Mañana
sábado, día 8 del actual mes de marzo, celebramos el “Día mundial de la mujer”.
Desde hace siglos, la mujer ha esperado con paciencia que se defina cuál es su
papel en la sociedad y en la misma Iglesia cristiana. Ciertamente, antes del
cristianismo, las culturas paganas consideraban a la mujer como una esclava del
hombre, carente de derechos e instrumento de placer. Con el cristianismo, se
dio un gran paso, la igualdad fundamental del hombre y la mujer ante Dios. La Virgen,
en el culto mariano, no sólo honra a la madre de Jesús, sino a todas las madres
del mundo. Pero, a la hora de la verdad, la mujer ha seguido desempeñando un
papel secundario.
Desgraciadamente,
todavía hoy, una mitad de los emigrantes que se ven obligados a cambiar de
países por falta de trabajo, son mujeres que huyen del infierno. Las motivaciones
para migrar responden a numerosas necesidades, como son la calidad de vida
familiar, la huida de una pobreza total,
la violencia de género, la mula de carga de las labores agrícolas y la
encomienda de la alimentación y vestimenta de toda la familia.
Podemos
pensar que los emigrantes a los países desarrollados son los hombres pero,
desde hace unos años, la mitad de los que cruzan las fronteras son mujeres. Emigran huyendo de la terrible desigualdad de género, para escapar de la
agresividad que sufren desde que nacen hasta que mueren, para alejarse de la
ideología patriarcal del hombre, para poder dar cultura y futuro a sus hijos.
Pero,
desgraciadamente, en la otra cara del mundo, las mujeres encuentran también
vejaciones, asaltos, abusos, violaciones y una gran precariedad laboral, de tal
manera que, para sobrevivir, muchas mujeres tienen que prostituirse en las
carreteras y parques públicos. Volver al país de origen más pobres que se
fueron es una humillación que muchas mujeres no quieren sufrir y caen en la
venta de sus cuerpos y de sus propios ideales.
La
mujer, en la actualidad, ha retado al hombre en muchas profesiones y ha
conseguido superarlo con creces en
ciertas actividades profesionales, como la Medicina, la Enseñanza, las Ciencias
y Letras, Laboratorios, Farmacias, Cirugía, Periodismo… Pero según las
informaciones de la UE, el 33% de las mujeres europeas ha sufrido violencia
machista. El Papa Francisco acaba de anunciar un ministerio dedicado a
gestionar la economía del Vaticano, agenciado por mujeres, de manera que puedan
abrir unos caminos nuevos y más justos en la marcha de la Iglesia.
Igualmente,
el pueblo de Dios espera ver la acción de
la mujer en la Iglesia, aunque los fundamentalistas se crispan porque les
gustaría seguir viéndolas hacer la colecta, limpiar las baldosas, obedeciendo y
callando. El Papa Francisco, sin embargo,
no está por callar, sino por defender la igualdad de género y reconocer el papel que Dios ha encomendado a la mujer. La mujer es la
colaboradora de Dios para la Vida y la pedagoga natural. Ya quisiéramos los
profesores enseñar la lengua materna tal como lo hacen las madres.
JUAN
LEIVA
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