Los deseos son los estímulos que mejor definen el perfil psicológico, el
comportamiento sociológico y la
trayectoria biográfica de los seres humanos; todavía más que las ideas
e, incluso, más que los hechos, los deseos constituyen los códigos secretos
que, si acertamos a descifrarlos, nos proporcionan las claves para interpretar
el sentido de cada vida humana: nos explican el fondo de nuestras acciones y
nos descubren el fundamento de nuestras omisiones. Sus análisis, por lo tanto,
nos abren unas sendas directas por las que podemos llegar a comprender la
identidad personal y la idiosincrasia colectiva, ya que, de manera más o menos
consciente, influyen decisivamente en las percepciones, en la formación del
pensamiento, en la adopción de las actitudes y en la elección de las conductas.
Copiando palabras de Manuel Gregorio González, me permito afirmar que las
“voces profanas” recogidas en el libro Mujer
y deseo, nos proporcionan una nueva y audaz lectura -sugestiva por su
originalidad- de textos clásicos, y una exégesis matizada -sorprendente por su
obviedad- de relatos “religiosos”: nos aclaran las raíces ocultas de los
comportamientos “femeninos”, desde una perspectiva insólita hasta ahora, y nos
muestran los gérmenes de unas desigualdades aceptadas tradicionalmente como
herencias biológicas o como reliquias antropológicas.
Esta novedosa obra nos aporta unas reflexiones sutiles que ahondan en el
fondo íntimo de nuestra conciencia personal -la de los hombres y la de las
mujeres- y en las galerías subterráneas por las que discurren las corrientes
poderosas de unos mitos que, repetidos hasta la saciedad, han alimentado el
pensamiento religioso, los criterios éticos, las pautas sociales y las opciones
políticas durante milenios; son las brújulas que han orientado la mentalidad y
las líneas maestras que marcan el desarrollo de las relaciones humanas.
Con habilidad, valentía y rigor, las autoras y los autores de estos
trabajos han descendido al pozo de los sentimientos ocultos, reprimidos o
camuflados durante siglos, para denunciar los prejuicios atávicos que, de
hecho, han silenciado y castigado los deseos femeninos como si se tratara de
crímenes nefandos.
Estoy releyendo el libro Mujer y
deseo, aquella obra editada por la Universidad -que recoge los trabajos
debatidos en el Congreso Internacional desarrollado en Cádiz, en abril de 2003,
que fue coordinado por María José de la Pascua, María del Rosario García-Doncel
y Gloria Espigado. Es un análisis que, desde perspectivas interdisciplinares,
esboza la relación mujer-deseo y nos proporciona una información crítica sobre
los fundamentos de las raíces de dicha mentalidad represora de los deseos
femeninos. En mi opinión, estos estudios nos pueden servir para trazar las
pautas que han de orientar unas relaciones más igualitarias, justas y
razonables, y que, posiblemente, posibilitarán una convivencia más confortable,
alejada de sentimentalismos trasnochados.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
Universidad de Cádiz
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