La amistad,
una fuente de salud
Es importante -pienso que
imprescindible- que, durante toda la vida, cultivemos la amistad, una forma del
amor, una relación personal que, además de generosidad, nos
exige
imaginación, reflexión, paciencia y esfuerzo. La amistad ha sido considerada
por los filósofos, por lo médicos y por los psicólogos como una fuente de salud
y como un vivero de bienestar. La Iliada
nos cuenta la profundidad de la amistad que une a Aquiles con Patroclo, y
Aristóteles, en su Ética a Nicómaco,
afirma que “La amistad no sólo es necesaria, sino que es bella y honrosa. El
cariño que se dispensa a los amigos nos parece uno de los más nobles sentimientos
que el corazón puede abrigar”. Recordemos que también en nuestra
tradición cristiana la amistad es la manera peculiar de relacionarnos con Jesús
de Nazaret: “a vosotros os llamo amigos”. (Juan 15, 13-15)
Es cierto que la amistad -como
relación afectiva- está presente en las diferentes etapas de la vida, es una necesidad
y una fuente de beneficios de elevados valores terapéuticos pero, por favor, no
olvidemos que, en la ancianidad, su importancia es vital. Mi amigo José Carlos
me dice que los mayores necesitamos amigos porque ellos son los que, por su
proximidad y por su semejanza, mejor nos comprenden aunque no tengamos que
darles muchas explicaciones. A esta edad, cuando ya nos hemos
despojado de uniformes, de hábitos, de insignias y de títulos, cuando nos hemos
bajado de las tribunas y de las poltronas, gozamos de mayores facilidades para
expresarnos con nuestra peculiar manera de ser y para comunicar con confianza nuestras
inquietudes y nuestros sentimientos comunes. Mi amigo Julio -arquitecto,
intelectual, escritor y artista- define el cielo como ese lugar privilegiado en
el que viviremos, celebraremos y disfrutaremos de la delicada, frágil y valiosa
planta de la amistad.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
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