínos, en el día grande de nuestro pueblo.
Gracias Javier, por esta presentación pero también por todos los años siendo tesorero de nuestro Ayuntamiento. Qué lidiar con un concejal, y si es de Fiesta, no es tarea fácil pero a mí me demostrasteis que hay un gran equipo humano y tú, junto con todos los compañeros y compañeras de esta Casa me disteis más fuerza de la que ya tenía. Volví a ser la niña que iba con su abuelo, Jacinto Salazar, por todo el Ayuntamiento, pero ahora no para jugar entre los pasillos y salas, sino para adquirir una gran responsabilidad junto a vosotros. Gracias.
Sobrecogida, abrumada, asustada pero muy ilusionada, un compendio de sentimientos que sólo expresan una mínima parte de cómo me siento desde que recibí la noticia de ser la pregonera de éstas, nuestras fiestas.
Tantos años de la mano de mi madre, acompañándola a ver y escuchar a cada uno de estas alcalaínas y alcalaínos ilustres pregonar nuestras fiestas y ahora soy yo la que se encuentra en este atril con el corazón lleno de amor por mi pareja, mis padres, mi hermana, mi familia y mis amigos y amigas. Pero, sobre todo, lleno de amor por mi pueblo pues no te das cuenta cuánto echas de menos la Patria, con sus cuestas incluidas, hasta que estás fuera de ella.
En
los momentos que estaba delante del ordenador escribiendo este pregón, es
cuando más he necesitado volver a mi pueblo.
Era cerrar los ojos y ver junto a mi abuela Pepa la panorámica desde la ventana del Lario, recorrer la calle de mi abuela Gabriela con las macetas en la fachada y el olor a puchero, llegar a la Alameda y buscar esa esquina con la Calle de Nuestra Señora de los Santos desde donde se puede ver el Picacho y nuestra Sierra y, por último, empezar a subir por la calle Real, Idelfonso Romero, San Juan de Rivera para finalizar a los pies de esta majestuosa Iglesia que hoy nos acoge.
Pero hay una cosa que a mí me gusta recordar y que recomiendo a todos los presentes observar algún día. Es un recuerdo que me llevo de aquellos años ultimando los preparativos para este acto y para las Fiestas de San Jorge.
Si
entras en esta Iglesia, a una hora temprana, cuando los rayos del sol penetran
por la ventana que está encima de la imagen del Cristo del Perdón, estos
alumbran de una manera muy especial este altar y más concretamente la imagen de
San Jorge, creedme, es un momento mágico.
Ahí, me sentía inmensamente afortunada porque muy pocos alcalaínos tienen el privilegio de recordar estos días como una concejal de fiestas.
Las fiestas de San Jorge son únicas, atractivas, especiales…, pero qué de fatigas se pasan desde dentro; cuántas lágrimas se derraman cuando el animal no culmina el recorrido; cuántos nervios se pasan cuando escuchas el sonido del camión, rezando a nuestro Patrón para que las vacas den el espectáculo esperado y todo transcurra sin sobresaltos ni grandes sustos; y cuántos chaparrones se aguantan, y cuánta paciencia contenida hay que tener entre vaca y vaca.
¡Ay San Jorge! Qué alegría entra cuando todo va saliendo bien. Al terminar esos tres días la sensación de plenitud es inmensa, eso sí la de agotamiento mental y emocional también, pero que gratificante es saber que has puesto todo tu esfuerzo, has dado lo mejor de ti, tu mejor versión, para que un pueblo entero disfrute.
Mi último San Jorge, el de 2023 lo recuerdo especialmente amargo y triste: me despido de Alcalá para iniciar una nueva etapa, nos ha dejado la voz de San Jorge, “mi voz”, hace muy mal tiempo y las vacas, en general, no tienen suficiente bravura.
Un
conjunto de circunstancias totalmente imprevisibles que hacen que la impotencia
y la decepción te embarguen, pero que te enseñan una gran lección,
importantísima para la vida: “a veces las cosas no salen como queremos, pero
siempre saldrán como era necesario vivirlas para poder crecer”. Y San Jorge para mí, con sus buenos y no tan buenos momentos,
ha contribuido a que yo creciera como persona.
También han contribuido muchas personas a este crecimiento porque, qué es San Jorge sin todos los que en él participan y se implican, algunos convirtiéndose en nuestros escuderos como José Diego, Alfonso o Ismael.
Mi eterno agradecimiento a Miguel “Arenita”. En la sombra nos has acompañado a cada uno de los concejales que hemos pasado por esta Delegación. En mi caso, hasta cuando a la vaca, en vez de bajar andando, quiso bajar montada con nosotros en el Laguna.
Sé, que conmigo ha sido especial porque me has visto crecer. Desde el primer San Jorge me has ayudado a tener una visión organizativa, a ponerme en las peores situaciones para tener capacidad de reacción y a saber estar sin perder los nervios.
He sido afortunada por tenerte a mi lado durante estos ocho años, acompañándome en cada una de mis decisiones y respetándolas cuando eran acertadas o no.
Sé que para ti ha supuesto más de una subida de azúcar
y alguna dosis de bisoprolol de más, pues no ha sido fácil que tu hija fuese la
concejal. Gracias Papá, por no soltarme de la mano nunca.
Después de cada suelta, nos queda el abrazo cálido y reconfortante de la familia y los amigos, que nos lo digan a todos los concejales. Gracias a mis Plaquetas, a mi hermana, a mi madre, a mi tía Mari Santo y mi tía Lucía por no dejarme sola en ningún momento estos años atrás, estando conmigo durante y después de cada suelta, apoyándome y disfrutando conmigo de la fiesta. Tengo a las mejores Y ESO HAY QUE PREGONARLO.
Sé, que este grandísimo honor va por este motivo, el haber tenido la oportunidad de haber sido la Concejal de fiestas de Alcalá de los Gazules. Estoy rodeada de pregoneros y pregoneras con una grandísima trayectoria de vida y, eso, abruma. A todos ellos los admiro, de algunos he recibido sabios y buenos consejos, a todos ellos gracias.
Aquí,
me tenéis que permitir que tenga una deferencia con una mujer que para mí es
referente: Mari Santos Delgado. Una mujer que es calma y saber estar.
Mari Santos ha sido desde siempre un ejemplo para mí, un modelo de la mujer que quería ser: culta, trabajadora y familiar. No lo digo porque es mi sangre, sino por el reconocimiento que el pueblo de Alcalá te hizo al tener el honor de pregonar a nuestros dos Patrones.
Mentalmente sigo en ese momento justo antes de dar el pistoletazo de salida a cada San Jorge, recorriendo esta Iglesia con la mirada, mi refugio, y observando la bancada de madera. Ahí está, silenciosa, majestuosa y solitaria, contemplando como cada año la Plaza que lleva su nombre bulle con todos los preparativos y montajes de chiringuitos, barras, escenario, equipo de sonido, vallas…
Pero volviendo la vista hacia el majestuoso retablo de San Jorge, como si de los escoltas de nuestro Patrón se tratasen están Paco Peneca y Salvador El Tarugo. Creo que todos los presentes os tenemos que agradecer el que estas Fiestas tengan sabor y voz, vuestro legado ya forma parte de la esencia de esta fiesta. Y yo, os tengo que agradecer el haber compartido conmigo la sabiduría para poder entrar en el corazón de San Jorge.
San Jorge ha evolucionado, a mi parecer para mejor. No sólo por la afluencia cada vez mayor de gente de todos los pueblos de Cádiz, sino también de provincias y pueblos de España, y no, no es una exageración, porque a nosotros los alcalaínos y alcalaínas se nos caracteriza por ser mundanos y abrir nuestras fronteras. Con cada nuevo amigo que hacemos en esta carrera llamada vida, hay una frase inevitable “¡TIENES QUE VENIR A SAN JORGE!”
Y ¿qué es San Jorge? Podríamos definirlo como una fiesta popular donde la gente de todas las edades se reúnen en una plaza para saludar, hablar, reír, comer, beber y bailar al son del Chipirón, en definitiva, disfrutar entre amigos y familia. Pero, yo creo que más que una fiesta, es un sentimiento que nos da identidad como pueblo pues generación tras generación se ha ido transmitiendo, quedando instalado en nuestro ADN.
Recuerdo cuando mi madre nos despertaba para que viésemos desde el balcón a la banda municipal pasar pues nos avisaban con su Diana floreada que la fiesta iba a comenzar.
Nuestros pañuelos planchados, las diademas rojas de crochet que nos había hecho con tanto amor en nuestros cabellos, yo, por supuesto, con mi famoso sombrero rojo y de su mano, comenzábamos a subir hasta la Plaza de San Jorge.
También, nos reuníamos toda mi familia en la casa de mi tía Antonia Mari o de mi tío Desiderio para ver pasar la vaca desde la azotea. Aunque mi prima Gabriela, mi hermana y yo, por aquellos entonces, éramos muy toreras. Nos encantaba abrir las ventanas de la puerta, mis tías y mi madre nos preparaban una silla y de rodillas sobre ella veíamos pasar al animal. Eso sí, en más de una ocasión nos llevamos un buen susto al pasar el animal demasiado cerca o quedarse mirando fijamente nuestra puerta.
Estas anécdotas familiares, no son sólo mías, son de todos nosotros. Nuestras madres ya nos preparaban para disfrutar de la fiesta e ir adquiriendo la identidad alcalaína.
Cuántos alcalaínos y alcalaínas tienen un familiar o amigo desde la Alameda hasta San Juan de Rivera y cuántos momentos tan excitantes hemos vivido en esas casas viendo desde azoteas y balcones el paso de la vaca y a los valientes corredores.
Y qué bien sienta, ahora, el “tapeito” y las cervezas que nos tomamos en esas “sacristías”. Por eso San Jorge es familia y es amistad, en definitiva, es hermandad.
Cuando
pasamos a la etapa de la adolescencia, no se puede evitar pensar en qué te vas
a poner, pero que sería San Jorge sin esas camisetas que nos hacíamos en honor
al Patrón.
El outfit perfecto, por aquella época era: la misma camiseta todos los amigos, los vaqueros, unos deportes y un pañuelo rojo atado en la muñeca, ah y la respectiva pegativa de “Los Cachimbas” en el cuádriceps de la pierna.
Otro tema de importancia era ¿cuántos rebujitos vamos a preparar? Porque cuando somos jóvenes la economía no te permite estar en los chiringuitos y la placita se convierte en nuestro refugio.
Igual que a los bebés y a los niños hay que darles autonomía para hacer las cosas y aprender, a los jóvenes es necesario darles independencia de los adultos para que se sientan libres, para bailar, para reír y para crear vínculos que van a durar toda la vida.
Ésta
es una etapa de San Jorge que recomiendo encarecidamente no saltársela: vivir
la placita con sus naranjos en flor y el “qué pechá de rama”, con las risas
entre amigos, con los bailes gracias a la música que pone Luis el Vela, con la
carpa de paraguas que se fabrica entre todos cuando llueve…
Creo que es una de las etapas más bonitas de la juventud alcalaína y que jamás debería perderse, pues la Plaza Collado es la Plaza de la Juventud. Ahí te lo dejo.
En ese momento de juventud queremos participar en la fiesta, vivirla desde dentro, por lo que estamos deseando coger un buen sitio, que Maratón tire el cohete que indica que la vaca va a salir de la Plaza y comenzar el recorrido detrás de ella.
He de decir que somos valientes, pero no tanto. El objetivo era buscar un buen balcón en la Calle Real desde el que colgarte o meternos entre los portones abiertos o bien, para los menos atrevidos, atajar por los callejones hasta asomar en la Alameda.
Eso sí, rezando todo el tiempo para que la vaca no nos quiera saludar, le dé por asomar la cabeza dentro del portal o que encuentre un hueco entre las vallas y al final terminemos corriendo delante de ella y no detrás.
Por suerte, tenemos un personal de seguridad extraordinario, velando para que todo salga bien, cuidándonos y haciendo que el animal siga el recorrido establecido.
Pero también tenemos a unos trabajadores municipales, entregados a su trabajo, realizando una labor impecable, mis compañeros de vías y obras, que garantizan que cada calle esté adecuadamente protegida. A todos ellos, gracias.
Después de esta dulce y efímera juventud, llega la adultez, acompañada de los amigos que hacemos en la universidad, que conocemos en viajes, en el trabajo... y es curioso como cada vez que traigo a alguien a visitar este maravilloso pañuelo blanco, subimos a esta Plaza en coche por la pereza de las cuestas, pero qué nos gusta y qué poco nos pesa subirlas las veces que haga falta cada año por San Jorge.
Sé que la evolución va a seguir siendo positiva, cada año San Jorge es más especial, por ello sé que jamás se va a perder el sentido y el sentir de San Jorge.
Qué me gusta San Jorge desde la Plaza Alta hasta la Alameda y viceversa, porque el corazón está en la Plaza pero su cuerpo se extiende por todo nuestro pueblo; qué me gusta el 23 de abril, así se junte el levante con el poniente; y qué me gustan las orquestas, los grupos de músicas y hasta los Djs.
Todas las costumbres y tradiciones de los demás municipios de nuestra provincia son únicas y cada una de ellas con su propia identidad. Eso es lo que enriquece esta tierra, disfrutar de tantas fiestas populares y cada una tan diferente. Pero, que me perdonen el resto de pueblos, San Jorge es la mejor.
Al escribir estas líneas, son tantos los recuerdos que se vienen a mi memoria que son muy difíciles de ordenar. Tantas y tantas anécdotas personales que todas merecen ser recordadas. Y no me cabe duda que todos los aquí presentes, cada vez que hablamos de San Jorge, una sonrisa se dibuja en nuestros labios. El motivo de que tal gesto se refleje en nuestra cara creo que tiene una fácil explicación: San Jorge es alegría y hermandad, es reencuentro y amistad.
Hoy más que nunca me identifico con esos alcalaínos y alcalaínas que planifican vacaciones, juntan días y hacen malabares para acudir, aunque sea un solo día a la Fiesta. Obviamente, al día siguiente las ganas de volver a la rutina son entre cero y menos cero, pero volvemos, no queda más remedio. Eso sí, la sensación que nos embarga es de pilas cargadas y el corazón pleno. Los alcalaínos somos ricos y LO SABEMOS.
Somos ricos porque tenemos un patrimonio artístico y cultural, únicos. Solo hay que fijarse en la riqueza que esconde este templo: concatedral de Cádiz, custodia de los patronos de Cádiz y Sevilla y guardiana de tesoros y verdaderas obras de arte como el órgano ibérico que está en su coro o las imágenes que procesionan por nuestras calles.
Somos Tierra de personas ilustres como Don Pedro Sainz de Andino o Don Antonio Millán Puelles, entre muchos otros. También contamos con un alcalaíno internacionalmente conocido y reconocido, Alejandro Sanz, y podemos decir que desde 1876 tenemos el título de ciudad.
A día de hoy, pienso en sus calles blancas, las vistas a la sierra y a los campos, el subir al Montero y embelesarme con el sonido del agua que mana de sus entrañas.
Por
eso, se me llena la boca de orgullo, cuando hablo de mi Alcalá, pero más se me
llena el maletero del coche de queso, pan y dulces cuando vuelvo.
Una mínima muestra de
nuestra maravillosa gastronomía es la que llevo conmigo y no sólo para mí, sino
para repartir entre la gente de mi nuevo hogar. Me siento como una recovera del
Siglo XXI, normal, si lo llevo en mi mitad de sangre Perea.
Todo el que me conoce sabe lo que me gusta comer, como buena Salazar pierdo pie con la comida. Así que es un secreto a voces que uno de mis momentos favoritos de las fiestas, fuese tener el privilegio de ser la primera en probar el rancho, la filetá y, sobre todo, el gazpacho.
Cómo huele la calle Las Monjas cuando esas calderetas están a pleno rendimiento. Imaginaros esa leña con el fuego en su punto, con las calderas hirviendo, llenas de patatas, carne y sus especias, ese pan recién hecho para acompañar el plato… una auténtica delicia.
Con respecto al gazpacho, el maestro Paco Gil describe en los azulejos que hay por las calles la figura de la mujer gazpachera y los ingredientes que debe tener un buen gazpacho alcalaíno. Pero el mayor ingrediente es el amor que le pone cada una de las manos que lo hacen.
Con el gazpacho he sido una afortunada, porque siempre aprovechaba para ver a la mujer a la que le debo mi nombre y el color y la expresividad de mis ojos. Ella junto con Juliana, Juan y unas cuantas Marías, majaban el pan, hervían los tomates y preparaban el mejor gazpacho. Creo que desde que están por ahí arriba, a San Jorge le veo hasta pancita.
En
San Jorge es fácil reconocer a una gazpachera. Son mujeres que van con sus
bolsas de tela o cestas donde guardan un gran tesoro que es su delantal y
pañuelo blanco para recoger sus melenas. Son mujeres comprometidas con la
tradición que, a la vez que aprenden lo que un día no pudieron, nos dan una
gran lección: el compromiso con su pueblo pues, a pesar de los años, de las
fatigas y de los males, como dicen ellas, no nos quedaremos ningún año sin gazpacho.
Quiero dar las gracias a la escuela de adultos por ésta gran labor, especialmente a sus precursoras, las maestras Inmaculada Almagro, Mercedes Sánchez y Maribel Perales, por haberlo hecho posible, dejando un legado que aún, a día de hoy, continúa con su Directora Natalia Domínguez y en el que se implican todos los docentes que llegan, sean de donde sean.
Mientras todos descansan, mientras las vaquillas corren por las calles, mientras empieza la orquesta y compartimos risas entre rebujitos y Tío Pepes. Estas cuadrillas de mujeres y hombres trabajan para que San Jorge jamás pierda su sabor. Gracias.
Al final, llego a la conclusión de que
San Jorge aglutina tantas emociones y recuerdos que no terminaría este pregón
nunca. Seguro que me he dejado mucho por decir pero he querido destacar lo que
a mí más me ha marcado y lo que creo que todos sentimos:
-
Nostalgia por
nuestras fiestas pasadas y por los que ya no pueden seguir estando con
nosotros;
-
Amor por los amigos y familiares que nos acompañan; reencuentro con nuestro pueblo y nuestra Plaza;
-
Hermandad por
sentirnos unidos como si de una gran cofradía se tratase;
-
Pasión por vivir cada
día como si fuese el último;
-
Euforia por el
ambiente que nos rodea y la música que llena nuestros sentidos;
- Y alegría por tener la fortuna de vivir cada año un San Jorge más.
Cada vez que vuelvo a mi Alcalá, está más bonito, luce con más encanto, es digno de admirar como mi gente, las alcalaínas y alcalaínos, se vuelcan en embellecerlo.
Quiero dar las gracias al equipo
de gobierno, a los ciudadanos que cuidan sus calles, que las adornan, que abren
negocios, casas rurales… que crean rutas para que se conozca su
interesante historia para que se sepa que Alcalá fue una villa de frontera, con
todo lo que ello conlleva, en definitiva, que
apuestan por dar un mayor esplendor a Alcalá.
Eso, da sus frutos y, ahora, somos un Pueblo Mágico de España.
Hay un poema con el que aprendí a leer. Es el poema “Andalucía mi tierra” de Lorca del que voy a usar su parte final para cerrar este pregón,
“Quién reniega de su
Tierra
Debería ser castigado.
Mi orgullo es ser
alcalaína
Por todos los cuatro
costados.
El amor de mis
amores,
Lo que más quiero en
la vida,
Y es esta tierra
señores.
Qué orgullo de ser alcalaína”.
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