Rota el alma y
deshecho el corazón
que, de amarga
tristeza, le rebosa,
sigue al Hijo,
callada y silenciosa,
y en su rostro
refleja la aflicción.
Cada golpe al
Cordero, del sayón,
a su cuerpo le
pesa como losa,
y María, la Madre
Dolorosa,
siente y sufre
aquel Viernes de Pasión.
Vacilante,
inestable, insegura,
va la Madre,
Virgen de la Esperanza,
y es la viva
expresión de la Amargura.
Cuando clava
Longinos una lanza
en el Gólgota, el
Hijo vuelve al Padre,
y es allí donde
Dios nos da a su Madre.
José Arjona
Atienza
0 comentarios:
Publicar un comentario