La importancia del tiempo
La nevada ha afectado
seriamente a toda nuestra vida y, como consecuencia, ha trastocado los
contenidos de la información y, por supuesto, nuestras conversaciones. Hemos
dejado de referirnos a las cuestiones políticas y hasta nos hemos olvidado de
los problemas de coronavirus. Las precipitaciones de nieve y las fuertes rachas
de viento han obligado a cortar carreteras, a paralizar las operaciones en aeropuertos,
a suspender trenes y a desviar vuelos. El temporal ha
influido también en los deportes hasta tal punto que la Real Federación de
Fútbol ha determinado la suspensión de muchos de los encuentros programados.
Estos
hechos nos demuestran cómo no solo la cronología -el paso del tiempo- sino
también la meteorología -los cambios atmosféricos- nos importan mucho. Fíjense
como las encuestas nos dicen que, mientras que la información política interesa
a un 34 por ciento de la población, los datos meteorológicos los siguen un 70
por ciento. Es que el frío o el calor, la lluvia o el viento influyen en el trabajo
y en el ocio, en las actividades comerciales y deportivas y, sobre todo, en
nuestro estado de ánimo. El tiempo, aunque lo midamos linealmente, posee
múltiples dimensiones. Los relojes y los calendarios nos despistan y nos
engañan porque no son capaces de informar sobre sus contenidos ni de calcular
la anchura, la altura y la profundidad de cada instante: hemos de aprender a
valorar el tiempo y, en la medida de lo posible, a apresarlo entre nuestras
manos.
No
podemos borrar, corregir ni enmendar el camino andado, pero el trayecto
recorrido nos advierte sobre la senda venidera. Tengamos en cuenta que, a pesar
de la erosión del tiempo, el pasado, luminoso u oscuro, alumbra el futuro.
Vivir es saborear los diferentes alimentos que la vida nos proporciona, es
gustar sus colores, sus olores y sus sabores, y, también, probar su amargor o
su acidez.
En
contra de lo que nos dicen las ciencias, podemos perder el tiempo y
recuperarlo, pararlo y aligerarlo, estrecharlo y ensancharlo, alargarlo y
acortarlo, enriquecerlo y empobrecerlo. ¿No es cierto que usted ha vivido unos
minutos larguísimos y otros cortísimos? ¿No es verdad que ha revivido momentos
de felicidad o de dolor? El tiempo, efectivamente, es un billete ambivalente:
su valor depende del empleo que de él hagamos. Y es que el tiempo –el
cronológico y el meteorológico-, más que oro, es vida.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
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