UNA MIRADA FUGAZ DE LA CANTANTE JEANETTE
Sobre
la fugacidad del tiempo se ha pensado y escrito ríos y mares. Todo se va en un suspiro. En un abrir y cerrar de ojos.
Certeros son los tópicos. No es igual
contar por años que pasan, que por años que quedan. El tiempo que marca el
reloj y el calendario son complementos que solo miden y trocean al contrario
que el tiempo interno o personal. Los días que pasan no son la cuenta de la
vieja –con los dedos–, una vulgar operación aritmética. Lo suyo es contar por
fechas e impresiones con toda su intensidad. Además de cronología solar y
numeral somos espíritu. Los hechos y las
cosas que se graban en la memoria.
A
veces un simple gesto, una instantánea o una mirada fugaz siempre queda. Ya no hay
tiempo que la borre de la mente.
El
relator de éstos renglones, se cruzó un día en un semáforo en el centro de
Sevilla, –entre la Campana y Laraña por más señas– con una mujer menudita, con
ojos y mirar de tonalidades marinas entre verde y azul. Nos miramos por unos
segundos. La reconocí pero ella a mí no. Natural que así fuera. Se trataba de
un icono de mi juventud. Era la cantante Jeanette. Aquella niña rebelde eterna
adolescente que a pesar de las arrugas de su faz todavía aguantaba bien el
retrato de su imborrable mirada de inocencia y eso que los días y las noches había trabajado por su
historia. Con aquella fugaz mirada le di manivela al tiempo hacia atrás. De
cuando allá por el último tercio de los años sesenta, tanto aliento insufló
aquella niña a una juventud que se movía en el pequeño mapa blanquinegro –con
algunas vetas luminosas– de un pueblo: Alcalá de los Gazules.
En
realidad Jeanette se llama Anne Dimech, siendo inglesa como es siempre la
creímos francesa, formaba parte del
grupo Pic-Nic, que hacía una
música muy próxima al indie de hoy por su sello independiente, aunque
tributaria del pop convencional.. Luego se disolvieron y Jeanette prosiguió en
solitario con gran éxito. La canción Cállate Niña, a pesar de su mensaje
dramático, era muy solicitada para el baile agarrado, ya que propiciaba jugosos
acercamientos corporales. Se acortaba el aire y las distancias en el cuerpo a
cuerpo lo mismo que iba ocurriendo con la libertad. Aquella voz entre inocente
y sensual incitaba al amor declarado y furtivo y alguna que otra obscenidad. Se
calló el silencio y la gente empezaba a hablar, a expresarse y a protestar. Por
los menos se empezaba a quitar las
telarañas y el óxido a las alas de los sueños. Los años del hambre se habían
muerto de hambre. Todo iba rápido. Un tobogán multicolor. El año 1967 que
Jeanette y los Pic-Nic canta Cállate
Niña, va creciendo cada vez más el descontento con Franco. Los estudiantes
en algarada con los “grises” (policía) pisándole los talones era foto
corriente. El búnker inmobilista enseñaba las garras y los dientes. El lavado
de cara de la Ley Orgánica del Estado un fiasco. Hambruna y muerte en Biafra. La imagen del negrillo todo ojos, huesos y barriga
helaba el alma. La muerte alevosa en Bolivia de un mito de los mitos: El Che
Guevara. La minifalda aireando piernas más o menos largas. Los pantalones
campanas. También titulaba los periódicos la llegada del gorila blanco Copito
de Nieve al zoo de Barcelona. Los Beatles cambiaron el bombín por montera y sombrero cordobés al llegar a
España en sus dos actuaciones en Madrid y Barcelona y sus “parientes” Los
Brincos con capa española. Al otro lado de estos chicos modositos estaban los
Rollings y Los Salvajes. Los Chiripitifláuticos alegrando las pajarillas a la
chiquillería y a algún Peterpan rezagado. La psicodelia un estado sensorial
inspirado en los alucinógenos. El punto y contrapunto negro de la droga
estragando la juventud. El cine español
poniéndose al día con Nueve cartas a Berta (Martín Patino) y Pipermint
Frappé (Carlos Saura). Mientras que Carrasco y Legrá se llevan la palma a
puñetazos en los rings. El Real Madrid dándole sopas con honda a los demás
equipos.
Algo
rompió aquel día la atmósfera tranquila de Alcalá de los Gazules. La gente
quiere ver de cerca al nuevo fenómeno: Un conjunto músico vocal. Acostumbrados
a las orquesta de bongos, contrabajo, acordeón y viento con mangotas caribeñas,
aquello era una rareza. Lo menos pulidos pregonaban: “vamos a ver a los músico
mariquitas”. Lo decían por la pelambrera y camisas floreadas que gastaban los
muchachos. Punteaban con palanca de vibrator –una innovación– el tema Apache de los Shadows con un
público poco afectivo con las excentricidades. Miguel Ríos comentaba que en
muchos pueblos cuando iban a actuar los gárrulos lo apedreaban y muchas veces
tuvieron que salir de naja. Hasta que surgió en Alcalá el grupo musical Los Rangers (The Rangers
Black) y la gente empezó a acostumbrarse. Ya escribiré sobre ellos.
Costó
salí de unos tiempos oscuros donde se le temía al color. Imperaba la grisalla.
De modo que cuando me encuentro hace unos años con aquella mujer de mirada
verdeazul en el semáforo, se me vino a las mientes, sin el morbo de la
nostalgia, aquella juventud vivida en el pueblo. Poco a poco fuimos saliendo del
globo aislado. Los mass-media iban informando de los avatares del mundo. La
aldea global de Mac Luham se palpaba. Soplaban vientos de cambio. De Juanito
Valderrama se pasó a Bob Dylan, de Antonio Machin a Aretha Franklyn. De los discos dedicados al
Gran Musical, al Hit Parade. De los tonos pardos ( gama de tierras, grises y
discretos azules) se pasó a las camisas chillonas con floripondios, muchas
veces bermellonas y de mal gusto. Había en el pueblo varios puntos de encuentro
y sobre todo dos de referencia. Uno era el patio de Curro Reyes, un lugar
reducido –diez o doce parejas bailando,– lo que no fue óbice para esparcimiento
y desfogue de toda una juventud ávida de nuevas sensaciones, roces apetitosos o
apreturas eróticas. A veces había overbooking. No se cabía. El patio atestado
de macetones de geranios, aspidistras, hortensias, colios, buganvilias,
esparragueras trepantes era un anticipo doméstico de la discoteca. Inolvidable
la estampa de Curro en su silla de ruedas –por mor de maldito accidente– ejerciendo
de pinchadiscos con “pikú” de baquelita echando el ojo a la concurrencia
desmadrada en medio de una humareda de tabaco rubinegro. Su artista preferida:
Jeanette. En su fajo de discos de vinilo (todos singles). Había lugar lo mismo
para la música lenta que para la estridente según soplara y reclamara el
ambiente. Todo consistía en tener buen ojo y buena mano. Lo mismo sonaba Moody Blues en Nights in white saten
(Noches de blanco satén), ideal para el “agarrado” ya que duraba mucho. Un
rato a tope si la chica –apercibida– con los antebrazos hacía la temida “tranca”, y la faena quedaba
sin rematar. Que el ritmo marchoso Black
is black de los Bravos. Dentro de las posibilidades y exigua discografía
disponible. Y buena voluntad.
Otro
lugar que marcó fue mi primer estudio de la Pila del Granadillo en Alcalá.
Donde se congregaba una juventud heteróclita y heterodoxa. Con diversos afanes
pero con idéntica vocación de libertad. Bailongos entre velas y ginebra perruna
de garrafa. Entre el olor a pintura fresca y aguarrás y las paredes empapeladas
de pósters de los mitos del momento. Era lugar para el debate y para comentar
sotto vocce las heridas de la dictadura
y los últimos libros y discos prohibidos. Hasta el Caudillo, viendo el frenesí
de los tiempos, quiso dar una imagen –falsamente– de modernidad
con pintores abstractos, bikinis y grupos musicales greñudos, siempre,
eso si, siempre que no molestaran. Y hasta hoy. Aunque no se pueda decir que
vivamos en miel sobre hojuelas. Hay desencanto y descontento. Los hechos
cantan. Hay muchas personas pasándolo mal por mor de la “dichosa” crisis.
Tenemos la libertad conseguida. Ahora nos hace falta más trabajo. Con bienestar
la libertad se disfruta mejor. ¿Llegará el día que todo el mundo viva libre y
contento? Con esa ilusión escuchamos el gallo cada mañana.
Aquella
diáfana mirada de Jeanette, que se reflejó en la mía como la otra mirada fugaz
del tiempo. Todo en la vida tarda el
tiempo en que se cruza un semáforo en verde. Una simple mirada puede traspasar
los ojos de la memoria.
Siglos
ha lo dijo bien claro Quevedo: “Solamente lo fugitivo permanece y dura”.
Seguiremos alimentando miradas fugaces. Seguiremos.
Jesús
Cuesta Arana
…....
(De
la serie de artículos publicados en el periódico TRAFALGAR con el
encabezamiento El OJO EN LA MIRADA)
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