jueves, 1 de marzo de 2012

EVOCACIONES ALCALAÍNAS

MARZO ALCALAÍNO, MUCHA AGUA Y POCO VINO

El mes de marzo alcalaíno traía los dos elementos que todos los agricultores y ganaderos deseaban, agua y sol. Pero había poco vino, porque se hacía la última poda de la viña y la vendimia no se iniciaba hasta septiembre. Los campos de Alcalá se debatían entre el invierno que se iba y la primavera que llegaba. Por eso, era tanto o más variable que “febrerillo el loco.” Los tres meses de la primavera imbuían de azul los cielos de Alcalá, teñían de verde sus campos y limpiaban la atmósfera de miasmas. Un refrán de dos bellos endecasílabos nos recuerda: “Marzo ventoso y Abril lluvioso hacen a Mayo florido y hermoso.” Las dos fiestas más andaluzas –Semana Santa y Feria- llegaban en estos meses y llenaban de júbilo las calles de Alcalá. Y los refranes climáticos surgían como las flores en labios de los agricultores.

En mis tiempos, se decía: “Cuando Marzo mayea, Mayo marcea”; es decir, cuando Marzo impregnaba de primavera los campos de Alcalá, Mayo traía los vientos y las aguas de la morosidad. Los campos se llenaban de cereales: garbanzos, guisantes y habas; mientras la sementera los hacía de primavera: trigo, cebada y avena. Y las orillas de los caminos, se inundaban de flores blancas, rojas y gualdas. La hierba crecía rápidamente en montes y prados, y el ganado salía a pastar de mañana y se recogía de noche. Por el Sur y Levante entraban las golondrinas y vencejos, extendiéndose hacia el interior. Y los tordos se iban en bandadas “De Marzo a la mitad, la golondrina llega y el tordo se va.”

Los agricultores y ganaderos salían de mañana a dar una vuelta al campo. Era una gozada, pero lo hacían por aquello de “El ojo del amo engorda el caballo”. Además, sabían que “Marzo, marceador, llueve por la tarde y por la mañana hace sol”. Y miraban a la veleta continuamente, porque “En marzo, la veleta, ni dos horas quieta”. En San José, el día duraba tanto como la noche: “San José, esposo de María, hace la noche igual al día.” Es lo que se llama el equinoccio de primavera, que tiene lugar el día 21 de marzo. La primavera suele ser revoltosa: oscilaciones térmicas y sol, viento y lluvias alternas. De ahí el célebre refrán: “La primavera la sangre altera.”

Para mayor placer, los días se hacían cada vez más largos y los cambios de tiempo cada vez más frecuentes. Eso lo indicaba otro refrán: “Al cruzar el sol por Aries, crecen los días y cambian los aires.” El 25 de marzo, día de la Encarnación, los días ya eran más largos, el calor más intenso y las noches más cortas. “Por la Encarnación, los últimos hielos son, si el año no sale respondón.” Pero los días de sol abundaban y la gente decía: “En Febrero busca la sombra el perro, pero en Marzo, el perro y el amo.”

Cuando Marzo acababa seco y soleado, en Abril llegan nubes y chaparrones que hacen crecer la hierba en los prados. El refrán lo decía con más gracia: “Sale Marzo y entra Abril, nubecitas a llorar y campitos a reír”. Toda esta sabiduría popular se ha ido gestando a través de los siglos. Son proloquios, sentencias, dichos, proverbios, aforismos, apotegmas o máximas que han calado en el alma del pueblo y se repiten invariablemente cada año. Son esencias sabias en pequeños tarritos o vasijillas que, cuando se abren, lo impregnan todo de sabiduría aromática.

JUAN LEIVA

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