María
Acaso, Clara Megías
Soberanía visual
Barcelona,
Paidós, 2022
Si es cierto que, como admiten los
educadores y los profesores, las principales pautas de comportamiento las
asimilamos fuera de los centros escolares y lejos de las paredes de nuestros hogares,
deberíamos preguntarnos por qué vías nos llegan los mensajes más importantes,
esos que realmente, aunque no siempre de manera consciente, determinan nuestras
formas de pensar, de sentir y de vivir. El título de esta obra nos responde clara
y categóricamente: Soberanía visual. Tras una serie de estudios, de análisis, de
críticas y de autocríticas de sus experiencias personales, un grupo de mujeres especialistas,
coordinadas por María Acaso y por Clara Megías, nos muestran y nos demuestran
que las imágenes visuales “construyen unas formas de vida que, sin que seamos
conscientes, determinan nuestros estados de ánimo, nuestras expectativas y nuestras
renuncias”. Los propósitos de esta obra son -afirman- hacer consciente el
carácter “político” de todos los productos visuales o, en otras palabras, explicar
de manera clara la influencia decisiva de las imágenes visuales en nuestras
maneras de pensar y de interpretar nuestros comportamientos individuales,
familiares y sociales.
Partiendo del supuesto de que las
imágenes visuales construyen nuestros modelos interpretativos y valorativos, y de
que, de hecho, son los criterios que aplicamos para apreciar y para despreciar
las diferentes maneras de vivir, llegan a la conclusión de que “se transforman
en axiomas que propician acciones: lo que comemos y lo que no, las partes de
nuestro cuerpo que cuidamos y las que no, las personas a las que amamos y a las
que no”. De manera convincente y clara nos muestran cómo las imágenes son
“dispositivos de poder, herramientas que generan mecanismos de autoridad” y
cómo, en consecuencia, poseen una elevada capacidad de “penetración mental”. Es
indispensable, por lo tanto, que adquiramos consciencia del “derecho a decidir
nuestro sistema de consumo, a los que prestaremos atención y a cuáles no, con
el fin de desarrollar la “auto gestión visual” construyendo así nuestro capital
visual, ese inventario de las imágenes beneficiosas y ese catálogo de las que
nos hacen daño. Con este fin nos orientan para que realicemos análisis físico,
simbólico, crítico y de acción: unas destrezas que debemos aprender para que,
poco a poco, logremos la “soberanía visual”.
En mi opinión, la explicación del código
específico del lenguaje visual es clara y el análisis de las imágenes de las
diferentes fases del proceso de creación de las representaciones visuales es
profundo. Breve, pero suficiente, es el resumen de la Semiótica visual y, más
concretamente, las explicaciones sobre su uso en personajes de películas y de
series de animación infantiles. Oportunas son, sin duda alguna, las detalladas
explicaciones de las herramientas que articulan el lenguaje visual y, por
supuesto, las propuestas concretas y sencillas de “acciones artísticas como,
por ejemplo, las de ordenar el armario por colores, y fotografiarlo para
efectuar un análisis en función del número de prendas de un determinado color”.
En las actuales circunstancias es indispensable que, al menos los educadores,
adquiramos conciencia de la importancia de la omnipresencia y de la casi
omnipotencia de las imágenes visuales, pero estoy convencido de que estas
nociones, estos criterios y estas pautas resultarán clarificadoras y prácticas,
además, para que los comunicadores y los padres sean conscientes del poder
actual de las imágenes y, en general, del lenguaje visual. Pienso que sí: que
este libro demuestra que “la soberanía visual consiste en activar un proceso
voluntario, consciente y responsable que nos conduzca a autogestionar las representaciones
visuales que consumimos”.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
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