CALLE
NUESTRA SEÑORA DE LOS SANTOS
La panorámica más bella de Alcalá es una vista aérea que me mandó
Andrés Moreno y que yo nunca había tenido la oportunidad de contemplar. Alcanza
a todas las vueltas y revueltas de los vericuetos de la ciudad y deja al
descubierto un diseño romano-árabe-cristiano alrededor del castillo,
configurado por un laberinto de calles, callejones, pasajes y rincones. Se
diría que aquellos arquitectos habían escalado una nube para dibujar el pueblo
que ellos querían conseguir. Y, efectivamente, construyeron un pueblo único tal
como lo habían concebido.
La Alameda aparece en el corazón de la ciudad, con cuatro calles
importantes, que se abren en abanico a los cuatro puntos cardinales del casco
urbano alcalaíno: “Nuestra Señora de los Santos” (Camino de los “Praos”), “Río
Verde” (Camino de la Playa), “Los Pozos” (Camino de las fuentes) y “Real”
(Camino de Jerez). Estas eran las que marcaban los principales accesos y
salidas de Alcalá: Norte, Sur, Este y Oeste. Cada una de ellas tiene ramales y
variantes para aprovechar todos los atajos y economizar los esfuerzos.
La Calle de Nuestra Señora de los Santos es de las más antiguas.
Conforme bajamos al “Prao”, a mano izquierda, encontramos la “Fuente de la
Salada” (Siglo XVI), que recibe sus aguas de los “Depósitos Romanos” (Fuente
Monumental, una de las mejores conservadas de la Península), situados en una
cota superior y pertenecientes al siglo I a.C. Los depósitos son hoy de una
“puesta en valor” para posibilitar su visita, por parte del Ilustrísimo
Ayuntamiento, el CEDER de los Alcornocales y la Mancomunidad de la Janda.[1]
Los arqueólogos Manuel y Salvador Montañés Caballero escribieron un
artículo, el año 2003, titulado La Fuente Salada de Alcalá de los Gazules.
Dos mil años ofreciendo agua. En resumen, dice: “La Fuente Salada de
Alcalá de los Gazules (Cádiz) es un bien cultural construido en época romana y
utilizado sin interrupción en el Medievo, la Edad Moderna y la Contemporánea.
En la actualidad conserva visible los depósitos romanos de la fuente, así como
unas estructuras de la época medieval y moderna, entre ellas un horno de
cerámica. La construcción responde a una sociedad con desarrollado papel
tecnológico, cual era la sociedad romana, en la se empleó una importante fuerza
de trabajo, incluido una mano de obra especializada, la del cantero reflejada
en el cuidado acabado de las estructuras visibles. La revalorización del sitio
arqueológico representa el fin último del trabajo iniciado, pero en modo alguno
ha terminado, ya que aún quedan espacios por excavar y conservar.” [2]
De mañana subían los gorriones, los jilgueros y los verdones a beber,
cuando la fuente dejaba de soñar y se convertía en piedras húmedas de sillares
ruinosos. Después llegaban los perros y los muleros con sus recuas y los
molineros con las arrierías del molino a dar de beber a las caballerías. Y en
los entresijos de las piedras, dormían las sanguijuelas al acecho de las bocas
de los caballos y los mulos para henchirse de sangre; y las garrapatas para
agarrarse a las patas, -perdonen la iteración-, de los perros para vivir
parasitariamente.
Por aquellos años, los chavales llamábamos a la calle “La Cuesta la
Salá”. Era el camino de la libertad para cazar pajarillos en primavera, para
bañarnos desnudos en el río Barbate en verano, para jugar al fútbol en todo
tiempo en el “Prao”... Al volver acalorados, nos refrescábamos en la fuente y
bebíamos formando un cuenco con las manos, porque les temíamos a las
sanguijuelas y a las garrapatas. El agua no era apetecible, pues tenía
propiedades químicas y medicinales, resultando salobre y extraña al gusto.
Sánchez del Arco dice que, en 1820, la cueva de la Coracha fue un
templo masónico y el lugar donde se reunían los conspiradores que proclamaron
la Constitución de 1812, llamada “La
Pepa”, cuyo segundo aniversario Cádiz prepara con tanta ilusión para el próximo
año 2012. Gabriel Almagro deja claro en la nota 45 de la Hª de Alcalá de
Sánchez del Arco, que es una mala interpretación del libro Memorias de un
anciano, del general Antonio Alcalá Galiano, acerca de su participación en
reuniones masónicas en Alcalá, en 1820, preparatorias del Pronunciamiento de
Riego.[3]
Conforme seguimos la bajada, a mano derecha, encontramos una pequeña
capilla dedicada a Nuestra Señora de los Santos. “Este oratorio mínimo de la
Salada –es decir, próximo a la Fuente de ese nombre, que rotuló toda la
prolongada vía-, estuvo ciertamente precedido de una sencilla hornacina con la
Virgen, luego protegida en un recinto peculiar, ya con caracteres de minúscula
capilla, donde se halla Santa María con el Niño, bien exenta o bien sobre
andas, es decir, la Virgen de los Santos. Ahí recibe las promesas, las
oraciones y el saludo de los viandantes. Con su probable relación con este
origen, no queremos dejar de mencionar que hacia 1740 era uso y costumbre
pasear una imagen pequeña por las calles, pidiendo limosnas en las calamidades
o por la fiesta patronal, conforme lo expresa el mandato testamentario de unas
andas que le hace ese año don Diego Cortegana.[4]
Según Fernando Toscano, el origen de la Virgencita de la Salada lo
ignoramos. Sin embargo, es aplicable lo que consigna Sancho de Sopranis sobre
otra antigua efigie semejante: “Pertenecen al grupo de imágenes que entonces se
llamaban vicarias, por ser las que en sustitución de aquellas de gran
veneración, difícilmente se removían de sus santuarios; reproducciones más o
menos fidedignas, que se utilizaban en procesiones o se colocaban en lugares
donde se querían tener presente a las originales.” La calle era, además, una de
las principales salidas de la ciudad, ya que gran parte de la agricultura y la
ganadería se encontraban en los campos de los Prados avenados por los ríos
Guadalete y Fraja.
Continúa diciendo Fernando Toscano, que “el nicho o capilla de la calle
La Salada es anterior a 1846, pero instalado mucho tiempo atrás. Se menciona
esta hornacina callejera con la tarea que se impuso el alcalaíno José Mª
Puelles y Serri, primer alcalde de elección popular, que había proyectado la construcción
de una barriada para jornaleros y personas de escasos recursos en “la salida
del pueblo por el lado de la Salada, cuyas casas llegaban hasta el nicho o
capilla de la Virgen de los Santos. El Ayuntamiento obtuvo la concesión de
ambos lados de la calzada y construyó una barriada de pobres que se denominaría
“barrio de la Virgen”, con veinte casas cómodas de un piso, y seis de dos, con
sus alcobas y cuadras cerca de los pilares de la fuente.”[5]
El recinto primitivo que albergaría a la Virgen –al que llaman nicho- se
transforma ahora en camarín o capilla, no sólo para resguardarse de las
inclemencias del tiempo, sino como casita destinada al efecto.
En 1916, el arcipreste don Pedro Martínez Machado, con autorización del
Obispo de la diócesis, concertó con doña Juana Ramona de Puelles la cesión a la
iglesia local y a perpetuidad, de la casa-capillita. Y hacía constar que la
había heredado de su padre, otro de los hijos del constructor del barrio. Se
describe la llamada Casa de la Virgen marcada con el nº 20, “compuesta de dos
pisos, que con inclusión del corral que está a su espalda, mide treinta y
cuatro metros y tres decímetros cuadrados, y linda por la derecha con la casa
llamada del Cuartel, y por la izquierda, con el huerto de los herederos de don Andrés
González Barranco. La casa se apreció en 250 pesetas, abonadas con dinero de
las limosnas depositadas en el cepillo de la Hermandad de Nuestra Señora de los
Santos, para dar habitación al servidor que cuide a tan venerable imagen.”[6]
La calle de la Salada conservó este nombre hasta 1885, cuando el 23 de
julio el Ayuntamiento clasifica al pueblo por secciones urbanas, perteneciendo
a la sección 4ª con las calles: Amiga, Osorio, Barrio Nuevo, Revuelta, Alonso
Cárdeno, Salada, Sol, Río Verde, Tizones y Montes de Oca. Pero el pueblo y,
sobre todo, los niños, siguieron llamándola “La Cuesta de la Salá”.
La calle de Nuestra Señora de los Santos es, posiblemente, una de las
más largas de Alcalá. Nace en la Alameda de la Cruz, más adelante se encuentra
a la derecha con las calles Alamillo y la Veredilla, y termina deslizándose
hasta el Prado. A continuación, se unen la carretera de Ubrique y el
Destacamento de Obras Públicas. Finalmente, se
alarga con la llamada Prolongación de Nuestra Señora de los Santos, encontrándose
con la Piscina Municipal, la calle del Profesor Tierno Galván y la calle
Libertad. Ahí enlaza con la carretera de
Alcalá-Paterna.
La capillita es
ya un símbolo no sólo para la calle, sino para todos los alcalaínos y
visitantes que pasan por allí. Viene a constituir una réplica de la Virgen de
los Santos de la Ermita, para todas aquellas personas que no pueden ir hasta
allá. La tienen en el mismo pueblo, para orar, rogar y darle gracias por sus
favores. Otros alcalaínos han colocado azulejos en sus patios, con el icono de
La Virgen. Y todas las casas de Alcalá tienen en un lugar preferente un cuadro
con la reproducción de la Virgen de los Santos. Es el símbolo más auténtico que
nos une a todos.
JUAN LEIVA
[1] Alcalá de los Gazules. Un
siglo de imágenes. Gabriel Almagro, Arsenio Cordero y Jaime Guerra. Pág.
325
[2] Montañés Caballero, Manuel
y Salvador. Artículo, año 2003.
[3] Sánchez del Arco. Op.cit.
[4] Fernando Toscano de
Puelles. La Virgencita de la Salada. Archivo Histórico Provincial.Escribano
Marchante.
[5] Las citas son de Manuel,
hijo del constructor del barrio, en su historia manuscrita de la familia. El
acuerdo
municipal es de 1847. (Fernando Toscano)
[6] Fernando Toscano. Idem
0 comentarios:
Publicar un comentario