Esta evocación de Alcalá no es de la niñez, pero ha arrastrado recuerdos de aquellos años de niño en la década de 1940 en Alcalá. Ya he evocado algo de mis años de monaguillo en la Victoria con el padre Manuel. Este artículo rememora dos de las profesiones más relevantes de aquellos años, la de sochantre y organista. Sobre todo en los entierros y en las exequias parroquiales de San Jorge.
El sochantre era una especie de cantor que entonaba los motetes y salmos en las misas y oficios divinos. En los años 40, el coro casi había desaparecido, sólo actuaba en Navidad y en las fiestas de la Virgen de los Santos. En esta época, el sochantre era don Antonio Cobos, que tenía una voz gruesa, de buen bajo y de cuerdas potentes. Su voz podía más que la de todos los curas juntos. El organista era don Arsenio, un hombre culto, entendido en música, que sacaba inefables aspergios al órgano de San Jorge y, asimismo, cantaba muy bien.
La parroquia de Alcalá tenía una tradición de excelentes sochantres y organistas, ya que había llegado a contar con unos treinta beneficiados, que tenían la obligación de acudir cada día a cantar el oficio divino al coro de San Jorge. La misma fábrica del coro es ya una muestra excelente de sillería coral del siglo XVIII, realizada por Agustín de Medina y Flores. Y el órgano, un formidable mobiliario instrumental de música, hecho por Francisco Pérez de Valladolid. Ni que decir tiene que los sochantres y organistas de San Jorge habían estado a la altura de las circunstancias.
A final del siglo XIX, uno de esos sochantres había sido Antonio Periáñez Lagos, casado con Gertrudis del Manzano, ambos de Alcalá de los Gazules (Cádiz). En 1879 llegaban a El Puerto de Santa María con un sobrino, Manuel Almendra Periáñez, de 18 años y huérfano de padre y madre, y su hermana María, un año más joven que él. También les acompañaba un tío-abuelo, Francisco Periáñez Salcedo. Todos naturales de Alcalá. El tío Antonio pasó toda su vida cantando y sacó a la familia adelante actuando como sochantre en la Iglesia Mayor Prioral de El Puerto. La Prioral figuraba en esa fecha entre las diez parroquias más ricas de la archidiócesis de Sevilla. Tenía, asimismo, un nutrido coro de clérigos que cantaban diariamente el oficio divino.
El 2 de junio de 1897, a las nueve de la noche, Manuel Almendra Periáñez, a los 23 años de edad y a consecuencia de una tuberculosis pulmonar, según certificó el facultativo don Lorenzo Barrios, falleció después de una cruel enfermedad de asma, que apenas pudo aliviar aspirando vapores de eucalipto. La enfermedad le impedía estar acostado, por lo que pasaba las horas y los días sentado en el cierro de la casa, número 9 de la calle de Santa Clara de la ciudad portuense, en la acera izquierda mirando desde la C/ Cielos.
El 24 de noviembre de 1996, el jerezano Enrique Pérez Fernández, profesor y escritor en El Puerto de Santa María, publicaba en el Diario de Cádiz, con el título de “Un fantasma en Santa Clara” y el subtítulo de “Te vas a quedar como Almendrita”, la curiosa anécdota que rescataba del antiguo periódico la Revista portuense.
A los dos semanas de la muerte de Manuel Almendra, el periódico la Revista Portuense, con el título “Un muerto que aparece” daba la siguiente noticia: “La fantasía popular que abulta tanto los hechos, aglomera todos los días en la calle Santa Clara un inmenso gentío que se agolpa, para ver estampado, según dicen, en un cristal de un cierro el rostro de un joven, que hace poco tiempo dejó de existir. Las comadres del barrio comentan el hecho entre la gente del pueblo, y no del pueblo por desgracia, dando carácter de verosimilitud a tan graciosa invención.”
Incrédulo, el periodista acudió aquella tarde del 16 de junio de 1897 al lugar de la supuesta aparición y, al día siguiente, publicó una crónica de lo sucedido con los datos que pudo recoger en el lugar de los hechos. Al parecer, una niña de la calle, que acostumbrada a ver sentado en el cierro a Almendra, creyó que seguía viendo su cara, una vez muerto, en un cristal del mismo. La noticia corrió por toda la ciudad, y no pasó el tiempo para que muchos portuenses acudieran a contemplar la aparición.
El periodista contaba que media ciudad desfilaba frente al cierro, hasta el punto de que quitaron la puerta de cristales, pero la gente decía que lo seguían viendo en otro cristal del mismo cierro. Incluso otros lo veían en uno de los cristales de una farola de gas próxima y permanecían allí mirándola hasta bien entrada la madrugada. El señor Periáñez se quejó amargamente de lo que ocurría, pues tenía gravemente enferma a su esposa y, a la pena de la muerte del sobrino, se unía ahora el escándalo de la gente. Pedía al alcalde que enviara a una pareja de la guardia civil para evitar lo que estaba ocurriendo.
El abogado y escritor Luis Suárez, que había conocido los hechos por su abuela materna, doña Candelaria Leal, dio otra versión del suceso en un periódico posterior titulado Cruzados, a comienzos de 1960, bajo el título de Personajes de boca en boca. Y asegura que de aquí surgió el dicho popular portuense, nacido a raíz del acontecimiento: “Te vas a quedar como Almendrita”.
JUAN LEIVA
El sochantre era una especie de cantor que entonaba los motetes y salmos en las misas y oficios divinos. En los años 40, el coro casi había desaparecido, sólo actuaba en Navidad y en las fiestas de la Virgen de los Santos. En esta época, el sochantre era don Antonio Cobos, que tenía una voz gruesa, de buen bajo y de cuerdas potentes. Su voz podía más que la de todos los curas juntos. El organista era don Arsenio, un hombre culto, entendido en música, que sacaba inefables aspergios al órgano de San Jorge y, asimismo, cantaba muy bien.
La parroquia de Alcalá tenía una tradición de excelentes sochantres y organistas, ya que había llegado a contar con unos treinta beneficiados, que tenían la obligación de acudir cada día a cantar el oficio divino al coro de San Jorge. La misma fábrica del coro es ya una muestra excelente de sillería coral del siglo XVIII, realizada por Agustín de Medina y Flores. Y el órgano, un formidable mobiliario instrumental de música, hecho por Francisco Pérez de Valladolid. Ni que decir tiene que los sochantres y organistas de San Jorge habían estado a la altura de las circunstancias.
A final del siglo XIX, uno de esos sochantres había sido Antonio Periáñez Lagos, casado con Gertrudis del Manzano, ambos de Alcalá de los Gazules (Cádiz). En 1879 llegaban a El Puerto de Santa María con un sobrino, Manuel Almendra Periáñez, de 18 años y huérfano de padre y madre, y su hermana María, un año más joven que él. También les acompañaba un tío-abuelo, Francisco Periáñez Salcedo. Todos naturales de Alcalá. El tío Antonio pasó toda su vida cantando y sacó a la familia adelante actuando como sochantre en la Iglesia Mayor Prioral de El Puerto. La Prioral figuraba en esa fecha entre las diez parroquias más ricas de la archidiócesis de Sevilla. Tenía, asimismo, un nutrido coro de clérigos que cantaban diariamente el oficio divino.
El 2 de junio de 1897, a las nueve de la noche, Manuel Almendra Periáñez, a los 23 años de edad y a consecuencia de una tuberculosis pulmonar, según certificó el facultativo don Lorenzo Barrios, falleció después de una cruel enfermedad de asma, que apenas pudo aliviar aspirando vapores de eucalipto. La enfermedad le impedía estar acostado, por lo que pasaba las horas y los días sentado en el cierro de la casa, número 9 de la calle de Santa Clara de la ciudad portuense, en la acera izquierda mirando desde la C/ Cielos.
El 24 de noviembre de 1996, el jerezano Enrique Pérez Fernández, profesor y escritor en El Puerto de Santa María, publicaba en el Diario de Cádiz, con el título de “Un fantasma en Santa Clara” y el subtítulo de “Te vas a quedar como Almendrita”, la curiosa anécdota que rescataba del antiguo periódico la Revista portuense.
A los dos semanas de la muerte de Manuel Almendra, el periódico la Revista Portuense, con el título “Un muerto que aparece” daba la siguiente noticia: “La fantasía popular que abulta tanto los hechos, aglomera todos los días en la calle Santa Clara un inmenso gentío que se agolpa, para ver estampado, según dicen, en un cristal de un cierro el rostro de un joven, que hace poco tiempo dejó de existir. Las comadres del barrio comentan el hecho entre la gente del pueblo, y no del pueblo por desgracia, dando carácter de verosimilitud a tan graciosa invención.”
Incrédulo, el periodista acudió aquella tarde del 16 de junio de 1897 al lugar de la supuesta aparición y, al día siguiente, publicó una crónica de lo sucedido con los datos que pudo recoger en el lugar de los hechos. Al parecer, una niña de la calle, que acostumbrada a ver sentado en el cierro a Almendra, creyó que seguía viendo su cara, una vez muerto, en un cristal del mismo. La noticia corrió por toda la ciudad, y no pasó el tiempo para que muchos portuenses acudieran a contemplar la aparición.
El periodista contaba que media ciudad desfilaba frente al cierro, hasta el punto de que quitaron la puerta de cristales, pero la gente decía que lo seguían viendo en otro cristal del mismo cierro. Incluso otros lo veían en uno de los cristales de una farola de gas próxima y permanecían allí mirándola hasta bien entrada la madrugada. El señor Periáñez se quejó amargamente de lo que ocurría, pues tenía gravemente enferma a su esposa y, a la pena de la muerte del sobrino, se unía ahora el escándalo de la gente. Pedía al alcalde que enviara a una pareja de la guardia civil para evitar lo que estaba ocurriendo.
El abogado y escritor Luis Suárez, que había conocido los hechos por su abuela materna, doña Candelaria Leal, dio otra versión del suceso en un periódico posterior titulado Cruzados, a comienzos de 1960, bajo el título de Personajes de boca en boca. Y asegura que de aquí surgió el dicho popular portuense, nacido a raíz del acontecimiento: “Te vas a quedar como Almendrita”.
JUAN LEIVA
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