domingo, 7 de febrero de 2010

EVOCACIONES ALCALAÍNAS

28.- El exvoto

Uno de los elementos que más le llamaron la atención, al llegar de pequeño al Santuario de la Virgen de los Santos, fueron los exvotos. Las paredes laterales del templo aparecían cubiertas por una serie de cuadros y figuras, que ofrecían una información sobre hechos prodigiosos atribuidos a la Santísima Virgen. Casi ya no cabían más, pues son tantas las personas que quieren hacer constar su agradecimiento a la Virgen, que ya han cubierto todos los tramos libres de la pared. Algunos exvotos se han ido deteriorando con el tiempo y la Hermandad los ha recogido para que no desaparezcan.
Se trata de una iconografía popular cargada de reconocimiento, de fe sencilla, de gratitud a la Virgen. Esta costumbre es antiquísima, universal y practicada por muchos pueblos. Ha perdurado hasta la actualidad, especialmente en los países de Italia, Francia, España e Hispanoamérica. En España los exvotos se remontan hasta el siglo XIV, pero proliferan sobre todo a partir del siglo XVII. Los exvotos, o “mandas”, son de tipo muy distinto: hechos sucedidos en el mar; naufragios reproducidos con diminutas y pintorescas embarcaciones; tragedias provocadas por fuegos o trabajos arriesgados; acciones extraordinarias a personas disminuidas físicas representadas por brazos, piernas, ojos, oídos; curaciones de enfermedades y soluciones de dificultades arriesgadas que, de modo inexplicable, fueron superadas.
Lo que nunca pudo imaginar es que él mismo tuviera un exvoto expuesto en la pared del Santuario. Fue una tragedia que le sucedió en 1945, exactamente al año de haber salido de Alcalá. Estudiaba en un colegio de la Salle de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Jerez de la Frontera. Tenía 11 años y fue de excursión con sus compañeros y profesores a la playa de. Sanlúcar de Barrameda. Serían las doce del mediodía cuando llegaron a la playa. Los niños jugaban en la arena, mientras un fuerte viento comenzó a desatarse en el mar. Nueve niños se introdujeron en una barca atada en la orilla y se divertían balanceándose con el flujo y reflujo de las olas. Unos pescadores les avisaron de que era día de resaca y resultaba peligroso salir a la mar. Ellos no quisieron oír y se divertían con la osadía, consiguiendo sacar los remos para adentrarse en el mar. Sin saber cómo, la barca fue arrastrada por la resaca hasta el canal de la desembocadura del río Guadalquivir.
De pronto, una ola terrible, con un rugido estremecedor, subió desde lo más profundo del mar, arrastró la barca y la volvió del revés. Él se lanzó hacia la parte izquierda o babor de la barca, mientras los ocho niños caían a la derecha o estribor. Todavía no ha podido olvidar aquel griterío de los niños arrastrados por las aguas. Se agarraban unos a otros e iban sucumbiendo rápidamente bajo las olas. Las fuerzas comenzaron a fallarle y quiso ver a lo lejos a alguien que se acercaba. En medio de la desesperación, recordó algo que le habían contado la tarde anterior.
El Padre Redéntor, fraile del convento de Padres Carmelitas, de la residencia que tienen frente a su casa de la plaza del Carmen de Jerez, estuvo en el Colegio del Mundo Nuevo para imponer a los alumnos el santo escapulario. En la plática, contó varios ejemplos de naufragios, en los que los marineros se habían salvado acudiendo a la interseción de la Virgen. Fue cuestión de un segundo, cuando como un flash pasó por su mente pedir a la Virgen que lo salvara. En el mismo instante perdió el conocimiento. Después le contaron que el profesor de las Escuelas Cristianas, Hermano Arturo Javier, se había desprendido del hábito y se arrojó al mar para auxiliar a los niños. Al primero que pudo atrapar fue a él, que estaba separado del grupo y lo sacó hasta la orilla totalmente inconsciente. En la playa le hicieron los primeros auxilios los marinos de la Escuela Naval de Sanlúcar, pero no reaccionaba y lo trasladaron al hospital municipal. Los otros ocho niños perecieron: sacaron a otro ya ahogado, mientras los otros fueron apareciendo en días sucesivos cerca de la barra del río en Chipiona. Estuvo luchando varios días entre la vida y la muerte en el hospital de Sanlúcar, hasta que los médicos le dieron el alta.
Cuando se recuperó y volvió al Colegio, le llamaban Moisés, “salvado de las aguas”. Y le preguntaban cómo pudo escapar de las olas. Contestaba que no lo sabía, pero que se había encomendado a la Virgen del Carmen. Su hermano Gaspar pidió a un amigo dibujante de Jerez que le hiciera un cuadro para el Santuario de la Virgen de los Santos. Su mente infantil se enfrentó a un serio problema: ¿Cómo diría que lo había salvado la Virgen de los Santos, si él se encomendó a la Virgen del Carmen? La alternativa se convirtió para él en un problema de conciencia. Lo dijo y lo repitió muchas veces. Entonces hizo constar que debían estar presente en el exvoto las dos advocaciones, la de la Virgen del Carmen y la Virgen de Los Santos. Más tarde comprendió que eran simples expresiones sobre la misma persona de la Santísima Virgen. En cada pueblo la expresaban con un piropo distinto: Virgen del Rocío, Virgen de la Paz, Virgen de la Merced, Virgen del Rosario, Virgen de los Santos... Entonces la leyenda del cuadro acabó expresada aproximadamente así: “El niño, Juan Leiva Sánchez, que había naufragado en las aguas de Sanlúcar con otros nueve compañeros, se encomendó a la Virgen del Carmen y pudo salvar la vida. Su familia quiso agradecer el prodigio colocando este exvoto en el Santuario de la Virgen de los Santos de Alcalá.” Quiere recordar que el exvoto estaba hecho sobre un papel en forma de pergamino, pero la humedad y los insectos lo apolillaron. Quedó tan deteriorado que la Hermandad lo retiró con el fin de restaurarlo. No volvió a verlo más, suponiendo que el material era de vida efímera.
Hace unos veinte o treinta años, el Banco de Andalucía publicó un libro sobre los exvotos de los santuarios de Andalucía, a instancias del funcionario alcalaíno Manuel Romero Gómez. La documentación del libro se surtió, fundamentalmente, de los exvotos del Santuario de la Virgen de los Santos de Alcalá. Manuel Romero murió hace poco más de un año en Sevilla. La misa por su alma se celebró en el convento sevillano de los Carmelitas del Buen Suceso, oficiada por el padre provincial Rafael Leiva Sánchez. Presidían los funerales su esposa Inés Sánchez y sus tres hijos, así como sus hermanas Francisca y Petra. Sus padres también vivían en la calle la Amiga y tenían una tienda clásica de charcutería de Alcalá, lindando con el que fuera el Café de Vicente Jiménez, hermano de las de Jiménez, las tres hermanas que vivían en el callejón Osorio.
Después, Francisca se colocó de telefonista en la bodega de González Byass, y Manuel y Trinidad se trasladaron a Jerez. Allí murieron. Actualmente, toda la familia está afincada en Sevilla, menos Petra, que vive en Los Palacios. Los recuerdos y las evocaciones de Alcalá le acompañan a todas partes. Y los mismos exvotos son, precisamente, eso, evocaciones del agradecimiento de mucha gente que han vivido una experiencia extraordinaria atribuida a la Virgen de los Santos.


JUAN LEIVA

1 comentarios:

Salustiano Gutiérrez Baena dijo...

¡Qué bonito! Jerome Mintz fotografió muchos exvotos. Yo tengo las diapositivas, puede haber más de doscientos de los años setenta, si alguna vez alguien quiere hacer una exposición o algo parecido, que se ponga en contacto conmigo.
salustiano.gutierrezgmail.com

El tiempo que hará...