Hacia la mitad de la autovía de Jerez-Los Barrios, se encuentra el antiguo cortijo de la Palmosa. El nombre se debe a una de las plantas más abundantes en los ejidos de Alcalá, el palmito, única palma indígena mediterránea. Es muy abundante en los matorrales desde el nivel del mar a los 1.000 metros de altitud. Forma grandes masas casi puras, aunque suele asociarse con el lentisco, la coscoja y la retama.
Por aquellos años, labraba las tierras del cortijo de la Palmosa Curro Sánchez con sus hijos. Allí vivía don Guillermo “el Médico”, pero una tarde nos enteramos de que lo habían matado. Un grupo de chavales salimos corriendo y llegamos jadeantes a La Palmosa, esperando ver a don Guillermo en un charco de sangre. Pero la Guardia Civil rodeaba el cortijo y nos obligó a volver a Alcalá. Aquellos niños conservarían en la memoria el acontecimiento, pero nunca pudieron saber por qué lo habían matado ni quién había sido el autor del crimen.
El caserío actual se conserva tal como lo conocí en aquella época. Se sitúa sobre una colina desde donde se divisa el embalse del río Barbate, con los afluentes, arroyos y regatos que engrosan sus aguas: Detrás se alza, de forma majestuosa, la sierra del Aljibe con más de mil metros de altura y, a sus pies, el Parque Natural de los Alcornocales. Una buena parte de La Palmosa, desde hace unos años, se ha convertido en un Parque industrial, un surtidor de gasolina y el Hotel-Restaurante “Los Corzos”, referente y descansadero de autobuses, camioneros y automovilistas que hacen la ruta Jerez-Los Barrios.
Frente al Hotel “Los Corzos”, en el inicio de la carretera de Benalup, se encuentra el CEDEFO (Centro de Desarrollo Forestal) del Parque Natural de Los Alcornocales. Un helicóptero y varias maquinarias pesadas están vigilantes de cualquier incidente que pueda poner en peligro la flora y fauna del Parque. Un equipo de guardas forestales y piquetes de trabajadores se encargan de sofocar los incendios y demás accidentes medio-ambientales.
Desde Benamahoma hasta Tarifa, en sentido vertical, y desde Alcalá hasta Jimena, en sentido horizontal, se extiende una formidable alfombra verde que ocupa dieciséis municipios –quince de la provincia de Cádiz y uno de la de Málaga-; es decir, más de ciento setenta mil hectáreas de extensión. Desde Alfonso X el Sabio, hasta el año 2010, es el Parque Natural mejor conservado de España; un milagro de la Naturaleza. Al otro lado de la carretera, otro milagro: el Santuario de la Virgen de los Santos.
Conforme se viene de Jerez de la Frontera, hacia la mitad del corredor verde entre las dos bahías, se encuentra el municipio de Alcalá de los Gazules, corazón del Parque, centro de la provincia de Cádiz y puerta principal de Los Alcornocales. Cuando Federico García Lorca descubrió nuestro pueblo, dijo en 1924: “Yo que soy andaluz y requeteandaluz, suspiro por Málaga, por Córdoba, por Sanlúcar la Mayor, por Algeciras, por Cádiz auténtico y entonado, por Alcalá de los Gazules, por lo que es íntimamente andaluz.”
En la actualidad, Los Alcornocales es un espacio protegido desde 1989, el tercero más extenso de Andalucía, lindando al Norte con el Parque Natural “Sierra de Grazalema”; al Sur, con el Parque natural del Estrecho; y al Oeste, con la comarca de la Janda. Sus sierras abruptas y sus fuertes pendientes tienen su máxima altura en el pico del Aljibe con 1092 metros. De sus 172.000 hectáreas, Alcalá aporta la parte más amplia, el 20 por ciento de su extensión. Le han llamado “Selva Ibérica” y “Selva Primitiva”. Y no es un topónimo caprichoso, porque sus espesos bosques de alcornoques, de quejigos y de acebuches; las galerías de canutos, valles fluviales y arboledas; los escarpados sistemas de lajas y herrizas y los bujeos, campiñas y vegas organizan una formidable combinación que dan lugar al más variado mosaico de verdores. De ahí, sus paisajes sublimes dominados desde las alturas.
Así se explica que, desde hace miles de años, “el Hombre” habitara la zona. Venían de África, atravesaban el Estrecho y repostaban avituallamiento en Gibraltar. Seguían por el corredor verde hasta dar con el famoso territorio de Los Alcornocales. Eran cazadores y recolectores. Casi podríamos reproducir hoy su alimentación con las frutas, vegetales y animales alcornocaleños: madroños, moras, peruetinas, escaramujos, murtas, majoletos; setas, bulbos, tallos de zarza, de esparragueras, de cardos, de tagarninas, de verdolagas y otras verduras silvestres; huevos de aves y carne de animales capturados en la caza. Su riquísima gastronomía autóctona sigue presente aún.
Abrieron rutas desde la selva hasta los ríos y las zonas costeras. Y así surgieron caminos entre los valles, vaguadas, puertos y pasos en los accidentes geográficos. Esa formidable malla reticular la han seguido otros pueblos para la colonización y el comercio, con rutas prehistóricas, vías romanas, cañadas, cordeles, veredas, caminos de guerra, caminos rurales, caminos de herradura, sendas, carreteras y las recientes autovías. De ahí, su orografía formidable para el senderismo, el piragüismo, la bicicleta de montaña, las rutas a caballo, las escaladas, los descensos de cañones...
Alcalá de los Gazules es el municipio privilegiado de los Alcornocales, donde hemos tenido la suerte de nacer. Su trayectoria histórica está integrada en la Andalucía a la que pertenecemos y en la España pletórica de culturas de la que formamos parte. La poblaron, desde hace varios milenios, grupos del Paleolítico y del Neolítico: fenicios, griegos, turdetanos y romanos; visigodos, árabes, castellanos y andaluces. Su población ha tenido momentos muy distintos, con períodos exuberantes que alcanzaron casi los 15.000 habitantes; y etapas débiles en las que quedaron reducidos a un tercio, con 5.000 habitantes, como sucede en la actualidad.
No obstante, se conservan en el entorno de la ciudad, los testimonios garantes de sus momentos más espléndidos: la Laja de los Hierros, en la finca “Monte Bajo”, junto al río Álamo, relacionados con las pinturas del cercano “Tajo de las Figuras”, y otras pinturas y grabados del Mediterráneo oriental. Las tumbas antropomorfas que abundan por distintos puntos del término municipal. El yacimiento romano de la Mesa del Esparragal, en la carretera Alcalá-San José del Valle. El asentamiento fenicio y romano donde apareció el “Bronce de Lascuta”, ocupada hoy por una torre visigoda construida con restos romanos abundantes en la explanada. Y ya, dentro de la primitiva ciudad, lo que en la época romana debió ser la “Turris Lascutana”, se sitúan los “Depósitos romanos de la Salada”, junto a la fuente del mismo nombre y a la vía que se conoce popularmente por “La Calzada”. Los dos depósitos datan del siglo II a.C. y son, junto con los arcos de triunfo y el basamento, restos de un templo dedicado a la divinidad del manantial hoy desaparecido. Y, siempre, como telón de fondo, el Parque paradisíaco de los Alcornocales, conservado en la actualidad y defendido de las plagas actuales. Próximamente, entraremos en él.
JUAN LEIVA
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