sábado, 21 de diciembre de 2024

DOMINGO IV DE ADVIENTO - ¿CÓMO VIVIR LA NAVIDAD?

 

¿Cómo vivir la Navidad?

Domingo 4º de Adviento 

Cuando falta poco para estas fiestas, las lecturas nos ofrecen tres ejemplos excelentes para vivir su sentido y un mensaje de esperanza.

El ejemplo de Isabel: alabanza, asombro, alegría (Lucas 1,39-45)

 

En aquellos días, María se puso de camino y fue a prisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."

Aunque en el relato del evangelio la iniciativa es de María, poniéndose en camino hacia un pueblecito de Judá, los verdaderos protagonistas son Isabel, la única que habla, y Juan, el hijo que lleva en su seno. Es este el primero en reaccionar, antes que su madre. En cuanto oye el saludo de María (Lucas no cuenta qué palabras usó para saludar) da un salto en el seno de Isabel. Esta, llena de Espíritu Santo, expresa los sentimientos que debe tener cualquier cristiano ante la presencia de Jesús y María.

Alabanza (“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”). El Antiguo Testamento recoge la alabanza de algunas mujeres, pero por motivos muy distintos. Yael es proclamada “bendita entre las mujeres” por haber asesinado a Sísara, general de los enemigos; Rut, por haber elegido a Booz, a pesar de no ser joven; Abigail, por haber impedido a David que se tomara la justicia por su mano; Judit, por haber matado a Holofernes y liberado a Israel; Sara, la esposa de Tobit, por haber abandonado a sus padres para venir a vivir con la familia de Tobías. ¿Qué ha hecho María para que Isabel la bendiga? El relato de la anunciación lo deja claro: ha aceptado el plan de Dios (“he aquí la esclava del Señor”) y eso la ha convertido en madre de Jesús o, como dirá Isabel, en “la madre de mi Señor”. Motivo más que suficiente de alabanza.

Asombro (“¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”). La forma de expresarse Isabel, tan personal, recuerda lo que escribió san Pablo a los Gálatas a propósito de la muerte de Jesús: “Me amó y se entregó a la muerte por mí”. Se deja en segundo plano el valor universal de la encarnación y de la muerte para destacar lo que significan para mí. La Navidad, celebrada año tras año durante siglos, corre el peligro de convertirse en algo normal. No nos asombramos de esta venida de Jesús a mí, como si fuera la cosa más lógica del mundo. Buen momento para detenernos y asombrarnos.

Alegría (“la criatura saltó de gozo en mi vientre”). Lucas termina por donde empezó: hablando de la reacción de Juan. Pero ahora añade que el salto en el vientre de su madre lo provocó la alegría de escuchar el saludo. Los domingos anteriores han insistido en el tema de estar siempre alegres. Lo específico de este evangelio es que la alegría la provoca la presencia de María y de Jesús.

Estos tres sentimientos los inspira, según Lucas, el Espíritu Santo; ya que generalmente no lo tenemos tan presente como debiéramos, es este un buen momento para pedirle que los infunda también en nosotros.

El ejemplo de María: fe

         Las palabras de Isabel, que comienzan con una alabanza de María y de Jesús, terminan con otra alabanza de María: “¡Dichosa tú que has creído!” Y esto debe hacernos pensar en la grandeza del misterio que celebramos. No es algo que se pueda entender con argumentos filosóficos ni demostrar científicamente. Es un misterio que exige fe. Para muchos, como decía el cardenal Newman, la fe es “la capacidad de soportar dudas”. Para María es fuente de felicidad. Lo será siempre, a pesar de las terribles pruebas por las que debió pasar. En ese camino misterioso de la fe, ella se nos ofrece como modelo.

El ejemplo de Jesús: cumplir la voluntad de Dios (Hebreos 10,5-10)


Hermanos: Cuando Cristo entró en el mundo dijo: "Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni victimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: 'Aquí estoy yo para hacer tu voluntad." Primero dice: "No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias", que se ofrecen según la Ley. Después añade: "Aquí estoy yo para hacer tu voluntad." Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

En la mentalidad del pueblo, y de gran parte del clero de Israel, lo más importante en la relación con Dios era ofrecerle sacrificios de animales y ofrendas. En el fondo latía la idea de que Dios necesita alimentarse como los hombres. Los profetas, y también algunos salmistas, llevaron a cabo una dura crítica a esta mentalidad: lo que Dios quiere no es que le ofrezcan un buey o un cordero, sino que se cumpla su voluntad. Esta idea la recoge el autor de la Carta a los Hebreos y la pone en boca de Jesús (“Aquí estoy para hacer tu voluntad”), completándola con otra idea: los sacrificios de animales no tenían gran valor, había que repetirlos continuamente. En cambio, cuando Jesús se ofrece a sí mismo, su sacrificio es de tal valor que no necesita repetirse. Los sacrificios de animales pretendían establecer la relación con Dios, sin conseguirlo plenamente. El sacrificio de Jesús establece esa relación plena al santificarnos.

         Al mismo tiempo, el ejemplo de Jesús nos enseña a poner el cumplimiento de la voluntad de Dios por encima de todo, de acuerdo con lo que repetimos a menudo: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

Un anuncio (Miqueas 5,1-4)

 

Así dice el Señor: "Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial. Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel. En pie, pastorea con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios. Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz.

Este breve oráculo del libro de Miqueas es famoso porque lo cita el evangelio de Mateo cuando los magos de Oriente preguntan dónde debía nacer el Mesías. El texto se dirige a personas que han vivido la terrible experiencia de la derrota a manos de los babilonios, el incendio de Jerusalén y del templo, la deportación, la desaparición de la dinastía davídica. La culpa, pensaban muchos, había sido de los reyes, los pastores, que no se habían comportado dignamente y habían llevado a cabo una política funesta. En medio del desánimo y el escepticismo, el profeta anuncia la aparición de un nuevo jefe, maravilloso, que extenderá su grandeza hasta los confines del mundo y procurará la paz y la tranquilidad a su pueblo. Pero no será como los monarcas anteriores, será un nuevo David. Por eso no nacerá en Jerusalén, sino en Belén.

Resumen

Lo que relaciona las lecturas de este domingo es la misión de Jesús y los frutos que produce. La de Miqueas anuncia que su misión consistirá en ser jefe (pastor) de Israel, procurándole al pueblo la tranquilidad y la paz. En la Carta a los Hebreos, su misión es cumplir la voluntad del Padre; gracias a eso ha restaurado nuestra relación con Dios, nos ha santificado. En el evangelio, la misión no la lleva a cabo Jesús, sino María; su simple presencia provoca una reacción de alabanza, asombro y alegría en Isabel y Juan.

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagradas Escrituras por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

jueves, 19 de diciembre de 2024

NUESTRA PROFUNDA IGNORANCIA

 

Nuestra profunda ignorancia.

                                              

Los conocimientos, todos y siempre, son parciales e incompletos, y, por lo tanto, nuestras ignorancias, son siempre amplias y provisionales. Estas afirmaciones tan obvias frecuentemente las olvidamos sobre todo cuando nos referimos a los que calificamos como sabios, a los que llamamos especialistas y, también, a los que designamos como ignorantes. La ignorancia –la ausencia de conocimientos sobre algunas materias- es muy amplia y siempre parcial, pero también es cierto que todos podemos reducirla manteniendo el esfuerzo, desarrollando habilidades y, por supuesto, con la ayuda de los demás.

Incluso cuando los sabios descubren nuevos conocimientos ponen de manifiesto que, anteriormente, ellos eran unos ignorantes sobre esos hallazgos. Fíjense, por ejemplo, cómo, cuando estalló la covid, los epidemiólogos más cualificados reconocieron que ignoraban su origen, sus ritmos y modos de propagación y las herramientas terapéuticas para luchar y vencerla.

Hoy se me ocurre llamar la atención sobre el -a mi juicio- excesivo nivel de ignorancia que muestran algunos o muchos de los que se sienten impulsados a dirigirnos –a mandarnos- políticamente en los diferentes ámbitos internacionales, nacionales, comunitarios y locales. ¿Creen ustedes que todos esos gobernantes –tanto democráticos como autocráticos- poseen suficiente –completa- formación para resolver los graves problemas que sufrimos en nuestro mundo actual?

A mi juicio, una de las dificultades más importantes para que aprendan tras sus errores es la distancia en la que se sitúan físicamente, los controles con los que se defienden y la insolencia con la cierran las puertas y las ventanas para que no les lleguen la gravedad de nuestros problemas ciudadanos. A veces, incluso, esa cerrazón les impulsa a negar la realidad.

Si es cierto que existen diversos tipos de ignorancia, también es verdad que la más grave, a mi juicio, es la de los que se niegan a conocer y a plantear correctamente los problemas, la de los que tratan de ocultar los hechos y la de los que proporcionan interpretaciones interesadas y falsas. La combinación de la ignorancia, de la arrogancia y del miedo tiene consecuencias fatales y suicidas. Tengo la impresión de que, a veces, somos los más ineptos quienes tropezamos con mayores dificultades para reconocer nuestra incapacidad. No deberíamos extrañarnos demasiado si tenemos en cuenta que, desde Sócrates, los verdaderamente sabios nos repiten que la sabiduría consiste en la progresiva toma de conciencia de su radical ignorancia.     

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura

sábado, 14 de diciembre de 2024

DOMINGO 3º DE ADVIENTO - UNA BUENA NOTICIA BASTANTE EXTRAÑA


Una buena noticia bastante extraña

Domingo 3º Adviento. Ciclo C.

Si el domingo pasado no hubiéramos celebrado la fiesta de la Inmaculada, los textos habrían dejaban claro el tono alegre del Adviento. Los de este domingo lo acentúan todavía más. La primera lectura comienza: “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén”. Su eco lo recoge el Salmo: “Gritad jubilosos, habitantes de Sión: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”. La carta a los Filipenses mantiene la misma tónica: “Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres.” Y el evangelio termina hablando de la Buena Noticia; y las buenas noticias siempre producen alegría.

         Las lecturas ofrecen materia abundante (¡demasiada!). Quien vaya a comentarlas debe seleccionar lo más importante para su auditorio.

Alegría de Jerusalén y alegría de Dios (Sofonías 3,14-18)

Este breve texto, probablemente del siglo V a.C., aborda dos problemas políticos, con un final religioso. Jerusalén ha sufrido la deportación a Babilonia, el rey y la dinastía de David han desaparecido, los persas son los nuevos dominadores. No tiene libertad ni rey. El profeta anuncia un cambio total: el Señor expulsa a los enemigos y será el rey de Israel. Lo más sorprendente es el motivo de este gran cambio: el amor de Dios. Cuando se recuerda que los profetas consideran la historia del pueblo una historia de pecado, asombra que Dios pueda gozarse y complacerse en él. Las palabras finales se adaptan perfectamente al espíritu del Adviento. La Iglesia, y cada uno de nosotros, debe aplicárselas.

 

Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán de Jerusalén: «No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta».

Alegría, mesura y oración (Filipenses 4,4-7)

Pablo escribe a su comunidad más querida. En la parte final de la carta, tres cosas le aconseja: alegría, mesura y oración.

 

Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobre pasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Alegría, confiando en la pronta vuelta del Señor. Al principio de su actividad misionera, Pablo estaba convencido de que Cristo volvería pronto. Lo mismo esperaban la mayoría de los cristianos a mediados del siglo I. Aunque esto no se realizó, las palabras “El Señor está cerca” son verdad: no en sentido temporal, sino como realidad profunda en la Iglesia y en cada uno de nosotros.

Mesura. En el contexto navideño, cabe la tentación de interpretar la mesura como una advertencia contra el consumismo. Sin embargo, el adjetivo que usa Pablo (evpieike.j) tiene un sentido distinto. Se refiere a la bondad, amabilidad, mansedumbre en el trato humano, que debe ser semejante a la forma amable y bondadosa en que Dios nos trata.

         Oración. En pocas palabras, Pablo traza un gran programa a los Filipenses. Una oración continua, “en toda ocasión”; una oración que es súplica pero también acción de gracias; una oración que no se avergüenza de pedir al Señor a propósito de todo lo que nos agobia o interesa.

Una «buena noticia» bastante extraña (Lucas 3,10-18)

         En el texto del evangelio podemos distinguir tres partes: unos consejos prácticos; un anuncio, y un resumen final.

Consejos prácticos (10-14)


En aquel tiempo la gente preguntaba a Juan:

− ¿Entonces qué hacemos?

Él contestó:

− El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo. 

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:

− ¿Maestro, qué hacemos nosotros?

Él les contestó:

− No exijáis más de lo establecido.

Unos militares le preguntaron:

− ¿Qué hacemos nosotros?

Él les contestó:

− No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.

 

El domingo pasado vimos cómo Juan Bautista exigía la conversión. ¿En qué consiste? ¿Cómo manifiesta uno que se ha convertido? Lucas responde poniendo unas preguntas en boca de la multitud, de los recaudadores de impuestos (los publicanos) y de los soldados. La presencia de recaudadores no extraña, teniendo en cuenta que también se interesarán por la predicación de Jesús. Más extraña resulta la mención de los soldados, ya que este colectivo no se vuelve a mencionar en el NT; debe tratarse de judíos al servicio de Herodes Antipas.

La respuesta más exigente es la primera, dirigida a todos: compartir el vestido y la comida. Recuerda lo que pide Dios en el libro de Isaías: «partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne» (Is 58,7).

La respuesta a los recaudadores se queda en lo negativo: «No exijáis más de lo ordenado». La actividad de los publicanos abarcaba muchos aspectos de la vida diaria: derechos de importación y exportación, portazgos, peaje, impuestos urbanos, etc. «Y si el pacífico residente, el labrador, el comerciante o el fabricante se veía constantemente expuesto a sus exacciones, el viajero, el caravanero o el buhonero se encontraban con su vejatoria presencia en cada puente, por la carretera y a la entrada de las ciudades. Se tenía que descargar cada bulto, y todo su contenido era abierto y registrado; hasta las cartas eran abiertas; y debe haberse precisado de algo más que de la paciencia oriental para soportar la insolencia de los recaudadores y para someterse a sus ‘falsas acusaciones’ al fijar arbitrariamente la cuota por la tierra o los ingresos, o el valor de las mercancías (A. Edersheim, Usos y costumbres de los judíos, Clie, Terrasa 2003, 76-78).

La respuesta a los soldados une lo negativo: «no maltratéis ni extorsionéis a nadie» y lo positivo: «contentaos con vuestra paga». «Tanto para los soldados como para los publicanos, Lucas se interesa por una ética de la justa adquisición de bienes y del buen uso del dinero» (Bovon, El evangelio según san Lucas I, 252).


Anuncio (15-17)

 

El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dejo a todos:

− Yo os bautizo con agua; pero viene uno que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.

 

La denuncia inicial (que deberíamos haber leído el domingo pasado) y los consejos prácticos no crean malestar en la gente, animan a preguntarse por la identidad de Juan. Este responde hablando de un personaje con más autoridad (no le da el título de Mesías), que llevará a cabo una misión doble: positiva (bautismo) y ambigua (bieldo).

Dos temas indica Juan a propósito del personaje futuro: la mayor importancia de su persona y el mayor valor de su bautismo. La mayor importancia de la persona la expresa aludiendo a su fuerza, porque del Mesías se espera que la tenga para derrocar a los enemigos, y a la indignidad de Juan respecto a él, ya que no puede cumplir ni siquiera el servicio de un esclavo.

La mayor importancia del bautismo queda clara por la diferencia entre el agua, en uno,  y el Espíritu Santo y el fuego, en el otro. Bautizar significa «lavar», «purificar». Y si se quiere mejorar la conducta del pueblo, nada mejor que el Espíritu de Dios: «Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y que cumpláis mis mandamientos» (Ez 36,27). Además, el fuego purifica más que el agua.

Basándose en el Salmo 2, algunos textos concebían al Mesías con un cetro en la mano para triturar a los pueblos rebeldes y desmenuzarlos como cacharros de loza. Juan no lo presenta con un cetro, utiliza una imagen más campesina: lleva un bieldo, con el que separará el trigo de la paja, para quemar ésta en una hoguera inextinguible.

Al comienzo de su intervención, Juan hizo referencia al hacha dispuesta a talar los árboles in­útiles; al final, al bieldo que echa la paja en la hoguera. Dos imágenes potentes para animar a la conversión.

Sumario (18)


Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.

 

Este versículo resume la actividad de Juan fijándose en su predicación y sin mencionar el bautismo. Las palabras de Juan pueden parecer muy duras, pero constituyen una buena noticia para quien está dispuesto a convertirse.

 

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

CON LA MIRADA PERDIDA

 

Con la mirada perdida

 

Con la mirada perdida

al infinito del cielo,

camino por un sendero

donde me dejo la vida.

Sabiendo de mi partida

pero no donde voy a dar,

que no sé como llegar 

de pasos que llevo dados,

para purgar mis pecados

con la  muerte he de pagar.

 

De polvo todo cubierto

de la tierra del camino,

buscando voy mi destino

por un ardiente desierto.

Donde nada encuentro abierto

para saciarme la sed,

y dejar ya de toser

que me rompe la garganta,

y mi cuerpo ya no aguanta

con su mucho padecer.

 

Avanzando lentamente

bajo un sol que quema el alma,

yo me estoy pidiendo calma

hasta llegar a una fuente.

Allí refresco mi frente

y sacio la sed que llevo,

poniéndome como nuevo

para seguir caminando,

mientras pueda ir soportando

el esqueleto que en mí muevo.

 

Y si acaso no llegara

por ser muy largo el camino,

que alejando está el destino

donde queda mi morada..

Dejad mi alma relajada

a la sombra de un olivo,

penando como un cautivo

con mis pies ensangrentados,

y mi cuerpo derrotado

en los momentos que vivo.

 

 

 

José Ares Mateos

miércoles, 11 de diciembre de 2024

HOMERO Y SU ILÍADA

 Cómo emplear las palabras para HACER HOY LITERATURA

Robin Lane Fox

Homero y su Ilíada

Barcelona, Crítica, 2024

                           

Este análisis detallado, profundo y bello responde de manera clara a la pregunta que hoy los escritores y los lectores nos seguimos haciendo: ¿cuál es la clave que determina que el relato de un hecho doloroso, por ejemplo, alcance la calidad de obra literaria clásica y que, por lo tanto, la leamos en las diferentes culturas durante siglos? La explicación científica, detallada y clara nos la ofrece esta obra que nos descubre cómo los comportamientos de los personajes, la narración de los hechos y la descripción de los espacios explican lo que aquí y ahora nos ocurre a nosotros y, sobre todo, cómo el escritor –Homero- “usa la palabra para conseguir un efecto poético”.   

En este estudio Robin Lane Fox, profesor de Historia Antigua de la Universidad de Oxford (1977 -2014) explica, con rigor y con detalle, cómo la cólera de Aquiles contra Agamenón -el comandante que le ha robado su esclava Briseida- constituye el asunto clave de una obra calificada como “la mayor epopeya del mundo y como el mejor poema de todos los tiempos”. La Ilíada, efectivamente una obra “monumental”, sigue siendo leída y disfrutada por los estudiosos y por los amantes de las fuentes de la literatura.

         Este análisis, detallado y claro, descubre el arte y la complejidad de una creación clásica que sigue siendo un estímulo para escribir libremente sin apoyarnos en las fórmulas estereotipadas. Lane Fox demuestra cómo, por ejemplo, la fuerza narrativa de estos relatos está controlada gracias al dominio del ritmo fluido y al sugerente lenguaje poético. Muestra cómo, aunque Homero narra unos episodios conectados con problemas de sus oyentes coetáneos, también se refieren a nuestras preocupaciones actuales. Explica y demuestra cómo sus palabras y sus silencios poseen un exquisito equilibrio capaces de mantener nuestra atención durante sus largos y amenos relatos guerreros, cómo los amores, los sufrimientos y las derrotas de los héroes que combaten ante la activa presencia de los dioses constituyen referencias ineludibles para las epopeyas creadas posteriormente y para identificar las raíces de nuestras actuales luchas personales, sociales y políticas.

          La imagen de la vida como una guerra en la que gana el más fuerte, formulada después por el escritor latino del siglo IV, Flavio Vegecio Renato -“Si quieres paz, prepara la guerra”- se sigue repitiendo en la actualidad como aplicación de una Ley Natural que explicar las transformaciones cósmicas, los cambios en la naturaleza, la supervivencia animal y, también la explicación de los comportamientos humanos, sociales y políticos.

         Este denso, minucioso y claro trabajo de investigación, además de proporcionar estimulantes orientaciones para los escritores, responde a cuestiones que plantean los historiadores y los críticos de la Literatura Clásica. La habilidad de Homero para desarrollar gradualmente la trama manteniendo la atención de un público atento y entusiasmado, el retrato de un Aquiles agresivo furibundo y hombre hundido por el dolor causados por la muerte de su amigo Patroclo, que se retira del combate, cautivaba a sus oyentes de entonces y nos sigue entusiasmando a los lectores actuales. Ahí residen las explicaciones de la importancia actual de la Ilíada.

 

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura

sábado, 7 de diciembre de 2024

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA - BENDITO SEA DIOS...BENDITA ERES TÚ

 

Solemnidad de la Inmaculada

Bendito sea Dios… Bendita eres tú 

Advertencia: María inmaculada no significa que sea virgen

El dogma católico no está pensado para gente sencilla, y es fácil que la gente termine confundiendo los términos. Muchos relacionan “inmaculada” con “virgen antes del parto, en el parto y después del parto”. No tienen nada que ver. Inmaculada significa “sin mancha del pecado original”. Como dice la oración después de la comunión: María fue preservada, en el momento de su concepción, de los efectos del primer pecado (el de Adán y Eva), con los que nacemos todos los demás.

Este Hijo se merece la mejor madre

La idea que impulsó este dogma se encuentra en la oración inicial: “Oh Dios, que preparaste a tu Hijo una digna morada”. Idea que se desarrolla ampliamente en el Prefacio: “Libraste a la Virgen María de toda mancha de pecado original, para que en la plenitud de la gracia fuese digna madre de tu Hijo… Purísima había de ser, Señor, la Virgen que nos diera el Cordero inocente que quita el pecado del mundo…”.

El problema

Aunque lo anterior parezca lógico, a los teólogos les planteaba un gran problema: ¿Cómo podía alguien estar libre de pecado antes de que Cristo muriese, si es él quien nos redime del pecado con su muerte? Así se explica que, en la Edad Media, grandes teólogos como San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, estuviesen en contra de la idea de que María nació sin la mancha del pecado original. En siglos posteriores hubo grandes debates y enfrentamiento sobre el tema, aunque cada vez fue mayor el número de sus partidarios, especialmente en España.

La solución

Curiosamente, en la declaración del dogma influirá, al menos indirectamente, la rebelión de los romanos en 1849, deseosos de instaurar la República. Pío IX se vio obligado a huir de los Estados Pontificios, refugiándose en Gaeta. Según el historiador Louis Baunard, fue el cardenal Luigi Lambruschini quien lo animó a proclamar el dogma: “Beatísimo Padre, Usted no podrá curar el mundo sino con la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Sólo esta definición dogmática podrá restablecer el sentido de las verdades cristianas y retraer las inteligencias de las sendas del naturalismo en las que se pierden”. Pío IX estuvo de acuerdo, pero antes quiso recabar la opinión del episcopado universal, que me manifestó de acuerdo. El dogma fue proclamado en 1854.

Buscando una base bíblica

Un dogma debe fundamentarse en la Escritura. Y los dos textos que se adujeron son los que tenemos en la primera lectura y el evangelio. En el texto del Génesis, después de maldecir a la serpiente, Dios dice: “Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón”. El texto hebreo original no habla de ella, sino del él, se refiere a la enemistad atávica entre el campesino y la serpiente (y que podría aplicarse a Jesús). Pero la traducción latina de la Vulgata cambió él por ella, facilitando la identificación de la mujer con María, la nueva Eva que aplasta la cabeza de la serpiente. El argumento no es muy fuerte, como reconoció Juan Pablo II, porque tergiversa el texto original.

         El segundo argumento se encontró en el saludo de Gabriel a María cuando la llama “llena de gracia” (kejaritomene). Esa plenitud excluiría cualquier tipo de pecado, incluido el original.

Solucionando el problema teológico

Suponiendo que los textos anteriores probasen suficientemente, ¿cómo pudo estar libre de pecado María cuando la concibió su madre, si Jesús todavía no había muerto? Los teólogos encontraron la respuesta: Dios la libró “en previsión de la muerte de su Hijo”.

Pensando en el pobre cristiano que va a misa

Lo anterior le resultará a muchos un galimatías teológico y no creo que le aumente su devoción a María. Por eso añado unas reflexiones sencillas.

         El domingo pasado, Juan Bautista exhorta a la conversión, que consiste en volver a Dios y cambiar de vida. María es el mejor ejemplo de esta conversión. En realidad, no es ella quien vuelve a Dios, es Dios quien se dirige a ella a través de Gabriel. Pero la relación que se establecerá entre Dios y María será la más fuerte que se puede imaginar, mediante la acción del Espíritu Santo y el nacimiento de Jesús. Y si Juan Bautista exige abandonar los proyectos propios y cambiar de forma de actuar, María renuncia a todos sus planes y se pone en manos de Dios: “Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”.

         ¿Se imaginaba María lo que estaba aceptando? Gabriel la engañó, al menos de entrada, al decirle que su hijo iba a ser grande, heredaría el trono de David y reinaría en la casa de Jacob para siempre. No le dijo que su hijo iba a ser criticado, que lo iban a considerar endemoniado y blasfemo, mucho menos que terminarían condenándolo a muerte. Pero, aunque se lo hubiera dicho, María habría respondido del mismo modo: “He aquí la esclava del Señor”.

         María libre de todo pecado no significa que fuera impasible, que asistiera como una estatua a la pasión de su hijo. Significa que el odio, el espíritu de venganza, el rencor, el desánimo, nunca la dominaron. Gabriel le dijo: “has encontrado gracia ante Dios”. Gracia y mucho sufrimiento. Pero, a pesar de sus mentiras piadosas, Gabriel lleva razón. María encontró gracia ante Dios y ante nosotros, que la proclamamos bienaventurada.

         En estos momentos en que el odio y el rencor se difunden por tantos ambientes y países con fuerte tradición cristiana, es bueno pedirle que su intercesión “repare en nosotros los efectos de aquel primer pecado”.

Bendita ella, bendito Dios, benditos nosotros

La segunda lectura no menciona a María, subraya el protagonismo de Dios Padre y de Jesús. No solo ella es la gran beneficiada en esta fiesta. También nosotros hemos recibido “toda clase de bienes espirituales y celestiales”. Hemos sido elegidos; hemos sido destinados a ser sus hijos; y, con ello, también a ser sus herederos.

         Que María nos ayude a vencer las más diversas inclinaciones al mal y a agradecer a Dios por tanto bien recibido.

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

jueves, 5 de diciembre de 2024

JUAN GRIS Y LA VANGUARDIA LITERARIA HISPÁNICA

 Una sugerente invitación para los artistas, escritores y críticos actuales.

Juan Gris y la Vanguardia Literaria Hispánica

Madrid, Cátedra                   

Esta obra es especialmente oportuna porque, como es sabido, en la actualidad las expresiones y los contenidos artísticos y literarios generados a comienzos del siglo pasado mantienen una creciente vigencia. Parto del supuesto de que algunos de los rasgos que caracterizaron al pensamiento, al arte, a las relaciones sociales e, incluso, a los modelos de comportamientos sociales y políticos del siglo pasado siguen influyendo y determinando las pautas de convivencia ciudadana y nuestras maneras de expresarnos. Son lenguajes que, además de seducir a la imaginación, estimulan a la inteligencia y mueven a la acción porque conmueven nuestras voluntades y avivan nuestros sentimientos.

Las mutuas relaciones entre las manifestaciones artísticas y la influencia determinante de la pintura en la literatura se ponen de manifiesto con la detallada y documentada información que nos proporciona Gabriele Morelli, reconocido hispanista italiano, sobre las relaciones del pintor Juan Gris (1887 – 1927), aquel creador fundamental del cubismo que influyó decisivamente en los poetas Vicente Huidobro, Gerardo Diego y Juan Larrea. 

La importancia de esta obra reside, a mi juicio, en el hecho constatable de que aquellas expresiones que se proponían profundizar en las teorías y en las prácticas de las creaciones artísticas y también en los comportamientos sociales, siguen vigentes en la actualidad. Los irreprimibles deseos de libertad en los pensamientos, en las emociones y en las conductas siguen determinando que la imaginación ocupe un lugar preferente en el arte y en la vida actuales. Aquellos afanes revolucionarios que pretendían hacer “borrón y cuenta nueva”, siguen vigentes y propician unos cambios imparables en la conciencia del pasado y en la invención del futuro. A mi juicio, los progresos lingüísticos y artísticos, determinados por teorías psicológicas y filosóficas, siguen influyendo en nuestras actitudes ante la vida y adquieren en la actualidad nuevos impulsos debido a los lenguajes audiovisuales y, sobre todo, a las investigaciones neurológicas y a las transformaciones informáticas. Tengamos en cuenta que las “vanguardias” –palabra tomada del lenguaje militar-, pretende y a veces consigue mover nuestras conciencias. En resumen, ésta es una obra sugerente que nos ayuda a interpretar y a valorar las creaciones artísticas actuales y, además, a recrear y a recrearnos con expresiones renovadoras de las nuevas artes. Una sugerente invitación para los artistas, escritores y críticos actuales.

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura

El tiempo que hará...