Conocer y reconocer al otro
Al
cumplirse el 16 aniversario del fallecimiento del filósofo Mariano Peñalver,
opino que sería oportuno recordar un concepto de su pensamiento que, en estos
momentos debería ser una base fundamental y un principio orientador de nuestros
comportamientos personales, familiares, sociales, económicos y políticos. Él
parte de un supuesto que, por ser elemental, no solemos tener en cuenta en
nuestras relaciones humanas: cada uno de nosotros somos radicalmente
insuficientes y, por lo tanto, necesitamos de los otros.
Si
aceptáramos en la teoría y en la práctica esta obviedad, llegaríamos a la
conclusión de que necesitamos “conocer y reconocer a los otros”, a los que son
diferentes, a los que no coinciden con nuestros pensamientos, con nuestras
emociones y con nuestras conductas. Esta reflexión tan elemental y tan sencilla
de entender implica que, por un lado, reconozcamos “lúcidamente” nuestra propia
insuficiencia, nuestra personal debilidad, y que, por otro lado, valoremos “la
riqueza del otro, es decir, que apreciemos lo que el otro posee, lo que yo no
tengo y lo que necesito para seguir siendo yo”.
Mariano
Peñalver era -es- un intelectual
social que, por lo tanto, representa la síntesis entre las dos corrientes de la
historia de la filosofía: la idealista y la realista. El pensamiento de Mariano
Peñalver, dotado de una filosofía humanista sólida, profunda y articulada, nos
sigue proporcionando unas ideas válidas para leer el mundo actual y para mirar
hacia los diferentes caminos del actual horizonte, para interpretar los mapas del
presente, y para trazar las rutas del futuro. Por un
lado, era –es- un intelectual cabal y,
por el otro, un ciudadano íntegro dotado de una exquisita sensibilidad social,
comprometida y liberadora.
Ahí reside
el fundamento de sus afirmaciones sobre la necesidad de comprender y de
consentir con los que piensan y sienten de otra manera. Aunque nos moleste y nos
limite, para colaborar con los otros en la construcción de un mundo más humano,
es imprescindible que nos esforcemos mutuamente en conocernos y en reconocernos.
Por muy doloroso que nos resulte, la armonía familiar, social, económica y política
no es posible sin la aceptación del poder de los otros sobre nosotros. En mi
opinión, el mejor homenaje a la figura y a la obra de Mariano Peñalver, al
cumplirse 16 años de su fallecimiento sería releer y aplicar, entender y vivir
estos principios sobre la convivencia humana.
José
Antonio Hernández Guerrero
Catedrático
de Teoría de la Literatura
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