Vio su Cuerpo
sumido en la aflicción
y, sin miedo al
acoso ni al fracaso,
la Verónica,
audaz, se abre paso
con arrojo, valor
y decisión.
Del Maestro sintió
tal compasión,
cuando nadie a su
lado le hizo caso,
que su cara le
enjuga en lino raso
y se funden mirada
y corazón.
La Verónica
irrumpe en suave llanto
y se inunda su
alma de amargura
ante tanto dolor,
pena y quebranto.
Conmovido el Señor
por su ternura,
recompensa le da y
el Rostro Santo
en el lienzo dejó
con su Figura.
José Arjona Atienza
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