sábado, 2 de noviembre de 2024

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO - EL MANDAMIENTO MÁS IMPORTANTE


El mandamiento más importante

Domingo 31. Ciclo B

La curación del ciego Bartimeo nos dejó camino de Jerusalén. En la cronología de Marcos, el domingo tiene lugar la entrada triunfal; el lunes la purificación del templo; y el martes, en la explanada del templo, las autoridades interrogan a Jesús sobre su poder; los fariseos y herodianos sobre el tributo al César; los saduceos sobre la resurrección. Son enfrentamientos con mala idea, que se ven interrumpidos por la escena elegida para la liturgia de este domingo, en la que un escriba reconoce la sabiduría de Jesús.

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:

―¿Que mandamiento es el primero de todos?

Respondió Jesús:

―El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amaras al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser». El segundo es este: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que estos.»

El escriba replico:

―Muy bien, maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»

Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:

             ―No estás lejos del reino de Dios.

       Y nadie se atrevió a dirigirle más preguntas.

       1. El protagonista es un escriba. Los escribas son los especialistas en la Ley de Moisés, parecidos a los actuales profesores de teología, pero con una formación mucho más intensa, porque tenían que aprender de memoria el Pentateuco y las interpretaciones de los rabinos; además, no podían ejercer su profesión hasta cumplir los cuarenta años. Gozaban de gran prestigio entre el pueblo, aunque su peligro era el legalismo: la norma por la norma, con todas las triquiñuelas posibles para evadirla cuando les interesaba. Por eso Jesús tuvo tantos enfrentamientos con ellos. En los evangelios aparecen generalmente como enemigos, pero en este caso las relaciones entre el escriba y Jesús son muy buenas y los dos se alaban mutuamente.

         2. La pregunta por el mandamiento principal. La antigua sinagoga contaba 613 mandamientos (248 preceptos y 365 prohibiciones), que dividía en fáciles y difíciles. Fáciles, los que exigían poco esfuer­zo o poco dinero; difíciles, los que exigían mucho dinero o ponían en peligro la vida. P.ej., eran difíciles el honrar padre y madre (porque requería ocuparse de ellos y sustentarlos en su ancianidad), y la circuncisión. Generalmente se consideraba importantes los referentes a la idolatría, la lascivia, el asesinato, la profanación del nombre divino, la santificación del sábado, la calumnia, el estudio de la Torá (el Pentateuco). Ante este cúmulo de mandamientos, es lógico que surgiese el deseo de sintetizar, o de saber qué era lo más importante.

         3. La respuesta de los contemporáneos de Jesús. Citaré dos casos. El primero se encuentra en una anécdota a propósito de los famosos rabinos Shammay y Hillel, que vivie­ron pocos años antes de Jesús. Una vez llegó un pagano a Shammay (hacia 30 a.C.) y le dijo: “Me haré prosélito [es decir, estoy dispuesto a convertirme al judaísmo] con la condición de que me enseñes toda la Torá mien­tras aguanto a pata coja”. Shammay, que era sastre, lo echó amenazándolo con una vara de medir que tenía en la mano. Entonces el pagano fue a Hillel (hacia el 20 a.C.), que éste le dijo: “Lo que no te guste, no se lo hagas a tu prójimo. En esto consiste toda la Ley, lo demás es interpreta­ción”. Y lo tomó como prosélito.

         También del Rabí Aquiba (+ hacia 135 d.C.) se recuerda un esfuer­zo parecido de sintetizar toda la Ley en una sola frase: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lv 19,18); este es un gran princi­pio general en la Torá”.

         4. La respuesta de Jesús. El esfuerzo por sintetizar en una sola frase lo esencial se encuentra al final del Sermón del Monte en el evangelio de Mateo: “Todo lo que querríais que hicieran los demás por vosotros, hacedlo vosotros por ellos, porque eso significan la Ley y los Profetas” (Mt 7,12).

         En el evangelio de hoy, Jesús responde con una cita de la Escritura: “Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es uno solo. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6,5), aunque añade también “con toda tu mente”. Estas palabras forman parte de las oraciones que cualquier judío piadoso recita todos los días al levantarse y al ponerse el sol. En este sentido, la respuesta de Jesús es irreprochable. No peca de originalidad, sino que aduce lo que la fe está confesando continuamente.

         La novedad de la respuesta de Jesús radica en que le han preguntado por el manda­miento principal, y añade un segundo, tan importante como el primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19,18). Ambos preceptos están al mismo nivel, deben ir siempre unidos. Jesús no acepta que se pueda llegar a Dios por un camino individual e intimista, olvidando al prójimo. Dios y el prójimo no son magnitudes separables. Por eso, tampoco se puede decir que el amor a Dios es más importante que el amor al prójimo. Por eso, a la pregunta del escriba por el mandamiento más importante (en singular) responde diciendo que son estos dos (en plural). Y no hay precepto más grande que ellos.

         5. La reacción del escriba. El protagonista se muestra plenamente satisfecho de la respuesta, pero añade un comentario importantísimo: amar a Dios y al prójimo “vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Con estas palabras, abandona el plano teórico y saca las consecuencias prácticas. Durante siglos, muchos israelitas, igual que hoy muchos cristianos, pensaron que a Dios se llegaba a través de actos de culto, peregrinaciones, ofrendas para el templo, sacrificios costosos... Sin embargo, los profetas les enseñaban que, para llegar a Dios, hay que dar necesariamente el rodeo del prójimo, preocuparse por los pobres y oprimidos, buscar una sociedad justa. En esta línea se orienta el escriba.

         Un ejemplo vale más que mil palabras. En la basílica de la Virgen de Luján, en Argentina, que es un sitio de peregrinación nacional muy frecuentado, por lo visto era costumbre llevar ramos de flores para la Virgen. La última vez que estuve allí, me llamó la atención un letrero colocado de manera oficial y muy clara advirtiendo a los fieles que a la Virgen le agrada mucho más que se dé de comer al hambriento que el que le regalen a ella un ramo de flores.

1º lectura

Tomada del libro del Deuteronomio, es la base de la respuesta de Jesús.

En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: «Teme al Señor, tu Dios, guardando todos sus mandatos y preceptos que te manda, tu, tus hijos y tus nietos, mientras viváis; así prolongarás tu vida. Escúchalo, Israel, y ponlo por obra, para que te vaya bien y crezcas en número. Ya te dijo el Señor, Dios de tus padres: "Es una tierra que mana leche y miel." Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria.»

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

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 La filosofía bien explicada puede seguir ayudando a vivir la vida


Fabián C. Barrio

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Barcelona, Ediciones Deusto, 2024  

                                                       

Tras la primera lectura de esta obra, caracterizada como de divulgación, llegué a la conclusión de que era apropiada para los lectores que podrían estar interesados en conocer los orígenes y los significados de unas palabras del lenguaje filosófico que seguimos usando en la actualidad para referirnos a los asuntos de nuestra vida cotidiana y, sobre todo, a nuestras relaciones sociales y a nuestras vivencias de los deseos íntimos, de los miedos ancestrales y de las experiencias placenteras. Después de una segunda lectura, estoy convencido de que también será útil para los profesores de Filosofía porque les ayudará a explicar esos conceptos que ellos conocen muy bien, pero que, a veces, no son fáciles de “contar” ni de “aplicar” mediante ejemplos claros, amenos, divertidos y ocurrentes.

Fabián C. Barrio, más que explicar, nos cuenta cómo los filósofos griegos cuestionaban asuntos tan antiguos y tan actuales como el buen vivir, el origen y el sentido de la vida, la belleza, el gobierno de las ciudades o la moralidad de los comportamientos ciudadanos. Muestra cómo la filosofía ayudó a vertebrar el concepto de la democracia y cómo los filósofos participaban en los debates públicos aportando ideas que fundamentaran y guiaran las vidas de los ciudadanos. Quizás lo más importante de esta obra sea la constatación de que la filosofía ayudaba –y puede seguir ayudando- a encontrar consuelo en medio de un mundo que era –que es- hostil e incomprensible para la mayoría de las personas.

Explica con claridad, por ejemplo, cómo la palabra griega “ataraxia” expresa la “ausencia de turbación” y sirve para describir la fortaleza del alma frente a la adversidad, la calma y la serenidad resultados de la disminución de la intensidad de nuestras pasiones y deseos. Sus dibujos de la diosa Fortuna, esa compañera de viaje que ha amargando nuestra historia y que, caprichosa, cambia sus favores de un momento a otro, y la manera amena de definir el concepto “kairós” que expresa las mejores experiencias de nuestras vidas, y la noción de “eudaimonía” el bienestar que se alcanza a través de las actividades virtuosas centrado en la paz interna y en la ausencia de turbación, en una vida “bien vivida” gracias a unos hábitos saludables. O la invitación amable de la “epoché para que contemplemos el mundo sin los filtros de nuestras ideas preconcebidas, de esos prejuicios que determinan nuestros juicios, nuestras actitudes y nuestros comportamientos.

 

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura

sábado, 26 de octubre de 2024

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO - EL MENDIGO QUE NO QUERÍA DINERO

 

El mendigo que no quería dinero

Domingo 30 ciclo B

 

El evangelio de este domingo cuenta el ultimo milagro realizado por Jesús durante su vida pública. Pero no es uno más; el relato depara interesantes sorpresas.

El protagonismo de Bartimeo

            En contra de lo que cabría esperar, el principal protagonista no es Jesús. Este se limita a ir por el camino y, cuando oye a uno que le grita repetidamente pidiéndole que se compadezca de él, ni siquiera se acerca para saber qué quiere. Lo manda llamar. Y cuando tiene lugar el milagro, no se lo atribuye; todo es mérito del ciego.

            En cambio, a Bartimeo le concede el evangelista una atención especial. Aparte de indicarnos el nombre de su padre (dato que no se ofrece en otros casos) se describe con detalle todo lo que hace. Ha elegido un buen sitio para pedir limosna: el camino de Jericó a Jerusalén, uno de los más transitados. Y cuando se entera de que quien pasa es “Jesús el nazareno” comienza a gritar pidiéndole que se compadezca de él. En nuestras calles y en las entradas de las iglesias nunca faltan mendigos. En general se comportan de forma educada, a veces ni hablan, les basta un gesto. ¿Qué sentiríamos si uno de ellos se pusiera a gritar repitiendo: «Ten compasión de mí»? Reaccionaríamos igual que los que acompañan a Jesús: diciéndole que se calle. Pero Bartimeo insiste, grita cada vez más. Y cuando consigue que Jesús lo llame parece que ha dejado de ser ciego. De un salto, sin miedo a tropezar, deja tirado su manto y marcha hacia él. Entonces ocurre lo más sorprendente.

Tres finales posibles

Imaginemos lo que podría haber ocurrido para comprender mejor lo que ocurrió.

Primer final: Cuando Jesús le pregunta qué quiere de él, Bartimeo no lo duda: una buena limosna. Jesús encarga a Judas que se la dé, este lo hace a regañadientes, y Bartimeo duda si seguir pidiendo o marcharse a su casa a descansar.

Segundo final: Cuando Jesús le pregunta qué quiere de él, no lo duda: «Volver a ver». Jesús, apartándolo de los presentes (como hizo en otro caso parecido) le toca los ojos y le concede lo que pide. Bartimeo recoge su manto y vuelve a su casa. Cuando su mujer y sus amigos se recuperan de la sorpresa, le dicen: «Ya no tienes excusa para no trabajar». Bartimeo se arrepiente de haber pedido el milagro.

Tercer final: Cuando Jesús le pregunta qué quiere de él, no lo duda: «Volver a ver». Jesús no hace nada, pero Bartimeo recupera de inmediato la vista. Olvidando su manto, su familia, sus amigos, sigue a Jesús camino de Jerusalén. Esto último es lo que ocurrió.

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: "Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí." Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: "Hijo de David, ten compasión de mí." Jesús se detuvo y dijo: "Llamadlo." Llamaron al ciego, diciéndole: "Ánimo, levántate, que te llama." Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: "¿Qué quieres que haga por ti?" El ciego le contestó: "Maestro, que pueda ver." Jesús le dijo: "Anda, tu fe te ha curado." Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Bartimeo, los discípulos y nosotros

Cuando leemos este relato en el conjunto del evangelio de Marcos nos damos cuenta de que tiene una importancia enorme.

            Este episodio cierra una larga sección del evangelio en la que Jesús ha ido formando a sus discípulos sobre los temas más diversos: los peligros que corren (ambición, escándalo, despreocupación por los pequeños), las obligaciones que tienen (corrección fraterna, perdón) y el desconcierto que experimentan ante las ideas de Jesús a propósito del matrimonio, los niños y la riqueza. Después de todas esas enseñanzas, el discípulo, y cualquiera de nosotros, puede sentirse como ciego, incapaz de ver y pensar como Jesús.

            En este contexto, la actitud de Bartimeo, gritando insistentemente a Jesús que se compadezca de él, es un símbolo de la actitud que debemos tener cuando no acabamos de entender, o no somos capaces de practicar lo que Jesús enseña. Pedirle que seamos capaces de ver y de seguirle incluso en los momentos más difíciles.

Otros detalles interesantes del relato

            1. Bartimeo llama a Jesús “hijo de David”. Es la única persona que le da este título en el evangelio de Mc. Puede tener dos sentidos: a) Jesús, como “hijo de David”, es el Mesías esperado, el rey de Israel; aunque inmediatamente antes haya hablado de su muerte, de que ha venido a servir, no a ser servido, el ciego confiesa su fe en la dignidad de Jesús y en su poder de curarlo. b) Jesús, como “hijo de David”, es igual que Salomón, al que las leyendas posteriores terminaron atribuyendo poder de curaciones. En este sentido se usa con más frecuencia en el evangelio de Mateo.

            2. Es curioso que se cuente que “soltó el manto” antes de acercarse a Jesús. Parece un detalle innecesario. Sin embargo, recuerda lo que se ha dicho al comienzo del evangelio a propósito de los primeros discípulos, que “dejando las redes, lo siguieron” (Mc 1,18).

            3. Aunque Bartimeo piensa que Jesús puede curarlo, Jesús le dice “tu fe te ha curado”, poniendo de relieve la importancia de la fe.

            4. Este es el único caso en todo el evangelio en el que una persona, después de ser curada, sigue a Jesús por el camino. Aunque el texto no lo dice, lo sigue hacia Jerusalén, hacia la muerte y la resurrección. Una vez más, Bartimeo se convierte en modelo para nosotros.

1ª lectura: Jeremías 31, 7 - 9

            El texto de Jeremías pretende consolar al pueblo de Israel, desterrado primero por los asirios y luego por los babilonios, prometiéndole que volverá del norte y de los confines de la tierra. Incluso las personas menos capacitadas para moverse (ciegos, cojos, preñadas, recién paridas), volverán a la patria. Las antiguas penas se transformarán en grandes consuelos.

La relación de la primera lectura con el evangelio es muy escasa. Este texto de Jeremías quizá se ha elegido porque habla de ciegos que vuelven a Jerusalén, igual que Bartimeo sigue a Jesús hacia Jerusalén.

Así dice el Señor: «Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel. Mirad que yo os traeré del país del norte, os congregaré de los confines de la tierra. Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna. Se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no tropezarán. Seré un padre para Israel, Efraín será mi primogénito.»

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

MANUAL DE ARGUMENTACIÓN - EL ÁMBITO DE LO RAZONABLE

 El arte de mostrar y de demostrar la verdad y la bondad de nuestras convicciones  



José Ángel Gascón

Manual de Argumentación

El ámbito de lo razonable

Madrid, Plaza y Valdés, 2024

                                              

La argumentación, ese arte y esa técnica pluridisciplinares que se estudian desde diferentes perspectivas y en diversas asignaturas como la Dialéctica, la Lógica, la Epistemología, la Retórica, la Ética, la Psicología y la Lingüística, constituye en esta obra una actualizada y documentada explicación que, en mi opinión, además de profunda, es práctica. Puede resultar útil a los profesionales de la palabra: a los políticos, profesores, comunicadores y escritores que usan los diferentes lenguajes para transmitir mensajes y, a mi juicio, también, a los demás ciudadanos destinatarios de los argumentos y de las explicaciones que pretenden mostrar y demostrar “verdades” teóricas o hacer “propuestas” prácticas.    

Recordemos que en Grecia comenzaron a elaborar “argumentos” cuando los representantes de los ciudadanos asumieron que ya no valía repetir los mitos y cuando advirtieron la necesidad de demostrar sus propuestas para solucionar los problemas de los ciudadanos. Así empezó la Democracia –el arte de participar-, la Filosofía –el arte de pensar- y la Retórica- el arte de hablar-.

Como todos sabemos, el empleo de argumentos adecuadamente formulados es imprescindible para discutir y para acordar las soluciones de los problemas comunes. Si ya Sócrates, Platón y Aristóteles explicaron que argumentar era el procedimiento razonable y eficaz para solucionar los problemas de la sociedad, en la actualidad, aún resulta más necesario para evitar que identifiquemos esa actividad “compleja e imprescindible”, ese “ámbito de lo razonable”, con otras tareas, también necesarias, pero diferentes como, por ejemplo, la “información”, la “publicidad” y la “propaganda”. Este manual constituye, a mi juicio, un instrumento valioso para que los diferentes profesionales desarrollen las destrezas de argumentar, de defender y de refutar propuestas y, también para que nosotros, los destinatarios, aprendamos a interpretar, valorar, aceptar o rechazar las argumentaciones.    

Si, por su amplitud, profundidad y rigor, es una herramienta apta para los profesionales de los discursos y para los estudiantes de las diferentes disciplinas de la comunicación, estoy convencido de que, por su claridad, por su actualidad y por su importancia, es –puede ser- una ayuda para todos los que desean interpretar y valorar los mensajes que recibimos por todos los cauces de comunicación e incluso para mejorar nuestras destrezas en las conversaciones y discusiones con los compañeros y con los amigos.

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura


domingo, 20 de octubre de 2024

SUSPIROS DE BLANCA FLOR

 

Suspiros de blanca flor

 

 

Buscando va el alma mía suspiros 

de blanca flor, que se andan marchitando

dentro de su corazón. Son las penas

que comparte con su humilde trovador.

 

No pierdo la esperanza ni la calma

por esa  blanca flor que andas guardando,

con celos de tu amor que rompe el alma

mi triste corazón la anda buscando.

 

Es ella la ilusión de mi alegría,

la causa del amor que llevo dentro

andando con mi pena y mi agonía.

 

Yo quiero los suspiros de esa flor

que latiendo va en tú alma cada día

y espero me los des llenos de amor.

 

José Ares Mateos

jueves, 17 de octubre de 2024

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO - ¿TRIUNFAR O SERVIR?

 

¿Triunfar o servir?

Domingo 29 Ciclo B

 

En las lecturas de los domingos anteriores Jesús ha ido instruyendo a los discípulos a propósito de los más diversos temas (los niños, el divorcio, la riqueza, etc.). En el de hoy da su última gran enseñanza antes de subir a Jerusalén para la pasión.

En lo que piensa Jesús

         Todo comienza con el tercer anuncio de la pasión y resurrección, que no se lee, pero que es fundamental para entender lo que sigue. Jesús repite una vez más a los discípulos que los sumos sacerdotes y los escribas lo condenarán a muerte, lo entregarán a los paganos, se burlarán de él, le escupirán, azotarán y matarán.

En lo que piensan Santiago y Juan: Presidente del Gobierno y Primer Ministro

         Igual que en los casos anteriores, al anuncio de la pasión sigue una muestra de incomprensión por parte de los apóstoles: Santiago y Juan, dos de los más importantes, de los más cercanos a Jesús, ni siquiera han prestado atención a lo que dijo.

         En aquel tiempo se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:

         -Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.

         Les preguntó:

         -¿Qué queréis que haga por vosotros?

         Contestaron:
         -Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.

Mientras Jesús habla de sufrimiento, ellos quieren garantizarse el triunfo: sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. “En tu gloria” no se refiere al cielo, sino a lo que ocurrirá “en la tierra”, cuando Jesús triunfe y se convierta en rey de Israel en Jerusalén: quieren un puesto a la derecha y otro a la izquierda, Presidente de Gobierno y Primer Ministro. Para ellos, lo importante es subir.

Jesús replicó:

-No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?

Contestaron:
         -Lo somos.

Jesús les dijo:

-El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.

         La respuesta de Jesús, menos dura de lo que cabría esperar, procede en dos pasos. En primer lugar, les recuerda que para triunfar hay que pasar antes por el sufrimiento, beber el mismo cáliz de la pasión que él beberá. No queda claro si Juan y Santiago entendieron lo que les dijo Jesús sobre su cáliz y su bautismo, pero responden que están dispuestos a lo que sea. Entonces Jesús, en un segundo paso, les echa un jarro de agua fría diciéndoles que, aunque beban el cáliz, eso no les garantizará los primeros puestos. Están ya reservados, no se dice para quién.

La reacción de los otros diez y la gran enseñanza de Jesús                                                 

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.

         Jesús, reuniéndolos, les dijo:

         -Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.

¿Por qué se indignan? Probablemente porque también ellos ambicionan los primeros puestos. Jesús aprovecha la ocasión para enseñarles cómo deben ser las relacio­nes dentro de la comunidad. En la postura de los discípulos detecta una actitud muy humana, de simple búsqueda del poder. Para que no caigan en ella, les presenta dos ejemplos opuestos:

         1) el que no deben imitar es el de los reyes y monarcas helenísticos, famosos por su abuso del poder: “Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes las opri­men”.

         2) el que deben imitar es el del mismo Jesús, que ha venido a servir y a dar su vida en rescate por todos.

         En medio de estos dos ejemplos queda la enseñanza capital: “el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”. En la comunidad cristiana debe darse un cambio de valores absoluto.

         Pero esto es lo que debe ocurrir “entre vosotros”, dentro de la comunidad. Jesús no dice nada a propósito de lo que debe ocurrir en la sociedad, aunque critica indirectamente el abuso de poder.

Primera lectura: Isaías 53,10-11

         El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. 

Cuando entregue su vida como expiación,

verá su descendencia, prolongará sus años;

lo que el Señor quiere prosperará por sus manos.

A causa de los trabajos de su alma, verá y se hartará,

con lo aprendido mi Siervo justificará a muchos,

cargando con los crímenes de ellos.

          Este texto se ha elegido como comentario de las palabras de Jesús: “el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos” y de sus referencias anteriores a la pasión (el cáliz y el bautismo). Por eso comienza diciendo que El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento; unas palabras que escandalizan por la forma de hablar de Dios, pero que hay que interpretarlas como un recurso para el triunfo final. De hecho, el texto de Isaías insiste más en el éxito de Jesús (verá su descendencia, prolongará sus años, verá y se hartará) y de su obra (el plan de Dios prosperará por sus manos, justificará a muchos).

Reflexiones

         1. Este pasaje constituye la última enseñanza de Jesús antes de la pasión, en la que nos deja su forma de entender su vida: “El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. Este ejemplo es válido para todos los cristianos, no sólo para papas y obispos.

         2. Esta espléndida enseñanza no nos habría llegado si Santiago, Juan y los otros diez hubieran sido menos ambiciosos. Los fallos humanos pueden traer grandes beneficios.

         3. La enseñanza de Jesús ha calado muy poco en la Iglesia después de veinte siglos y en ella se sigue dando un choque de ambiciones al más alto nivel. La única solución será tener siempre presente el ejemplo de Jesús.

         4. El texto de Isaías nos ayuda a mirar con esperanza los momentos difíciles de nuestra vida. Aunque la impresión que podemos tener a veces es que Dios nos está triturando con el sufrimiento, no es ésa su intención, sino sacar de nosotros algo muy bueno.

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

LA ODISEA DE LO SAGRADO

 Respuestas a preguntas actuales sobre las creencias religiosas

Frédçeric Lenoir

La odisea de lo sagrado 15 de octubre

Barcelona Deusto, 2024                                

Los análisis sociológicos coinciden en que, aunque las creencias y las prácticas religiosas muestran una sensible disminución en las sociedades occidentales, también reconocen que sus contenidos siguen determinando los pensamientos, las actitudes y las conductas individuales y colectivas porque las raíces de nuestros juicios y prejuicios siguen siendo religiosas. Ésta es la razón que explica que los estudiosos, incluso los ateos, se interesen por el origen y por la influencia de las religiones. Recuerdo cómo Friedricht Nietzsche, uno de los padres fundadores del ateísmo filosófico, trata de las religiones y, en su obra Humano, demasiado humano, afirma que “la religión es útil al ser humano en la medida en que le da la fuerza de vivir.”

La odisea de lo sagrado, obra densa y extensa, responde detalladamente a una serie de preguntas que, a lo largo de la historia humana y a lo ancho de las diferentes culturas, nos seguimos haciendo sobre el origen de las creencias religiosas. Frédéric Lenoir, apoyándose en sus propias investigaciones y tras examinar las conclusiones a las que han llegado las diferentes Ciencias Humanas, nos ofrece unas aportaciones importantes y nos explica cómo todas las civilizaciones se han construido alrededor de creencias y de prácticas religiosas.

Llega a la conclusión de que es imposible entender los últimos cinco mil años de civilización sin tener en cuenta las grandes corrientes espirituales. Demuestra cómo, entre las religiones y las culturas, se establecen unas relaciones dialécticas que se unen y se enriquecen mutuamente hasta tal punto que las religiones siguen constituyendo las claves de nuestras diferentes ideas sobre el nacimiento y la muerte, el amor y el odio, la guerra y la paz, el trabajo y la fiesta. Nos explica cómo, desde una perspectiva antropológica, la religión es una dimensión constitutiva de la concepción de la vida y de las actividades humanas individuales, familiares y sociales.

Muestra que el ser humano, el único que ha desarrollado un pensamiento simbólico y abstracto, y quien ha inventado los mitos y los relatos colectivos, organiza su vida en función de sus creencias en “un más allá” y es un animal que, además de político, es religioso. Recorre toda la historia de “la aventura espiritual de la humanidad” y analiza los primeros rituales funerarios, el arte rupestre, las sociedades orales agrarias, la búsqueda de lo sagrado en el zoroastrismo, budismo, judaísmo, cristianismo e islamismo.  En la segunda parte explica cómo los seres humanos nos unimos y nos reunimos gracias a convicciones religiosas que determinan otros comportamientos culturales. Proporciona detalladas definiciones sobre la diversidad de las “búsquedas espirituales contemporáneas” que comparten o no la creencia en un mundo invisible y en una vida después de la muerte.

A mi juicio, además de la exhaustiva información histórica que nos proporciona, sus análisis históricos, psicológicos, sociológicos y antropológicos nos ayudan a interpretar y a valorar unos comportamientos actuales a pesar de que, a primera vista, nos pueden parecer ambiguos, superficiales y contradictorios.

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura

domingo, 13 de octubre de 2024

YO SOY EL INFIERNO

 Yo soy el infierno


Yo soy mar… soy cielo,

soy tierra y soy viento,

llevo los lamentos

cuando toco el suelo.


Yo soy blanca espuma

que agitando el mar

en gigantes olas,

despierta la furia

del dios de los mares,

haciendo que estallen

fuerzas estelares

las aguas del mar.


Yo llevo desdicha

con gran desconsuelo,

llevando de prisa

lo malo y lo bueno,

y vengo tronando

desde negro cielo,

con mares de lluvia

y rayos de fuego.


Un profundo infierno

llevo en mis adentro,

que provoca llanto

y muchos lamentos.


Vomito mi fuego

por altas montañas,

quemando a mí paso

la flora y la fauna.


Yo cubro de miedo

a toda la tierra

con hambre y con guerras

que llego encendiendo,

marcando los pasos

detrás de la sombra

que me van siguiendo,

en noches oscuras

de lluvias y vientos.


Quemando lugares,

dejando lamentos,

cubriendo la tierra

de cientos de muertos.


José Ares Mateos

jueves, 10 de octubre de 2024

DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO - SALOMÓN, EL JOVEN RICO Y LOS DISCÍPULOS


Salomón, el joven rico y los discípulos

Domingo 28 Ciclo B 

Las lecturas de este domingo enfrentan tres posturas: la de Salomón, que pone la sabiduría por encima del oro, la plata y las piedras preciosas; la del rico, que pone su riqueza por encima de Jesús; la de los discípulos, que renuncian a todo para seguirle.

1. Salomón: la sabiduría vale más que el oro

         El libro de la Sabiduría se escribió en el siglo I a.C., probablemente en Alejandría, en griego (por eso los judíos no lo consideran inspirado). No sabemos quién lo escribió, pero el autor finge ser Salomón. Un recurso muy habitual en la época para dar mayor prestigio al libro. Recordaréis que Salomón, al comienzo de su reinado, tuvo un sueño en el que Dios le dijo que pidiese lo que quisiera. En vez de pedir oro, plata, la derrota de sus enemigos, etc., pidió sabiduría para gobernar al pueblo. Inspirándose en ese relato, el autor del libro de la Sabiduría pone estas palabras en boca del rey:

                7              Supliqué y se me concedió la prudencia,

                   invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría.

                8              La preferí a cetros y tronos,

                   y en su comparación tuve en nada la riqueza;

                9        no le equiparé la piedra más preciosa,

                   porque todo el oro a su lado es un poco de arena,

                   y, junto a ella, la plata vale lo que el barro;

                10       la quise más que a la salud y la belleza

                   y me propuse tenerla por luz,

                   porque su resplandor no tiene ocaso.

                11             Con ella me vinieron todos los bienes juntos,

                   en sus manos había riquezas incontables.

2. El joven rico: la riqueza vale más que Jesús

El relato ofrece detalles curiosos, típicos de la forma de contar de Marcos. Se acerca uno «corriendo», «se arrodilla», lo llama «maestro bueno» (provocando cierto malestar en Jesús), formula su pregunta, Jesús «lo mira con cariño». Al final, el individuo «frunce el ceño» y se va triste. El protagonista, antes de formular su pregunta, pretende captarse la benevolencia de Jesús o, quizá también, justificar por qué acude a él: lo llama «maestro bueno», título que no se aplica en Israel a ningún maestro (Strack-Billerbeckx sólo recoge un ejemplo del siglo IV d.C.).

Cuando se puso en camino, llegó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:

         Maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar vida eterna?

                Jesús le respondió:

         ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno fuera de Dios. Conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no perjurarás, no defraudarás, honra a tu padre y a tu madre.

                Él le contestó:

         Maestro, todo eso lo he cumplido desde la adolescencia.

                Jesús lo miró con cariño y le dijo:

         Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Después vente conmigo.

                A estas palabras, el otro frunció el ceño y se marchó triste; pues era muy rico.

La pregunta

El problema que le angustia es «qué he de hacer para heredad vida eterna», algo fundamental para entender todo el pasaje. Lo que pretende el protagonista es, dicho con otra expresión judía de la época, "formar parte de la vida futura" o "del mundo futuro"; lo que muchos entre nosotros entienden por "salvarse". Este deseo sitúa al protagonista en un ambiento distinto del normal: admite un mundo futuro, distinto del presente, mejor que éste, y desea participar en él. Por otra parte, su pregunta no es tan rara como podemos imaginar. Si nos preguntasen qué hay que hacer para "salvarse", las respuestas es probable que variasen bastante. Una pregunta parecida le hicieron sus discípulos al rabí Eliezer (hacia el año 90) y les respondió: "Procu­raos la estima de vuestros vecinos; impedid que vuestros hijos lean la Escritura a la ligera y haced que se sienten entre las rodillas de los discípulos de los sabios; y, cuando oréis, sed conscientes de quién tenéis delante. Así conseguiréis la vida del mundo futuro".

La respuesta de Jesús

         Jesús, antes de responder, aborda el saludo y da un toque de atención sobre el uso precipitado de las palabras. El único bueno es Dios. (Afortunadamente, por entonces no existía la Congregación para la Doctrina de la Fe, que lo habría condenado por error cristológico).

         Luego responde a la pregunta haciendo referencia a cinco mandamientos mosaicos, todos ellos de la segunda tabla, aunque cambiando el orden y añadiendo «no defraudarás», que no está en el decálogo.

         Lo curioso es que Jesús no dice nada de los mandamientos de la primera tabla, que podríamos considerar los más importantes: no tener otros dioses rivales de Dios, no pronunciar el nombre de Dios en falso y santificar el sábado. Para Jesús, de forma bastante escandalosa para nuestra sensibilidad, para «salvarse» basta portarse bien con el prójimo.

         Cuando el protagonista le responde que eso lo ha cumplido desde joven, Jesús lo mira con cariño y le propone algo nuevo: que deje de pensar en la otra vida y piense en esta vida, dándole un sentido nuevo. Ese sentido consistirá en seguir a Jesús, de forma real, física, pero antes es preciso que venda todo y lo dé a los pobres. El programa de Jesús se limita a tres verbos: vender, dar y seguir.

La reacción del rico

         Entonces es cuando el personaje frunce el ceño y se aleja, «pues era muy rico». Con esta actitud, no pierde la vida eterna (que depende de los mandamientos observados), pero sí pierde el seguir a Jesús, dar plenitud a su vida ahora, en la tierra.

         No es lo mismo salvarse que entrar en el reino de Dios

         Mientras el rico se aleja, Jesús completa su enseñanza sobre el peligro de la riqueza y el problema de los ricos.

Jesús miró en torno y dijo a sus discípulos:

         Qué difícil es que los ricos entren en el reino de Dios.

Los discípulos se asombraron de lo que decía. Pero Jesús insistió:

         ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios.

Ellos quedaron espantados y se decían:

         Entonces ¿quién puede salvarse?

Jesús se les quedó mirando y les dice:

         Para los hombres es imposible, no para Dios; todo es posible para Dios.

         Las palabras «¡Qué difícil es que los ricos entren en el reino de Dios!» requieren una aclaración. Entrar en el reino de Dios no significa salvarse en la otra vida. Eso ya ha quedado claro que se consigue mediante la observancia de los mandamientos, sea uno rico o pobre. Entrar en el Reino de Dios significa entrar en la comunidad cristiana, comprometerse de forma seria y permanente con la persona de Jesús en esta vida.

         Ante el asombro de los discípulos, Jesús repite su enseñanza añadiendo la famosa comparación del camello por el ojo de la aguja. Ya en la alta Edad Media comenzó a interpretarse el ojo de la aguja como una puerta pequeña que habría en la muralla de Jerusalén; pero esa puerta nunca ha existido y la explicación sólo pretende suavizar las palabras de Jesús de manera un tanto ridícula. Jesús expresa con imaginación oriental la dificultad de que un rico entre en la comunidad cristiana. 

¿Por qué se espantan los discípulos? Su reacción podemos interpretarla de dos formas: 1) ¿quién puede salvarse?; 2) ¿cómo vamos a subsistir?

En el primer caso, los discípulos refle­jarían la mentalidad de que la riqueza es una bendición de Dios; si los ricos no se salvan, ¿quién podrá salvarse?

En el segundo caso, los discípulos pensarían que la comunidad no puede subsis­tir si no entran ricos en ella que pongan sus bienes a disposi­ción de todos.

         En cualquier hipótesis, la respuesta de Jesús (“para Dios todo es posible”) da por terminado el tema.

3. Los discípulos: Jesús vale más que todo

Pedro entonces le dijo:

         Mira, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido.

Contestó Jesús:

         Todo el que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campos por mí y por la buena noticia ha de recibir en esta vida cien veces más en casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y campos, con persecuciones, y en el mundo futuro vida eterna.

La intervención de Pedro no empalma con lo anterior, sino que contrasta la actitud de los discípulos con la del rico: «nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido». Ahora quiere saber qué les tocará.

         La respuesta de Jesús enumera siete objetos de renuncia, como símbolo de renuncia total: casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos, campos. Todo ello tendrá su recompensa en esta vida (cien veces más en todo lo anterior, menos en padres) y, en la otra, vida eterna. Pero, al hablar de la recompensa en esta vida, Mc añade «con persecuciones».

         Decía Salomón que, con la sabiduría “me vinieron todos los bienes juntos”. A los discípulos, la abundancia de bienes se la proporciona el seguimiento de Jesús.

Reflexión y advertencia

         Este pasaje del evangelio sólo tiene en cuenta dos posturas extremas: la del rico que conserva sus bienes y no sigue a Jesús, y la de los discípulos que lo siguen renunciando a todo. ¿No cabe un término medio? Otros relatos evangélicos y las cartas del Nuevo Testamento dejan claro que sí. Marta, María, Lázaro, José de Arimatea, Nicodemo… forman parte de la comunidad cristiana sin renunciar a todos sus bienes ni seguir a Jesús físicamente. Sin embargo, el evangelio de este domingo no pretende ofrecer ese término medio, sino animar al seguimiento de Jesús renunciando a todo.

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

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