Pregón de Semana Santa
Alcalá de los Gazules
Domingo de Pasión
21 de marzo de 2010
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
Alcalá de los Gazules
Domingo de Pasión
21 de marzo de 2010
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
Rvdo. Sr. Cura Párroco
Ilustrísimo Sr. Alcalde y miembros de la Corporación Municipal
Dignísimas Autoridades
Hermana Mayor y Comunidad del Beaterio de Jesús, María y José.
Sr. Secretario de la Asamblea de Laicos
Miembros del Consejo Pastoral Parroquial
Hermanos Mayores y Juntas de Gobierno de las Cofradías de Penitencia
Junta de Gobierno de la Hermandad de Nuestra Señora de los Santos
Familiares, cofrades, alcalaínos. Amigos todos.
Ilustrísimo Sr. Alcalde y miembros de la Corporación Municipal
Dignísimas Autoridades
Hermana Mayor y Comunidad del Beaterio de Jesús, María y José.
Sr. Secretario de la Asamblea de Laicos
Miembros del Consejo Pastoral Parroquial
Hermanos Mayores y Juntas de Gobierno de las Cofradías de Penitencia
Junta de Gobierno de la Hermandad de Nuestra Señora de los Santos
Familiares, cofrades, alcalaínos. Amigos todos.
Cierto día del mes de enero, encontrándome conduciendo mi coche desde Ubrique hacia Alcalá, como es habitual en mi desde hace más de 20 años, acompañado de mi hijo Julio, recibí una llamada al móvil que, tras varios intentos debido a la escasez de cobertura, me dijo: Antonio, soy Pepe Sánchez, te paso al Padre Marco que tiene que hablar contigo. Que raro, pensé, normalmente el Padre Marco me llama directamente, pero…. Al ponerse él al teléfono me dice, Antonio, estamos reunidos en el Consejo Pastoral y hemos decidido proponerte que seas el pregonero de la Semana Santa de este año….., y necesitamos que nos digas si lo aceptas o no. Sin dudarlo un momento, le dije: a vosotros no os puedo decir que no a nada.
Por tanto, permítanme que mis primeras palabras sean de agradecimiento al Consejo Pastoral Parroquial, por haber decidido que en esta mañana del Domingo de Pasión, yo, me encuentre aquí ante ustedes, para abrir la Semana Santa de Alcalá; para intentar piropearle a sus vírgenes, para rezar juntos a la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Seguramente en mi elección ha influido que estemos disfrutando del Año de Gracia de Nuestra Patrona, la Virgen de los Santos y que yo tenga el honor de ser el Hermano Mayor de su Junta de Gobierno.
Ojalá poseyera yo la facilidad y riqueza de palabra suficiente para expresar todos los recuerdos, añoranzas, alabanzas y deseos que en relación con nuestras tradiciones de Semana Santa se me vienen a la memoria. De todas maneras, trataré de no defraudar a nadie, aunque sólo sea a base de empeño y buena voluntad por vuestra parte y por la mía.
Gracias también a mi presentador, no hay nada más fácil para conseguir que hablen bien de ti, que elegir como presentador a tu hermano, y si es el pequeño, mejor, ¡pobre Jesús, que mal rato te he hecho pasar¡.
Gracias también a mi presentador, no hay nada más fácil para conseguir que hablen bien de ti, que elegir como presentador a tu hermano, y si es el pequeño, mejor, ¡pobre Jesús, que mal rato te he hecho pasar¡.
Pero, existen otros motivos para su elección, lo elegí, por varias razones: en primer lugar, porque casi más que mi hermano es un cofrade legitimo, que desde su adolescencia está absolutamente volcado con su cofradía del Nazareno, especialmente con sus finanzas, no se si habrá alguien presente en este templo que no haya sufrido su persecución para venderle lotería o hacerle participar en cualquier otra rifa para recaudar fondos para su cofradía, para su Jesús Nazareno, para su Virgen de los Dolores. También lo elegí porque en su persona quiero homenajear a toda una generación de jóvenes alcalaínos que con sus orígenes en el movimiento Cristo Vive y con la influencia del recordado, Padre Hermida, y la experta dirección de D. José Gallego, se incorporaron a esta cofradía y la han llevado a realizar sus mejores hitos. Tras ellos muchos otros jóvenes se han ido incorporando al mundo cofrade de Alcalá, e integrándose en las otras cofradías, hasta alcanzar en todas ellas una brillantez que tenemos que procurar que no desaparezca.
Y por último, gracias sobre todo a vosotros que, unidos por el deseo compartido de mantener y engrandecer nuestras tradiciones de Semana Santa, os habéis congregado aquí, nos hemos congregado aquí, para disfrutar recordando lo que fue, viendo lo que es y proyectando lo que queremos que en el futuro sea nuestra Semana Santa.
Permitidme que dedique este pregón a mi familia, a los presentes y a los que ya no se encuentran entre nosotros, responsables de haber alentado la fe en mi persona, pero especialmente quiero dedicarlo a mis hijos, Antonio, que se encuentra en tierras teutonas y Julio, y muy especialmente a mi esposa, Lourdes, por consentir que dedique el poco tiempo libre que me deja el trabajo a dar rienda suelta a todo aquello que me proponen. Me dice que solo se negarle cosas a ella, y la verdad es que tengo que reconocer que tiene razón, por ello quiero pedirte disculpas públicamente. Hace hoy justo un año que celebrábamos nuestras bodas de plata, deseo que los 26 años de vida conyugal que acabamos de cumplir se multipliquen al menos por dos.
El pregón es un género literario y oratorio, en si no fácil. Y, a mi parecer, el pregón de Semana Santa es más difícil todavía. El pregón de Semana Santa, en Alcalá, goza de una tradición ya arraigada, pero tiene unas características muy particulares. No se puede ser pregonero de Semana Santa, por muchas cualidades oratorias y literarias que puedan tenerse, si no se tiene el arraigo de la fé. Si no se ha penetrado, mínimamente, en el Misterio de Cristo, Muerto y Resucitado, que es a su vez, el Misterio de la Iglesia.
He querido comenzar este Pregón con un poema sobre la Virgen María y su profundo dolor cuando presenció la muerte de su hijo, Jesucristo. El título completo en latín es "Stabat Mater Dolorosa", y es atribuido a Jacopone de Todi. La versión en español se conoce como "Estaba la Madre dolorosa junto a la Cruz.", existiendo distintas versiones, de las que me he decidido por utilizar la compuesta por Lope de Vega.
He querido comenzar este Pregón con un poema sobre la Virgen María y su profundo dolor cuando presenció la muerte de su hijo, Jesucristo. El título completo en latín es "Stabat Mater Dolorosa", y es atribuido a Jacopone de Todi. La versión en español se conoce como "Estaba la Madre dolorosa junto a la Cruz.", existiendo distintas versiones, de las que me he decidido por utilizar la compuesta por Lope de Vega.
A manera de introducción, hagamos un poco de historia. A principios del siglo IV había en la cristiandad una gran confusión sobre cuándo había de celebrarse la Pascua cristiana o Pascua de Resurrección, que recordara el aniversario de la resurrección de Jesús de Nazaret. Habían surgido numerosas tendencias o grupos de practicantes que utilizaban cálculos propios. Ya en el Concilio de Arlés, en el año 314, se obligó a toda la Cristiandad a celebrar la Pascua el mismo día, y que esta fecha habría de ser fijada por el Papa, que enviaría epístolas a todas las iglesias del orbe con las instrucciones necesarias. Sin embargo, no todas las congregaciones siguieron estos preceptos. Es en el Concilio de Nicea, en el año 325, donde se llega finalmente a una solución para este asunto. En él se estableció que la Pascua de Resurrección había de ser celebrada cumpliendo unas determinadas normas: que debía celebrase en domingo, que no coincidiese nunca con la Pascua judía, que se celebraba independientemente del día de la semana, y que los cristianos no celebrasen nunca la Pascua dos veces en el mismo año. Esto tiene su explicación porque el año nuevo empezaba en el equinoccio primaveral, por lo que se prohibía la celebración de la Pascua antes del equinoccio real (antes de la entrada del Sol en Aries).
No obstante, siguió habiendo diferencias entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Alejandría, si bien el Concilio de Nicea dio la razón a los alejandrinos, estableciéndose la costumbre de que la fecha de la Pascua se calculaba en Alejandría, que lo comunicaba a Roma, la cual difundía el cálculo al resto de la cristiandad.
Finalmente fue Dionisio el Exiguo, en el año 525, quien desde Roma convenció de las bondades del cálculo alejandrino, unificándose al fin el cálculo de la pascua cristiana.
La Pascua de Resurrección es el domingo inmediatamente posterior a la primera Luna llena tras el equinoccio de primavera, y se debe calcular empleando la Luna llena eclesiástica; sin embargo, ésta casi siempre coincide con la Luna llena astronómica, de modo que para efectos de cálculo es generalmente válido emplear la definición astronómica. Por ello puede ser tan temprano como el 22 de marzo, o tan tarde como el 25 de abril, el próximo año, por cierto, será el día 24, por lo que nos coincidirá con las fiestas de nuestro patrón, San Jorge.
La Pascua de Resurrección es el domingo inmediatamente posterior a la primera Luna llena tras el equinoccio de primavera, y se debe calcular empleando la Luna llena eclesiástica; sin embargo, ésta casi siempre coincide con la Luna llena astronómica, de modo que para efectos de cálculo es generalmente válido emplear la definición astronómica. Por ello puede ser tan temprano como el 22 de marzo, o tan tarde como el 25 de abril, el próximo año, por cierto, será el día 24, por lo que nos coincidirá con las fiestas de nuestro patrón, San Jorge.
Una vez introducido, voy a intentar centrarme en el cuerpo del pregón. Cuando intentaba decidirme sobre qué enfoque darle a este pregón, un amigo me comentó: “pero si tú lo tienes muy fácil, lo podrías hacer desde el punto de vista de la Virgen María y su Pasión”. Me pareció una buena idea y a ello me puse, no sin mucha dificultad. Espero haber conseguido un resultado, al menos, digno de todos ustedes.
La figura de María en la vida de Cristo pasa desapercibida para las Sagradas Escrituras, desde Su presencia en la aparición de Jesús en el Templo, hasta la hora terrible en que lo ve arrastrando la cruz en la Calle de la Amargura, según se relata en el libro “Historia de la Santísima Virgen María”, cuyos autores son una sociedad de escritores, dirigidos por el Dr. D. Joaquín Pérez Sanjulián. Indudablemente, la Virgen, seguía a su Hijo, a todas partes, en compañía de las santas mujeres oía sus discursos y los comentaba y difundía entre las gentes ignorantes. Era una colaboración en la sombra. Mientras Cristo nos iba dejando su mensaje de paz y misericordia con su palabra, la Madre, callada y humilde, proyectaba su sencillez sobre todo lo que hacía o decía su Hijo para que su Gloria resplandeciese aún más.
Nuestra Semana Santa, tiene, desde hace pocos años, un magnífico preámbulo, o mejor dicho dos, ambos actos se celebran el Viernes de Dolores, el primero de ellos, organizado por los alumnos de educación infantil de la SAFA, la celebración de la Semana Santa Chica, cuna de cofrades alcalaínos, en la que los niños y niñas, con pocos años comienzan a apreciar la importancia de celebrar la Pasión de Jesucristo y a rivalizar para ver que paso luce más y mejor. Ya por la noche, se celebra el Vía Crucis Parroquial. Recogimiento, sencillez, devoción, participación, son cualidades que rodean a este acto en que veneramos la imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo, Jesús de Medinaceli, que tras salir de su templo, por la que hoy podemos llamar Puerta de los Rebaños, rememorando el nombre de la puerta por la que Jesús salió prendido después de su oración en el monte de los Olivos, pasea su impresionante figura por las vericuetas calles de los alrededores de su templo de la Victoria.
Jesús, acaba de ser traicionado por uno de los suyos y entregado en la noche, el acto de cobardía es cometido en la oscuridad, nunca la traición y el crimen apetecieron la luz.
Nos relata la Historia de la Virgen, que Juan, después de presenciar esta detención, regresó al Cenáculo, apenado, solo y triste para comunicar a María, a su madre, a sus parientas y demás mujeres, la terrible noticia.
¡Que horribles momentos de angustia pasaría el corazón de María con la fatídica nueva! ¿Qué hacer en esta situación?; María solo levanta los ojos al cielo, a ese cielo que miramos y contemplamos, al que, nosotros también, imitándola, levantamos nuestras miradas en los momentos de dicha, de alegría, de tristeza y de dolor, a ese cielo al que elevamos nuestros ojos siempre, como inconsciente movimiento de nuestra alma que tiende a mirar, a agradecer y a sentir hacia él; pero la mirada de Ella era totalmente consciente, sabía lo que miraba, sabía a quien la dirigía.
El inicio de nuestra particular celebración de la Pasión, comienza, realmente con la, Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
Mis primeros recuerdos cofrades son de la celebración del Domingo de Ramos, existe en mi casa una fotografía, en la que me hallo con 4 o 5 años, vestido de penitente, túnica y capirote blancos, con la cara descubierta, acompañado de dos chicas jóvenes que representan a la Verónica con el sudario y a Magdalena con una palma en la mano, una de ellas creo recordar que es Juana Mari Marchante. Aparecemos dispuestos a participar en la procesión de la Borriquita que por aquellos años, los 60, organizaba mi padrino de bautismo, D. José García. Después de haber desaparecido durante años, y gracias a la perseverancia de un grupo de catequistas, volvimos a recuperar esta salida procesional.
Hoy las calles de Alcalá se transforman en las de aquella ciudad y como entonces, todos los presentes alcalainos y foráneos, saludamos y aclamamos, con palmas y ramos a Cristo Rey, que encarnado por la inocente figura de la infancia pasea entre nosotros y nos bendice. Nadie hay que nos pruebe ni nos niegue que María se hallaba en la Ciudad Santa el día de la entrada triunfal de su Hijo, ni que dejara de presenciar aquel acto de amor y entusiasmo.
¡Momentos de alegría para la Virgen Madre, pero ¡ay! que aquella alegría había de trocarse dentro de poco en horas de cruento y terrible dolor que habían de destrozar aquel puro corazón!
Como dijo nuestro Papa Benedicto en una de sus homilías del Domingo de Ramos, “en la procesión profesamos la realeza de Jesucristo, reconocemos a Jesús como el Rey de la paz y de la justicia. Reconocerlo como rey significa aceptarlo como aquel que nos indica el camino, aquel del que nos fiamos y al que seguimos. Significa aceptar día a día su palabra como criterio válido para nuestra vida. Significa ver en él la autoridad a la que nos sometemos. Nos sometemos a El, porque su autoridad es la autoridad de la verdad. La procesión de Ramos es, ante todo expresión de alegría, significa el inicio del compromiso de “seguir a Cristo", que para los primeros discípulos, significaba que estas personas habían decidido dejar su profesión, sus negocios, toda su vida, para ir con Jesús, significaba emprender una nueva profesión: la de discípulo, para nosotros el seguimiento debe significar un cambio interior de la existencia. Nos exige que ya no estemos encerrados en nuestro yo, que nos entreguemos libremente al Otro, se trata de la decisión de no considerar ya los beneficios y el lucro, la carrera y el éxito como fin último de nuestra vida, sino de reconocer como criterios auténticos la verdad y el amor. Se trata de la opción entre vivir sólo para mí mismo o entregarme por lo más grande”.
Como dijo nuestro Papa Benedicto en una de sus homilías del Domingo de Ramos, “en la procesión profesamos la realeza de Jesucristo, reconocemos a Jesús como el Rey de la paz y de la justicia. Reconocerlo como rey significa aceptarlo como aquel que nos indica el camino, aquel del que nos fiamos y al que seguimos. Significa aceptar día a día su palabra como criterio válido para nuestra vida. Significa ver en él la autoridad a la que nos sometemos. Nos sometemos a El, porque su autoridad es la autoridad de la verdad. La procesión de Ramos es, ante todo expresión de alegría, significa el inicio del compromiso de “seguir a Cristo", que para los primeros discípulos, significaba que estas personas habían decidido dejar su profesión, sus negocios, toda su vida, para ir con Jesús, significaba emprender una nueva profesión: la de discípulo, para nosotros el seguimiento debe significar un cambio interior de la existencia. Nos exige que ya no estemos encerrados en nuestro yo, que nos entreguemos libremente al Otro, se trata de la decisión de no considerar ya los beneficios y el lucro, la carrera y el éxito como fin último de nuestra vida, sino de reconocer como criterios auténticos la verdad y el amor. Se trata de la opción entre vivir sólo para mí mismo o entregarme por lo más grande”.
UN RAMALILLO DE ESPARTO (adaptado de Manuel Martel López)
Un ramalillo de esparto
para una burra que pasa
sin que nadie se detenga
por las calles a mirarla.
Un ramalillo de esparto
¡es cosa tan simple y vaga…!
Algo que todos desprecian
algo, que ya es casi nada…
Un ramal, ¿qué es en la vida?
Una cuerda…
que se rompe y que se pasa…
Y, sin embargo, en sus manos
¡quién fuera cuerda engarzada!
Por Alcalá, yo quisiera pasar,
pasar en Semana Santa,
siendo el ramal de la burra
en donde Cristo cabalga.
Y si yo fuera cuerda,
sus dos manos tocaran…
¡Las manos de Cristo en mí,
unidas y entrelazadas…!
A tu paso por Alcalá,
Señor, en Semana Santa,
déjame ser el ronzal
de la burra en que cabalgas,
para ir mirando azahares
a medio abrir en las ramas…
y geranios en los balcones.
¡Ramal en tus manos santas…!
para ir cogiendo suspiros,
para ir enhebrando lágrimas
en mejillas de mocitas,
con cantares de gitanas…
para oir decir a los niños,
¡la borriquita que pasa…!
asomando por sus ojos
la inocencia de sus almas.
El ramalillo de esparto
de la burra en que cabalgas,
quisiera ser en Alcalá,
Señor, en Semana Santa.
Tu pregonero yo soy,
portavoz de tu palabra,
y además, soy español
y andaluz de pura entraña,
por eso en Alcalá quiero
ser el ronzal y la jáquima,
Señor, de tu borriquita,
la borriquita que pasa…!
Y, al fin y al cabo, ¿qué soy…?
¡un ramal que Tú trenzaras…
tu pregonero, Señor,
portavoz de tu palabra…!
¡Un ramalillo de esparto
con que has atado mi alma,
para pasar por Alcalá,
Señor, en Semana Santa!
para una burra que pasa
sin que nadie se detenga
por las calles a mirarla.
Un ramalillo de esparto
¡es cosa tan simple y vaga…!
Algo que todos desprecian
algo, que ya es casi nada…
Un ramal, ¿qué es en la vida?
Una cuerda…
que se rompe y que se pasa…
Y, sin embargo, en sus manos
¡quién fuera cuerda engarzada!
Por Alcalá, yo quisiera pasar,
pasar en Semana Santa,
siendo el ramal de la burra
en donde Cristo cabalga.
Y si yo fuera cuerda,
sus dos manos tocaran…
¡Las manos de Cristo en mí,
unidas y entrelazadas…!
A tu paso por Alcalá,
Señor, en Semana Santa,
déjame ser el ronzal
de la burra en que cabalgas,
para ir mirando azahares
a medio abrir en las ramas…
y geranios en los balcones.
¡Ramal en tus manos santas…!
para ir cogiendo suspiros,
para ir enhebrando lágrimas
en mejillas de mocitas,
con cantares de gitanas…
para oir decir a los niños,
¡la borriquita que pasa…!
asomando por sus ojos
la inocencia de sus almas.
El ramalillo de esparto
de la burra en que cabalgas,
quisiera ser en Alcalá,
Señor, en Semana Santa.
Tu pregonero yo soy,
portavoz de tu palabra,
y además, soy español
y andaluz de pura entraña,
por eso en Alcalá quiero
ser el ronzal y la jáquima,
Señor, de tu borriquita,
la borriquita que pasa…!
Y, al fin y al cabo, ¿qué soy…?
¡un ramal que Tú trenzaras…
tu pregonero, Señor,
portavoz de tu palabra…!
¡Un ramalillo de esparto
con que has atado mi alma,
para pasar por Alcalá,
Señor, en Semana Santa!
Jesús es detenido y condenado.
La noche comienza a caer, las calles de Alcalá que conducen hacía la parroquia, hace ya rato que son un fluir de personas, niños y mayores acuden a presenciar la majestuosa salida de Nuestro Padre Jesús Atado y Flagelado en la Columna y María Santísima de las Lagrimas. Quizás sea la cofradía que menos conozco de las que procesionan en Alcalá, y si el recuerdo no me falla, la única en la que no he vestido las ropas de penitente, seguro que porque en los años en que transcurrió mi adolescencia, había desaparecido de la semana santa alcalaína, desaparición que ha servido para que esta cofradía renaciera como el ave Fénix y que gracias a la incorporación de la juventud sea hoy día una de las mas significativas de nuestra Semana de Pasión.
Dentro, en el Templo, los cofrades y costaleros se preparan para la salida, son momentos de nerviosismo, de oración, de culminación de semanas de preparación, de comprobar que todo esté en orden para que sus titulares asombren un año más a la multitud que se congrega en la Plaza Alta. Tras la preceptiva oración; la Cruz de Guía aparece en la puerta y comienza el desfile de penitentes con sus capirotes verdes, tras ellos el paso del Cristo asoma por la puerta de San Juanito; al mirar Su semblante, rostro sereno, que ya muestra los signos de la tortura que no ha hecho más que empezar, nuestros corazones tienden a reflexionar sobre los actos que con mayor o menor acierto hemos ido realizando en el año transcurrido, nos ponemos en disposición de analizar el motivo de que ese Hombre pudiera sufrir tanto para salvarnos.
No pasará un Martes Santo
sin que la espalda te duela
porque siempre habrá en el mundo
un látigo que te hiera.
Cada azote de tu espalda
se debe a nuestras ofensas,
y por eso, cada día,
hay heridas más abiertas.
Un flagelo es la palabra
cuando critica a sabiendas,
cuando levanta rumores,
cuando la calumnia acecha,
cuando se injuria al hermano,
cuando se miente a conciencia,
cuando se siembran discordias,
cuando el odio se alimenta.
Otro flagelo es la envidia
y el afán de la apariencia,
y acaparar el poder
como si fuera una meta.
Otro Azote es la mirada:
los ojos también flagelan
cuando lanzamos cuchillos
con nuestras indiferencias,
cuando el rencor se adivina
en las pupilas inquietas,
cuando después de azotar
el alma no siente pena.
No pasará un Martes Santo
sin que la espalda te duela,
sin que dejes de sentir
las cuerdas en tus muñecas.
No pasará sin que haya
un niño en una azotea
preguntándole a su padre:
¿Al Señor por qué le pegan?
Y lo mismo que la Virgen,
nunca tiene una respuesta.
A Ella no le quedan Lágrimas,
aunque en su Nombre las lleva,
y Alcalá es el pañuelo
en el que llora sus penas,
esa Virgen tan bonita
que tiene cara de Reina,
y un manto con el que cubre
toda la faz de esta tierra
que por donde va la Virgen
se deja llevar a ciegas.
Camino va de su barrio
y en San Jorge que la esperan.
Y en el techo de su palio
volcó el cielo las estrellas.
No, no podemos apartar de nuestra mente la pasión y el martirio del Hijo, sin caer en el insondable y amargo mar del sufrimiento de la Madre, por eso tras El, su Madre de las Lágrimas, al verla desfilar con paso mayestático por las sinuosas calles de Su Alcalá, al torcer por alguna de sus complicadas curvas, tenemos la oportunidad de ponernos casi a su altura y poder contemplar su rostro desde cerca, su cara pálida, sus ojos rojos de las lágrimas. No se puede expresar su sencillez y dignidad. Anda errante desde que conoció la detención de su Hijo, en medio de angustias, y, sin embargo, no hay ni desorden ni descompostura en su vestido, no hay un solo pliegue que no respire santidad; todo en ella es digno, lleno de pureza y de inocencia. Sus movimientos son sin violencia, y en medio del dolor más amargo, su aspecto es sereno y bello; belleza que es pureza, sencillez, majestad y santidad.
sin que la espalda te duela
porque siempre habrá en el mundo
un látigo que te hiera.
Cada azote de tu espalda
se debe a nuestras ofensas,
y por eso, cada día,
hay heridas más abiertas.
Un flagelo es la palabra
cuando critica a sabiendas,
cuando levanta rumores,
cuando la calumnia acecha,
cuando se injuria al hermano,
cuando se miente a conciencia,
cuando se siembran discordias,
cuando el odio se alimenta.
Otro flagelo es la envidia
y el afán de la apariencia,
y acaparar el poder
como si fuera una meta.
Otro Azote es la mirada:
los ojos también flagelan
cuando lanzamos cuchillos
con nuestras indiferencias,
cuando el rencor se adivina
en las pupilas inquietas,
cuando después de azotar
el alma no siente pena.
No pasará un Martes Santo
sin que la espalda te duela,
sin que dejes de sentir
las cuerdas en tus muñecas.
No pasará sin que haya
un niño en una azotea
preguntándole a su padre:
¿Al Señor por qué le pegan?
Y lo mismo que la Virgen,
nunca tiene una respuesta.
A Ella no le quedan Lágrimas,
aunque en su Nombre las lleva,
y Alcalá es el pañuelo
en el que llora sus penas,
esa Virgen tan bonita
que tiene cara de Reina,
y un manto con el que cubre
toda la faz de esta tierra
que por donde va la Virgen
se deja llevar a ciegas.
Camino va de su barrio
y en San Jorge que la esperan.
Y en el techo de su palio
volcó el cielo las estrellas.
No, no podemos apartar de nuestra mente la pasión y el martirio del Hijo, sin caer en el insondable y amargo mar del sufrimiento de la Madre, por eso tras El, su Madre de las Lágrimas, al verla desfilar con paso mayestático por las sinuosas calles de Su Alcalá, al torcer por alguna de sus complicadas curvas, tenemos la oportunidad de ponernos casi a su altura y poder contemplar su rostro desde cerca, su cara pálida, sus ojos rojos de las lágrimas. No se puede expresar su sencillez y dignidad. Anda errante desde que conoció la detención de su Hijo, en medio de angustias, y, sin embargo, no hay ni desorden ni descompostura en su vestido, no hay un solo pliegue que no respire santidad; todo en ella es digno, lleno de pureza y de inocencia. Sus movimientos son sin violencia, y en medio del dolor más amargo, su aspecto es sereno y bello; belleza que es pureza, sencillez, majestad y santidad.
Y en ese momento, aprovechamos para pedirle protección para “quienes tienen más necesidad de perdón y reconciliación” y para que lleve “concordia a las familias y paz a los pueblos”.
Venía la Virgen llorando,
Y todos lloraban al verla,
Lloraba el azul lejano
Y lloraban las estrellas.
Lloraba el árbol sin sombra
Y la florida maceta,
Y lloraba la oración
Y lloraba la saeta.
Y la música lloraba
Entre acordes y cadencias,
Mientras la Virgen venía,
Llora que llora su pena,
Llegó la Virgen llorando
Y todo lloró con Ella.
Y lloró triste la noche
Y la torre muda y quieta
Y los ojos al mirarla
Y las manos que se elevan,
Y la lágrima que pide
Y la oración que le ruega
Y el corazón que al amor
Descorre todas sus puertas,
Mientras la Virgen pasaba
llorando su amarga pena.
La Virgen siguió llorando
Y todo lloró por ella.
Lloró su aroma la flor
Y lloró la luz su cera,
Lloró la candelería
Su labor de plata vieja,
Lloró su frío el marfil
Y el terciopelo su seda,
Lloró en su alta corona
El reflejo de las piedras,
Y lloró todo mi pueblo
Por el valle de su pena.
Se fue llorando la Virgen
Y todo lloró por Ella.
(Autor: Juan Manuel Morgado García)
Jesús carga con su Cruz:
Y todos lloraban al verla,
Lloraba el azul lejano
Y lloraban las estrellas.
Lloraba el árbol sin sombra
Y la florida maceta,
Y lloraba la oración
Y lloraba la saeta.
Y la música lloraba
Entre acordes y cadencias,
Mientras la Virgen venía,
Llora que llora su pena,
Llegó la Virgen llorando
Y todo lloró con Ella.
Y lloró triste la noche
Y la torre muda y quieta
Y los ojos al mirarla
Y las manos que se elevan,
Y la lágrima que pide
Y la oración que le ruega
Y el corazón que al amor
Descorre todas sus puertas,
Mientras la Virgen pasaba
llorando su amarga pena.
La Virgen siguió llorando
Y todo lloró por ella.
Lloró su aroma la flor
Y lloró la luz su cera,
Lloró la candelería
Su labor de plata vieja,
Lloró su frío el marfil
Y el terciopelo su seda,
Lloró en su alta corona
El reflejo de las piedras,
Y lloró todo mi pueblo
Por el valle de su pena.
Se fue llorando la Virgen
Y todo lloró por Ella.
(Autor: Juan Manuel Morgado García)
Jesús carga con su Cruz:
De nuevo revolotean por mi cabeza recuerdos cofrades, recuerdos de hacer cola en la tienda que Juanita “Narciso” tenía en la Alameda, para conseguir la túnica para poder participar en las filas de penitentes que por aquellos años acompañaban a Nuestro Padre Jesús Nazareno, recuerdos de una época en la que tras procesionar o acompañar a mi Cristo del Perdón, acudía a la Iglesia de la Victoria para compartir un rato con los amigos y amigas cofrades, que se afanaban en dar los últimos retoques a los pasos, a las flores, a los candelabros, velas y cirios, a las imágenes de Jesús Nazareno y María de los Dolores, para que al día siguiente la salida procesional fuera de una perfección sublime. Recuerdos de mis primeras lides en esto de escribir sobre la Semana Santa y la Pasión de Cristo, a los que cierto día, me invitó su Hermano Mayor.
Ha llegado el momento de la salida procesional, esperada, deseada, a veces temida, los penitentes ordenados, los capataces en sus puestos, los cargadores en sus varales, todo está preparado para que las cuestas de Alcalá se transformen en calle de la Amargura, en el camino hacia el Calvario.
Llega la hora, Jesús ha sido condenado a morir en la Cruz. Condenado por nuestros pecados, no por los suyos.
Llega la hora, Jesús ha sido condenado a morir en la Cruz. Condenado por nuestros pecados, no por los suyos.
La multitud se apelotona en el acceso a la Iglesia, se abren las puertas del templo, y tras la salida de los penitentes, al fin aparece nuestro Señor, los pies desnudos y ensangrentados, abrumado bajo el peso de la cruz, debilitado por la pérdida de la sangre y devorado de calentura y de sed.
Los gritos de ofensas e insultos de otrora, se transforman en oración y aplausos, oración que le acompañará durante todo el recorrido procesional, oración que se vuelve cántico a los sones de su Agrupación Musical, que entona la “Pasión Nazarena” y hace que nuestro corazón se ablande y se abra de par en par para recibir el mensaje de Jesús, mensaje de Paz y Amor, mensaje que durante todo el año no para de repetir pero que nosotros nos negamos una y otra vez a escuchar. Nos negamos, aún viendo su ejemplo de dinamismo, de entusiasmo, de sus deseos de cambiar el mundo, y como respuesta nos presentamos apáticos, amorfos, comodones, instalados en la cultura del consumo. No nos quedemos con los brazos cruzados, sigamos Su ejemplo.
Los gritos de ofensas e insultos de otrora, se transforman en oración y aplausos, oración que le acompañará durante todo el recorrido procesional, oración que se vuelve cántico a los sones de su Agrupación Musical, que entona la “Pasión Nazarena” y hace que nuestro corazón se ablande y se abra de par en par para recibir el mensaje de Jesús, mensaje de Paz y Amor, mensaje que durante todo el año no para de repetir pero que nosotros nos negamos una y otra vez a escuchar. Nos negamos, aún viendo su ejemplo de dinamismo, de entusiasmo, de sus deseos de cambiar el mundo, y como respuesta nos presentamos apáticos, amorfos, comodones, instalados en la cultura del consumo. No nos quedemos con los brazos cruzados, sigamos Su ejemplo.
EN ESTA TARDE. (Rubén Fontán)
En esta tarde Jesús, quiero amarte y ser amado.
Escucharte en el alma, y dejarme inundar con tus palabras.
En esta tarde Jesús, donde los pájaros entonan himnos.
Mi corazón quiere ser acunado, en tus manos llenas de cariño.
En esta tarde Jesús, quiero regalarte lo que he sufrido.
Ofrecerte mi vida, para amar y no ser servido.
En esta tarde Jesús, llena de luz y de signos.
Tu presencia me libera, de apegos de niño.
En esta tarde Jesús, donde sopla tu Espíritu.
Mi alma vuela a tu corazón, con deseos infinitos.
En esta tarde Jesús, hago un pacto contigo.
Escucharte en el alma, y dejarme inundar con tus palabras.
En esta tarde Jesús, donde los pájaros entonan himnos.
Mi corazón quiere ser acunado, en tus manos llenas de cariño.
En esta tarde Jesús, quiero regalarte lo que he sufrido.
Ofrecerte mi vida, para amar y no ser servido.
En esta tarde Jesús, llena de luz y de signos.
Tu presencia me libera, de apegos de niño.
En esta tarde Jesús, donde sopla tu Espíritu.
Mi alma vuela a tu corazón, con deseos infinitos.
En esta tarde Jesús, hago un pacto contigo.
Dame lo que me pides, y pídeme lo que es tuyo.
Y detrás, siempre detrás, aparece María de los Dolores, que sigue fatigosamente, temblando de espanto y de dolor, a la comitiva que acompaña a su hijo. No le precede, sigue las huellas y los pasos de su Hijo y quisiera ayudarle a llevar la Cruz, aquel leño que pesaba sobre su corazón tanto como sobre las doloridas y llagadas espaldas de su Hijo.
María, sostenida por las plegarias de las mujeres y hombres que la acompañan, que no la abandonan un momento, mecida por sus cargadores, sigue la vía dolorosa, sigue aquel tormento de su Hijo arrastrado por las turbas sedientas de su sangre, el camino del Calvario, en donde ha de terminar aquel espantoso cuadro de sufrimientos.
Le sigue durante toda la senda, hasta el para mí, momento más emotivo de su recorrido por Alcalá, su llegada a la Alameda. Su Hijo, la espera ya en la puerta del templo, la espera de frente, cara a cara, en ese momento se hace el silencio, un escalofrío recorre a todos los asistentes al oír la oración que los cargadores de la Virgen, en voz alta, casi gritando, pidiendo ayuda y clemencia entonan al cielo. Quieren auxiliar a la Madre que se encuentra plantada ante su Hijo, viéndole, clavando su mirada en aquel desfigurado rostro, una intensa mirada de dolor que se cruza con la dolorida y resignada de la víctima, debe ser un momento cruel, espantoso para ambos, ¿es posible comprender lo que pasaría en aquel momento por el corazón de María? Creo que no, únicamente la que es madre podrá apreciar la intensidad, la crueldad de ese encuentro, la fuerza y dolor de aquella mirada, el cuchillo que se clavaría en aquel instante en el pecho de María, ¡en el pecho de una madre! MADRE, que es la palabra que encierra la expresión de amor y de dolor juntamente con la idea de sacrificio.
Madre, que en ese momento toma fuerzas de ese amor y con mirada silenciosa pero mucho más elocuente que las palabras, le dice: "Adelante hijo, hay un propósito para todo este dolor... la salvación de los hombres, de aquellos a quienes quieres devolver el poder ser hijos de Tu Padre Celestial.
Te busqué en el Santuario
entre flores de azahares
y no encontré tus Dolores
que se clavan en la tarde
Allí estabas con tu Hijo,
acurrucado en semblante
de una Virgen que gloriosa,
no lleva dolor de Madre.
Señora de los Dolores,
iré el jueves por la tarde
y veré como la luna
saldrá para no marcharse
y contemplar en directo,
ese auxilio que repartes,
entre júbilos y llantos,
entre promesas y salves,
entre saetas y flores
entre la cera que arde.
Que lo sepa el mundo entero,
que no se lo pierda nadie.
Que mi Jesús Nazareno
tiene consuelo en su Madre
que encierra en Siete Dolores
cada Jueves por la tarde.
entre flores de azahares
y no encontré tus Dolores
que se clavan en la tarde
Allí estabas con tu Hijo,
acurrucado en semblante
de una Virgen que gloriosa,
no lleva dolor de Madre.
Señora de los Dolores,
iré el jueves por la tarde
y veré como la luna
saldrá para no marcharse
y contemplar en directo,
ese auxilio que repartes,
entre júbilos y llantos,
entre promesas y salves,
entre saetas y flores
entre la cera que arde.
Que lo sepa el mundo entero,
que no se lo pierda nadie.
Que mi Jesús Nazareno
tiene consuelo en su Madre
que encierra en Siete Dolores
cada Jueves por la tarde.
Jesús muere en la Cruz
Llegados a este momento de la Pasión de Nuestro Señor, los recuerdos se hacen mucho mas intensos, recuerdos de infancia, adolescencia, madurez, recuerdos de toda una vida ligada a este momento de la Pasión, ligados a esta cofradía del Cristo del Perdón, recuerdos de salida penitencial de la mano de mi padre, portando la campanilla que él me hacía tocar con un suave apretón en el hombro, recuerdos de olor a cera caliente que brotaban de la plancha cuando mi madre la quitaba de las túnicas, capirotes y capas, recuerdos de cuando siendo algo más mayor ayudaba a Manolito Benítez a probar y repartir las túnicas a los penitentes, recuerdos de larguísimas procesiones, para la percepción de un niño, que incluían la predicación de las Siete Palabras desde los balcones del recorrido recuerdos de colocar ordenadamente las túnicas blancas y capirotes negros, capas, cíngulos, cirios, faroles, bandera, estandarte y Cruz de Guía, en la gran sacristía de la parroquia, para que al llegar los cofrades todo estuviera preparado para la salida procesional, recuerdos de años en el que todo el grupo de mis amigos salíamos en procesión, alguno ha llegado incluso a Hermano Mayor, recuerdos de cargadores en huelga, pocos minutos antes de la salida, reclamando más dinero y más vino, que motivó que algunos hermanos asumieran este papel, llegando a formar parte de este grupo mis hermanos Manolo y Javier, recuerdos…..!Ay, que recuerdos ¡ recuerdos de tantos y tantos hermanos pertenecientes a ésta y a otras cofradías que ya están junto al Padre Celestial y que como no quiero olvidar a ninguno, permitidme que solo mencione a tres, uno por ser la perdida más reciente, Jorge de la Jara, miembro de la actual Junta de Gobierno de la Cofradía, otro por ser mi amigo y hermano de mi hermano y presentador, Juan, “Juanito Méndez”, y por último a mi amigo del alma, cofrade, compañero de estudios, de internado, de deportes, de fiestas, bailes, ……de tantas y tantas correrías..… Manolo “Manolito” Quirell, todos ellos nos abandonaron en plena juventud, Dios sabrá porqué y estarán en su Gloria.
Tras haber recorrido las calles en su Vía Crucis previo del Domingo de Ramos, llega el momento de la salida procesional, el Cristo del Perdón, Cristo de la Expiración, Cristo del Silencio, iluminado débilmente por los hachones que adornan el paso, inicia su recorrido, resuena el suave toque que realiza uno de los cargadores para sincronizar el paso, solemne, acompasado, parsimonioso, acompañado de la suave música de capilla que predispone a la meditación y la oración.
Durante la noche cerrada, a oscuras, solo se oye la oración de los feligreses. Suave música de fondo, solo destaca Jesús clavado en su cruz procesionado.
Donde el Calvario se eleva
su cabeza se rebaja
su desnudez nos congela
y su muerte nos desangra.
Sólo un silencio nos deja
a solas bajo sus plantas,
y ahogados por su presencia
decimos: Señor, despierta
la conciencia de mi alma.
¡Qué calle la música!
¡Que las luces no distraigan!
¡Qué se haga el silencio!
Silencio pido al silencio.
su cabeza se rebaja
su desnudez nos congela
y su muerte nos desangra.
Sólo un silencio nos deja
a solas bajo sus plantas,
y ahogados por su presencia
decimos: Señor, despierta
la conciencia de mi alma.
¡Qué calle la música!
¡Que las luces no distraigan!
¡Qué se haga el silencio!
Silencio pido al silencio.
Jesús en la Cruz agoniza.
El dolor es intenso.
Tras el largo recorrido, llega el momento, más sobrecogedor, Cristo Crucificado, se acerca a la altura del cementerio, parece repetirse el intenso momento en que, Jesús, en su Cruz, flanqueado por los dos ladrones, dijo: "¡Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen!", los presentes en ese íntimo instante elevamos una oración para que los que ya nos dejaron, y nosotros mismos, tengamos el comportamiento del buen ladrón y la respuesta sea la que el recibió: “En verdad te digo; hoy estarás conmigo en el Paraíso".
Hermosas palabras que reflejan el Amor por el hermano, palabras de caridad, caridad que debe ser y significar el principio y primordial fin de la labor de nuestras hermandades y cofradías.
Precisamente el estar junto a la cruz, la propia y la de los demás, es una de las tareas más arduas del amor cristiano, que exige alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran.
Precisamente el estar junto a la cruz, la propia y la de los demás, es una de las tareas más arduas del amor cristiano, que exige alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran.
Jesús ha muerto, Jesús ha dejado la tierra, y en ella a su Madre, confiada al cuidado de Juan, del discípulo amado, al que la acaba de dar como Madre pasando a ser desde ese momento Madre de todos los que creen en El y, Ella consiente en ser la Madre espiritual de otro hijo, y adopta como hijos suyos a todos los hijos de Dios, a todos los hermanos de Jesucristo.
Este prodigio de un Dios padeciendo por sus esclavos y sus enemigos, sólo tuvo por testigo entonces a la Santísima Virgen, los judíos y los paganos sólo vieron allí un hombre a quien odiaban, o a quien despreciaban, clavado en la cruz; las mujeres de Galilea sólo vieron a un justo a quien se hacía morir cruelmente. Sólo María, representando a toda la Iglesia, vio allí un Dios padeciendo por los hombres, su amado Hijo, así contemplaba la cruz, sola, abandonada del mundo, sin más compañía que Juan y las tres mujeres, pues los hombres todos, todos, hasta sus discípulos, le habían abandonado.
Jesús ha muerto y es colocado en su tumba.
Y nuevamente planean sobre mí los recuerdos, que en este momento evocan repetidamente momentos de juventud, de cornetas y tambores de la banda de música del maestro “Botones”, Manuel Puerta Ríos, alma recordada de la cofradía del Santo Entierro de Cristo y Nuestra Señora de la Soledad, cofradía que fue pionera en permitir que las mujeres pudieran vestir la túnica de penitente, hecho que Lourdes se ha encargado de recordarme, porque ella y sus amigas fueron de las primeras en vestirlas. Esta visión de futuro, arriesgada, en unos momentos en que la mujer no podía participar activamente de las procesiones, creo que merece un reconocimiento, porque ¿Qué sería hoy en día de nuestras hermandades y cofradías sin la incorporación de las mujeres?, en sus desfiles procesionales, como penitentes o ataviadas con las preciosas mantillas, y en sus juntas de gobierno. Puedo asegurar que sin su aportación, cada vez más importante, la Semana Santa de Alcalá y de muchas otras localidades con mayor número de habitantes, habría desaparecido hace ya años.
Cae la noche sobre la plaza Alta, Calvario alcalaíno, Jesús acaba de ser descendido de la Cruz y es conducido a su sepulcro en hermosa urna de cristal, lo primero que realizará, a la salida del templo a hombros de sus cargadores, cargadores que año tras año siguen siendo fieles a su Santo Entierro, es realizar la obligada visita a la máxima representación de bondad, de humildad, de caridad, de fe y devoción, que existe en este pueblo, se acerca al Beaterio, para que las primeras personas que recen ante el Cristo Yacente sean las que más lo hacen durante todos los días de su vida, nuestras hermanas de Jesús, María y José, tesoro espiritual para todos los alcalaínos y fuente de esperanza y aliento para los más necesitados.
A partir de ese momento, todo el pueblo se une al cortejo, todos acompañamos al cuerpo inerte de Cristo por las calles de Alcalá, con sobriedad, tristeza y oración se realiza el recorrido.
(SANTO ENTIERRO)
A este barrio, en lo alto del risco
le corresponde el agrado,
de mantener custodiado
el cuerpo de Jesucristo.
Sienten al Cristo tan suyo,
que para ellos, lo primero
es decir llenos de orgullo:
Yo también soy costalero.
He visto a un hombre de edad
diciendo casi rendío:
Mientras que pueda aguantar
éste hombro dolorío,
no dejaré de llevar
al Mejor de los nacíos.
Con esta esperanza viva,
cargado de voluntad
van imágenes arriba
recorriendo la Ciudad.
Realizado el gran esfuerzo
como todo Alcalá ha visto,
regresa a su barrio, más lento,
el Santo Entierro de Cristo
para quedar en su templo.
Viendo su Cuerpo Yacente
en esa urna, impresiona;
Malherido hasta la muerte,
quedando en su Santa frente
la huella de la corona.
Una Madre que camina
detrás, sin tener consuelo,
lleva en sus manos Divinas,
El rosario, un pañuelo,
y la corona de espinas;
mientras que una larga fila
acompaña al triste duelo.
¿Qué pensamientos tendrá
ésta Madre dolorida
viendo al Hijo como vá,
que entregó su propia vida
por salvar a los demás?
El Santo Entierro de Cristo se puede entender como una procesión mariana, como si, de una forma intuitiva, la presencia de la imagen de la Virgen nos estuviera diciendo que cuando José de Arimatea y Nicodemo depositan el cuerpo desmadejado e inerte en el Sepulcro, aún nos queda María.
María al pie de la cruz, María junto a la losa fría, María de la Soledad. Todos se han marchado. Le espera una vela tremenda en la noche del Viernes y en la jornada inacabable del Sábado. Le espera el abandono, cuando las horas transcurren lentas, pesadas, interminables. Pero le aguarda también la recompensa a su fe y su esperanza inquebrantables, cuando al alborear del tercer día Cristo surja del sepulcro, vencedor del pecado y de la muerte.
A este barrio, en lo alto del risco
le corresponde el agrado,
de mantener custodiado
el cuerpo de Jesucristo.
Sienten al Cristo tan suyo,
que para ellos, lo primero
es decir llenos de orgullo:
Yo también soy costalero.
He visto a un hombre de edad
diciendo casi rendío:
Mientras que pueda aguantar
éste hombro dolorío,
no dejaré de llevar
al Mejor de los nacíos.
Con esta esperanza viva,
cargado de voluntad
van imágenes arriba
recorriendo la Ciudad.
Realizado el gran esfuerzo
como todo Alcalá ha visto,
regresa a su barrio, más lento,
el Santo Entierro de Cristo
para quedar en su templo.
Viendo su Cuerpo Yacente
en esa urna, impresiona;
Malherido hasta la muerte,
quedando en su Santa frente
la huella de la corona.
Una Madre que camina
detrás, sin tener consuelo,
lleva en sus manos Divinas,
El rosario, un pañuelo,
y la corona de espinas;
mientras que una larga fila
acompaña al triste duelo.
¿Qué pensamientos tendrá
ésta Madre dolorida
viendo al Hijo como vá,
que entregó su propia vida
por salvar a los demás?
El Santo Entierro de Cristo se puede entender como una procesión mariana, como si, de una forma intuitiva, la presencia de la imagen de la Virgen nos estuviera diciendo que cuando José de Arimatea y Nicodemo depositan el cuerpo desmadejado e inerte en el Sepulcro, aún nos queda María.
María al pie de la cruz, María junto a la losa fría, María de la Soledad. Todos se han marchado. Le espera una vela tremenda en la noche del Viernes y en la jornada inacabable del Sábado. Le espera el abandono, cuando las horas transcurren lentas, pesadas, interminables. Pero le aguarda también la recompensa a su fe y su esperanza inquebrantables, cuando al alborear del tercer día Cristo surja del sepulcro, vencedor del pecado y de la muerte.
Te envuelve la Soledad de la muerte,
Te pierdes en el tiempo,
Tu mirada esta vacía y llena de misterios.
Nadie te puede entender.
Todo queda en silencio
Tu corazón roto
Tu espíritu sereno
Tu mirada triste
Tus ojos tiernos
Tu Hijo ya está con el Padre
Tu Hijo ya está en Su Reino
desde allí nos guiará
nos sacará del infierno
Te pierdes en el tiempo,
Tu mirada esta vacía y llena de misterios.
Nadie te puede entender.
Todo queda en silencio
Tu corazón roto
Tu espíritu sereno
Tu mirada triste
Tus ojos tiernos
Tu Hijo ya está con el Padre
Tu Hijo ya está en Su Reino
desde allí nos guiará
nos sacará del infierno
Al tercer día Resucito de entre los muertos.
Llegó el domingo en que se cumplen los tres días de la muerte de Jesús, y el sol al asomar por el horizonte de Alcalá, ciega su luz ante un resplandor insólito, una luz más viva y más brillante que se levanta de la cumbre de la Coracha. Un seno de luz esplendente, hermosa, deslumbradora, sin herir ni cegar llena las pupilas de quienes tienen la dicha de contemplarla; esta mañana reviste una hermosura sin igual, esta luz no es la de las hermosas mañanas de Alcalá en que la luz agota todos los colores y cambiantes tonos de la escala de las tintas, no, esta luz y este ambiente son más puros, más diáfanos que aún en los más hermosos días, la naturaleza entera se viste de gala para festejar el misterio, el gran hecho de la resurrección de su Creador, la gloriosa salida del arca santa que por tres días encerró el cuerpo del Cordero de Dios, del Hijo de María, después de su cruenta pasión y del sufrimiento de su pura Madre.
¡¡¡ CRISTO HA RESUCITADO!!! (Juan Mengibar Sevilla)
De entre los muertos, resucitó.
Resucitó, la Luz y el Amor;
en el sepulcro quedó,
mi pecado y su dolor.
No se quién, a Tí te mató.
¿Fui yo, Señor?
Perdóname.
Y en mi alma para siempre,
junto a este pueblo que te adora,
brille tu Luz y tu Amor.
¡¡¡ CRISTO HA RESUCITADO!!! (Juan Mengibar Sevilla)
De entre los muertos, resucitó.
Resucitó, la Luz y el Amor;
en el sepulcro quedó,
mi pecado y su dolor.
No se quién, a Tí te mató.
¿Fui yo, Señor?
Perdóname.
Y en mi alma para siempre,
junto a este pueblo que te adora,
brille tu Luz y tu Amor.
Su cuerpo, curado de las llagas de la pasión, ha salido lleno de luz y de gloria del sepulcro, pero en sus manos, pies y costado se conservan como hermosas señales las heridas de los clavos, de la lanza del Centurión, de aquel golpe horrendo con el que al abrir el costado del Señor se abrieron sus ojos a la luz de la verdad y lloró la herida causada con su lanza, y llegó hasta las calles de Alcalá para poner el punto final, esplendido y reluciente a la Semana de Pasión.
»Hijos míos, yo me subo a mi Padre, de cuyo seno descendí para salvar y redimir a los hombres. Por amparo, Madre consoladora y Abogada vuestra, os dejo en mi lugar a mi Madre, a quien habéis de oír y obedecer en todo. Y así como os tengo dicho que quien a mi me viere verá a mi Padre, y el que me conoce le conocerá también a Él, ahora os aseguro, que quien conociere a mi Madre, me conocerá a mí, y me ofenderá quien la ofendiere y me honrará quien la honrare a Ella. Todos vosotros la honraréis por Madre, por superior y cabeza, y también en vuestros sucesores. Ella responderá a vuestras dudas, disolverá vuestras dificultades, y en Ella me hallaréis siempre que me busquéis, porque estaré en Ella hasta el fin del mundo, y ahora lo estoy, aunque el modo es oculto para vosotros».
Así, Jesús antes de ascender a los cielos, recomendaba a sus discípulos el amor, profundo respeto y veneración que debían y debemos a María, su Madre y nuestra Madre de consuelo en nuestras tribulaciones y amarguras, en nuestras dichas y pesares, como Amparadora de los pecadores, a quienes tanto amó su divino Hijo y nos dejaba recomendados a su protección. Amparo, protección y apoyo que de Ella esperamos siempre puesta nuestra fe y confianza en la que es, ha sido y será, bálsamo de nuestro consuelo, y refugio en nuestros dolores y naufragios en esta vida pobre y desierta, sin el faro que lo es su santo nombre y puerto de esperanza, de dicha y de alegría, su nombre tan bendecido como adorado. El nombre dulce de María, a quien Dios desde los cielos había de llenar de gracias y de favores para que Ella los reparta entre sus hijos muy amados y devotos de su santo y puro nombre.
Se acabaron las Lágrimas, terminaron los Dolores, desapareció la Soledad, todo se transforma en alegría, gozo, deleite, satisfacción, multitud y esperanza encarnados en el SANTUS, SANTUS, SANTUS, de nuestra Patrona, que se encargara de mantener nuestra relación con su Hijo, hasta la próxima Semana Santa.
Ahora comienza para Alcalá una cuaresma muy especial, a su mitad, la celebración de la festividad de nuestro patrón, San Jorge, para culminar con el regreso de nuestra Madre la Virgen de los Santos, a su pueblo amado, regresa esta vez para una estancia más larga, para que todas las personas que por un motivo u otro no pueden acudir a visitarla al Santuario, puedan acceder a la indulgencia concedida por nuestro Obispo aquí, en su parroquia, para acompañar en procesión a sus otras advocaciones en Alcalá, para que sus Lagrimas sean enjugadas, para que sus Dolores, sean aliviados, para que su Soledad, no lo sea tanto, para acompañar a su hijo, el Santísimo Sacramento, en la procesión del Corpus.
Para finalizar, no quiero dejar pasar la oportunidad de felicitar a todos los cofrades alcalaínos por la magnifica Semana Santa que estamos consiguiendo, no sin esfuerzo, felicitar a los capataces, cargadores y costaleros porque sin ellos todo esto no sería posible, animando a la vez a los jóvenes a seguir su ejemplo, y recordar a todos que esta celebración, que las celebraciones en general, no tienen sentido si no van acompañadas de inundaciones de CARIDAD, de terremotos de FORMACION y de desbordamientos de CULTO.
Oración final:
"Señor, haz que la Iglesia de Alcalá, asociándose con María a Tu pasión, merezca participar de Tu resurrección, y que Ella sea nuestra Guía para estar al lado de las cruces de los hermanos que lo necesitan, dándoles nuestro aliento y cooperación en los momentos en los que el hecho de sufrir dolor, estar sin techo, pasar hambre es una fortuna porque significa estar vivos”.
Amén. He dicho.
Antonio Manuel Mansilla Romero
Domingo 21 de marzo de 2010
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