lunes, 2 de septiembre de 2019

XLV PREGÓN A NUESTRA SEÑORA DE LOS SANTOS



XLV PREGÓN A
NUESTRA SEÑORA DE LOS SANTOS


¡¡¡QUE LO QUE SALGA DE MI BOCA, SEA PARA TU GLORIA!!!


¡¡¡ Salve, Madre!!!

¡En la tierra de tus amores!
En la tierra de mis padres
y la tierra de mis mayores.
Tierra de gentes sencillas,
tierra de acogedores.
Tierra alfombrada con huellas
de romeros, de soñadores.

¡¡¡Salve, Madre!!!

En la tierra labrada a pulso
por labriegos y segadores.
Tierra de carboneros.
Tierra de cumplidores.
De piedras que alcanzan siglos,
nubes blancas de algodones.
De ramas de olivos verdes.
Tierra de mis amores.


¡¡¡Salve, Madre!!!

Te saludan los cantos
y los pájaros del cielo.
Las aguas de los arroyos
y el levante con sus revuelos.

Te saludan mis versos,
mis rimas y mis quimeras,
mi gozo, tan grande hoy,
mis lágrimas y mis penas,
mi tiempo, mis años, mis miedos
y la sangre de mis poemas.
Mis manos que rozan tu manto
y te escriben palabras llenas
de sentimientos sencillos
de gratitud y esperanza plena.
¡Palabras que bordan el papel
de la manera mejor
para lanzar por el aire
el canto de este pregón!

¡¡¡Salve, Madre!!!

Que te alza el amor.
Reina de nuestras almas.
Flor de las flores
que llenan los campos,
la sierra y los corazones.
Enséñanos  aquí
tu gloria,
tus resplandores.
¡Que en el Cielo tan sólo
te aman mejor!

¡Vida!
¡Esperanza!
¡Dulzura!

De tantas almas que en ti confían.
De tantos hijos que se emocionan
y te quieren a porfía.
Que miran tu cara
y revuelan las alegrías.
Que miran tus ojos…
“¡Tus dos luceros!
¡¡¡Ay, quién pudiera siempre mirarse en ellos!!!”

¡No hay en el mundo más luz
que nos guíe por los caminos.
Y no hay resplandor más hermoso
para tus hijos alcalaínos!

¡¡¡Salve, Madre!!!
¡¡¡Salve, Virgen chiquita!!!

Que mientras mi vida alentare,
¡Te lo digo, te lo grito,
te lo pregono y te lo canto!

¡Que sí, Madre mía,
que todo mi amor es para ti!

¡Y que es mucho el que te tengo!
Que se oiga en las montañas,
en los valles y  los senderos.
Que por el mundo lo canten
todas las aves del cielo.
Y los grillos de la noche
y los peces de los mares.
Los vivas de mis paisanos
por los campos y los trigales.

Pues no hay rincón de este mundo,
ni en el cielo ni en el suelo,
que los ecos no repitan
que para mí eres lo primero.

Y quiero decirte bajito,
con más vergüenza que miedo,
que si mi amor, cosa rara,
por motivos que ni entiendo,
por cosas que me pasaren
y que ni ahora comprendo

¡Madre mía!
¡Mi Virgencita!

¡Que ni decírtelo quiero!
Que aunque mi amor te olvidare…
Tú nunca te olvides
de este humilde pregonero.


¡¡¡Viva la Virgen de los Santos!!!


Sr. Cura Párroco y Director Espiritual de la Hermandad de Ntra. Sra. de los Santos.
Sr. Vicepresidente del Consejo Local Parroquial.
Sr. Hermano Mayor y Junta de Gobierno.
Antiguos Hermanos Mayores
Sr. Alcalde y miembros de la Corporación Municipal.
Presidente del Consejo Local de Hermandades y Cofradías.
Hermana Mayor del Beaterio.
Representantes de las distintas Hermandades y Cofradías.
Autoridades Civiles y Militares.
Anteriores Pregoneras y Pregoneros.
Representantes de las Peñas alcalaínas.
Camaristas, capataz, santeros y coro parroquial..
Queridos familiares.
Amigos todos.

Cuando aquella noche el Hermano Mayor de la Hermandad me llamó para comunicarme mi designación como pregonero, me hizo un comentario  que he recordado todos los días. Me llamó desde la calle. Dijo que estaba en Alcalá, no lo dudé ni un solo instante. Tal era el ruido que hacía el viento a través del teléfono. Era seguro. Estaba en Alcalá. Entonces me dijo, “Te invito a que te subas a un tren que sólo pasa una vez en la vida. Además, que este tren es especial, en él se celebra un aniversario. Veinticinco años….”
Y aquí estoy, dentro de un vagón cualquiera, en el asiento  número 45, “ligero de equipaje, casi desnudo como los hijos de la mar”. Pero en mi corazón, llevo una pequeña maleta con los cuarenta y cuatro pregones que me precedieron.
Agradezco enormemente a la Hermandad este valioso regalo que me han hecho, a mí y a mi familia. Porque es algo impresionante, una alegría difícil de explicar con palabras. Y soy consciente que cuando se viaja en ese tren, el billete es sólo de ida. Ser pregonero de la Virgen de los Santos es para siempre. No hay vuelta. ¡Y bendita la hora!
En cuanto a ti, mi amigo presentador, creo que no lo sabes, pero desde hace un tiempo estoy en deuda contigo. Te debo un poema. Dicen que Dios le manda las batallas más difíciles a sus mejores guerreros. Es posible que eso sea verdad, no lo dudo. Por eso,  no siempre los soldados podemos enarbolar el estandarte de la poesía. A veces, el corazón se encoge y se entristece. Y no te pude regalar aquello que hubiese querido en aquél cumpleaños tan especial.  Y, ¡¡¡mira qué ocasión me ha regalado el destino!!!
Creo que hoy es el momento de saldar esa deuda contigo. No sólo en agradecimiento por las palabras que me has dedicado, ni por tantas y tantísimas cosas vividas juntos. Sino porque quiero hacerlo. Tal vez, nuestra Virgen ha querido que ahora sea el momento

Y desde el altar precioso
escalera de mis besos,
 en un suspiro gozoso
va un ramillete de versos.
Un corazón nunca puede
tener lo que no quiso,
ni compartir lo que duele,
ni pagar lo que no hizo.
Mirar al espejo y ver
la cara de un hombre bueno.
Sentir tu alma y tener
reflejo de  gozo pleno.
Sentarse en la arena
y ver  llegar a las olas.
Sentarse en las veredas
y ver crecer amapolas.

Si nuestra vida es reloj
de arena de los desiertos,
el tiempo nunca paró
ni se atascó en los estrechos.
Empezamos jugando  chinas
en las escaleras del patio.
Diez piedrecitas albinas
que otros llamaban cascajos
y para nosotros ¡concha fina!
Durante años, fuimos dos
y llegamos a la gloria fuertes,
pero multiplicamos amor
y vaya personas con suerte.
La Giralda fue a bailar
a la Caleta sin zapatos.
Y de pronto, dos más dos
se convirtieron en cuatro.

No necesitas caminos
pues  los abres con tus pasos.
Y tu edad es el buen vino
que va mejorando en el vaso.
¡Qué fácil hacer las rimas
y componer tu canción.
Solas las palabras se arriman
pues salen del corazón!
¡Qué fácil es vivir
sabiendo que estás conmigo!
¡Pues más fácil es sentir
lo que siento, buen amigo!

Déjame que el viento traiga
hasta mi boca el día de hoy.
Y de mi alma se caigan
las gracias que  te doy.
Que la Virgen sea testigo
de que cumplo mi promesa.
Y ante la Virgen te digo
con oración que se reza
gracias por estar conmigo,
viviendo unidos por manos.
Porque antes que seas mi amigo
te considero mi hermano.


También quiero agradecer todas las muestras de cariño que he recibido durante estos meses. Ha sido muy bonito y emocionante. Y, por supuesto, me ha ayudado mucho sentir el calor de todos y recibir el aliento necesario para esta misión. Sé que es mucha la responsabilidad porque mucho es el amor que sentimos por nuestra Virgen de los Santos.
Agradezco de corazón a todos los presentes el que hayáis acudido esta tarde a acompañarme, así me siento arropado y protegido. Muchas gracias a todos.

Hace una tarde, para hablar de amor….

Es verano, el mes de agosto se despide a su manera. Con calor, con mucho calor. El sol, capitán de navío, nos salpica las últimas lenguas de fuego. Es nuestro sol, grande, redondo y amarillo. En estos días de verano nos aprieta la cara, y a esta hora de la tarde, nos mira de reojo con ojos picarones.

 A pesar de eso, apetece hablar de amor….

El campo se inunda de olores estivales. Olor a pastos, a higueras, a zarzas, a olivos. A tierra caliente, a piedras, a cal. Orégano, jara, poleo, corcho, maderas y tejas viejas.… Un universo de olores. Siempre me gustaron los olores de las tardes de verano. Me recuerdan la niñez.
El campo también se inunda de colores. Gama templada. Ocres, verdes, amarillos, rojos, naranjas y lilas. El arco iris revienta en verano y como palmera de fuegos artificiales baja del cielo a la tierra, pero silenciosamente, calladamente pinta de colores la tarde para que te los encuentres sin buscarlos. Porque  esos colores los pintó un artista creador para que nosotros los disfrutemos. Y de una paleta mágica brotan a estas horas de la tarde.
Acaba de llegar la luna, llenando de redondez la noche. Convirtiendo el cielo en un manto de estrellas plateadas como el que hoy viste a nuestra Madre. Buen momento para hablar de amor.
A mi, sí me pertenece el paisaje. ¡Y vaya suerte que tuve! Porque este paisaje de olores, de colores, de aires y sensaciones se pega en mi como una segunda piel y me hace ser quién soy. Un alcalaíno de los pies a la cabeza, alcalaíno por dentro y por fuera, alcalaíno de los de dentro y también de los de fuera. Amo mi pueblo. La tierra donde vine al mundo y de la que nunca me he ido. Disfruto mi pueblo apasionadamente.

“Enamorado estoy, pero que muy enamorado”
Nostalgia de sueños azules
que suenan a voces del tiempo.
Pesares que nunca tuve.
Gritos mudos del silencio.
Un secreto en cada esquina,
guardianes de pensamientos.
Collares de casas albinas
con los balcones abiertos.

¡Ay Alcalá de los Gazules!
¡Te bautizaron bonito!
Torre en mitad de los montes
y para el viento  abanico.
Laberinto con sentido.
Buque insignia tierra adentro,
 donde algunas flores vivieron
deshojadas y sin aliento.
Alcalá de los Gazules
reloj de cristal y arena
¡Qué aquí sólo hay alegrías!
¡Qué nunca llegan las penas!

¡Ay Alcalá de los Gazules!
¿De dónde traes la casta
que cuando abres tus brazos
ninguno se te escapa?
¿Será que del pan moreno
te enamoras cada mañana?
¿Qué es lo que te convierte
en perla tan soberana?
Digo pueblo y digo alma.
Digo pueblo y digo gentes.
Digo pueblo y digo sangre
porque el corazón lo siente.

Estandarte de nuestra historia
¿qué buscas mirando al frente?
Busco un manto de rocío
que mis aristas refresque.
Pues no te canses de mirar,
adelante siempre, siempre
Alcalá de los Gazules
pueblo de arenas calientes.

Amar tus raíces es amarte a ti mismo. Amar a tus gentes es amarte a ti mismo. Amar tu paisaje, tu entorno, el marco de tus escenas, es amarte a ti mismo. ¡Ay de aquél que huye de su casa! Qué tristeza tan grande pintará su alma.
Amar tu tierra es amar tu historia, el eco de tus risas pasadas y los llantos venideros, el calor de los abrazos y el sabor de antiguos versos. Querer tu pueblo como un cofre donde guardaste tantos recuerdos. Unos bonitos, y otros… preciosos. Un cofre eterno, un baúl inmutable. El arca de mi alianza, donde todo cabe, excepto el olvido.
Ama quién es valiente, que lo fácil es el conflicto. El que pelea es cobarde aunque parezca aguerrido. Pues valor no tuvo de enfrentarse a si mismo. El hombre feliz, no necesita ni camisa para sus hombros doloridos. Ni pañuelo para sus lágrimas porque éstas sirven también para refrescar su rostro.


¡Qué importante y necesario es hablar de amor!


¿Qué haríamos sin él nosotros, los que nos llamamos humanos? El amor es el motor que bombea nuestra sangre, el aire que nos da alas para volar, lo que nos da raíces y nos protege de las tempestades. El amor es la piedra angular que goza con la verdad, “podríamos hablar todas las lenguas del mundo, conocer todos los secretos y todo el saber, si no tenemos amor, solo seremos un metal que resuena”. Porque el amor es la ley, la palabra mágica, la llave que todo lo abre, la mano que nunca se cierra. El amor, es la palabra divina.
Por esa razón, al amor no sólo hay que sentirlo. También hay que hablarlo. Recitarlo, susurrarlo. Escribirlo y entonarlo. Gritarlo y cantarlo. Y los que tengan mi suerte… también pregonarlo. Por eso hoy, vengo a hablar de amor.
No haré definiciones de  cosas que todos conocéis. Filósofos y poetas han intentado explicar determinados sentimientos. No seré yo quien se encargue de eso. Ni lo quiero ni lo pretendo. Y sobre todo, no lo necesito.
Dicen que hay muchas formas de amor. Que se puede amar de muchas maneras. El abanico es amplio. Amor a tal y a cual, amor de tal o de cual manera, y  a veces se cataloga como ofertas de verano, como un producto que se adquiere, se compra, se vende… y,  que hasta se regala dentro de un ramo de rosas o en una caja de bombones. Puede haber una cascada de razones, motivos, lugares, deseos, personas. Amor a la carta o jugado a una sola carta. Pero hoy, queridos paisanos, quiero deciros que el amor que más me alegra, es el amor compartido. Cuando mi corazón, y el tuyo, y el tuyo… y el de todos nosotros… mira hacia el mismo lugar. Cuando ponemos la pasión en el mismo punto. Un lugar, donde no todos los días dos más dos suma cuatro. Un punto dentro de ese paisaje que nos enmarca la existencia, un punto que ni siquiera es necesario tener delante para verlo, porque también  se ve con los ojos del alma.

Ese lugar, es la carita hermosa de nuestra Virgen de los Santos.

¡Qué largos se hacen
los días que no te veo!
y qué cortos los sueños.
Si no te veo,
mis ojos se enfadan, se pierden…
Mi mente se llena de ti
y proyectan tu imagen
por todos los rincones de mi casa.

Porque esa carita, es el punto donde han mirado, miran y mirarán decenas de generaciones a través de los tiempos.

“¡Qué bonita te veo yo por la tarde!”
“¡De buenas ganas,
bendiciones del Cielo
 Tú nos derramas!”

En su carita se quedaron tantas miradas… que no hay tesoro más preciado para nosotros que su cara hermosa. Porque en ella están los ojos de nuestros amigos y familiares que ya cumplieron su tiempo. Está la historia sentimental y emocional de cientos de personas que te miraron con ojos complacidos, con ojos implorantes. ¡Han sido tantos los peregrinos, los romeros, que se postraron a tus pies mirándote con devoción y humildad a través de los siglos…!
Tu cara es el espejo dónde se miraron nuestros antepasados. Algunos con cabezas descubiertas y otros con sombreros calados. Ojos que agradecieron, ojos que rogaron. Y esas miradas en tu rostro, para siempre se prendaron.

¡Quién fuera el pañolito
que limpia tu santa cara!
Porque ya lo dijo boca sabia
que lo que decía sabía.
¡Que no hay privilegio más grande
ni suerte más deseada!
¡Dios premie con su gloria
a quién tu cara limpiara!


Bendito el ángel del Cielo que te puso entre nosotros. Bendito el Pastorcillo que te trajo a nuestro pueblo. Benditas sean las manos que construyeron tu casa. Y las que bordan tu manto, y te visten de Reina Soberana. Benditas las flores que te perfuman. Bendito el rayo de luz que a través de los cristales ilumina tu morada. Benditas las personas que cuidan de tu casa….

“¡Por vivir junto a la Virgen
 qué suerte tienes, santero”
…. y santera!

Benditas  las personas que te rezan, y benditos los que dirigen tus ritos, tus alabanzas, tus cultos y tu heredad… Bendito quién te dirige por los caminos entre olivos, entre las aguas del río, entre las calles de tu pueblo.

“¡Pastora hermosa, gracia divina,
ay paloma que derramas
tu gracia por donde vas!”

Benditos seáis todos los que día a día cuidáis de Ella con tanto amor y tanto respeto. Porque al amor necesariamente hay que cuidarlo como el agua del aljibe en las macetas del patio. En el blanco de las paredes y en los hilos de su manto.

Abro mis ojos y te contemplo…
El Universo entero baila la maravilla…

Los arroyos se cogen de la mano.
Los ríos se besan las orillas.
Los caminos se abrazan como hermanos.
El viento silva entre las montañas.
Esa es la maravilla.

Esa es la vida.
No es un sueño ni un deseo.
Es la maravilla.

Pero ¡alerta, ten cuidado!
Pues parece cosa clara
que la maravilla se acaba en cada bofetada,
en cada funesto pensamiento,
en cada rencorosa mirada.
Se acaba cada vez que nos tragamos los besos,
cada vez que cerramos los puños,
cada vez que escupimos veneno,
cada vez que miramos con ojos de sangre.

La maravilla se alimenta del amor,
sólo del amor.
La maravilla, es el amor.

Este año, también celebramos y recordamos aquella calurosa mañana de hace veinticinco años en que te coronamos como Reina de nuestras almas y nuestros corazones. Al poner esa corona sobre su cabeza pusimos el amor agradecido de todo un pueblo. Pusimos las caricias de todo un pueblo. Los pensamientos de todo un pueblo. La Historia Sagrada de todo un pueblo.
Son muchos alcalaínos los que en esos veinticinco años partieron para estar más cerca de Ella. No hace falta decir nombres, pero su recuerdo sigue presente en una fecha tan señalada. Sirvan estas palabras de homenaje para ellos. Es imposible no recordar en estos momentos a quienes nos dejaron enseñanzas tan hermosas que se quedaron grabadas en el escalón de nuestras almas.

Madre coronada.
Angeles del Cielo.
Divino pastorcillo.
Reina de los anhelos.
Esperanza de tus gentes
Cantando por sevillanas,
Oraciones penitentes.
Rocío de las mañanas.
Oros que enmarcan tu frente.
No hará falta más poesía
Al escribir dos palabras y
Decir
Ave María.

Alguna vez oí decir a un pregonero que no merecía tan grande privilegio. Jamás oiréis eso de mis labios. Jamás. Y no por pedantería, ni mucho menos. Pienso que tengo todo el derecho del mundo para hacer lo que estoy haciendo. De igual manera que lo tenéis también cualquiera de vosotros que ahora me escucháis. Porque yo os pregunto: ¿Qué hijo no tiene todo el derecho del mundo de poder decir cosas bonitas a su madre?

“Piropos, que le digo a mi Patrona,
a mi Virgen de los Santos,
porque la llevo muy dentro
 y con el alma le canto”

Es derecho universal de todos los que en su corazón albergan esos sentimientos puros. Podremos no tener muchas cosas y no haberlas tenido nunca. Podremos haber perdido nuestras pertenencias más personales. Podremos no tener calendarios que midan nuestro tiempo, ni saber en el intelecto, ni amigos ni hermanos. Caminar solos por otras orillas. Incluso, podremos no tener ni un dios, pero lo que todos tenemos, inexcusablemente y eternamente, es una madre.
¡Y no hay amor en el cielo o en la tierra que comparársele pueda!. “Como un río de leones  su maravillosa fuerza”. El amor de una madre hacia sus hijos. Tal vez esa sea nuestra mayor riqueza, nuestra mayor herencia. Las piedras de nuestra muralla y la semilla de nuestra esencia. Son tantas las cosas que nuestras madres nos dieron, nos dan y nos darán. Empezando por la vida. No hay oración o refrán que defina lo que eso significa, ni nunca encontraremos palabras para agradecer que nos crearan en su vientre y nos trajeran al mundo. Podremos estar más contentos o más tristes, pero estamos vivos, eso es lo importante. Sé que un día moriré, pero también sé que el resto de días no. El resto de días viviré, despertaré por las mañanas y me latirá el corazón. El aire que viene del cielo entrará en mis pulmones. ¿Qué importancia tiene un solo día en la vida de una persona? Aunque ese día sea el último, será sólo un día. Podré soportarlo. Seguro. No seré el primero que lo haga. “Sé que moriré vivo”.
Saber eso debe ser un canto a la gratitud hacia nuestras madres. Que estén donde estén, nos vean felices y contentos. Nos vean vivos. Unas estarán lejos, otras en el Cielo, y la mía en un banquito del santuario, oyendo como pregono a la Virgen de los Santos. Porque…

“en el seno de mi madre
a quererte empecé yo”.

Y es que en la casa de nuestra madre cabemos todos. Una madre jamás le cerrará las puertas a un hijo. Y si por cosas raras tuviera que hacerlo, seguro que le dejará una ventanita abierta para que por ella se cuele.
También eso representa nuestra Virgen morenita. Nuestros mayores nos enseñaron, porque así lo dicen las Escrituras y es nuestra fe, que en Ella se hizo la palabra divina para que de su  vientre brotara la Luz del mundo, limpia como una vara de azucenas. Que de Ella naciera aquél que anduvo sobre las aguas y repartió pan y peces, aquél que dio de comer al hambriento y dio de beber al sediento, aquél que perdonó el sufrimiento sobre su cuerpo, aquél que escogió entre sus amigos a los sencillos, los trabajadores, los excluidos y los enfermos. Aquél al que las golondrinas limpiaron su frente manchada de sangre. Aquél que entendió la importancia de vivir y morir hablando de amor. Pregonando el amor en las montañas y los desiertos. ¿Cómo no querer, respetar y endiosar a alguien que dijo “Amad al prójimo como a ti mismo”?
Tal vez por eso, principalmente, te veneramos con tanta pasión, Madre nuestra de los Santos. Porque representas a todas nuestras madres, y eso también te convierte en la madre de todos nosotros. La madre que nos da la vida y nos une como hermanos. Como los frutos de una granada. Madre que guía nuestros pasos y vela nuestros sueños. Madre que no entiende de colores y, a la vez, comprende todas las lenguas, porque la palabra “mamá” es la palabra primera que pronunciamos y la más  universal.
  
Puede ser la noche oscura
y en soledad el alma.
Puede ser que los gallos
no canten nuestras mañanas.
Llegar al río y no encontrar agua,
y no poder beber del mar
pues son las olas saladas.
Puede ser que nubes grises
sean el techo de mi morada.
Puede ser que las encinas
no me cubran en las heladas.
Incluso que la sequía
se convierta en mi mortaja.
Puede ser que de cansado
mis pies no encuentren camino.
O que mis sesos disparaten
embriagados de tanto vino.
Puede ser que no merezca
ni siquiera a los espinos.

Siempre quedará aquello
que resuene como un canto.
El recuerdo de tu sonrisa
Virgencita de los Santos.

“Una luz bajó del cielo
y en Alcalá se quedó.
Era la Virgen María,
María, madre de Dios.
Todo el pueblo la venera
y la quiere con pasión.
Ay mi Virgen de los Santos
Luz, esperanza y amor”


Y puedo pregonar, porque lo percibo, el vínculo tan especial que existe entre nuestra Virgen y las madres alcalaínas. Basado en la comprensión. Una madre que comprende a otra, que se pone en su lugar. Que sabe lo que es llevar a un hijo entre los brazos.

Pero para ser madre es preciso tener un mérito que no se adquiere en las escuelas ni en las Universidades. Algo que viene de fábrica y que no todos tenemos. Que, a veces, parece una loza sobre la espalda, un madero sobre los hombros. Algo que en ocasiones  se nos olvida que es un privilegio de la Naturaleza. Algo de lo que se habla mucho hoy en día, a veces para ensalzar, otras para insultar. Porque para ser madre, también hay que ser mujer.

Ser mujer no es ni mejor ni peor, simplemente es ser.

Muchos dicen que si las mujeres gobernaran, no habría guerras. Ninguna impulsaría a matar al hijo que otra mujer hubiera llevado en su vientre. Ser mujer es un compromiso con la vida. Y también con la paz. Debe serlo. ¿Para qué parir un hijo y después lanzarlo a los conflictos? Cuando miro a nuestra Virgen de los Santos, recuerdo que Ella también es mujer. No una de tantas, no una más. Con un nombre lleno de nobleza que hay que pronunciar con mucho respeto. Es especial, pero es mujer.
Semilla en la Tierra, cargada de los aires del Mediterráneo, aires fenicios, griegos y romanos, de las arenas de Nazaret, de la fertilidad y la Naturaleza. Pero mujer. Por eso cuando una mujer en el mundo es maltratada, también se maltrata a nuestra Madre del Cielo, cuando una mujer es golpeada o insultada también se lo hacemos a Ella, y cuando una mujer es reconocida, también se reconoce a nuestra Madre, cuando una mujer es feliz, también Ella lo es. Madre, amiga, confidente…compañera.  Mujer que escucha, acompaña, ilumina, protege y cuida de todos sus hijos.

“De todas tengo la que más quiero,
una rosa tan guapa que está en el Cielo”

Que importante resulta poder hablar de amor. Con libertad devota para expresar los sentimientos. Los personales y los de todo un pueblo. Hoy centrándonos en el amor de Alcalá a su Patrona, el amor de cada uno de nosotros a nuestra Patrona.  Nuestra Virgen de los Santos. Madre y mujer. Madre común de todos nosotros.

“Virgen morenita.
Virgen milagrosa.
 Son todos en el valle devotos de tus ruegos.
Son todos peregrinos Señora del lugar”


Y ese lugar… ¡qué lugar tan hermoso! Su casa, nuestra casa. El Santuario. La ermita de Los Santos. Una portada. Santus. Tres cruces. Santus. Un reloj de sol.  Santus.
Un ejercito de olivos que protegen y perfuman. Tres patios abiertos que nos llevan hasta la gloria. Blancos como su pureza. Verdes en sus plantas, como nuestra esperanza. Un aljibe en el centro, para purificar nuestros pasos como nos enseñaron los latinos y los hombres del desierto. Un rosario de cuartos, para rezar oraciones bailando por sevillanas. ¡Ay tu casa!  Subir los escaloncitos y, de pronto, ese olor. No se puede describir. ¿Será que así huele el Cielo? Tres segundos son precisos para llenar los pulmones… levantar la cabeza, y encontrarnos contigo. En lo mejor del lugar. En tu camarín. En un destello que nos deslumbra de plata y sueños, de cristales y reflejos, envueltos  en paredes repletas de ruegos y gracias, y entonces…. el tiempo se para…. el mundo se queda afuera… el Universo se queda afuera… Estoy contigo y en tu casa.
Su sonrisa nos recibe. Se dice por estas tierras… ¡hoy la Virgen está contenta! Una madre que recibe a su hijo en la intimidad del hogar. Sentarse en un banco y hablarle… subir en silencio, y hablarle…. arrodillarte, cubrirte con su manto… sentir la caricia sobre tu espalda. Como un abrazo tierno y fraternal. El tiempo sigue detenido. Estar con Ella… Tal vez, de esa sensación, broten las poesías y las canciones, los acordes de las guitarras y las oraciones.  De esa sensación brota la maravilla.


A veces, me gusta pensar que el Santuario es como un ovillo gigantesco hilado por decenas de caminos, hilvanado por huellas de devotos y peregrinos. Dicen que se hace camino al andar. Que el camino lo hacemos con nuestros pasos y son muchos los caminos que, partiendo de cada uno, conducen  hasta Los Santos.
Camina el que llega los domingos desde otros pueblos, para compartir con nosotros el pan y el vino.
Camina el que cumple su promesa por algún favor recibido, o por un ruego desesperado, y camina deseando la salud que fugaz ha desaparecido. Caminando fortalece la esperanza.
Camina quien te ofrece un rosario, un enjambre de oraciones, letanias de gracias y ruegos. Rezo a rezo. Cuenta a cuenta.
Camina el devoto que en agradecimiento por tu intercesión milagrosa te trae un recuerdo de ese hecho. Así, desde antiguo, desde muy antiguo, caminaron para envolver las paredes con exvotos. Auténticas obras de arte, testigos de las lágrimas de los creyentes. Primero por la desesperación, después por la gratitud en su corazón. Y esos pasos conviertieron estas paredes en un museo de milagros.

“De cuadros están repletos
los muros del Santuario.
De milagros que se hicieron,
deseos que se lograron”

Camina el emigrante que vuelve. Aquél que un día tuvo que salir de su pueblo en busca de un futuro mejor……

”Emigrante alcalaíno
 que te vas al extranjero,
para la Virgen de los Santos,
paisano eres primero”.

Los que dejaron un rincón en sus casas para su Virgencita. En los azulejos del patio, en el cuadro de cabecera, el calendario en la cocina y con la estampita en la cartera. La Virgen siempre con ellos. Y criaron a sus hijos en el amor a su Patrona, y estos a los suyos… Emigrante, que vuelves caminando a un lugar del que nunca te fuiste.

Caminan los que ante ti, vienen a unir sus vidas en matrimonio. Con flores en sus manos. Alianzas en sus dedos y arras en los bolsillos. Y caminarán el día que vengan a ofrecerte y presentarte a sus hijos.
Caminan los que con sus hombros te llevan hasta nuestro pueblo. Que no hay día más bonito para los alcalainos. Las campanas te reciben, y te reciben nuestras calles empinadas, nuestro Padre Nazareno, nuestras flores hechas pétalos que te llueven desde el cielo. Balcones engalanados y ¡¡¡Vivas a la Virgen de los Santos!!! Te reciben nuestras lágrimas embutidas en tantos recuerdos. Y te recibe nuestro Patrón en su altar, tan glorioso caballero. Aquel que con un rejón de amapolas y porte de sabios maestros,  también vela por nuestro pueblo.
Camina el que Tú quisiste que fuera el elegido para pregonar tus glorias. ¡Qué camino tan bonito el que recorremos tus pregoneros! Camino por etapas. Primero, en el silencio, en la confidencia. Después, en el sendero compartido. A partir de ahí, andar paso a paso, y llegar un día como hoy hasta tu altar…

Llega el deseo primero
y rezo mirando al cielo.
Y con devoción le pido
que su luz ilumine mis dedos.
Bailan sobre las teclas
en la mesa de mi cuarto.
Van solas letra a letra,
aunque yo escribo despacio.
“Golpe a golpe, verso a verso”
¡Son tantos los rostros
que acompañan a un pregonero!
¡Son tantos los recuerdos!
¡Son tantos los anhelos!

En mi caso particular, ha sido uno de los caminos más enriquecedores que he andado en esta vida. ¡Son tantas las cosas bonitas que se viven! ¡Son tantas las palabras hermosas que te dedican! ¡Es tanta la mágia! ¡Es tanta la paz!  Nadie piense nunca que un pregonero camina solo. La Virgen de los Santos siempre está a su lado. ¡Soy testigo de ello! ¡Doy fe!
Camina quien cada septiembre acude a la Romería y a la Octava en su honor. Un camino de romeros, con sus canastos de ilusiones y sus varas de tradición, buscando la amanecía por esos campos de Alcalá, caminando al encuentro con su Patrona.

“Quien no ha visto el camino
desde el San José
no sabe como lucen las carretas
al amancecer”

En todas las caras sonrisas, palmas en las manos para batir por sevillanas.

Guitarras y revuelos.
Y a cada paso,
más cerca de la Reina de los Cielos.
Rezos a contraluz
alcalaínos devotos.
Cada uno con su cruz.
Cada uno con sus gozos.
¡Ay Virgencita
te quiero tanto,
que nos vamos cantando
hasta Los Santos!
Llegar a la explanada, ya es de día.
Fiesta, azofeifas y algarabía.
 Rezos hechos canciones,
oraciones en melodías.
Encuentros entre caminantes
 que con fe y alegría
sacarán a su Virgen
después de la Eucaristía.
“Qué bonita te veo
al medio día,
al sacarte tus hijos
de romería”

¡Qué más quisieran, Dios mio! ¡qué más quisieran…!

Se abre la puerta del camarín. Revolotean las palmas y los vivas. ¡Ya está la Virgen en la calle! Subidita en su paso, vuelan los ramos.

¡De todos los colores,
envuelta Madre mía
en un mar de flores!

¡Vamos por los olivos! Alcalá te lleva en hombros. Aire de ramas y coplas. Volantes y sombreros. ¡Mira que crecen flores en el campo! Pues ninguna se te compare.

En procesión
iluminando el día.
 Al encuentro de los caballistas
 que te rinden pleitesía.
Que se quitan el sombrero
cuando frente a ti se encuentran.
Te saludan con talento
y sus respetos te muestran.

Todo el mundo te acompaña de nuevo hasta tu altar.

¡Hemos disfrutado tanto!
¡Ya está otra vez nuestro pueblo
debajito de su manto!

Cada uno a su olivo, o también al chiringuito. Y el que quiera a los cuartos. Todos nos reunimos contentos y satisfechos. Buscando una cerveza fresquita o un vaso de blanco vino. Tenemos que dar cuentas de las viandas que de Alcalá nos trajimos... que todo no va a ser beber.

No nos falte la asadura
ni las papas aliñás.
Ni el gazpacho en sus dornillos.
¡Esto no ha hecho más que empezar!
¿Qué hace ese forastero
 en la puerta sin entrar?
¿Pero la gente no sabe
que estamos en Alcalá?
Que esto es la fiesta de todos,
y nadie se nos queda atrás.


¡Cuantos recuerdos del cuarto con mis amigos! Año tras año. Siempre igual, siempre los mismos amigos. Sumando romerías, desde que éramos unos chavales. Por eso, ahora os quiero dar las gracias.

Gracias por tus castañuelas que resuenan sin parar, y por tu guitarra rumbera, por las letras de las canciones en las paredes, y las fotos de años pasados. Gracias por tus ojos que iluminan y cogen el mejor cuarto, gracias por tu vestido remendado, roto de tanto bailar, gracias por esas copas de solera que me reciben en tu casa para venirnos juntos, vino del mejor barril para tu amigo.
Y gracias a ti amiga mía, por tu organización de tantos años, todo lo tienes preparado ese día.

¿Ya estás otra vez preguntando
qué manzanilla compramos?
¡Si siempre bebemos la misma!
¿Todavía no se ha encargado?

Gracias por tenerme el vaso siempre lleno y por tus “claro que sí, lo que a ti te guste me parece bien”. Gracias por controlarme desde la distancia. Gracias por guiñarme un ojo cuando más lo necesito. Gracias por tus abrazos. Gracias por tu cansancio al llegar la noche, “el año que viene lo tendría que hacer otro, pero ahora vamonos a Alcalá a tomarnos el último buchito”. Gracias por tu nombre sin manchas, gracias por tu belleza, y por tu sonrisa. Gracias por tanta maravilla. ¿Será verdad, entonces, eso de que Dios  manda las batallas más difíciles…?

Del alma me sale el llanto,
y del llanto la esperanza.
Y de esta las palomas
que vuelan a tu ventana.
Hay que seguir luchando,
aunque sea por nosotros mismos.


Pero ahora, es tiempo de fiesta, que ya dije antes que aquí no llegan las penas. Y si llegan, para eso están los poetas, para convertirlas en poesía.
Es tiempo de ilusión y regocijo. Septiembre se llena de sonrisas para celebrar el Jubileo en honor de nuestra Patrona. Para eso estamos aquí, para pregonar que es obligación de todos dejar hueco para la felicidad, pues son muchas las razones que tenemos para ello. El amor a la Virgen de los Santos es amor feliz. No se disfraza, no se agria ni se preocupa, no busca alcanzar metas, es amor para el disfrute, para construir un mundo mejor. Un mundo nuevo a cada instante. Un mundo de aires azules, de caminos compartidos, de lugares para el encuentro, para los abrazos y los saludos. Un tiempo de júbilo y romería.

Por eso, debemos llenar nuestras copas y brindar por la vida. Por la suerte de tener a nuestra Madre, coronada por la devoción de su pueblo, por el respeto a la tradición y a los tiempos nuevos. Brindar por el amor que nos une y nos hace mejores. Fieles a los valores cristianos y a todo lo hermoso que nos enseñaron.
Y hagámoslo como mejor podamos, rezando para tener salud y corazones llenos de nobleza. Y cuando llegue la noche, envuelta en su esfera de cansancio y esperanza, poder dormir tranquilos, sabedores que no somos barcas desbocadas, que no navegamos dando tumbos, que la vela que nos impulsa y el timón que nos guía nos llevarán a un sueño plácido y así, cuando mañana entre de nuevo la luz del sol por la ventana, podamos abrir los ojos agradecidos por tantas cosas y dedicar el primer pensamiento del día a recordar la carita hermosa y chiquita de nuestra Virgen de los Santos y pensar contentos…

“¡Qué bonita te veo
por la mañana…!


                                                                                                          HE DICHO.


 Antonio Trujillo Domínguez

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El tiempo que hará...