El adjetivo “carajote” -tan
de moda en nuestros días- es un derivado del nombre “carajo” que se suele usar
como una interjección que, por pertenecer al lenguaje soez, está desterrada de
la sociedad considerada como educada. Pero si consideramos su etimología,
llegamos a la sorprendente conclusión de que su origen es culto. Procede del
verbo "charaxare" -escribir- y del sustantivo "caraxo"
-punzón, el instrumento primitivo de la escritura- que, por su parecido con la
"cola" o con el "rabo", se fue enriqueciendo o
empobreciendo con los significados groseros actuales.
Aunque es cierto que no
figura en los diccionarios modernos, también es verdad que podemos encontrarla
ampliamente explicada en los glosarios antiguos.
El Diccionario
Enciclopédico Hispanoamericano (1888), por ejemplo, indica que es una
"interjección muy usada y característica del pueblo español, cuyo abolengo
no permite que sea proferida en buena sociedad. Su significado es,
naturalmente, muy elástico, dado que se presta a servir de intérprete a todos
los afectos del ánimo, siquiera sean de alegría, tristeza, miedo, ira,
admiración, etc.".
Según los autores de
dicho Diccionario, este nombre, levemente modificado, lo llevan con
honor en sus apellidos muchas familias distinguidas de nuestro país como, por
ejemplo, lo Carasos, los Carassos y los Caraxos.
El Primer Diccionario
General Etimológico de la Lengua Española, de Roque Barcia (1880) nos ofrece
la siguiente anécdota para justificar su etimología: "Hallándose Don Jaime
I el Conquistador en el famoso cerco de Mallorca (1229), dispuso que una
compañía de su gente fuera al campo enemigo con el único fin de traer ajos, que
eran muy del gusto del monarca. La fortuna fue tan rigurosa y extremada con los
enviados, que no volvió ninguno de la expedición. Al tener Don Jaime noticia de
lo desastroso de la empresa, exclamó bajando la frente: ¡car all! ¡caro ajo!
puesto que le costaba una compañía. Esta interjección, inocente entonces, se
empleó después a guisa de voto o de conjuro, viniendo a ser una palabra baja y
obscena".
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
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