DISCURSO INAUGURAL DE LA
PLAZUELA
“EMIGRANTES DE ALCALÁ”
Buenos días dignísimas autoridades,
alcalaínas y alcalaínos.
Nos encontramos aquí esta bonita mañana
de primavera, para inaugurar el nuevo nombre de la Plazuela, que a partir de
hoy será conocida como: “Plazuela Emigrantes de Alcalá”.
Y en primer lugar quiero expresar, en
nombre de todas las personas que marchamos un día de este pueblo, nuestro más
sincero agradecimiento al Ayuntamiento de Alcalá de los Gazules, desde su
Alcalde, Ilmo. Sr. Don Julio Toscano Gómez, a los portavoces de los grupos
municipales, Don Javier Pizarro Ruiz y don Juan Carlos Fernández Luna, y a la
Concejala de Cultura doña Zulema Sánchez Bazán, y a todos y cada uno de sus
concejales, por haber tenido la sensibilidad de atender nuestra demanda de que
hubiera un lugar en Alcalá que recordara a los miles de hijos de este pueblo
que viven y trabajan por el mundo. Muchas gracias. Muchas gracias.
Esto empezó cuando el alcalaíno
residente en Cataluña, don Bartolomé García García, lo propuso en un Pleno
Municipal. La cosa pasó desapercibida, hasta que durante la celebración del I
Encuentro de Alcalaínos en Cataluña, los componentes del Comité Organizador,
recogiendo la voluntad de cientos de alcalaínos, le trasladamos al Alcalde
nuestro deseo de que hubiera una calle en nuestro pueblo, que le recordara a la
gente, que hay mucha sangre de Alcalá repartida por muchos lugares del mundo,
sangre de los Gazules, sangre que añora a su pueblo y que ansía tener algún
símbolo, algo como un cordón umbilical imaginario, le una a sus raíces; le una
a este lugar donde por primera vez penetró en sus pulmones el aire fresco de
nuestra sierra; algo que nos una para siempre a aquella cuna en la que
quisiéramos seguir durmiendo todavía. Ya tenemos ese rincón que nos recuerda.
Hoy es un día histórico para Alcalá de
los Gazules. En este entrañable lugar lleno de viejos recuerdos, por el que
parece que no ha pasado el tiempo, estamos juntas y hermanadas las dos Alcalá.
La Alcalá actual que formáis los que vivís aquí, y la otra Alcalá que
conformamos nosotros, los que hace años tuvimos que marchar, y que entonces
éramos los que, como vosotros, paseábamos por estas calles ensoñadas y por esos
callejones morunos llenos de encanto y de misterio; jugando al aro o corriendo
detrás de aquellas preciosas chiquillas, con sus risas claras y sus largas
trenzas brillando al sol, bajo este cielo azul inmaculado.
Nuestro Alcalá era distinto al actual.
Todo cambia con el tiempo. Ya no existen las posadas llenas de caballos, en los
que llegaban los hombres del campo para hacer sus compras y solucionar sus
asuntos. Hace tiempo que desaparecieron el carbón y el brasero. También se
perdieron las calles empedradas. Se abandonaron los pozos. Y desapareció el
bullicio continuo de personas llenando los patios y las calles. Alcalá sigue
siendo igual en su silueta, pero es otra Alcalá. Hoy es una ciudad moderna del
siglo XXI. Todo cambia. Y nosotros también hemos cambiado. Esa es la
consecuencia que se produce, cuando tienes que abandonar tu tierra para
instalarte en otra lejana y desconocida. Sigues queriendo y recordando a los
tuyos, a los paisanos, sus caras, sus calles y las costumbres como eran
entonces; y cuando los reencuentras, casi no los reconoces, porque el tiempo ha
pasado como un rodillo, dejando su huella y ejerciendo su ley inexorable de
adaptarse a los nuevos tiempos.
No nos fuimos contentos de aquí.
Marchamos llorando y con el corazón encogido, porque aquí se quedaban nuestros
parientes, todos nuestros amigos, nuestros primeros amores, a veces rotos para
siempre, y aquí quedaban todos nuestros recuerdos. Un viejo bolero decía:
“Dicen que la distancia es el olvido…”, pero yo les puedo asegurar que, en
nuestro caso, la distancia, en lugar de separarnos, nos ha acercado más a
nuestras raíces, ha hecho que el amor que sentimos por nuestro pueblo se haya
incrementado, y la palabra olvido no tiene sentido entre nosotros y Alcalá. Las
palabras distancia y olvido, se han transformado en cariño y pasión.
Hace ya casi sesenta años, que cada
semana salían decenas de personas de Alcalá. Muchas no volvieron jamás. De este
pueblo marcharon muchos, muchísimos más vecinos que de todos los pueblos de
nuestro entorno juntos. Las estadísticas lo confirman. Nuestro admirado paisano
don Juan Leiva nos lo recordaba hace pocos días en un precioso y bien
documentado artículo. Alcalá se despobló. Se produjo una honda herida, un
vacío, que sesenta años no han sido capaces de cicatrizar del todo. El gran
poeta del Puerto de Santa María, Rafael Alberti, en sus memorias tituladas La
Arboleda Perdida, cuenta que llegó un día a Alcalá de los Gazules, la del
precioso nombre, alta maravilla torreada, para cumplir una promesa hecha a un
buen amigo alcalaíno, al que había conocido durante su exilio en Rusia, tras la
Guerra Civil Española. De esta visita, escribió:
Gloria del campo que está
desangrándose en sus hijos
que se mueren o se van
lejos a tierra extranjera
para poder trabajar.
Esa es la tragedia real de la historia
de este pueblo. Un pueblo que en muy pocos años perdió a más de la mitad de sus
vecinos, con lo que las calles, la Playa y los patios perdieron encanto y
alegría. Todos teníamos a alguien de quien acordarnos. Y es para recordar a
todos esos alcalaínos que marcharon un día, para lo que nos encontramos esta
bonita mañana en esta coqueta plazuela, este lugar de paso obligado de casi
todos los acontecimientos importantes que se producen en nuestro pueblo.
Considero que este es un lugar muy digno, dentro del callejero local, para que lleve
nuestro nombre: Emigrantes de Alcalá. Cuantos pasen por aquí y lean esta
hermosa placa, se acordará del pariente, del amigo, de la vecina o del paisano
que reside en otras poblaciones lejanas de España y del mundo.
Nos marchamos llorando, pero volvemos
contentos. Estamos satisfechos porque en esa bonita cerámica pone: EMIGRANTES,
pero a continuación dice: DE ALCALÁ. Y es verdad que somos de aquí y siempre
nos enorgullecemos de serlo. Y lo decimos por donde quiera que vamos. Los que
hemos nacido en Alcalá, no somos igual que los de cualquier otro pueblo de
España. Alcalá no es igual que los demás pueblos. Un día dije que es:
Un pueblo de tez morena
y alma de paloma blanca
que guarda dentro la pena
y solito se la arranca.
Nosotros somos diferentes acogiendo a
las personas que vienen a visitarnos y también somos diferentes cuando vivimos
en otros lugares. Cuando oímos la palabra Alcalá, se nos iluminan los ojos y
una sonrisa aparece en nuestro rostro. Nosotros queremos más a nuestro pueblo,
que los demás a los suyos. Un día escribí:
Mi pueblo no es cualquier pueblo
tiene unas cosas mi pueblo
que muy pocos pueblos tienen
cosas que no vende nadie
y que sólo Dios concede.
Y después explicaba en versos todo lo
bueno de nuestra tierra; como hacemos todos los días cuando nos encontramos con
cualquier persona en Barcelona, en Madrid, en Bilbao o en Málaga. Nosotros no
decimos que somos andaluces, nosotros solemos decir que somos de Alcalá de los
Gazules, y casi siempre tenemos que añadir: si, si, de los Gazules, con G de
gato. Y mira usted, nuestra Patrona es la Virgen de los Santos, que nos espera
con su dulce y radiante mirada, en un precioso Santuario de cal blanca y teja
mora, lleno de encanto y de embrujo, en el que el tiempo y los pulsos se paran
y la emoción nos embarga, se sea o no creyente. Y allí junto a la Señora,
disfrutamos de una sensación de paz interior, difícil de explicar, pero que
aparece siempre. Vaya usted a comprobarlo, le gustará.
Nosotros no necesitamos decir que somos
andaluces, porque nosotros somos, en verdad, lo auténtico y genuino andaluz;
como os recuerdo que dijo de nosotros el gran poeta granadino Federico García
Lorca, cuando en una carta enviada a su paisano y amigo, el historiador y
periodista Melchor Fernández Almagro, le decía: “…yo que soy andaluz y
requeteandaluz, suspiro por Málaga, por Córdoba, por Sanlúcar la Mayor, por
Algeciras, por Cádiz auténtico y entonado…por Alcalá de los Gazules, por todo
aquello que es genuinamente andaluz.”
Con estas palabras pretendo dejar muy
claro que, aunque vivamos lejos de Alcalá, seguimos ejerciendo de alcalaínos,
presumiendo de la belleza incomparable de este hermoso pastel blanco,
encaramado a un monte, con la torre de guinda, y con el telón de fondo de
nuestro Picacho, dándole color y protección a un paisaje verde, azul y rojo
inigualable. ¡Qué bonito es nuestro pueblo!
En la sierra gaditana
Alcalá luce su historia
romana, mora y cristiana
y su belleza notoria.
Somos alcalaínos que vivimos fuera de
Alcalá, y en mi caso quiero decir que:
Es cierto que estoy contento
en la tierra catalana
pero no hay noche ni día
que no sufra la nostalgia
y el cariño que yo siento
por mi cuna gaditana.
Por ello, pido desde aquí al Pueblo de
Alcalá de los Gazules, que no nos considere extraños, pues seguimos siendo
hijos de Alcalá, practicantes por donde quiera que vayamos. Así que te digo
paisano querido:
Te lo ruego amigo mío
no me llames forastero
pues sufro un escalofrío.
No me sientas forastero
que yo nací en Alcalá
y por Alcalá yo muero.
Y ya termino. Estamos en fiestas. Las
Fiestas de nuestro Patrón San Jorge. Hoy es un día de alegría y de diversión
más que de discursos. Quiero dar las gracias de nuevo al Ayuntamiento de
nuestra Noble, Leal e Ilustre Ciudad, que ha hecho posible, con esta inauguración,
que se vea cumplido el viejo sueño de muchos alcalaínos. Estamos agradecidos,
pues con ello nos habéis dado una muestra clara de cariño y respeto, y con el
mismo cariño y el mismo respeto os correspondemos.
Tras agradecer también vuestra presencia
en este acto, os ruego que cogidos de las manos, las dos Alcalá unidas, alcemos
los brazos al cielo y gritemos con fuerza y con alegría
¡¡VIVA SAN JORGE!!
¡¡VIVA LA VIRGEN DE LOS
SANTOS!!
¡¡VIVA ALCALÁ DE LOS
GAZULES!!
Francisco Teodoro Sánchez Vera
25 de abril de 2015
Plazuela Emigrantes de Alcalá
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