Transcurridos ya varios meses de tu fallecimiento, me resigno a creer que te has ido, que no volveré a verte. ¡NO! Tu estás en mi día a día, en mis noches y te veo a todas horas.
Son tantos y tantos los recuerdos que tengo de ti, y todos buenos, que eres un ser especial, que sería imposible apartar de mi vida. Te has ido en silencio, como tu siempre decías, sin sufrir ni hacer sufrir a los demás. Esa era la muerte que pedías, pero a mi modo de ver muy pronto, nos quedaba mucho que disfrutar juntos.
Quiero dar las gracias a todo el pueblo, a aquellas personas que te han homenajeado y que han sabido reflejar tu personalidad tal como eras, con esos valores que Dios te dio y que poca gente tiene. Tu, tan humilde como siempre, no dabas importancia a tu forma de ser ¡qué orgullo! Yo siempre me he sentido orgullosa de ser tu hija, sabes la unión que teníamos, eras mi PADRE, mi AMIGO, mi CONFIDENTE, la persona en quien confié siempre, sin dudar nunca de lo que me decías. Eras un pilar tan grande en la casa, que hoy nada es igual. Nos haces mucha falta.
Yo, aunque tengo mi familia que me apoya, siento ese vacío como el que más, porque tu, papá "Pedro el de la Caja de Ahorros", como yo decía con orgullo cuando me preguntaban de quien era hija. Has sido un padre ejemplar, un abuelo inmejorable, que junto a mi madre habéis ejercido de padres de mis hijas en varias ocasiones, para que nosotros sus padres, pudiéramos salir fuera a trabajar. Mis niñas te nombran a diario, con cariño, siempre tienen una anécdota que contar de ti, pues han pasado tanto tiempo contigo, que saben lo que dirías en cada momento.
Siempre con esa sonrisa, ese carácter dulce, del que hacen mención las personas a las que atendías amablemente en el Banco hasta tu prejubilación. Nunca nos pusiste una mala cara, siempre estabas bien para no preocuparnos, nos facilitabas la vida dando color a todo.
Fuiste un suegro único, así te define mi marido y me consta que os habéis querido mutuamente.
Con esta carta quiero desahogarme e intentar llevar este duelo, este cúmulo de emociones que luchan por salir, pero que no dejaré escapar. Solo quiero trasmitírtelas y pensar que sigues aquí a mi lado.
Tu querías que estuviéramos unidos y así ha sido. Mis tías Petra y Loli, para las que eras el "niño" y mi tío José María han estado con nosotros hasta el último momento, así como mis primos que se han volcado contigo como si de su mismo padre se tratara. ¡Ahora entiendo porqué los querías tanto!
Tu amigo Andrés Camacho, que erais como hermanos, siempre busca un hueco para publicar algo tuyo, cosa que le agradezco enormemente. Para él, como para otros amigos que has dejado aquí, Matías, Emilio, Antonio Ponce, mi suegro, ha sido un duro golpe tu marcha.
Me tranquiliza saber que abuela Ana está contigo. Ella te protegerá como siempre lo hizo.
Seguro que has visto a mi tío Juan Agüera, a quien quise con toda el alma, como un segundo padre. Dale un abrazo de mi parte.
Imagino que Dios necesitaba un ángel bueno a su lado para guiar a la gente allá arriba y por eso te ha llevado y hoy eres la estrella que ilumina nuestras vidas, de otra forma no puedo entender tu partida.
¡Qué huella más bonita y más grande has dejado!
Tere Fernández Luna
31 de Agosto de 2012
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