XLV PREGÓN A
NUESTRA SEÑORA DE LOS SANTOS
¡¡¡QUE LO QUE SALGA DE MI
BOCA, SEA PARA TU GLORIA!!!
¡¡¡ Salve, Madre!!!
¡En la tierra de tus amores!
En la tierra de mis padres
y la tierra de mis mayores.
Tierra de gentes sencillas,
tierra de acogedores.
Tierra alfombrada con
huellas
de romeros, de soñadores.
¡¡¡Salve, Madre!!!
En la tierra labrada a pulso
por labriegos y segadores.
Tierra de carboneros.
Tierra de cumplidores.
De piedras que alcanzan
siglos,
nubes blancas de algodones.
De ramas de olivos verdes.
Tierra de mis amores.
¡¡¡Salve, Madre!!!
Te saludan los cantos
y los pájaros del cielo.
Las aguas de los arroyos
y el levante con sus
revuelos.
Te saludan mis versos,
mis rimas y mis quimeras,
mi gozo, tan grande hoy,
mis lágrimas y mis penas,
mi tiempo, mis años, mis
miedos
y la sangre de mis poemas.
Mis manos que rozan tu manto
y te escriben palabras
llenas
de sentimientos sencillos
de gratitud y esperanza
plena.
¡Palabras que bordan el
papel
de la manera mejor
para lanzar por el aire
el canto de este pregón!
¡¡¡Salve, Madre!!!
Que te alza el amor.
Reina de nuestras almas.
Flor de las flores
que llenan los campos,
la sierra y los corazones.
Enséñanos aquí
tu gloria,
tus resplandores.
¡Que en el Cielo tan sólo
te aman mejor!
¡Vida!
¡Esperanza!
¡Dulzura!
De tantas almas que en ti
confían.
De tantos hijos que se
emocionan
y te quieren a porfía.
Que miran tu cara
y revuelan las alegrías.
Que miran tus ojos…
“¡Tus dos luceros!
¡¡¡Ay, quién pudiera siempre
mirarse en ellos!!!”
¡No hay en el mundo más luz
que nos guíe por los
caminos.
Y no hay resplandor más
hermoso
para tus hijos alcalaínos!
¡¡¡Salve, Madre!!!
¡¡¡Salve, Virgen chiquita!!!
Que mientras mi vida
alentare,
¡Te lo digo, te lo grito,
te lo pregono y te lo canto!
¡Que sí, Madre mía,
que todo mi amor es para ti!
¡Y que es mucho el que te
tengo!
Que se oiga en las montañas,
en los valles y los senderos.
Que por el mundo lo canten
todas las aves del cielo.
Y los grillos de la noche
y los peces de los mares.
Los vivas de mis paisanos
por los campos y los
trigales.
Pues no hay rincón de este
mundo,
ni en el cielo ni en el
suelo,
que los ecos no repitan
que para mí eres lo primero.
Y quiero decirte bajito,
con más vergüenza que miedo,
que si mi amor, cosa rara,
por motivos que ni entiendo,
por cosas que me pasaren
y que ni ahora comprendo
¡Madre mía!
¡Mi Virgencita!
¡Que ni decírtelo quiero!
Que aunque mi amor te
olvidare…
Tú nunca te olvides
de este humilde pregonero.
¡¡¡Viva la Virgen de los
Santos!!!
Sr. Cura
Párroco y Director Espiritual de la Hermandad de Ntra. Sra. de los Santos.
Sr. Vicepresidente del Consejo Local Parroquial.
Sr. Hermano
Mayor y Junta de Gobierno.
Antiguos Hermanos Mayores
Sr. Alcalde y
miembros de la Corporación Municipal.
Presidente del
Consejo Local de Hermandades y Cofradías.
Hermana Mayor
del Beaterio.
Representantes
de las distintas Hermandades y Cofradías.
Autoridades
Civiles y Militares.
Anteriores
Pregoneras y Pregoneros.
Representantes
de las Peñas alcalaínas.
Camaristas,
capataz, santeros y coro parroquial..
Queridos
familiares.
Amigos todos.
Cuando aquella noche el Hermano Mayor de la Hermandad me llamó para
comunicarme mi designación como pregonero, me hizo un comentario que he recordado todos los días. Me llamó
desde la calle. Dijo que estaba en Alcalá, no lo dudé ni un solo instante. Tal
era el ruido que hacía el viento a través del teléfono. Era seguro. Estaba en
Alcalá. Entonces me dijo, “Te invito a que te subas a un tren que sólo pasa una
vez en la vida. Además, que este tren es especial, en él se celebra un
aniversario. Veinticinco años….”
Y aquí estoy, dentro de un vagón cualquiera, en el asiento número 45, “ligero de equipaje, casi desnudo
como los hijos de la mar”. Pero en mi corazón, llevo una pequeña maleta con los
cuarenta y cuatro pregones que me precedieron.
Agradezco enormemente a la Hermandad este valioso regalo que me han
hecho, a mí y a mi familia. Porque es algo impresionante, una alegría difícil
de explicar con palabras. Y soy consciente que cuando se viaja en ese tren, el
billete es sólo de ida. Ser pregonero de la Virgen de los Santos es para
siempre. No hay vuelta. ¡Y bendita la hora!
En cuanto a ti, mi amigo presentador, creo que no lo sabes, pero desde
hace un tiempo estoy en deuda contigo. Te debo un poema. Dicen que Dios le
manda las batallas más difíciles a sus mejores guerreros. Es posible que eso
sea verdad, no lo dudo. Por eso, no
siempre los soldados podemos enarbolar el estandarte de la poesía. A veces, el
corazón se encoge y se entristece. Y no te pude regalar aquello que hubiese
querido en aquél cumpleaños tan especial.
Y, ¡¡¡mira qué ocasión me ha regalado el destino!!!
Creo que hoy es el momento de saldar esa deuda contigo. No sólo en
agradecimiento por las palabras que me has dedicado, ni por tantas y tantísimas
cosas vividas juntos. Sino porque quiero hacerlo. Tal vez, nuestra Virgen ha
querido que ahora sea el momento
Y desde el altar precioso
escalera de mis besos,
en un suspiro gozoso
va un ramillete de versos.
Un corazón nunca puede
tener lo que no quiso,
ni compartir lo que duele,
ni pagar lo que no hizo.
Mirar al espejo y ver
la cara de un hombre bueno.
Sentir tu alma y tener
reflejo de gozo pleno.
Sentarse en la arena
y ver llegar a las olas.
Sentarse en las veredas
y ver crecer amapolas.
Si nuestra vida es reloj
de arena de los desiertos,
el tiempo nunca paró
ni se atascó en los
estrechos.
Empezamos jugando chinas
en las escaleras del patio.
Diez piedrecitas albinas
que otros llamaban cascajos
y para nosotros ¡concha
fina!
Durante años, fuimos dos
y llegamos a la gloria
fuertes,
pero multiplicamos amor
y vaya personas con suerte.
La Giralda fue a bailar
a la Caleta sin zapatos.
Y de pronto, dos más dos
se convirtieron en cuatro.
No necesitas caminos
pues los abres con tus pasos.
Y tu edad es el buen vino
que va mejorando en el vaso.
¡Qué fácil hacer las rimas
y componer tu canción.
Solas las palabras se
arriman
pues salen del corazón!
¡Qué fácil es vivir
sabiendo que estás conmigo!
¡Pues más fácil es sentir
lo que siento, buen amigo!
Déjame que el viento traiga
hasta mi boca el día de hoy.
Y de mi alma se caigan
las gracias que te doy.
Que la Virgen sea testigo
de que cumplo mi promesa.
Y ante la Virgen te digo
con oración que se reza
gracias por estar conmigo,
viviendo unidos por manos.
Porque antes que seas mi
amigo
te considero mi hermano.
También quiero agradecer todas las muestras de cariño que he recibido
durante estos meses. Ha sido muy bonito y emocionante. Y, por supuesto, me ha
ayudado mucho sentir el calor de todos y recibir el aliento necesario para esta
misión. Sé que es mucha la responsabilidad porque mucho es el amor que sentimos
por nuestra Virgen de los Santos.
Agradezco de corazón a todos los presentes el que hayáis acudido esta
tarde a acompañarme, así me siento arropado y protegido. Muchas gracias a
todos.
Hace una tarde,
para hablar de amor….
Es verano, el mes de agosto se despide a su manera. Con calor, con
mucho calor. El sol, capitán de navío, nos salpica las últimas lenguas de
fuego. Es nuestro sol, grande, redondo y amarillo. En estos días de verano nos
aprieta la cara, y a esta hora de la tarde, nos mira de reojo con ojos
picarones.
A pesar de eso, apetece hablar de amor….
El campo se inunda de olores estivales. Olor a pastos, a higueras, a
zarzas, a olivos. A tierra caliente, a piedras, a cal. Orégano, jara, poleo,
corcho, maderas y tejas viejas.… Un universo de olores. Siempre me gustaron los
olores de las tardes de verano. Me recuerdan la niñez.
El campo también se inunda de colores. Gama templada. Ocres, verdes,
amarillos, rojos, naranjas y lilas. El arco iris revienta en verano y como
palmera de fuegos artificiales baja del cielo a la tierra, pero
silenciosamente, calladamente pinta de colores la tarde para que te los
encuentres sin buscarlos. Porque esos
colores los pintó un artista creador para que nosotros los disfrutemos. Y de
una paleta mágica brotan a estas horas de la tarde.
Acaba de llegar la luna, llenando de redondez la noche. Convirtiendo el
cielo en un manto de estrellas plateadas como el que hoy viste a nuestra Madre.
Buen momento para hablar de amor.
A mi, sí me pertenece el paisaje. ¡Y vaya suerte que tuve! Porque este
paisaje de olores, de colores, de aires y sensaciones se pega en mi como una
segunda piel y me hace ser quién soy. Un alcalaíno de los pies a la cabeza,
alcalaíno por dentro y por fuera, alcalaíno de los de dentro y también de los
de fuera. Amo mi pueblo. La tierra donde vine al mundo y de la que nunca me he
ido. Disfruto mi pueblo apasionadamente.
“Enamorado estoy, pero que
muy enamorado”
Nostalgia de sueños azules
que suenan a voces del
tiempo.
Pesares que nunca tuve.
Gritos mudos del silencio.
Un secreto en cada esquina,
guardianes de pensamientos.
Collares de casas albinas
con los balcones abiertos.
¡Ay Alcalá de los Gazules!
¡Te bautizaron bonito!
Torre en mitad de los montes
y para el viento abanico.
Laberinto con sentido.
Buque insignia tierra
adentro,
donde algunas flores vivieron
deshojadas y sin aliento.
Alcalá de los Gazules
reloj de cristal y arena
¡Qué aquí sólo hay alegrías!
¡Qué nunca llegan las penas!
¡Ay Alcalá de los Gazules!
¿De dónde traes la casta
que cuando abres tus brazos
ninguno se te escapa?
¿Será que del pan moreno
te enamoras cada mañana?
¿Qué es lo que te convierte
en perla tan soberana?
Digo pueblo y digo alma.
Digo pueblo y digo gentes.
Digo pueblo y digo sangre
porque el corazón lo siente.
Estandarte de nuestra
historia
¿qué buscas mirando al
frente?
Busco un manto de rocío
que mis aristas refresque.
Pues no te canses de mirar,
adelante siempre, siempre
Alcalá de los Gazules
pueblo de arenas calientes.
Amar tus raíces es amarte a ti mismo. Amar a tus gentes es amarte a ti
mismo. Amar tu paisaje, tu entorno, el marco de tus escenas, es amarte a ti
mismo. ¡Ay de aquél que huye de su casa! Qué tristeza tan grande pintará su
alma.
Amar tu tierra es amar tu historia, el eco de tus risas pasadas y los
llantos venideros, el calor de los abrazos y el sabor de antiguos versos.
Querer tu pueblo como un cofre donde guardaste tantos recuerdos. Unos bonitos,
y otros… preciosos. Un cofre eterno, un baúl inmutable. El arca de mi alianza,
donde todo cabe, excepto el olvido.
Ama quién es valiente, que lo fácil es el conflicto. El que pelea es
cobarde aunque parezca aguerrido. Pues valor no tuvo de enfrentarse a si mismo.
El hombre feliz, no necesita ni camisa para sus hombros doloridos. Ni pañuelo
para sus lágrimas porque éstas sirven también para refrescar su rostro.
¡Qué importante
y necesario es hablar de amor!
¿Qué haríamos sin él nosotros, los que nos llamamos humanos? El amor es
el motor que bombea nuestra sangre, el aire que nos da alas para volar, lo que
nos da raíces y nos protege de las tempestades. El amor es la piedra angular
que goza con la verdad, “podríamos hablar todas las lenguas del mundo, conocer
todos los secretos y todo el saber, si no tenemos amor, solo seremos un metal
que resuena”. Porque el amor es la ley, la palabra mágica, la llave que todo lo
abre, la mano que nunca se cierra. El amor, es la palabra divina.
Por esa razón, al amor no sólo hay que sentirlo. También hay que
hablarlo. Recitarlo, susurrarlo. Escribirlo y entonarlo. Gritarlo y cantarlo. Y
los que tengan mi suerte… también pregonarlo. Por eso hoy, vengo a hablar de
amor.
No haré definiciones de cosas
que todos conocéis. Filósofos y poetas han intentado explicar determinados
sentimientos. No seré yo quien se encargue de eso. Ni lo quiero ni lo pretendo.
Y sobre todo, no lo necesito.
Dicen que hay muchas formas de amor. Que se puede amar de muchas
maneras. El abanico es amplio. Amor a tal y a cual, amor de tal o de cual
manera, y a veces se cataloga como ofertas
de verano, como un producto que se adquiere, se compra, se vende… y, que hasta se regala dentro de un ramo de
rosas o en una caja de bombones. Puede haber una cascada de razones, motivos,
lugares, deseos, personas. Amor a la carta o jugado a una sola carta. Pero hoy,
queridos paisanos, quiero deciros que el amor que más me alegra, es el amor
compartido. Cuando mi corazón, y el tuyo, y el tuyo… y el de todos nosotros…
mira hacia el mismo lugar. Cuando ponemos la pasión en el mismo punto. Un
lugar, donde no todos los días dos más dos suma cuatro. Un punto dentro de ese
paisaje que nos enmarca la existencia, un punto que ni siquiera es necesario
tener delante para verlo, porque también
se ve con los ojos del alma.
Ese lugar, es la carita hermosa de nuestra Virgen de los Santos.
¡Qué largos se
hacen
los días que no
te veo!
y qué cortos
los sueños.
Si no te veo,
mis ojos se
enfadan, se pierden…
Mi mente se
llena de ti
y proyectan tu
imagen
por todos los
rincones de mi casa.
Porque esa carita, es el punto donde han mirado, miran y mirarán
decenas de generaciones a través de los tiempos.
“¡Qué bonita te veo yo por
la tarde!”
“¡De buenas ganas,
bendiciones del Cielo
Tú nos derramas!”
En su carita se quedaron tantas miradas… que no hay tesoro más preciado
para nosotros que su cara hermosa. Porque en ella están los ojos de nuestros
amigos y familiares que ya cumplieron su tiempo. Está la historia sentimental y
emocional de cientos de personas que te miraron con ojos complacidos, con ojos
implorantes. ¡Han sido tantos los peregrinos, los romeros, que se postraron a
tus pies mirándote con devoción y humildad a través de los siglos…!
Tu cara es el espejo dónde se miraron nuestros antepasados. Algunos con
cabezas descubiertas y otros con sombreros calados. Ojos que agradecieron, ojos
que rogaron. Y esas miradas en tu rostro, para siempre se prendaron.
¡Quién fuera el pañolito
que limpia tu santa cara!
Porque ya lo dijo boca sabia
que lo que decía sabía.
¡Que no hay privilegio más
grande
ni suerte más deseada!
¡Dios premie con su gloria
a quién tu cara limpiara!
Bendito el ángel del Cielo que te puso entre nosotros. Bendito el
Pastorcillo que te trajo a nuestro pueblo. Benditas sean las manos que
construyeron tu casa. Y las que bordan tu manto, y te visten de Reina Soberana.
Benditas las flores que te perfuman. Bendito el rayo de luz que a través de los
cristales ilumina tu morada. Benditas las personas que cuidan de tu casa….
“¡Por vivir junto a la
Virgen
qué suerte tienes, santero”
…. y santera!
Benditas las personas que te
rezan, y benditos los que dirigen tus ritos, tus alabanzas, tus cultos y tu
heredad… Bendito quién te dirige por los caminos entre olivos, entre las aguas
del río, entre las calles de tu pueblo.
“¡Pastora hermosa, gracia
divina,
ay paloma que derramas
tu gracia por donde vas!”
Benditos seáis todos los que día a día cuidáis de Ella con tanto amor y
tanto respeto. Porque al amor necesariamente hay que cuidarlo como el agua del
aljibe en las macetas del patio. En el blanco de las paredes y en los hilos de
su manto.
Abro mis ojos y te
contemplo…
El Universo entero baila la
maravilla…
Los arroyos se cogen de la
mano.
Los ríos se besan las
orillas.
Los caminos se abrazan como
hermanos.
El viento silva entre las
montañas.
Esa es la maravilla.
Esa es la vida.
No es un sueño ni un deseo.
Es la maravilla.
Pero ¡alerta, ten cuidado!
Pues parece cosa clara
que la maravilla se acaba en
cada bofetada,
en cada funesto pensamiento,
en cada rencorosa mirada.
Se acaba cada vez que nos
tragamos los besos,
cada vez que cerramos los
puños,
cada vez que escupimos
veneno,
cada vez que miramos con
ojos de sangre.
La maravilla se alimenta del
amor,
sólo del amor.
La maravilla, es el amor.
Este año, también celebramos y recordamos aquella calurosa mañana de
hace veinticinco años en que te coronamos como Reina de nuestras almas y
nuestros corazones. Al poner esa corona sobre su cabeza pusimos el amor
agradecido de todo un pueblo. Pusimos las caricias de todo un pueblo. Los
pensamientos de todo un pueblo. La Historia Sagrada de todo un pueblo.
Son muchos alcalaínos los que en esos veinticinco años partieron para
estar más cerca de Ella. No hace falta decir nombres, pero su recuerdo sigue
presente en una fecha tan señalada. Sirvan estas palabras de homenaje para
ellos. Es imposible no recordar en estos momentos a quienes nos dejaron
enseñanzas tan hermosas que se quedaron grabadas en el escalón de nuestras
almas.
Madre coronada.
Angeles del Cielo.
Divino pastorcillo.
Reina de los anhelos.
Esperanza de tus gentes
Cantando por sevillanas,
Oraciones penitentes.
Rocío de las mañanas.
Oros que enmarcan tu frente.
No hará falta más poesía
Al escribir dos palabras y
Decir
Ave María.
Alguna vez oí decir a un pregonero que no merecía tan grande privilegio.
Jamás oiréis eso de mis labios. Jamás. Y no por pedantería, ni mucho menos.
Pienso que tengo todo el derecho del mundo para hacer lo que estoy haciendo. De
igual manera que lo tenéis también cualquiera de vosotros que ahora me
escucháis. Porque yo os pregunto: ¿Qué hijo no tiene todo el derecho del mundo
de poder decir cosas bonitas a su madre?
“Piropos, que le digo a mi
Patrona,
a mi Virgen de los Santos,
porque la llevo muy dentro
y con el alma le canto”
Es derecho universal de todos los que en su corazón albergan esos
sentimientos puros. Podremos no tener muchas cosas y no haberlas tenido nunca.
Podremos haber perdido nuestras pertenencias más personales. Podremos no tener
calendarios que midan nuestro tiempo, ni saber en el intelecto, ni amigos ni
hermanos. Caminar solos por otras orillas. Incluso, podremos no tener ni un
dios, pero lo que todos tenemos, inexcusablemente y eternamente, es una madre.
¡Y no hay amor en el cielo o en la tierra que comparársele pueda!.
“Como un río de leones su maravillosa
fuerza”. El amor de una madre hacia sus hijos. Tal vez esa sea nuestra mayor
riqueza, nuestra mayor herencia. Las piedras de nuestra muralla y la semilla de
nuestra esencia. Son tantas las cosas que nuestras madres nos dieron, nos dan y
nos darán. Empezando por la vida. No hay oración o refrán que defina lo que eso
significa, ni nunca encontraremos palabras para agradecer que nos crearan en su
vientre y nos trajeran al mundo. Podremos estar más contentos o más tristes,
pero estamos vivos, eso es lo importante. Sé que un día moriré, pero también sé
que el resto de días no. El resto de días viviré, despertaré por las mañanas y
me latirá el corazón. El aire que viene del cielo entrará en mis pulmones. ¿Qué
importancia tiene un solo día en la vida de una persona? Aunque ese día sea el
último, será sólo un día. Podré soportarlo. Seguro. No seré el primero que lo
haga. “Sé que moriré vivo”.
Saber eso debe ser un canto a la gratitud hacia nuestras madres. Que
estén donde estén, nos vean felices y contentos. Nos vean vivos. Unas estarán
lejos, otras en el Cielo, y la mía en un banquito del santuario, oyendo como
pregono a la Virgen de los Santos. Porque…
“en el seno de mi madre
a quererte empecé yo”.
Y es que en la casa de nuestra madre cabemos todos. Una madre jamás le
cerrará las puertas a un hijo. Y si por cosas raras tuviera que hacerlo, seguro
que le dejará una ventanita abierta para que por ella se cuele.
También eso representa nuestra Virgen morenita. Nuestros mayores nos
enseñaron, porque así lo dicen las Escrituras y es nuestra fe, que en Ella se
hizo la palabra divina para que de su
vientre brotara la Luz del mundo, limpia como una vara de azucenas. Que
de Ella naciera aquél que anduvo sobre las aguas y repartió pan y peces, aquél
que dio de comer al hambriento y dio de beber al sediento, aquél que perdonó el
sufrimiento sobre su cuerpo, aquél que escogió entre sus amigos a los
sencillos, los trabajadores, los excluidos y los enfermos. Aquél al que las
golondrinas limpiaron su frente manchada de sangre. Aquél que entendió la
importancia de vivir y morir hablando de amor. Pregonando el amor en las
montañas y los desiertos. ¿Cómo no querer, respetar y endiosar a alguien que
dijo “Amad al prójimo como a ti mismo”?
Tal vez por eso, principalmente, te veneramos con tanta pasión, Madre
nuestra de los Santos. Porque representas a todas nuestras madres, y eso
también te convierte en la madre de todos nosotros. La madre que nos da la vida
y nos une como hermanos. Como los frutos de una granada. Madre que guía
nuestros pasos y vela nuestros sueños. Madre que no entiende de colores y, a la
vez, comprende todas las lenguas, porque la palabra “mamá” es la palabra
primera que pronunciamos y la más universal.
Puede ser la noche oscura
y en soledad el alma.
Puede ser que los gallos
no canten nuestras mañanas.
Llegar al río y no encontrar
agua,
y no poder beber del mar
pues son las olas saladas.
Puede ser que nubes grises
sean el techo de mi morada.
Puede ser que las encinas
no me cubran en las heladas.
Incluso que la sequía
se convierta en mi mortaja.
Puede ser que de cansado
mis pies no encuentren
camino.
O que mis sesos disparaten
embriagados de tanto vino.
Puede ser que no merezca
ni siquiera a los espinos.
Siempre quedará aquello
que resuene como un canto.
El recuerdo de tu sonrisa
Virgencita de los Santos.
“Una luz bajó del cielo
y en Alcalá se quedó.
Era la Virgen María,
María, madre de Dios.
Todo el pueblo la venera
y la quiere con pasión.
Ay mi Virgen de los Santos
Luz, esperanza y amor”
Y puedo pregonar, porque lo percibo, el vínculo tan especial que existe
entre nuestra Virgen y las madres alcalaínas. Basado en la comprensión. Una
madre que comprende a otra, que se pone en su lugar. Que sabe lo que es llevar
a un hijo entre los brazos.
Pero para ser madre es preciso tener un mérito que no se adquiere en
las escuelas ni en las Universidades. Algo que viene de fábrica y que no todos
tenemos. Que, a veces, parece una loza sobre la espalda, un madero sobre los
hombros. Algo que en ocasiones se nos
olvida que es un privilegio de la Naturaleza. Algo de lo que se habla mucho hoy
en día, a veces para ensalzar, otras para insultar. Porque para ser madre,
también hay que ser mujer.
Ser mujer no es ni mejor ni peor, simplemente es ser.
Muchos dicen que si las mujeres gobernaran, no habría guerras. Ninguna
impulsaría a matar al hijo que otra mujer hubiera llevado en su vientre. Ser
mujer es un compromiso con la vida. Y también con la paz. Debe serlo. ¿Para qué
parir un hijo y después lanzarlo a los conflictos? Cuando miro a nuestra Virgen
de los Santos, recuerdo que Ella también es mujer. No una de tantas, no una
más. Con un nombre lleno de nobleza que hay que pronunciar con mucho respeto.
Es especial, pero es mujer.
Semilla en la Tierra, cargada de los aires del Mediterráneo, aires
fenicios, griegos y romanos, de las arenas de Nazaret, de la fertilidad y la
Naturaleza. Pero mujer. Por eso cuando una mujer en el mundo es maltratada,
también se maltrata a nuestra Madre del Cielo, cuando una mujer es golpeada o
insultada también se lo hacemos a Ella, y cuando una mujer es reconocida,
también se reconoce a nuestra Madre, cuando una mujer es feliz, también Ella lo
es. Madre, amiga, confidente…compañera.
Mujer que escucha, acompaña, ilumina, protege y cuida de todos sus
hijos.
“De todas tengo la que más
quiero,
una rosa tan guapa que está
en el Cielo”
Que importante resulta poder hablar de amor. Con libertad devota para
expresar los sentimientos. Los personales y los de todo un pueblo. Hoy
centrándonos en el amor de Alcalá a su Patrona, el amor de cada uno de nosotros
a nuestra Patrona. Nuestra Virgen de los
Santos. Madre y mujer. Madre común de todos nosotros.
“Virgen morenita.
Virgen milagrosa.
Son todos en el valle devotos de tus ruegos.
Son todos peregrinos Señora
del lugar”
Y ese lugar… ¡qué lugar tan hermoso! Su casa, nuestra casa. El
Santuario. La ermita de Los Santos. Una portada. Santus. Tres cruces. Santus.
Un reloj de sol. Santus.
Un ejercito de olivos que protegen y perfuman. Tres patios abiertos que
nos llevan hasta la gloria. Blancos como su pureza. Verdes en sus plantas, como
nuestra esperanza. Un aljibe en el centro, para purificar nuestros pasos como
nos enseñaron los latinos y los hombres del desierto. Un rosario de cuartos,
para rezar oraciones bailando por sevillanas. ¡Ay tu casa! Subir los escaloncitos y, de pronto, ese olor.
No se puede describir. ¿Será que así huele el Cielo? Tres segundos son precisos
para llenar los pulmones… levantar la cabeza, y encontrarnos contigo. En lo
mejor del lugar. En tu camarín. En un destello que nos deslumbra de plata y
sueños, de cristales y reflejos, envueltos
en paredes repletas de ruegos y gracias, y entonces…. el tiempo se
para…. el mundo se queda afuera… el Universo se queda afuera… Estoy contigo y
en tu casa.
Su sonrisa nos recibe. Se dice por estas tierras… ¡hoy la Virgen está
contenta! Una madre que recibe a su hijo en la intimidad del hogar. Sentarse en
un banco y hablarle… subir en silencio, y hablarle…. arrodillarte, cubrirte con
su manto… sentir la caricia sobre tu espalda. Como un abrazo tierno y
fraternal. El tiempo sigue detenido. Estar con Ella… Tal vez, de esa sensación,
broten las poesías y las canciones, los acordes de las guitarras y las
oraciones. De esa sensación brota la
maravilla.
A veces, me gusta
pensar que el Santuario es como un ovillo gigantesco hilado por decenas de
caminos, hilvanado por huellas de devotos y peregrinos. Dicen que se hace
camino al andar. Que el camino lo hacemos con nuestros pasos y son muchos los
caminos que, partiendo de cada uno, conducen
hasta Los Santos.
Camina el que llega
los domingos desde otros pueblos, para compartir con nosotros el pan y el vino.
Camina el que
cumple su promesa por algún favor recibido, o por un ruego desesperado, y
camina deseando la salud que fugaz ha desaparecido. Caminando fortalece la
esperanza.
Camina quien te
ofrece un rosario, un enjambre de oraciones, letanias de gracias y ruegos. Rezo
a rezo. Cuenta a cuenta.
Camina el devoto
que en agradecimiento por tu intercesión milagrosa te trae un recuerdo de ese
hecho. Así, desde antiguo, desde muy antiguo, caminaron para envolver las
paredes con exvotos. Auténticas obras de arte, testigos de las lágrimas de los
creyentes. Primero por la desesperación, después por la gratitud en su corazón.
Y esos pasos conviertieron estas paredes en un museo de milagros.
“De cuadros están repletos
los muros del Santuario.
De milagros que se hicieron,
deseos que se lograron”
Camina el emigrante
que vuelve. Aquél que un día tuvo que salir de su pueblo en busca de un futuro
mejor……
”Emigrante alcalaíno
que te vas al extranjero,
para la Virgen de los Santos,
paisano eres primero”.
Los que dejaron un rincón en sus casas para su Virgencita. En los azulejos
del patio, en el cuadro de cabecera, el calendario en la cocina y con la
estampita en la cartera. La Virgen siempre con ellos. Y criaron a sus hijos en
el amor a su Patrona, y estos a los suyos… Emigrante, que vuelves caminando a
un lugar del que nunca te fuiste.
Caminan los que
ante ti, vienen a unir sus vidas en matrimonio. Con flores en sus manos.
Alianzas en sus dedos y arras en los bolsillos. Y caminarán el día que vengan a
ofrecerte y presentarte a sus hijos.
Caminan los que con
sus hombros te llevan hasta nuestro pueblo. Que no hay día más bonito para los
alcalainos. Las campanas te reciben, y te reciben nuestras calles empinadas,
nuestro Padre Nazareno, nuestras flores hechas pétalos que te llueven desde el
cielo. Balcones engalanados y ¡¡¡Vivas a la Virgen de los Santos!!! Te reciben
nuestras lágrimas embutidas en tantos recuerdos. Y te recibe nuestro Patrón en
su altar, tan glorioso caballero. Aquel que con un rejón de amapolas y porte de
sabios maestros, también vela por
nuestro pueblo.
Camina el que Tú
quisiste que fuera el elegido para pregonar tus glorias. ¡Qué camino tan bonito
el que recorremos tus pregoneros! Camino por etapas. Primero, en el silencio,
en la confidencia. Después, en el sendero compartido. A partir de ahí, andar
paso a paso, y llegar un día como hoy hasta tu altar…
Llega el deseo primero
y rezo mirando al cielo.
Y con devoción le pido
que su luz ilumine mis dedos.
Bailan sobre las teclas
en la mesa de mi cuarto.
Van solas letra a letra,
aunque yo escribo despacio.
“Golpe a golpe, verso a verso”
¡Son tantos los rostros
que acompañan a un pregonero!
¡Son tantos los recuerdos!
¡Son tantos los anhelos!
En mi caso particular, ha sido uno de los caminos más enriquecedores que he
andado en esta vida. ¡Son tantas las cosas bonitas que se viven! ¡Son tantas
las palabras hermosas que te dedican! ¡Es tanta la mágia! ¡Es tanta la
paz! Nadie piense nunca que un pregonero
camina solo. La Virgen de los Santos siempre está a su lado. ¡Soy testigo de
ello! ¡Doy fe!
Camina quien cada
septiembre acude a la Romería y a la Octava en su honor. Un camino de romeros,
con sus canastos de ilusiones y sus varas de tradición, buscando la amanecía
por esos campos de Alcalá, caminando al encuentro con su Patrona.
“Quien no ha visto el camino
desde el San José
no sabe como lucen las carretas
al amancecer”
En todas las caras sonrisas, palmas en las manos para batir por sevillanas.
Guitarras y revuelos.
Y a cada paso,
más cerca de la Reina de los Cielos.
Rezos a contraluz
alcalaínos devotos.
Cada uno con su cruz.
Cada uno con sus gozos.
¡Ay Virgencita
te quiero tanto,
que nos vamos cantando
hasta Los Santos!
Llegar a la explanada, ya es de día.
Fiesta, azofeifas y algarabía.
Rezos hechos canciones,
oraciones en melodías.
Encuentros entre caminantes
que con fe y alegría
sacarán a su Virgen
después de la Eucaristía.
“Qué bonita te veo
al medio día,
al sacarte tus hijos
de romería”
¡Qué más quisieran, Dios mio! ¡qué más quisieran…!
Se abre la puerta del camarín. Revolotean las palmas y los vivas. ¡Ya está
la Virgen en la calle! Subidita en su paso, vuelan los ramos.
¡De todos los colores,
envuelta Madre mía
en un mar de flores!
¡Vamos por los olivos! Alcalá te lleva en hombros. Aire de ramas y coplas.
Volantes y sombreros. ¡Mira que crecen flores en el campo! Pues ninguna se te
compare.
En procesión
iluminando el día.
Al encuentro de los caballistas
que te rinden pleitesía.
Que se quitan el sombrero
cuando frente a ti se encuentran.
Te saludan con talento
y sus respetos te muestran.
Todo el mundo te acompaña de nuevo hasta tu altar.
¡Hemos disfrutado tanto!
¡Ya está otra vez nuestro pueblo
debajito de su manto!
Cada uno a su olivo, o también al chiringuito. Y el que quiera a los
cuartos. Todos nos reunimos contentos y satisfechos. Buscando una cerveza
fresquita o un vaso de blanco vino. Tenemos que dar cuentas de las viandas que
de Alcalá nos trajimos... que todo no va a ser beber.
No nos falte la asadura
ni las papas aliñás.
Ni el gazpacho en sus dornillos.
¡Esto no ha hecho más que empezar!
¿Qué hace ese forastero
en la puerta sin entrar?
¿Pero la gente no sabe
que estamos en Alcalá?
Que esto es la fiesta de todos,
y nadie se nos queda atrás.
¡Cuantos recuerdos
del cuarto con mis amigos! Año tras año. Siempre igual, siempre los mismos
amigos. Sumando romerías, desde que éramos unos chavales. Por eso, ahora os
quiero dar las gracias.
Gracias por tus
castañuelas que resuenan sin parar, y por tu guitarra rumbera, por las letras
de las canciones en las paredes, y las fotos de años pasados. Gracias por tus
ojos que iluminan y cogen el mejor cuarto, gracias por tu vestido remendado,
roto de tanto bailar, gracias por esas copas de solera que me reciben en tu
casa para venirnos juntos, vino del mejor barril para tu amigo.
Y gracias a ti
amiga mía, por tu organización de tantos años, todo lo tienes preparado ese
día.
¿Ya estás otra vez preguntando
qué manzanilla compramos?
¡Si siempre bebemos la misma!
¿Todavía no se ha encargado?
Gracias por tenerme el vaso siempre lleno y por tus “claro que sí, lo que a
ti te guste me parece bien”. Gracias por controlarme desde la distancia.
Gracias por guiñarme un ojo cuando más lo necesito. Gracias por tus abrazos.
Gracias por tu cansancio al llegar la noche, “el año que viene lo tendría que
hacer otro, pero ahora vamonos a Alcalá a tomarnos el último buchito”. Gracias
por tu nombre sin manchas, gracias por tu belleza, y por tu sonrisa. Gracias
por tanta maravilla. ¿Será verdad, entonces, eso de que Dios manda las batallas más difíciles…?
Del alma me sale el llanto,
y del llanto la esperanza.
Y de esta las palomas
que vuelan a tu ventana.
Hay que seguir luchando,
aunque sea por nosotros mismos.
Pero ahora, es
tiempo de fiesta, que ya dije antes que aquí no llegan las penas. Y si llegan,
para eso están los poetas, para convertirlas en poesía.
Es tiempo de
ilusión y regocijo. Septiembre se llena de sonrisas para celebrar el Jubileo en
honor de nuestra Patrona. Para eso estamos aquí, para pregonar que es
obligación de todos dejar hueco para la felicidad, pues son muchas las razones
que tenemos para ello. El amor a la Virgen de los Santos es amor feliz. No se
disfraza, no se agria ni se preocupa, no busca alcanzar metas, es amor para el
disfrute, para construir un mundo mejor. Un mundo nuevo a cada instante. Un
mundo de aires azules, de caminos compartidos, de lugares para el encuentro,
para los abrazos y los saludos. Un tiempo de júbilo y romería.
Por eso, debemos
llenar nuestras copas y brindar por la vida. Por la suerte de tener a nuestra
Madre, coronada por la devoción de su pueblo, por el respeto a la tradición y a
los tiempos nuevos. Brindar por el amor que nos une y nos hace mejores. Fieles
a los valores cristianos y a todo lo hermoso que nos enseñaron.
Y hagámoslo como
mejor podamos, rezando para tener salud y corazones llenos de nobleza. Y cuando
llegue la noche, envuelta en su esfera de cansancio y esperanza, poder dormir
tranquilos, sabedores que no somos barcas desbocadas, que no navegamos dando
tumbos, que la vela que nos impulsa y el timón que nos guía nos llevarán a un sueño
plácido y así, cuando mañana entre de nuevo la luz del sol por la ventana,
podamos abrir los ojos agradecidos por tantas cosas y dedicar el primer
pensamiento del día a recordar la carita hermosa y chiquita de nuestra Virgen
de los Santos y pensar contentos…
“¡Qué bonita te veo
por la mañana…!
HE
DICHO.
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