viernes, 3 de mayo de 2024

DOMINGO 6º DE PASCUA - DIOS NOS HA AMADO. AMÉMONOS UNOS A OTROS


Dios nos ha amado. Amémonos unos a otros

Domingo 6º de Pascua. Ciclo B

 

La 2ª lectura y el evangelio están estrechamente relacionados. «Amémonos unos a otros», comienza el texto de la carta de san Juan. Y el evangelio insiste dos veces: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros»; «Esto os mando: que os améis unos a otros». Este precepto se basa en el amor que Dios nos ha manifestado de dos formas complementarias: enviando su Espíritu y enviando a su Hijo.

Un Padre que da el Espíritu sin distinguir entre judíos y paganos (1ª lectura)

         La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles recoge parte de un importantísimo episodio de la iglesia primitiva. Hasta entonces, los discípulos de Jesús se han visto a sí mismos con un grupo dentro del judaísmo, sin especial relación con los paganos. No se les pasa por la cabeza hacer apostolado entre ellos, mucho menos entrar en sus casas si no se han convertido al judaísmo y se han circuncidado. Los consideran impuros.

En este contexto, se cuenta que Pedro tuvo una visión: ve bajar del cielo un mantel repleto de toda clase de animales impuros (cerdo, conejo, cigalas, etc.) y escucha una voz que le ordena: mata y come. Pedro se niega en redondo. «Nunca he probado un alimento profano o impuro». Y la voz del cielo le responde: «Lo que Dios declara puro tú no lo tengas por impuro».

         Termina la visión. Pedro se siente desconcertado, y mientras piensa en su posible sentido, llaman a la puerta de la casa tres hombres enviados por un pagano, el capitán Cornelio, para pedirle que vaya a visitarlo. Pedro comprende entonces el sentido de la visión: no puede considerar impuro a un pagano interesado en conocer el evangelio. Al día siguiente se pone en camino desde Jafa a Cesarea y cuando llega a casa de Cornelio tiene lugar la escena que hoy leemos.

 

Cuando iba a entrar Pedro, salió Cornelio a su encuentro y se echó a sus pies a modo de homenaje, pero Pedro lo alzó, diciendo: 

-Levántate, que soy un hombre como tú.

Pedro tomó la palabra y dijo: 

-Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea.

Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras. Al oírlos hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes circuncisos, que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles. Pedro añadió:

-¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?

Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Le rogaron que se quedara unos días con ellos.

         Indico algunos detalles interesantes:

1) «Está claro que Dios no hace distinciones»; para él lo importante no es la raza sino la conducta del que lo respeta y practica la justicia.

         2) La venida del Espíritu Santo sobre este grupo de paganos produce los mismos frutos que en los apóstoles el día de Pentecostés: hablan lenguas extrañas y proclaman la grandeza de Dios.

         3) El Espíritu Santo viene sobre ellos antes de recibir el bautismo. No se puede decir de forma más clara que «el Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere».   

         La conducta de Pedro provocó gran escándalo en los sectores más conservadores de la comunidad de Jerusalén y debió subir a la capital a justificar su conducta. Pero este episodio deja claro que, para Dios, los paganos no son seres impuros. Él ama a todos los hombres sin distinción. Con ello se justifica el apostolado posterior entre los paganos.

Un Padre que da su Hijo a los pecadores (2ª lectura)

La carta de Juan justifica el mandato de amarnos mutuamente diciendo que «Dios es amor» y cómo nos lo ha demostrado.

 

Queridos hermanos: Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.

Cuando yo era niño, el catecismo de Ripalda, a la pregunta de quién es Dios nos enseñaba a responder: «Un señor infinitamente bueno, sabio y poderoso, principio y fin de todas las cosas». El autor de la carta no necesita tantas palabras. Se limita a decir: «Dios es amor». Y ese amor lo manifiesta enviando a su hijo «como víctima de propiciación por nuestros pecados».

La «víctima de propiciación» era el animal que se ofrecía para impetrar el perdón. El Día de la Expiación (yom kippur), el Sumo Sacerdote ofrecía un macho cabrío por los pecados del pueblo. En otras ocasiones se ofrecían cabras y novillos con el mismo fin. Pero esas víctimas carecían de valor definitivo. La humanidad se encontraba en una especie de círculo cerrado del que no podía escapar. Entonces Dios nos proporciona la única víctima decisiva: su propio hijo.

         Y esto lo hace cuando todavía éramos pecadores. No espera a que nos convirtamos y seamos buenos para enviarnos a su Hijo. Si la primera lectura decía que Dios no hace distinción entre judíos y paganos, la segunda dice que no hace distinción entre santos y pecadores.

En vez de amar a Dios, amar a los hermanos (evangelio)

En la segunda lectura el protagonismo ha sido de Dios. En el evangelio, el protagonista principal es Jesús, que demuestra su amor hasta el punto de dar la vida por nosotros, llamarnos amigos suyos, elegirnos y enviarnos. (¡Cuánta gente desearía poder decir que es amigo o amiga de un personaje famoso, que ha sido elegido por él para llevar a cabo una misión!).

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis el Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.

Lo que Jesús exige a cambio de esta amistad es muy curioso. Cuando era estudiante en el Pontificio Instituto Bíblico le escuché este comentario al P. Lyonnet: «Fijaos en lo que dice la 1ª carta de Juan: “Si tanto nos ha amado Dios…” Nosotros habríamos añadido: “también nosotros debemos amar a Dios”. Sin embargo, lo que dice Juan es: “Si tanto nos ha amado Dios, debemos amarnos unos a otros”».

         Algo parecido ocurre en el evangelio de hoy. «Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.» Jesús podría haber dicho: «Amadme como yo os he amado». Pero no piensa en él, piensa en nosotros. Es fácil engañarse diciendo o pensando que amamos a Jesús, porque no puede demostrarse ni negarse. Lo difícil es amar al prójimo.

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

EL TRABAJO COMO SÍMBOLO

 

El trabajo como símbolo

                           

Sí, todos tenemos que seguir luchando para que los legisladores, mediante leyes adecuadas, favorezcan unas condiciones objetivas de la vida de las mujeres que hagan posible -realmente y en todas partes- su igualdad con los hombres, su libertad efectiva y el ejercicio eficaz de los demás derechos humanos, pero, si pretendemos que la construcción de una sociedad más justa sea consistente y estable, también es necesario que, además, cambiemos el sistema de significados que subyace en el fondo secreto de nuestras conciencias o “inconsciencias”.

Las diferencias sociales, laborales, económicas, jurídicas e, incluso, religiosas que separan a los hombres y a las mujeres tienen unas raíces mentales profundas que penetran hasta el fondo de nuestro mundo de los símbolos. Éstos son, no olvidemos, los factores que determinan la formación de las ideas, el significado de las palabras, la adopción de las actitudes y el mantenimiento de las pautas de los comportamientos individuales, familiares y sociales. La eficacia y el peligro de estos símbolos son mayores cuanto menor es el conocimiento de su existencia y de su funcionamiento.

En la amplia bibliografía que se ha producido en los últimos cincuenta años sobre el feminismo, abundan los libros que describen los múltiples ámbitos de la vida ordinaria en los que se manifiestan tales desigualdades, pero son escasos aún los trabajos que ahondan en esos niveles de las representaciones, de los significados, de los sentidos y de los símbolos.

Estoy convencido de que, para que se produzca esa revolución inesperada, es imprescindible que se analicen, de manera convergente, los cambios de significados que deben producir el acceso de las mujeres al mundo laboral y ámbito de los estudios. Debemos constatar cómo, por ejemplo, a partir de esta presencia masiva femenina, todo cambia, comenzando por el propio espacio laboral: se alteran su posición en el mundo, las relaciones familiares, el valor del dinero, el significado del tiempo, el sentido de la actividad frente a la pasividad –incluso en las relaciones sexuales-, la concepción de la política y, también, la interpretación del hecho religioso, como, por ejemplo, la concepción tradicional de la paternidad y de la actividad artística y literaria.

Opino que es el momento de preguntarnos si el modelo emergente de mujer que descalifica la pasividad generará también un nuevo tipo de interpretación filosófica, una alteración de modelos de relaciones sociales y una transformación de las reglas de juego en la política, del trabajo y en la religión.

 

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura

A PLUMA DE GAVIOTA

 Una amable invitación a la aventura, al diálogo y a la conversación

María Jesús Rodríguez Barberá

A pluma de gaviota

Sevilla, Publicaciones del Sur Editores

                                       

En esta colección de poemas, María Jesús, evidencia Gracias su agudo instinto literario, su encendido entusiasmo por la belleza y a su esmerado aprecio por el rigor de la palabra, Nos muestra su convicción de que los recursos métricos no son elementos meramente decorativos sino unos instrumentos para expresar los acordes emocionales de su alma. Sus rimas y, sobre todo sus ritmos, constituyen unos privilegiados vehículos para sentir el paso del tiempo y para expresar el sentimiento del recuerdo.

Nos explica cómo la rima es una manera de canalizar la fantasía y, también, una forma de controlar la marea verbal. Fíjense, por ejemplo, cómo sus versos, ilustrativos ejemplos constituyen unos misteriosos puentes, no sólo de sonidos, sino también -como ocurre con la buena música- de conceptos, de imágenes, de sensaciones y de sentimientos: de dibujos, de pinturas y de melodías. Y es que María Jesús es dibujante, es pintora y es música.

          La lectura estas composiciones nos demuestran que los recursos métricos no son elementos meramente decorativos, sino unas herramientas mágicas con los que ella nos expresa los acordes emocionales de su alma, y nos explica cómo las rimas y, sobre todo el ritmo, constituyen unos privilegiados vehículos para regalarnos generosamente las sensaciones y de las emociones que ella experimenta con cada una de sus experiencias.

María Jesús nos demuestra cómo la rima -una manera de canalizar la fantasía y una forma de controlar la marea verbal- constituye un misterioso puente por el que transitan conceptos, imágenes, sensaciones y de sentimientos. Y es que, como ella repite, en la lengua poética los sonidos adquieren una singular relevancia. Ella me ha confesado que lee y relee a los autores clásicos porque le proporcionan nuevos impulsos, porque la inquietan, la interpelan y la estimulan para respirar el aire libre del pensamiento y para sumergirse en el mar abierto de la fantasía. Y es que, efectivamente cada una de las palabras de esos textos son fecundas simientes que, iluminando las cuestiones de más palpitante actualidad, penetran en nuestras entrañas, germinan y producen frutos gratos y provechosos.

Este vuelo de gaviota por el océano de sus versos nutre nuestros deseos de vivir la vida de una manera diferente haciéndonos pensar, sentir, emocionarnos, disfrutar, sufrir, llorar y reír, y, en resumen, alimentan nuestras vidas y nos invitan a la aventura, al diálogo y a la conversación. 

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura

sábado, 27 de abril de 2024

DOMINGO 5º DE PASCUA - EL LABRADOR, LA VID Y LOS SARMIENTOS

 

Domingo 5º de Pascua. Ciclo B.

El labrador, la vid y los sarmientos

 

Este pasaje se conoce como «la parábola de la vid y los sarmientos». Título erróneo, porque no tiene en cuenta al protagonista principal, el labrador, que es quien poda, arranca y tira los sarmientos que no dan fruto. Y más bien que parábola es una fábula, donde los protagonistas son animales o plantas que pueden hablar y actuar. En este caso, los protagonistas secundarios, los sarmientos, no hablan, pero sí actúan. Algunos deciden mantenerse unidos a la vid, y dan fruto abundante. Otros deciden independizarse, cortar la relación con la vid, y dejan de dar fruto.

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

El enfoque del evangelio, insistiendo en la idea de permanecer en Jesús, se comprende recordando un episodio de Lucas. En la aparición a los discípulos de Emaús, estos terminan pidiéndole: «Quédate con nosotros, Señor». En Juan cambia la perspectiva. Es Jesús quien nos dice: «Permaneced en mí». Es muy distinto «quedarse con» y «permanecer en», aunque parezcan lo mismo. Lo segundo habla de mayor intimidad, como la de un niño en el seno de su madre.

            El título habitual subraya la importancia de la vid. Y en parte lleva razón: de estar unidos a ella o separados de ella depende el futuro de los sarmientos. Pero la vid no hace nada. Simplemente está ahí. Todas las acciones las realizan el labrador o los sarmientos. Enfoque curioso, que nos obliga a reflexionar sobre la importancia de Dios Padre en la vida del cristiano; y el papel fundamental de Jesús, aunque a veces tengamos la impresión de que no hace nada en nuestra vida.

1ª lectura: la viña y la poda de Dios (Hechos de los Apóstoles 9, 26-31)

Aunque no tenga relación con el evangelio, el texto de los Hechos se puede leer como una concreción del mismo. El final nos dice cómo la vid, la comunidad cristiana, se extiende y fructifica. Y la primera parte, la que trata de Pablo, recuerda lo que dice la fábula a propósito del labrador: «a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto». Podar es cortar, herir al árbol, despojarlo de algo que le ha costado tiempo y esfuerzo producir. Pero el campesino lo hace para que esté más sano y fuerte. Eso es lo que hace Dios con Pablo.

En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera discípulo. Entonces Bernabé, tomándolo consigo, lo presentó a los apóstoles y él les contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había actuado valientemente en el nombre de Jesús. Saulo se quedó con ellos y se movía con libertad en Jerusalén, actuando valientemente en el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los helenistas, que se propusieron matarlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso. La Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba construyendo y progresaba en el temor del Señor, y se multiplicaba con el consuelo del Espíritu Santo.

Después de su conversión, Pablo podría esperar que lo recibieran muy bien en Jerusalén. Pero ocurre algo muy distinto: no se fían de él, lo rehúyen, hasta que Bernabé lo presenta a los apóstoles. Cuando comienza a predicar, los judíos de lengua griega intentan eliminarlo y debe huir a Tarso. En realidad, toda la vida de Pablo fue una gran poda, una vida llena de persecuciones y sufrimientos. Pero a través de ellos se convirtió en el mayor de los apóstoles. Dio mucho fruto. Una buena enseñanza para los que quisiéramos que todo nos fuera bien en la vida, sin ningún tipo de dificultades.

2ª lectura: cómo permanecer unidos a la vid (1ª carta de Juan 3,18-24)

El evangelio insiste en la necesidad de que el sarmiento esté unido a la vid. La segunda lectura nos indica el modo concreto de mantener la unión.

Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras.
En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestro corazón ante él, en caso de que nos condene nuestro corazón, pues Dios es mayor que nuestro corazón y lo conoce todo. Queridos, si el corazón no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.

El texto, como es habitual en Juan, resulta complicado y mezcla diversos temas: el amor falso y el verdadero, el complejo de culpabilidad, la confianza en Dios, la observancia de los mandamientos, la fe en Jesús y el amor mutuo, la permanencia en Dios y el don del Espíritu. Siguiendo la metáfora del evangelio, es una vid demasiado frondosa que conviene podar. Bastaría recordar que amar de verdad y con obras equivale a creer en Jesús y amarnos unos a otros. Esa es la forma de permanecer unidos a la vid y la única garantía de que daremos fruto como cristianos.

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

ELLOS FUERON... MIS PADRES

 

Ellos fueron…Mis padres.

 

Mi madre:

Dolores tenía por nombre y por sus hijos luchó.

Era una mujer pequeña que al mundo me trajo a mí

y el amor que desprendía lo tuvo que repartir

entre ocho que nacieran, que a ella la hicieron feliz.

 

¡Qué fuerza tenía Dolores!

Sería que sus amores, como flores de un jardín,

seis claveles y dos rosas, ese nombre mantuviera

a la pequeña Dolores luchando para vivir.

 

¡Qué fuerza tenía Dolores!

Para sacar adelante ese jardín lleno de flores

que de su cuerpo pariera, y alimentaran sus pechos

cuál se alimentan las rosas de los cuidados jardines,

que van creciendo en sus tallos erguidas y relucientes

con manos de serafines.

 

¡Que fuerza tenía Dolores!

Rayos de sol encendidos dando calor a sus hijos

desde el oriente a poniente,

y cuando se apagaba el sol, una luna le alumbraba

manteniendo la energía con la frente  despejada.

 

Con ese cuerpo tan pequeño y su enorme corazón

a diario ella luchaba por sus hijos con mucho amor,

con lumbre que se encendían en sus manos y en sus pies

desde las claras del día, llegando al anochecer.

 

Como una flor que en su tallo el tiempo la va marchitando,

ella se vino apagando viendo crecer a sus nietos

que sus hijos le fuimos dando, hasta que nos dijo ¡Adiós!

 

Mi padre:

¿Cómo describirlo aquí?

Trabajador incansable como nadie hasta el morir.

Desde las luces del alba hasta la caída del sol,

él estaba trabajando para poder subsistir

cuidando bien de sus redes como flores de un jardín,

para no perder los peces en esos mares sin fin.

 

Así pasaba los días trabajando a la intemperie,

en invierno o en el estío, haciendo calor o frío

mi padre cosía las redes, cuál si fuera el vestido

de las más bellas mujeres.

 

Los rojos rayos de sol cuando se unían a la luna

le decían a mi padre que dejara su costura,

para que fuera a descansar  donde estaba su fortuna.

 

Y la pequeña Dolores lo esperaba con sus flores

para calmar su dolores de ese día agotador,

entregándole su amor en ese jardín de colores.

 

Y con la aguja en sus manos un día nos dijo adiós

dejándonos desconsolados con pena y con dolor,

a la pequeña Dolores y su roto corazón

abrazada con sus flores, dándole su último adiós. 

 

Juntos ya están descansando durmiendo un sueño sin fin

esperando que algún día, las flores que ellos sembraran

también se multiplicaran para hacerlos muy feliz.

 

José Ares Mateos (Menesteo)

miércoles, 24 de abril de 2024

MI MEJOR AMIGO - DE UN OSCURO INCIERTO ESTÁ MI MORADA...

 

Mi mejor amigo

 

De un oscuro incierto

está mi morada,

cuando yo despierto,

con luz apagada.


Mi libro moderno

yo enciendo en la noche

como amigo eterno,

sin hacer reproche.


Mi voz sosegada

al libro lo aclama,

que el insomnio calma

cada madrugada.


Una luz muy tenue

alumbra el cristal,

que apenas me da,

para yo leer.


Un suave cojín

alza mi cabeza,

que en noches sin fin

lectura comienza.


Yo tengo por libro

una librería,

por su aroma vibro

cuál floristería.


Inmenso catálogo

de hermosas novelas,

son hojas que vuelan

cubiertas de halagos.


Allí todos ellos

están esperando,

un blanco destello

muy de cuando en cuando.


Llevo sin reproche

un ingrato insomnio,

pasando la noche

en mi manicomio.


Me cuentan historias

que matan mi sueño,

mientras yo risueño

giro cuál la noria.


Según voy leyendo

las hojas del libro,

por momentos vibro

por ver el final.


Una linda historia

llenita de intrigas

y muchas fatigas,

pendientes de gloria.


Pero al ser tan larga

aquella novela,

el sueño me llega

estando yo en vela.


Apago mi libro,

lo dejo en reposo

sobre mi mesita,

tendido y gozoso.


Duerme la mañana

sin ser molestado,

pero yo he quedado

con la mente insana.


A mi me dan ganas

de tirar el libro

por una ventana,

yo pienso y calibro.


Mejor me lo quedo

cuál buen compañero,

que en noches de insomnio

lo abrazo y lo quiero.


Mi mejor amigo

en la madrugada,

lo enciendo y le digo

en noche callada.


De nuevo otra vez

junto a mi almohada,

mi eterna vejez

contigo abrazada.


Eres fiel amigo

de mi eternas noches,

cuales dos mendigos

sin hacer reproches.


Yo  voy avanzando

entre la penumbra

y voy deshojando

hojas que vislumbra.


Al cabo del tiempo

el libro se acaba,

de nuevo prorrumpo

y otro comenzaba.


Es mi eterno libro

una biblioteca,

que disfruto y vibro

cuál el mismo Séneca.

 

José Ares Mateos

 

El tiempo que hará...