sábado, 6 de abril de 2013

ANÁLISIS DEL DOMINGO


NO A PEDRADAS

Hace unos días, un artículo sobre el Papa Francisco, con motivo del lavatorio de los pies del Jueves Santo, a un grupo de jóvenes, entre los que estaban dos féminas -una de ellas mahometana-, ha desatado una violenta polémica entre grupos integristas y la Iglesia más vanguardista. Los ultraconservadores acusan al Papa de “confusión litúrgica” por no seguir la costumbre de  lavar los pies el Jueves Santo, sólo a los hombres, y por renunciar a impartir la bendición “Urbi et Orbi” en distintos idiomas.

El liturgista Adolfo Ivorra, doctor en Liturgia por la Universidad de San Dámaso de Madrid, profesor del Centro de Estudios Superiores Litúrgicos de León y fundador de la “ewe Lex Orandi”, dedicada a la interpretación de la Liturgia, en su vertiente más ortodoxa, acusa su estupor ante un cambio de 180 grados en las formas litúrgicas del Papa actual, y el no obedecer las rúbricas del rito romano  y meter el relativismo en casa.

El hecho ha desatado una serie de  comentarios, muchos de ellos con expresiones y palabras violentas. Los conservadores andan escandalizados e incluso piden oraciones para que el Papa sea más obediente a los ritos litúrgicos. Los vanguardistas alaban que el Papa haya abierto las ventanas sin miedo alguno a los resfriados de los embelesos litúrgicos.

Algunos comentaristas conservadores creen que se trata de un enfrentamiento innecesario y que es mejor dejar las cosas tal como están. Otros, en cambio, opinan que nadie se puede oponer a lo que dicen los liturgistas, pero los vanguardistas aducen que necesitamos gestos más humanos y un acercamiento del Papa a la gente más cercano, lejos de una liturgia antievangélica de ritos. Las críticas han llegado a muchos países, hasta el punto de que el portavoz vaticano, Federico Lombardi, tuvo que salir al paso y restar importancia a los comentarios y habladurías salidas de tono.

Realmente, resulta ridículo entablar una polémica por la cuestión. El mismo Cristo fue poco entusiasta de los ritos y celebraciones seudolitúrgicas o tartufas. Lo único que nos dejó como encuentro y diálogo entrañable de la comunidad fue una cena, centro y síntesis de todo lo demás. Es ahí donde nos alimentamos con el pan y la palabra.
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Las dificultades que viven muchas personas son más que suficientes para no resolver estas cuestiones con violencia, aunque sea sólo con palabras. Más cristiano es remover los obstáculos para encontrarnos -unos y otros- por medio del diálogo y la comprensión. Nadie nos puede imponer la censura para hablar con libertad, pero todos los cristianos nos podemos exigir la caridad y el amor para encontrarnos en la pluralidad. No a pedradas.

                                                                                  
JUAN LEIVA



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