Ignacio Santos Carrasco
La alcoba del viento
Exlibric
Me permito aventurar un pronóstico: los afortunados
que tengan la oportunidad de leer este pequeño y sustancioso libro
experimentarán, desde el principio, esas reconfortantes sensaciones que
advertimos cuando degustamos unos alimentos sabrosos y nutritivos, o esas
saludables emociones cuando nos sometemos a los cuidados terapéuticos de un
acreditado médico. Porque, efectivamente, estos enjundiosos poemas, elaborados
con los jugos extraídos de las experiencias cotidianas y procesados con
extractos alambicados a través de una serena meditación, contienen una notable
energía nutritiva y un singular poder curativo.
En La alcoba del tiempo, Ignacio Santos nos proporciona una
muestra de bella y de vivida literatura, y, sin caer en la frecuente tentación
de jugar frívola y artificiosamente con las palabras, nos estimula para que
penetremos en los sentidos hondos de unas voces íntimas que sólo las escuchan y
las disfrutan quienes poseen una singular sensibilidad estética. Estas
páginas –además de con palabras- están construidas con trozos de experiencias
vividas y, por lo tanto, con los reflejos de unas imágenes elaboradas a partir
de las sensaciones y de las emociones que el autor ha sentido. Pero es que,
además, como todos sabemos, la vida real se orienta, de manera consciente o
inconsciente, por las fantasías, de la misma manera que las aventuras
imaginarias beben en las sensaciones, en las emociones y en las ideas que
tienen su origen en los episodios de nuestros quehaceres cotidianos. Gracias a
estos poemas llegamos a la conclusión de que, mediante la imaginación, no sólo
profundizamos en los significados de los hechos reales, sino que, además,
podemos cambiarlos y recrearlos.
A mi juicio, las claves de la calidad
literaria de esta obra son su capacidad para explicar el misterio de la vida
humana mediante el uso acertado de la paradoja, de la metáfora y de la
sinestesia. Nos muestra, por ejemplo, que vivir la vida consiste es ir muriendo
poco a poco, que la palabra es la flor y el fruto del silencio, que la
esperanza nace del miedo, que para ganar hay que perder, para amar hay que
sufrir, y que, por eso, a veces lloramos de alegría. Estos versos nos muestran cómo
la vida humana, efectivamente, es una paradoja, una pura contradicción -un
“tacto intacto”, “viajamos estando quietos”-, nos explican cómo una cosa, un
episodio, un ser humano es otra cosa, otro episodio, otra persona. Gracias a su
habilidad sinestésica, Ignacio Santos escucha los colores, ve los sonidos y
toca la textura de los sabores.
Su mirada original, profunda y extensa
nos invita a nosotros –a ti y a mí- para que vivamos fuera de los estrechos
márgenes del tiempo presente y lejos de las fronteras de los reducidos espacios
locales. Gracias a su mirada aguda, los espacios y los objetos se transforman
en tiempo, y el tiempo -medido, sentido y vivido- se convierte en música y en
poesía. La alcoba del viento, un
recorrido por una geografía vital y poética, unos trozos de tiempo vivido y,
anteriormente, soñado también a nosotros, los lectores, nos hace latir,
recordar e imaginar.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
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