Compañero
El origen de la
palabra “compañero” -que quiere decir “el que comparte con otros su pan”- nos
descubre el rico contenido de su significado esencial: “acompañar” es adoptar
la decisión de comunicar los bienes como expresión de una voluntad de comunión
de vida; es un gesto de colaboración como manifestación de generosidad; es una
prueba de desprendimiento como testimonio de confianza; es un comportamiento
humano cuyos motores son el amor y la aspiración a la solidaridad: las dos
energías benefactoras que disuelven los espejismos del egoísmo, esa entidad
psíquica enemiga de todos los valores humanos.
La palabra
"compañero" está atestiguada en castellano, según Corominas, desde el
año 1081. Es un derivado de “compaña” (forma antigua de “compañía”), derivada
de la forma *compania que está formada por la preposición cum (‘con’) y el
sustantivo pan, panis (‘pan’). Una “compañía”, por lo tanto, es un conjunto de
personas que comparten el mismo pan, es decir, que hacen vida común, que
conviven, que dialogan, que se comunican y que colaboran porque participan y
comparten un mismo proyecto.
En Roma, donde la institución del ejército era
una prolongación de la vida civil, que no estaba hecha de individuos sino de
grupos (tribus, curias y gentes), los compañeros de armas (commilitones)
eran “compañeros” fijos y “comensales” también en la vida civil. El hecho de
que se haya tomado el pan, el alimento básico, como el principal referente de
la alimentación (recordemos el panem et circenses) es tan comprensible
como el empleo de la sal como la principal expresión de la abundancia o del
lujo; recuerden –queridos compañeros- que, de este nombre, procede la palabra
“salario”, la paga con la que se abonaban los trabajos y, en especial, los
servicios en el ejército. Muchos autores defienden que el término “compañero”
-que hacía referencia tanto a la compañía como al pan- se fraguaría en el
ejército. Fíjense cómo también se llama “compañía” una determinada agrupación del ejército desde hace muchos siglos.
San Ignacio de Loyola, capitán del ejército español, al fundar su orden
religiosa, pensó en la estructura militar; por eso le dio el nombre de Compañía
de Jesús.
En el contexto
iniciático, “compartir el pan” es dar lo mejor de uno mismo, no sólo el
alimento material, sino, sobre todo, el alimento sutil y espiritual que
sustenta y propicia el crecimiento del interior. Luego, el término se ha
impuesto en el mundo de la empresa. Los anglosajones prefieren llamar
“compañías” a las empresas.
También en el ámbito de la política se ha usado
profusamente el término “compañero” junto al más difundido de “camarada”. En la
escuela actual, aunque se emplea el término “compañero” para designar a los que
asisten a una misma clase, para llamarse entre sí, los jóvenes prefieren las denominaciones de “quillo” y “quilla”,
tío y tía, chaval y chavala o, incluso, “chavea”. Cada vez es más frecuente el
uso de la palabra "compañero" o "compañera" para designar
al “esposo” o a la “esposa”, al “novio” o a la “novia”, a los miembros de las
“parejas de hecho” e, incluso a los "amantes".
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
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