Sevilla, escenario en el que se convirtieron en realidad tantos sueños en el terreno taurino, fue testigo en la década de los Noventa de un éxito apoteósico, aunque en esta ocasión en otro terreno artístico: El Cante Flamenco.
Efectivamente, así fue. Nuestro paisano José Barrera “Joselito”, tras el refrendo de sus numerosos incondicionales a lo largo de los años, ha confirmado su alternativa como “cantaor” ante las cámaras de Canal Sur T. V. y haciendo de esta manera realidad un sueño que, aunque tardío, no era menos deseado.
Hecha su presentación, Joselito comenzó su actuación, micrófono en mano, agradeciendo con evidentes muestras de nerviosismo la invitación del Canal Autonómico. Y con la premisa de que “nadie es perfecto”, Joselito no se hizo esperar.
Sentado, como los buenos cantaores, y por respeto al vértigo que le obsesionaba, pues estaba en la grada a una altura considerable, nuestro artista se “arrancó” por Molina. Su “Paloma Blanca” dejó desconcertados a los curiosos espectadores que presenciaban el programa en el Estudio. Los aplausos fueron casi unánimes, quizás algún gesto o comentario extentóreo. Esta primera intervención sirvió para que “el maestro” se serenase una vez pasados los nervios del comienzo. Pero sin dar tiempo al tiempo, Joselito estaba ya en disposición de deleitar al respetable con su segunda copla: “La del Médico”. Fueron unos fandangos en los que Joselito se entregó en cuerpo y alma. Era su oportunidad, su sueño, su ilusión de toda la vida. Era el triunfo, la gloria, en Sevilla, ante
Como decía, Joselito se entregó y el público, por si había alguna duda, entendió a Joselito y así se lo expresó: ¡¡Joselito!! ¡¡Joselito!!
Joselito sonreía, disfrutaba, se le veía feliz. Y con el micrófono hasta llevaba el compás de quienes le vitoreaban y reconocían su buen hacer: ¡Es un muchacho excelente! ¡Es un muchacho excelente!
El presentador agradecía cariñosamente al artista su actuación al tiempo que intentaba dar por terminado este primer pase y despedirle momentáneamente.
- ¡Después continuamos, Joselito!
- ¡Después no! ¡Ahora! ¡Ahora!
- ¡Más tarde, Joselito!
- ¡Ahora! ¡Ahora!
- Bueno… Está bien. Pero la última, Joselito.
- ¡No! ¡La última no se dice! ¡Se dice la penúltima!
- Vale, Joselito.
dNo podía ceder. Joselito lo sabía. Tenía que ser ahora. Dejar las cosas para más tarde es de flojos. ¿Y si no había un después? No podía. No debía dejar pasar la ocasión y…
-¡Va por ustedesss!
Inesperadamente, Joselito se estiró por “Huelva”. Los “olés” le acompañaron durante la interpretación de los fandangos. Al acabar, el público puesto en pie lo aclamaba: ¡Joselito! ¡Joselito!
No habían concluido aún los aplausos y ya nuestro “cantaor” empezó con su homenaje particular a la querida tierra mejicana dedicándonos su tema más popular: “Allá en el rancho grande, allá donde vivíiia…”. Nadie, ni los allí presentes ni los que estábamos a este lado de la pequeña pantalla, dábamos crédito a lo que presenciábamos. Y todos a una, prorrumpimos en un acompasado: ¡Joselito!, ¡Joselito!, ¡Joselito es cojonudo! ¡Cómo Joselito no hay ninguno!
Ahora sí. Ahora José se pone de pie. Olvida su terrible vértigo, se desmontera y saluda cañero en mano. La emoción es grande. El cariño de los espectadores, inmenso. La generosidad, total. La humanidad, infinita.
Desde el “tendido”, su “apoderado” Gabriel asistía desconcertado ante lo que sus ojos veían. Hubo quienes siempre creyeron en Joselito, aunque quizás, a veces, sólo se le quiso ver desde el “burladero”. Pero la realidad era que Joselito había triunfado y armaba el alboroto en Sevilla. Que salía en olor de multitudes por
Francisco Gil García
1 comentarios:
Gracias Paco, por evocar acontecimientos ajeno a los que estamos ausente, animo y continua, siempre habrá alguien que te lo agradezca.
Diego
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