viernes, 20 de abril de 2012

EVOCACIONES ALCALAÍNAS




MI REENCUENTRO CON ALCALÁ


Para mí, la noche del viernes 13 de abril de 2012 la llevaré grabada en el alma para siempre. Ha constituido una especie de hito, al que no sabía cómo acceder. Estaba muy lejos de mí la pretensión de pregonar las fiestas de San Jorge, e incluso lo llegué a rechazar cuando me lo ofrecieron, porque no me veo hombre de pregones ni de proclamas. La generosidad del alcalde, de la Corporación Municipal y de mi pueblo me obligaron a aceptar el título de pregonero por un día.

Aquella noche, en la parroquia de San Jorge, estaba presidiendo la imagen del patrón como siempre, el alcalde y la Corporación Municipal en pleno, los pregoneros que me han precedido, mis familiares, amigos y el pueblo de Alcalá. En el filo del alma sentí como una especie de reencuentro, que yo deseaba, desde que comencé a escribir, desde hace tres años, las evocaciones alcalaínas de mi niñez. Hablé de mi pueblo, de mi familia, de la historia, de la arquitectura formidable de nuestra ciudad, de las calles, del entorno y de la gente noble, sencilla y espléndida de mi Alcalá.

Y sentí, efectivamente, la sensación de haberme encontrado de nuevo en mi tierra, en el pueblo donde nací, en la parroquia donde me bautizaron, en la calle donde viví, en la Plaza Alta donde tantas veces subí a jugar, en las casonas palaciegas, en el Patio de Las Campanas con mis compañeros de Escuela, en el Prado donde me escapaba a bañarme en el río Barbate, en las misas de alba de las Clarisas, en el parvulario del Beaterio de Jesús, María y José, en el castillo buscando nidos de cernícalos, en la Alameda donde nos reuníamos en las tardes de primavera y de verano, en la iglesia de la Victoria para ayudar la misa del padre Manuel…

Eran años de carestía, de pobreza, de desempleo, de emigraciones, de sueldos de espárragos, de tagarnina, de caracoles… Las madres cantaban a sus hijos: “Niño mío, no tengas miedo, que las almas en pena, no son los muertos; son los vivos los que dañan a veces a sus vecinos.” La pobreza atrajo la solidaridad, el esfuerzo por la superación, la comprensión, la cultura, la ayuda mutua, la fe en el trabajo, la mayor igualdad. Ahora, muchos de nuestros temores son infundados, recuerdos de males que sufrimos en edades pasadas y que palpitan en el recodo del inconsciente. Sin causa, hay cosas provocadas por el egoísmo feroz. Nunca oí en mi niñez que un hombre maltratara a su mujer o que un hijo matara a su padre. Pero hoy, muchas mujeres no podrán comprender jamás que un hombre que le ha dicho mil veces “te amo”, la deje para siempre; y que un hombre que le ha repetido hasta la saciedad “te adoro”, pueda matarla fríamente; o que un adolescente imberbe mate a su madre.

En Alcalá hay muy buena gente, que yo lo achaco a la aristocracia de nuestra  naturaleza, a la abundante cultura y a la denodada fe. Los que no crean que la naturaleza es aristocrática, que cojan una rosa, un clavel, o una violeta; que miren el vuelo de un buitre leonado, de una paloma torcaz o de unos patos salvajes; que contemplen el parque de los Alcornocales. Los que no crean que la cultura es una fuente de bondad, que echen un vistazo a nuestros antepasados Bartolomé de Palma, Pedro de Mirabal, Pedro Sáenz de Andino, Fernando de Casas, Antonio Millán, Alfonso Perales…Y el que no crea que la fe es una fuente de bondad y santidad que eche un vistazo a San Juan de Ribera, Luis Cisneros Estrada de Cameros, al Venerable Siervo de Dios Diego Ángel de Viera y a doña María de los Santos Gutiérrez de la Jara, fundadora del Centro Cultural del Convento (SAFA).

Y, por si fuera poco, hay también en Alcalá una gente sencilla, buena por naturaleza y sazonada por una sal curiosa cargada de humor. Recuerdo a María González, al padre Manuel Cid Benítez, a Manolito “Cielo”, a Juan Rarro, al Gran Potoco de Alcalá, a Juan Panera, a Pantaoveja y Virulento, al zapatero Juan Pizarro y a Alfonso “el Baila”, entre otros muchos. De todo esto hablamos en el pregón de San Jorge en la parroquia. Y, por todo eso y por muchas cosas más, doy gracias a Dios por haber nacido en Alcalá de los Gazules y por este  reencuentro con mi pueblo en estas fiestas de San Jorge.

                                                                                           

JUAN LEIVA




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