jueves, 17 de octubre de 2024

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO - ¿TRIUNFAR O SERVIR?

 

¿Triunfar o servir?

Domingo 29 Ciclo B

 

En las lecturas de los domingos anteriores Jesús ha ido instruyendo a los discípulos a propósito de los más diversos temas (los niños, el divorcio, la riqueza, etc.). En el de hoy da su última gran enseñanza antes de subir a Jerusalén para la pasión.

En lo que piensa Jesús

         Todo comienza con el tercer anuncio de la pasión y resurrección, que no se lee, pero que es fundamental para entender lo que sigue. Jesús repite una vez más a los discípulos que los sumos sacerdotes y los escribas lo condenarán a muerte, lo entregarán a los paganos, se burlarán de él, le escupirán, azotarán y matarán.

En lo que piensan Santiago y Juan: Presidente del Gobierno y Primer Ministro

         Igual que en los casos anteriores, al anuncio de la pasión sigue una muestra de incomprensión por parte de los apóstoles: Santiago y Juan, dos de los más importantes, de los más cercanos a Jesús, ni siquiera han prestado atención a lo que dijo.

         En aquel tiempo se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:

         -Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.

         Les preguntó:

         -¿Qué queréis que haga por vosotros?

         Contestaron:
         -Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.

Mientras Jesús habla de sufrimiento, ellos quieren garantizarse el triunfo: sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. “En tu gloria” no se refiere al cielo, sino a lo que ocurrirá “en la tierra”, cuando Jesús triunfe y se convierta en rey de Israel en Jerusalén: quieren un puesto a la derecha y otro a la izquierda, Presidente de Gobierno y Primer Ministro. Para ellos, lo importante es subir.

Jesús replicó:

-No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?

Contestaron:
         -Lo somos.

Jesús les dijo:

-El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.

         La respuesta de Jesús, menos dura de lo que cabría esperar, procede en dos pasos. En primer lugar, les recuerda que para triunfar hay que pasar antes por el sufrimiento, beber el mismo cáliz de la pasión que él beberá. No queda claro si Juan y Santiago entendieron lo que les dijo Jesús sobre su cáliz y su bautismo, pero responden que están dispuestos a lo que sea. Entonces Jesús, en un segundo paso, les echa un jarro de agua fría diciéndoles que, aunque beban el cáliz, eso no les garantizará los primeros puestos. Están ya reservados, no se dice para quién.

La reacción de los otros diez y la gran enseñanza de Jesús                                                 

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.

         Jesús, reuniéndolos, les dijo:

         -Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.

¿Por qué se indignan? Probablemente porque también ellos ambicionan los primeros puestos. Jesús aprovecha la ocasión para enseñarles cómo deben ser las relacio­nes dentro de la comunidad. En la postura de los discípulos detecta una actitud muy humana, de simple búsqueda del poder. Para que no caigan en ella, les presenta dos ejemplos opuestos:

         1) el que no deben imitar es el de los reyes y monarcas helenísticos, famosos por su abuso del poder: “Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes las opri­men”.

         2) el que deben imitar es el del mismo Jesús, que ha venido a servir y a dar su vida en rescate por todos.

         En medio de estos dos ejemplos queda la enseñanza capital: “el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”. En la comunidad cristiana debe darse un cambio de valores absoluto.

         Pero esto es lo que debe ocurrir “entre vosotros”, dentro de la comunidad. Jesús no dice nada a propósito de lo que debe ocurrir en la sociedad, aunque critica indirectamente el abuso de poder.

Primera lectura: Isaías 53,10-11

         El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. 

Cuando entregue su vida como expiación,

verá su descendencia, prolongará sus años;

lo que el Señor quiere prosperará por sus manos.

A causa de los trabajos de su alma, verá y se hartará,

con lo aprendido mi Siervo justificará a muchos,

cargando con los crímenes de ellos.

          Este texto se ha elegido como comentario de las palabras de Jesús: “el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos” y de sus referencias anteriores a la pasión (el cáliz y el bautismo). Por eso comienza diciendo que El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento; unas palabras que escandalizan por la forma de hablar de Dios, pero que hay que interpretarlas como un recurso para el triunfo final. De hecho, el texto de Isaías insiste más en el éxito de Jesús (verá su descendencia, prolongará sus años, verá y se hartará) y de su obra (el plan de Dios prosperará por sus manos, justificará a muchos).

Reflexiones

         1. Este pasaje constituye la última enseñanza de Jesús antes de la pasión, en la que nos deja su forma de entender su vida: “El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. Este ejemplo es válido para todos los cristianos, no sólo para papas y obispos.

         2. Esta espléndida enseñanza no nos habría llegado si Santiago, Juan y los otros diez hubieran sido menos ambiciosos. Los fallos humanos pueden traer grandes beneficios.

         3. La enseñanza de Jesús ha calado muy poco en la Iglesia después de veinte siglos y en ella se sigue dando un choque de ambiciones al más alto nivel. La única solución será tener siempre presente el ejemplo de Jesús.

         4. El texto de Isaías nos ayuda a mirar con esperanza los momentos difíciles de nuestra vida. Aunque la impresión que podemos tener a veces es que Dios nos está triturando con el sufrimiento, no es ésa su intención, sino sacar de nosotros algo muy bueno.

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

LA ODISEA DE LO SAGRADO

 Respuestas a preguntas actuales sobre las creencias religiosas

Frédçeric Lenoir

La odisea de lo sagrado 15 de octubre

Barcelona Deusto, 2024                                

Los análisis sociológicos coinciden en que, aunque las creencias y las prácticas religiosas muestran una sensible disminución en las sociedades occidentales, también reconocen que sus contenidos siguen determinando los pensamientos, las actitudes y las conductas individuales y colectivas porque las raíces de nuestros juicios y prejuicios siguen siendo religiosas. Ésta es la razón que explica que los estudiosos, incluso los ateos, se interesen por el origen y por la influencia de las religiones. Recuerdo cómo Friedricht Nietzsche, uno de los padres fundadores del ateísmo filosófico, trata de las religiones y, en su obra Humano, demasiado humano, afirma que “la religión es útil al ser humano en la medida en que le da la fuerza de vivir.”

La odisea de lo sagrado, obra densa y extensa, responde detalladamente a una serie de preguntas que, a lo largo de la historia humana y a lo ancho de las diferentes culturas, nos seguimos haciendo sobre el origen de las creencias religiosas. Frédéric Lenoir, apoyándose en sus propias investigaciones y tras examinar las conclusiones a las que han llegado las diferentes Ciencias Humanas, nos ofrece unas aportaciones importantes y nos explica cómo todas las civilizaciones se han construido alrededor de creencias y de prácticas religiosas.

Llega a la conclusión de que es imposible entender los últimos cinco mil años de civilización sin tener en cuenta las grandes corrientes espirituales. Demuestra cómo, entre las religiones y las culturas, se establecen unas relaciones dialécticas que se unen y se enriquecen mutuamente hasta tal punto que las religiones siguen constituyendo las claves de nuestras diferentes ideas sobre el nacimiento y la muerte, el amor y el odio, la guerra y la paz, el trabajo y la fiesta. Nos explica cómo, desde una perspectiva antropológica, la religión es una dimensión constitutiva de la concepción de la vida y de las actividades humanas individuales, familiares y sociales.

Muestra que el ser humano, el único que ha desarrollado un pensamiento simbólico y abstracto, y quien ha inventado los mitos y los relatos colectivos, organiza su vida en función de sus creencias en “un más allá” y es un animal que, además de político, es religioso. Recorre toda la historia de “la aventura espiritual de la humanidad” y analiza los primeros rituales funerarios, el arte rupestre, las sociedades orales agrarias, la búsqueda de lo sagrado en el zoroastrismo, budismo, judaísmo, cristianismo e islamismo.  En la segunda parte explica cómo los seres humanos nos unimos y nos reunimos gracias a convicciones religiosas que determinan otros comportamientos culturales. Proporciona detalladas definiciones sobre la diversidad de las “búsquedas espirituales contemporáneas” que comparten o no la creencia en un mundo invisible y en una vida después de la muerte.

A mi juicio, además de la exhaustiva información histórica que nos proporciona, sus análisis históricos, psicológicos, sociológicos y antropológicos nos ayudan a interpretar y a valorar unos comportamientos actuales a pesar de que, a primera vista, nos pueden parecer ambiguos, superficiales y contradictorios.

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura

domingo, 13 de octubre de 2024

YO SOY EL INFIERNO

 Yo soy el infierno


Yo soy mar… soy cielo,

soy tierra y soy viento,

llevo los lamentos

cuando toco el suelo.


Yo soy blanca espuma

que agitando el mar

en gigantes olas,

despierta la furia

del dios de los mares,

haciendo que estallen

fuerzas estelares

las aguas del mar.


Yo llevo desdicha

con gran desconsuelo,

llevando de prisa

lo malo y lo bueno,

y vengo tronando

desde negro cielo,

con mares de lluvia

y rayos de fuego.


Un profundo infierno

llevo en mis adentro,

que provoca llanto

y muchos lamentos.


Vomito mi fuego

por altas montañas,

quemando a mí paso

la flora y la fauna.


Yo cubro de miedo

a toda la tierra

con hambre y con guerras

que llego encendiendo,

marcando los pasos

detrás de la sombra

que me van siguiendo,

en noches oscuras

de lluvias y vientos.


Quemando lugares,

dejando lamentos,

cubriendo la tierra

de cientos de muertos.


José Ares Mateos

jueves, 10 de octubre de 2024

DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO - SALOMÓN, EL JOVEN RICO Y LOS DISCÍPULOS


Salomón, el joven rico y los discípulos

Domingo 28 Ciclo B 

Las lecturas de este domingo enfrentan tres posturas: la de Salomón, que pone la sabiduría por encima del oro, la plata y las piedras preciosas; la del rico, que pone su riqueza por encima de Jesús; la de los discípulos, que renuncian a todo para seguirle.

1. Salomón: la sabiduría vale más que el oro

         El libro de la Sabiduría se escribió en el siglo I a.C., probablemente en Alejandría, en griego (por eso los judíos no lo consideran inspirado). No sabemos quién lo escribió, pero el autor finge ser Salomón. Un recurso muy habitual en la época para dar mayor prestigio al libro. Recordaréis que Salomón, al comienzo de su reinado, tuvo un sueño en el que Dios le dijo que pidiese lo que quisiera. En vez de pedir oro, plata, la derrota de sus enemigos, etc., pidió sabiduría para gobernar al pueblo. Inspirándose en ese relato, el autor del libro de la Sabiduría pone estas palabras en boca del rey:

                7              Supliqué y se me concedió la prudencia,

                   invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría.

                8              La preferí a cetros y tronos,

                   y en su comparación tuve en nada la riqueza;

                9        no le equiparé la piedra más preciosa,

                   porque todo el oro a su lado es un poco de arena,

                   y, junto a ella, la plata vale lo que el barro;

                10       la quise más que a la salud y la belleza

                   y me propuse tenerla por luz,

                   porque su resplandor no tiene ocaso.

                11             Con ella me vinieron todos los bienes juntos,

                   en sus manos había riquezas incontables.

2. El joven rico: la riqueza vale más que Jesús

El relato ofrece detalles curiosos, típicos de la forma de contar de Marcos. Se acerca uno «corriendo», «se arrodilla», lo llama «maestro bueno» (provocando cierto malestar en Jesús), formula su pregunta, Jesús «lo mira con cariño». Al final, el individuo «frunce el ceño» y se va triste. El protagonista, antes de formular su pregunta, pretende captarse la benevolencia de Jesús o, quizá también, justificar por qué acude a él: lo llama «maestro bueno», título que no se aplica en Israel a ningún maestro (Strack-Billerbeckx sólo recoge un ejemplo del siglo IV d.C.).

Cuando se puso en camino, llegó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:

         Maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar vida eterna?

                Jesús le respondió:

         ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno fuera de Dios. Conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no perjurarás, no defraudarás, honra a tu padre y a tu madre.

                Él le contestó:

         Maestro, todo eso lo he cumplido desde la adolescencia.

                Jesús lo miró con cariño y le dijo:

         Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Después vente conmigo.

                A estas palabras, el otro frunció el ceño y se marchó triste; pues era muy rico.

La pregunta

El problema que le angustia es «qué he de hacer para heredad vida eterna», algo fundamental para entender todo el pasaje. Lo que pretende el protagonista es, dicho con otra expresión judía de la época, "formar parte de la vida futura" o "del mundo futuro"; lo que muchos entre nosotros entienden por "salvarse". Este deseo sitúa al protagonista en un ambiento distinto del normal: admite un mundo futuro, distinto del presente, mejor que éste, y desea participar en él. Por otra parte, su pregunta no es tan rara como podemos imaginar. Si nos preguntasen qué hay que hacer para "salvarse", las respuestas es probable que variasen bastante. Una pregunta parecida le hicieron sus discípulos al rabí Eliezer (hacia el año 90) y les respondió: "Procu­raos la estima de vuestros vecinos; impedid que vuestros hijos lean la Escritura a la ligera y haced que se sienten entre las rodillas de los discípulos de los sabios; y, cuando oréis, sed conscientes de quién tenéis delante. Así conseguiréis la vida del mundo futuro".

La respuesta de Jesús

         Jesús, antes de responder, aborda el saludo y da un toque de atención sobre el uso precipitado de las palabras. El único bueno es Dios. (Afortunadamente, por entonces no existía la Congregación para la Doctrina de la Fe, que lo habría condenado por error cristológico).

         Luego responde a la pregunta haciendo referencia a cinco mandamientos mosaicos, todos ellos de la segunda tabla, aunque cambiando el orden y añadiendo «no defraudarás», que no está en el decálogo.

         Lo curioso es que Jesús no dice nada de los mandamientos de la primera tabla, que podríamos considerar los más importantes: no tener otros dioses rivales de Dios, no pronunciar el nombre de Dios en falso y santificar el sábado. Para Jesús, de forma bastante escandalosa para nuestra sensibilidad, para «salvarse» basta portarse bien con el prójimo.

         Cuando el protagonista le responde que eso lo ha cumplido desde joven, Jesús lo mira con cariño y le propone algo nuevo: que deje de pensar en la otra vida y piense en esta vida, dándole un sentido nuevo. Ese sentido consistirá en seguir a Jesús, de forma real, física, pero antes es preciso que venda todo y lo dé a los pobres. El programa de Jesús se limita a tres verbos: vender, dar y seguir.

La reacción del rico

         Entonces es cuando el personaje frunce el ceño y se aleja, «pues era muy rico». Con esta actitud, no pierde la vida eterna (que depende de los mandamientos observados), pero sí pierde el seguir a Jesús, dar plenitud a su vida ahora, en la tierra.

         No es lo mismo salvarse que entrar en el reino de Dios

         Mientras el rico se aleja, Jesús completa su enseñanza sobre el peligro de la riqueza y el problema de los ricos.

Jesús miró en torno y dijo a sus discípulos:

         Qué difícil es que los ricos entren en el reino de Dios.

Los discípulos se asombraron de lo que decía. Pero Jesús insistió:

         ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios.

Ellos quedaron espantados y se decían:

         Entonces ¿quién puede salvarse?

Jesús se les quedó mirando y les dice:

         Para los hombres es imposible, no para Dios; todo es posible para Dios.

         Las palabras «¡Qué difícil es que los ricos entren en el reino de Dios!» requieren una aclaración. Entrar en el reino de Dios no significa salvarse en la otra vida. Eso ya ha quedado claro que se consigue mediante la observancia de los mandamientos, sea uno rico o pobre. Entrar en el Reino de Dios significa entrar en la comunidad cristiana, comprometerse de forma seria y permanente con la persona de Jesús en esta vida.

         Ante el asombro de los discípulos, Jesús repite su enseñanza añadiendo la famosa comparación del camello por el ojo de la aguja. Ya en la alta Edad Media comenzó a interpretarse el ojo de la aguja como una puerta pequeña que habría en la muralla de Jerusalén; pero esa puerta nunca ha existido y la explicación sólo pretende suavizar las palabras de Jesús de manera un tanto ridícula. Jesús expresa con imaginación oriental la dificultad de que un rico entre en la comunidad cristiana. 

¿Por qué se espantan los discípulos? Su reacción podemos interpretarla de dos formas: 1) ¿quién puede salvarse?; 2) ¿cómo vamos a subsistir?

En el primer caso, los discípulos refle­jarían la mentalidad de que la riqueza es una bendición de Dios; si los ricos no se salvan, ¿quién podrá salvarse?

En el segundo caso, los discípulos pensarían que la comunidad no puede subsis­tir si no entran ricos en ella que pongan sus bienes a disposi­ción de todos.

         En cualquier hipótesis, la respuesta de Jesús (“para Dios todo es posible”) da por terminado el tema.

3. Los discípulos: Jesús vale más que todo

Pedro entonces le dijo:

         Mira, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido.

Contestó Jesús:

         Todo el que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campos por mí y por la buena noticia ha de recibir en esta vida cien veces más en casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y campos, con persecuciones, y en el mundo futuro vida eterna.

La intervención de Pedro no empalma con lo anterior, sino que contrasta la actitud de los discípulos con la del rico: «nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido». Ahora quiere saber qué les tocará.

         La respuesta de Jesús enumera siete objetos de renuncia, como símbolo de renuncia total: casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos, campos. Todo ello tendrá su recompensa en esta vida (cien veces más en todo lo anterior, menos en padres) y, en la otra, vida eterna. Pero, al hablar de la recompensa en esta vida, Mc añade «con persecuciones».

         Decía Salomón que, con la sabiduría “me vinieron todos los bienes juntos”. A los discípulos, la abundancia de bienes se la proporciona el seguimiento de Jesús.

Reflexión y advertencia

         Este pasaje del evangelio sólo tiene en cuenta dos posturas extremas: la del rico que conserva sus bienes y no sigue a Jesús, y la de los discípulos que lo siguen renunciando a todo. ¿No cabe un término medio? Otros relatos evangélicos y las cartas del Nuevo Testamento dejan claro que sí. Marta, María, Lázaro, José de Arimatea, Nicodemo… forman parte de la comunidad cristiana sin renunciar a todos sus bienes ni seguir a Jesús físicamente. Sin embargo, el evangelio de este domingo no pretende ofrecer ese término medio, sino animar al seguimiento de Jesús renunciando a todo.

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

martes, 8 de octubre de 2024

EL COLISEO

 Una obra lujosa, documentada y bella, un grato recreo y un poderoso estímulo para la reflexión   

El Coliseo

Keih Hopkins y Mary Beard

Barcelona, Crítica, 2024          

Los monumentos, esas construcciones artísticas erigidas para dejar constancia histórica de personajes importantes o de episodios gloriosos, además de ser invitaciones al recuerdo, nos transmiten unos mensajes didácticos que, a veces, son contradictorios: pueden estimularnos para que imitemos o, por el contrario, para que condenemos determinados comportamientos. En todos los casos poseen unos caracteres fúnebres porque, además de mostrarnos la admiración y la gratitud de quienes los han erigido, nos descubren la vanidad y, a veces, la crueldad de algunos comportamientos humanos.

También son formas de disimular lo efímeras que son nuestras experiencias y de expresar nuestros deseos de perdurar dejando huellas del presente. Junto a otros móviles, también respetables, los monumentos nos revelan los deseos de mostrar la magnificencia y lujo de sus bellezas artísticas, de transmitir mensajes morales y, a veces, de denunciar trágicas crueldades humanas.

Un ejemplo paradigmático es el Coliseo, el monumento que la Roma imperial levantó a la guerra. Fue inaugurado el año 80 antes de Cristo y su grandiosidad arquitectónica nos sigue sirviendo de soporte significante de la crueldad de un hecho original: Los sangrientos combates entre gladiadores y los martirios de cristianos. Si reconocemos que el esplendor del mayor anfiteatro de Roma nos despierta admiración, también es cierto que la sangre de los esclavos en él torturados nos produce vergüenza.  

Este lujoso, documentado y riguroso estudio, elaborado por dos reconocidos especialistas -Keih Hopkins y Mary Beard- nos explica con claridad y con belleza cómo esa construcción, más que ocultar, desvela unas verdades que son descifrables mediante la mirada privilegiada de los análisis y de la reflexión.  Pone de manifiesto cómo, este monumento, convertido para los visitantes actuales en el símbolo de la Antigua Roma, nos genera diversas preguntas sobre las diferencias entre aquella y nuestra sociedad y, a muchos, nos despierta algo de desprecio y mucho de compasión.

Oportunas son, a mi juicio, las referencias de las descripciones y valoraciones de algunos escritores como, por ejemplo, Lord Byron, Nathaniel Hawthorne, Edith Warton o Dikens de una construcción arquitectónica que se ha convertido para nosotros en una definición material y sensible de la antigua Roma. A mi juicio, son valiosos los análisis que, además de reconocer su esplendor, explican cómo este símbolo de crueldad y de violencia, sigue en pie favorecido por una suerte contraria a la de otros espacios imperiales que, como, por ejemplo, el Palatino, han desaparecido.  

Estas detalladas explicaciones del Coliseo, como un escenario para los juegos y para los entretenimientos de pueblo, definen también aquel modelo de relación política establecido entre el emperador y los “gobernados”. Nos recuerda que es allí donde “el emperador se enfrentaba cara a cara con su pueblo, convirtiéndose en símbolo de encuentro entre el autócrata y aquellos a los que él gobernaba”.

En mi opinión, esta obra bella, rigurosa y oportuna constituye, además, una valiosa aportación para conocer los procesos de construcción, conservación y restauración arquitectónica y, sobre todo, un análisis de sus significados y de sus funciones políticas, sociales y, en ocasiones, religiosas. También para nosotros, los lectores, esta obra lujosa, documentada y bella, constituye un grato recreo y un estímulo para la reflexión.   

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura

viernes, 4 de octubre de 2024

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO - EL PROBLEMA DEL DIVORCIO

 

El problema del divorcio

Domingo 27 Ciclo B

 

La formación de los discípulos, a la que Marcos dedica la segunda parte de su evangelio, abarca aspectos muy diversos y no se atiene a un orden lógico. Si el domingo pasado se habló de amigos y enemigos, y del problema del escándalo, el evangelio de hoy se centra en el divorcio. El relato contiene dos escenas: en la primera, los fariseos preguntan a Jesús si se puede repudiar a la mujer y reciben su respuesta (2-9); en la segunda, una vez en la casa, los discípulos insisten sobre el tema y reciben nueva respuesta (10-12).

Los fariseos y Jesús

Desde allí se encaminó al territorio de Judea al otro lado del Jordán. De nuevo concurrió a él la gente y, según su costumbre, los enseñaba. 2Se acercaron unos fariseos y, para ponerlo a prueba, le preguntaron:

       ¿Puede un hombre repudiar a su mujer?

            3Les contestó:

       ¿Qué os mandó Moisés?

            4Respondieron:

       Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.

            5Jesús les dijo:

       Porque sois obstinados escribió Moisés semejante precepto. 6Pero al principio de la creación Dios los hizo hombre y mujer, 7y por eso abandona un hombre a su padre y a su madre, se une a su mujer, 8y los dos se hacen una carne. De suerte que ya no son dos, sino una sola carne. 9Pues lo que Dios ha juntado que el hombre no lo separe.

La pregunta de los fariseos resulta desconcertante, porque el divorcio estaba permitido en Israel y ningún grupo religioso lo ponía en discusión. Desde antiguo se admite, como en otros pueblos orientales, la posibilidad del divorcio. Más aún, la tradición rabínica piensa que el divorcio es un privilegio exclusivo de Israel. El Targum Palestinense (Qid. 1,58c, 16ss) pone en boca de Dios las siguientes palabras: «En Israel he dado yo separación, pero no he dado separación en las naciones»; tan sólo en Israel «ha unido Dios su nombre al divorcio».

         La ley del divorcio se encuentra en el Deuteronomio, capítulo 24,1ss donde se estipula lo siguiente: «Si uno se casa con una mujer y luego no le gusta, porque descubre en ella algo vergonzoso, le escribe el acta de divorcio, se la entrega y la echa de casa...»

Un detalle que llama la atención en esta ley es su tremendo machismo: sólo el varón puede repudiar y expulsar de la casa. Pero la ley es conocida y admitida por todos los grupos religiosos. A la pregunta de los fariseos cualquier judío piadoso habría respondido: sí, el hombre puede repudiar a su mujer.

Sin embargo, Jesús, además de ser un judío piadoso, se muestra muy cercano a las mujeres, las acepta en su grupo, permite que le acompañen. ¿Estará de acuerdo con que el hombre repudie a su mujer? Así se comprende el comentario que añade Mc: le preguntaban «para ponerlo a prueba». Los fariseos quieren poner a Jesús entre la espada y la pared: entre la dignidad de la mujer y la fidelidad a la ley de Moisés. En cualquier opción que haga, quedará mal: ante sus seguidoras, o ante el pueblo y las autoridades religiosas.

La reacción de Jesús es tan atrevida como inteligente. Porque él también va a poner a los fariseos entre la espada y la pared: entre Dios y Moisés. Empieza con una pregunta muy sencilla que se puede volver en contra suya: “¿Qué os mandó Moisés?” Y luego contraataca, distinguiendo entre lo que escribió Moisés en determinado momento y lo que Dios proyectó al comienzo de la historia humana.

En el Génesis, Dios no crea a la mujer para torturar al varón (como en el mito griego de Pandora), sino como un complemento íntimo, hasta el punto de formar una sola carne. En el plan inicial de Dios, no cabe que el hombre abandone a su mujer; a quienes debe abandonar es a su padre y a su madre, para formar una nueva familia.

Las palabras de Génesis 1,27 sugieren claramente la indisolubilidad: el varón y la mujer se convierten en un solo ser. Pero Jesús refuerza esa idea añadiendo que esa unión la ha creado Dios; por consiguiente, «lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». Jesús rechaza de entrada cualquier motivo de divorcio.

La aceptación posterior del repudio por parte de Moisés no constituye algo ideal, sino que se debió a «vuestro carácter obstinado». Esta interpretación de Jesús supone una gran novedad, porque sitúa la ley de Moisés en su contexto histórico. La tendencia espontánea del judío era considerar toda la Torá (el Pentateuco) como un bloque inmutable y sin fisuras. Algunos rabinos condenaban como herejes a los que decían: «Toda la Ley de Moisés es de Dios, menos tal frase». Jesús, en cambio, distingue entre el proyecto inicial de Dios y las interpretaciones posteriores, que no tienen el mismo valor e incluso pueden ir en contra de ese proyecto.

Los discípulos y Jesús

 10Entrados en casa, le preguntaron de nuevo los discípulos acerca de aquello. 11El les dice:

       Quien repudia a su mujer y se casa con otra comete adulterio contra la primera. 12Si ella se divorcia del marido y se casa con otro, comete adulterio. 

         Esta escena saca las conclusiones prácticas de la anterior, tanto para el varón como para la mujer que se divorcian. Las palabras: Si ella se divorcia del marido y se casa con otro, comete adulterio, cuentan con la posibilidad de que la mujer se divorcie, cosa que la ley judía solo contemplaba en el caso de que la profesión del marido hiciese insoportable la convivencia, como era el caso de los curtidores, que debían usar unos líquidos pestilentes. En cambio, la legislación romana sí admitía que la mujer pudiera divorciarse. Por eso, algunos autores ven aquí un indicio de que el evangelio de Marcos fue escrito para la comunidad de Roma. Aunque en los cinco primeros siglos de la historia de Roma (VIII-III a.C.) no se conoció el divorcio, más tarde se introdujo.

Reflexión final

         Cada vez que se lee este evangelio en la misa, donde los matrimonios que participan no están pensando en divorciarse, y las religiosas no pueden hacerlo, cabe pensar que podría haber sido sustituido por otro. Sin embargo, la realidad del divorcio se ha difundido tanto en los últimos años, y afecta de manera tan directa a muchas familias cristianas, que es bueno recordar el ideal propuesto por el Génesis de la compenetración plena entre el varón y la mujer. Hay motivos para dar gracias a Dios los que siguen unidos y para pedir por los que se hallan en crisis y por los que han emprendido una nueva vida.

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

El tiempo que hará...