El Coronavirus, una fuente de desgracias y una invitación para una nueva concepción de la medicina.
Anna
Estany, David Casacuberta
EPISTEMOLOGÍA E INNOVACIÓN EN MEDICINA
Plaza
y Valdés Editores. 2022
Aunque a finales del siglo pasado se
iniciaron algunos intentos para reubicar las investigaciones y los estudios
médicos, ha sido en esta centuria cuando se están dando unos avances
relevantes. En mi opinión, es posible que el Coronavirus también haya
contribuido a replantear algunas de las cuestiones sobre las vías por las que
se ha de discurrir para alcanzar un conocimiento más adecuado de las
enfermedades y, por lo tanto, para descubrir y aplicar las terapias más
eficientes.
La situación actual está sirviendo para
que los profesionales de la salud adquieran mayor conciencia de que la Medicina
es en la teoría y debe ser en la práctica una Ciencia inter y pluridisciplinar,
dependiente de las ciencias biológicas y de las tecnológicas, y conectada,
también, con las ciencias humanas y sociales. La razón es, o debería ser,
obvia: la causa final de todas ellas es proteger y beneficiar a los seres
humanos y mejorar a la sociedad. El diagnóstico, el tratamiento y la prevención
-y, por lo tanto la vacuna- de este problema humano, social, político y
económico ha sido posible gracias a la colaboración estrecha y continua de los
investigadores científicos, de los médicos y de todo el personal sanitario, de
los técnicos, de profesionales de los medios de comunicación y, de manera
especial, de los pacientes.
Esta obra, oportuna, seria y
estimulante, titulada Epistemología e innovación en Medicina (Plaza
y Valdés Editores), coordinada y
editada por el profesor de Filosofía, David Casacuberta, y por la catedrática de
Filosofía de la Ciencia, Anna Estany, pone
de manifiesto de manera concluyente la necesidad de replantear el lugar del
conocimiento médico y su relación con otros saberes. En los detallados análisis
elaborados por 19 especialistas de Ciencias Médicas, Filosóficas, Humanísticas
y Sociales, explican de manera rigurosa y de forma clara cómo, poco a poco, se
está superando aquella interpretación mecanicista del siglo XX que estudiaba el
cuerpo como una máquina compuesta de piezas unidas pero separables.
Los médicos van aceptando que los
pacientes desempeñan un papel más activo en la caracterización de su estado de
salud, y va creciendo el número de los profesionales de la salud que reconocen
que la medicina no es sólo una ciencia sino también un arte. En la actualidad
se acepta que la medicina es una ciencia humana fructíferamente relacionada con
la antropología, con las humanidades y con las ciencias sociales. Se tiende a
encontrar, por lo tanto, una visión más interdisciplinaria y multidisciplinaria
de los problemas científicos que se plantean en la medicina, y se camina de
manera acelerada hacia una innovación que vaya de la mano de la integración de los
saberes biológicos, sociales y culturales. A mi juicio, los diferentes análisis
elaborados desde diferentes ópticas disciplinares –desde la Filosofía, la
Psicología, la Sociología y, por supuesto, desde las Ciencias Médicas- nos
proporcionan una serie de pautas para replantear de manera global la enseñanza
y la práctica de los cuidados sanitarios.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
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