Otra
visión de nuestro amigo Pedro Fernández.
Un
corazón sencillo es el mejor camino para llegar al corazón de las personas y
también al corazón de Dios. Pedro eligió ese camino y, ¡seguro!, con Él está.
Y
con su Santísima Madre, Nuestra Señora de los Santos, a la que tanta devoción
tuvo y a la que tanto sirvió. Porque nuestro amigo Pedro, desde sus cargos en
la Junta de Gobierno de la Hermandad, trabajó muchos años para que todo aquello
que atañía a su Virgen de los Santos marchara siempre de la mejor manera
posible. Y lo conseguía. Muchos creímos,
entonces, que su cargo no se renovaba, que era perpetuo.
Y lo estuvo porque a Pedro lo adornaban todas aquellas
virtudes que deben predicarse de un cristiano ejemplar.
Decía
Marco
Tulio Cicerón, escritor y filósofo romano, allá por el siglo primero antes de
Cristo, que “debemos ser modestos y humildes, cuanto más sobresalientes seamos”.
Y que “la humildad debe ser la característica del desempeño de cualquier cargo
público”. Pedro era modesto y humilde. Humilde en cuanto valor humano que nos
lleva a conducirnos con sencillez y naturalidad. Espíritu humilde del que nace
la voluntad de ser útil a los demás, del que nace el espíritu de servicio. Y
modesto, -virtuoso de la modestia, diría-, cualidad de su carácter que le hacía
restar importancia a todo aquello que hacía, a sus propias virtudes y logros.
Con modestia y con humildad desempeñó siempre todas sus tareas. Ratificando
aquello que decía San Francisco de Asís: “cuando
abandones esta tierra no podrás llevar contigo nada de lo que has recibido,
solamente lo que has dado: un corazón enriquecido por el servicio honesto, el
amor, el sacrificio y el valor”. Y que Santa Teresa de Jesús remachaba
“humildad es andar en verdad”. Pedro Fernández dio y anduvo en verdad.
Y
también lo hizo con enorme sencillez, que no es otra cosa que la cualidad de
sencillo. Pedro no tenía doblez ni artificio, carecía de la tan humana tara de
la ostentación. Con frecuencia se relaciona a las personas sencillas, con
aquellos que son tímidos e ingenuos, o en el mejor de los casos con la idea de
pobreza. Nada que ver con nuestro amigo: él era sencillo porque poseía humildad
desde lo más profundo del corazón, sin boatos superficiales.
Hay
claros síntomas que atestiguan a una persona sencilla: cuando habla, por
ejemplo, no se convierte en el centro de atención y evita estar en todas las
conversaciones, más bien al contrario, usa las palabras con prudencia y de
manera apropiada, evitando en todo momento hablar de logros y aciertos. No hay
falsedad ni complicación en su decir, no busca problemas y dificultades donde
no existen. Todos podemos deducir, ya, que estamos definiendo a nuestro amigo
Pedro, porque él era así.
Y,
además, vivía la virtud de la prudencia. La prudencia como sinónimo de mesura, sensatez,
templanza, moderación o cautela. Era reflexivo y para nada precipitado, tenía
una voluntad firme y sosegada. Era buen observador: distinguía lo bueno de lo
malo, lo importante de lo que no lo era y sabía analizar las consecuencias de
todo aquello sobre lo que tenía que decidir. Y dominaba, como pocos, sus
enojos, tanto que siempre creímos que no se enfadaba nunca.
Y era constante. No sin
esfuerzo, llevaba a cabo todo aquello que se proponía o que la vida le iba
poniendo por delante. Y generoso: se entregaba a los demás de una manera
habitual, desinteresada, decidida y firme, ayudando siempre, dando lo mejor de
sí mismo.
Y
solidario. Empeñado como estaba en el bien común, con una actitud clara y
rotunda de ayudar a procurar el bien a todos sus próximos, sus prójimos.
Y
generoso. Y desprendido. Y servicial. Sabía, sentía, que la mayor felicidad es
la que nos procura hacer el bien sin mirar a quién. Hay mucha más alegría en el
dar que en el recibir.
Y
unido a todas esas cualidades o virtudes morales, Pedro tenía, sobre todas
ellas la de la bondad. Bondad es la cualidad de bueno, un adjetivo que hace referencia a lo útil,
agradable, apetecible, gustoso o divertido. Una persona con
bondad, por lo tanto, tiene una inclinación natural a hacer el
bien.
Así era nuestro amigo
Pedro Fernández. Y todas esas virtudes las puso al servicio de su Virgen de los
Santos, tantos años en su Junta de Gobierno, y toda la vida desde lo más
profundo de su corazón.
Francisco Jiménez
Vargas-Machuca
26 de Agosto de 2012
2 comentarios:
Este homenaje es idea de nuestro amigo Andrés Romero Torres, autor de la fotografía. Francisco Jiménez Vargas-Machuca ha querido aportar su granito de arena con el texto que se inserta en este blog. Seguro que Pedro, desde el Cielo, se lo agradecerá a los dos.
Como podréis suponer, me uno y felicito a Andrés Romero y a Francisco Jiménez por su más que merecido homenaje a nuestro amigo Pedro Fernández de quien nunca diremos suficientes palabras para corresponder a todo lo que él, con humildad y bondad, siempre hizo por los demás. Y yo me pregunto:Igual que se reconocen públicamente los méritos de deportistas, toreros, científicos,políticos,artistas,etc. ¿Por qué no iniciamos los pasos necesarios para solicitar de nuestro Ayuntamiento que la Honradez, Bondad, Humildad, Generosidad, y tantas virtudes que coincidían en la persona de nuestro amigo Pedro sean reconocidas de alguna manera y quede para las generaciones futuras de Alcalá como un símbolo de lo que es una Buena Persona?
En estos tiempos que corren en los que no estamos muy sobrados de de ellas, creemos que es de justicia, porque Pedro, además de Especial para nosotros, fue Ejemplar para todos. Paco Gil
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