ASÍ ES
MARÍA
Ella es una mujer especial
Como caída de otro planeta,
Ella es una mujer de Alcalá
Llena de vida y de fuerza.
Así es María, llanto y alegría
Que si la conoces te va a encantar.
Dedicado
a María Reyes Arjona, con cariño
Hace
muchos años que conozco a esta alcalaína. Se crió en Santo Domingo, frente a la
Plaza de Abastos. Una pequeña y modesta vivienda fue su casa que compartió con
sus padres y dos hermanos: Antonio y José María. Era lo que había. Veinte o
treinta metros cuadrados para muchas familias, a veces numerosas. Ahí había que
cocinar, comer, dormir, asearse…Nada de cocina independiente, nada de salón, ni
dormitorios individuales, ni cuarto de baño, ni agua corriente, ni luz
eléctrica, ni calefacción. Ella era la hija de Francisco y de Dolores. Él, un
buen “corredor” (pero no de atletismo) o tratante de la época que con pan y
vino andaba el camino. Ella, ama de casa y, entre otras cosas, buena madre y
fiel esposa. Eran malos tiempos pero, entre rosas y espinas, iban sorteando la
vida o los malos momentos. Era nuestra vecina, cuando esta palabra significaba
“persona que se comporta o a la que se aprecia como si fuese de la familia”, en
aquellos años en que al hambre se le llamaba “canina”. Cuando en invierno
¡llovía! ¡llovía! y ¡llovía! y en verano ¡Calores! ¡Calores! y ¡Calores! El
tiempo fue pasando y la vecina se hizo mayor y con Miguel Ruiz en matrimonio se
unió. Desde entonces… ¡Calores todo el año! Y alzó el vuelo para ir a “posarse”
en la calle San Sebastián, junto a la calle de Los Pozos. Y como “donde comen
dos comen tres”, se dedicaron, entre otras cosas, a traer niños al mundo para
alegría de la pareja, de su familia y hasta de los mismos maestros de escuela,
que con la natalidad de aquel tiempo era como asegurarse la materia prima para
su mal pagado trabajo docente. Años más tarde se irían a vivir a la Barriada de
El Lario. Tanto en un sitio como en otro fue bien recibida y muy pronto querida
por sus nuevos vecinos. Pero nosotros, sin embargo, la echábamos de menos
aunque pasaran los años. Ella se dedicó en cuerpo y alma a su familia y a su
casa, oficio que por cierto no es para tomárselo a guasa. Aunque no fue torera,
porque tal profesión estaba vetada a las mujeres de aquella época, nuestra
protagonista recibió de la vida múltiples “cornadas”. Pero, además de abnegada
y constante, ella fue siempre valiente y tiró para adelante. Y ponía “al mal
tiempo buena cara” en los momentos difíciles. Y aprendió que la batalla de la
vida hay que lucharla cada día. Cuando la “aguja se ponía mareá” o tenía algún
achaquillo, se daba una vueltecita por la Ermita y a su Tocaya le hacía una
visita. ¡Y qué bien le sentaba el tratamiento! Aunque siempre agradece la
intersección Divina, ella nunca olvida el papel también importante que tiene la
Medicina.
María,
que así se llama esta luchadora, va por la calle y a cada instante se va
parando, porque hay muchos que la quieren y a todos va saludando. Tampoco se
olvida de aquellos vecinos de antaño y nos visita de vez en cuando. Y es que
ella es cariñosa, humilde, amistosa, servicial y generosa. Es transparente como
el agua de nuestros arroyos y fuentes. Y, además, les confesaré una cosilla,
también tiene genio y figura, aunque sea buena y sencilla.
Hoy,
María sigue viviendo en un merecido y modesto “palacio” allí en El Lario,
disfrutando de las innumerables vistas de nuestro pueblo y rodeada del cariño
de sus hijos, nietos y biznietos. Si, si, sus biznietos, porque a pesar de ser
joven ¡ella es ya bisabuela! Entre todos la miman como a una reina y tratan de
seguir su ejemplo. Hace ya bastantes años que Miguel se marchó. Su generoso
corazón no pudo resistir más. María, siempre está trapicheando, no sabe
quedarse quieta, porque eso sí, ella floja no es, pues desde chica sabe lo que
es estar ocupada en algo y no precisamente para distraerse o hacer ganas de
comer. Pero ahora no lo hace por obligación, lo hace por entretenerse, por
echar una mano a su gente o por vivir una vida mejor que es la que se merece. Y
nosotros, los que la quisimos en Santo Domingo y en San Sebastián y los que la
queremos en El Lario o donde quiera que ella viva, seguiremos llamándola
VECINA, que es lo mismo que llamarle hermana, o prima o tita porque, para
todos, ella es como si fuera de nuestra FAMILIA. Y que sea por mucho tiempo.
Francisco Gil García
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