La verdad es que yo no tenía el
gusto de conocer al pregonero Nicolás Toscano Liria. Quizás, por eso, me mantenía
a la expectativa sin más interés. Un sevillano, oriundo de Alcalá, licenciado
en Derecho por la Complutense de Madrid y doctor en Literatura Medieval por
Massachusetts, ¿qué nos puede decir a los alcalaínos en vísperas de la fiesta
de San Jorge? Nos puede soltar un rollazo jurídico, unos poemas embelesadores,
o unas vivencias americanizadas. Y ¿Qué hará en la parroquia un auditorio que
no concede más de una hora a un pregonero de San Jorge?
Lo vi en los escalones del
presbiterio y me acerqué, sin más, para saludarle y desearle suerte.
Inmediatamente, me contestó: “Gracias. Tenía ganas de conocerte, como a los
demás pregoneros, porque me habéis ayudado con vuestros pregones a preparar el
mío. Lo que quiero hacer es hablar de la vida de Alcalá con anécdotas, de la
vida de mi niñez alcalaína, de la de mi
familia, de las calles, de los campos, de mi Alcalá. Le estreché la mano y dejé
paso a los que querían saludarle. Sin darme cuenta, me había convertido en su
cómplice y me entusiasmó la sencillez de su perfil.
Tras la presentación, el
pregonero sacó unos folios, cogió un
vaso de agua, dio un trago y ordenó los papeles. Me fui a los asientos de los
pregoneros y le dije a Francisco López Cuadrado: “Me gusta el pregonero. Me
parece que han acertado. Inmediatamente, me contestó: “Para mí, más que su
exhaustiva preparación, no es lo más importante; lo que más valoro es su persona,
su sencillez, su cercanía. De nuevo pensé que Paco López era un cómplice más.
A los pocos minutos, el auditorio
estaba colgado del pregón y Nicolás nos
había cautivado a todos. Una formidable complicidad que no todos los pregoneros
consiguen atraparla. Los oyentes oían entusiasmados, reían al compás de Nicolás
y asentían con los retratos y las etopeyas que nos hacía de la gente alcalaína.
Pasó una hora en un soplo y nadie hacía intención de levantarse. Y, sin darnos
cuenta, le regalamos otra media hora para que siguiera hablándonos de nuestro
Alcalá. Una hora y media en un suspiro.
En oratoria se dice que un buen
orador no suele ser buen escritor; y lo contrario, que un buen escritor no
suele ser buen orador. Sin embargo, Nicolás nos dio una formidable lección de
oratoria sencilla y nos habló, al mismo tiempo, de su especialidad, -la Literatura medieval-, de
sus artículos de crítica literaria, orígenes árabes de nuestro Alcalá.
Precisamente, la celebración la estábamos realizando en una iglesia cristiana,
edificada sobre una mezquita árabe. Enhorabuena, Nicolás, tu pregón ha sido una
formidable lección que no olvidaremos y una bonita complicidad con nuestro
pueblo.
Juan Leiva
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