Justicia, amor, y vigilancia
Domingo 1 de Adviento.
Ciclo C
Comenzamos un nuevo año litúrgico, preparándonos, como siempre, para celebrar la Navidad, que recuerda el nacimiento de Jesús hace más de veinte siglos. Pero la segunda lectura y el evangelio hablan de su vuelta, no sabemos cuándo, con pleno poder y gloria. ¿Por qué une la liturgia dos acontecimientos separados por tantos siglos? Intentaré explicarlo con la siguiente historia.
La esposa del astronauta y la Iglesia
Un día la
NASA decidió una misión espacial fuera de los límites de nuestro sistema solar.
Una empresa arriesgada y larga que encomendaron al comandante más experimentado
que poseía. Cuando se despidió de su mujer y sus hijos, la familia pasó horas
ante el televisor viendo como la nave se alejaba de la tierra.
Los niños,
pequeños todos ellos, preguntaban continuamente: “¿Cuándo vuelve papá?” Y la
madre les respondía: “Vuelve pronto, no os preocupéis”. Al cabo de unos meses,
cansada de escuchar siempre la misma pregunta, decidió organizar una fiesta
para celebrar la vuelta de papá. Fue la fiesta más grande que los niños
recordaban. Tanto que la repitieron con frecuencia. La llamaban “la fiesta de
la vuelta de papá”. Pero la inconsciencia de los niños creaba una sensación de
angustia en la madre. ¿Cuándo volvería su marido? ¿El mes próximo? ¿Dentro de
un año? “La fiesta de papá”, que podía celebrarse en cualquier día del mes y en
cualquier mes del año, se le convirtió en una tortura. Hasta que se le ocurrió
una idea: “En vez de celebrar la vuelta de papá ‒dijo a los niños‒ vamos a celebrar su cumpleaños. Sabéis perfectamente qué
día nació, así que no me preguntéis más cuándo vamos a celebrar su fiesta.
A la iglesia le ocurrió algo parecido. Al principio hablaba de la pronta vuelta de Jesús, la que menciona el evangelio de este domingo. Pero esa esperanza no se cumplía, y la iglesia pasó de celebrar su última venida a celebrar la primera, el nacimiento. Sin embargo, no ha querido olvidar la estrecha relación entre ambas venidas, y así se explica que encontremos textos tan distintos.
De reyes inútiles y canallas a un rey justo (Jeremías 33, 14-16)
YA llegan días —oráculo del Señor— en que
cumpliré la promesa
que hice a la casa de Israel y a la casa de
Judá.
En aquellos días y en aquella hora,
suscitaré a David un vástago legítimo
que hará justicia y derecho en la tierra.
En aquellos días se salvará Judá, y en
Jerusalén vivirán tranquilos,
y la llamarán así: “El Señor es nuestra
justicia”.
Las últimas décadas
del reino de Judá son de trágica ironía. A un rey que muere luchando contra los
egipcios (Josías), le sucede otro que es deportado a los tres meses de reinado
(Joacaz), y otro famoso por sus terribles injusticias (Joaquín). Entonces Nabucodonosor,
rey de Babilonia, nombra rey a Matanías, cambiándole el nombre por el de
Sedecías, que significa “Yahvé es mi justicia”. Este nombre parece una
broma, un insulto. ¿De qué justicia habla Nabucodonosor, el monarca que acaba
de destrozar a los judíos? ¿Qué se puede esperar de un fantoche impuesto por el
babilonio? La gente se preguntaría: ¿de qué sirve la promesa hecha por Dios a
David de una dinastía eterna? ¿Para qué queremos un descendiente de David, si
todos los reyes son inútiles o sinvergüenzas?
En este contexto se
entiende la promesa hecha por Dios a Jeremías de un rey que se llamará “Yahvé
es nuestra justicia”. Un monarca cuyo mismo nombre expresa la estrecha
relación de Dios con todo el pueblo, y que salvará a Judá y Jerusalén mediante
un gobierno justo. Frente a la angustia y la incertidumbre, implantará la
tranquilidad.
Lo fundamental es la idea de un monarca que procura el bienestar del pueblo. En el contexto del Adviento, esta lectura nos recuerda que Dios no se desentiende de los graves problemas políticos y sociales de la humanidad. Aunque un volteriano le pediría a Dios que en vez de salvar a Judá y procurar la paz de Jerusalén, salve a los de Gaza y traiga la paz al Líbano.
El amor como preparación a la Navidad: 1 Tesalonicenses 3, 12- 4,2
Esta lectura indica con qué espíritu debemos vivir siempre la vida cristiana, en especial estas semanas del Adviento: amor mutuo y amor a todos, comportamiento que agrade a Dios. Parece algo muy etéreo; habría que leer los consejos que da la carta para concretar esas recomendaciones. Pero también es bueno que cada cual se examine sobre su amor a todos y si su comportamiento agrada a Dios.
Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo
mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones,
de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en
la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.
Por lo demás, hermanos os rogamos y os exhortamos en el Señor Jesús: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues comportaos así y seguir adelante. Pues ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.
Esperar y preparar nuestra liberación: Lucas 21, 25-28. 34-36.
El evangelio comienza con las señales típicas de la literatura apocalíptica a propósito del fin del mundo (portentos en el sol, la luna y las estrellas) que provocan en las gentes angustia, terror y ansiedad. Pero sustituye el fin del mundo con algo muy distinto: la venida de Jesús con gran poder y gloria; y esto no debe suscitar en nosotros una reacción de miedo, sino todo lo contrario: “cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación”.
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
A continuación, nos dice el evangelio cómo debemos esperar esta venida de Jesús. Negativamente, no permitiendo que nos dominen el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de la vida. Positivamente, con una actitud de vigilancia y oración.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».
Reflexión final: acción de Dios y colaboración nuestra
Lo que pide Pablo a
los tesalonicenses no se consigue a base del propio esfuerzo. Es preciso que
Dios nos colme y haga rebosar de ese amor. Pero nosotros debemos colaborar. Hay
que comportarse de acuerdo con lo aprendido. O, como dice el evangelio, tener
cuidado, estar despiertos, mantenerse en pie. Algo que no es muy frecuente en
estos días de diciembre, cuando lo que más preocupa es la celebración de la
fiesta y la elección de los regalos.
Padre
José Luis Sicre Díaz, S.J.
Doctor
en Sagrada Escritura por el
Pontificio
Instituto Bíblico de Roma
0 comentarios:
Publicar un comentario