lunes, 22 de abril de 2013

PREGÓN DE SAN JORGE 2013 - ALCALÁ DE LOS GAZULES


  FIESTAS DE SAN JORGE  2013

                                                         (Pregón)
                                 
                                                         






Jesús Cuesta Arana




Ilmo. Señor Alcalde, Dignísimas Autoridades civiles, esclesiáticas y militares, Señoras y Señores que ya pregonaron, Querida familia, Respetable público. Todos en la amistad.

      Por primera vez -con el nervio del debutante- me doy el orgullo de ser pregonero en mi pueblo. Si antes no lo hago -me invitan a dar todos los pregones posibles, desde los religiosos a las festividades populares- culpo tal vez al  miedo escénico, que va retrasando el minutero, hasta que  ha llegado el año, el día y la hora. Puede que se deba a una pregonada timidez. Y aquí me tienen al socaire del fandango de Maera,  un viejo cantaor,  que de niño escucho en un tablado en la Alameda:

                             Yo no sé lo que le pasa
                              al cantaor  de taberna
                          que cuando sube al escenario
                              le tiembla las piernas.

   En ese trance me veo yo ahora, menos mal que, después de los primeros capotazos, por experiencia, se pasa el miedo y ya se expone uno a la voltereta o al revolcón.

     Es de ley que el que expone se expone. Lo mismo que el que pregona se pregona así mismo. Aunque sea voceado con idénticas palabras no hay pregón igual, como no se parecen tampoco -aunque se diga lo contrario- dos gotas de agua.

   Voy a vocear -desde dentro- este pregón como lo veo y lo siento, en presente histórico, para que estemos más próximos en el tiempo, si es posible.
    
  Hoy me tomo el oficio de las campanas  para pregonar un acontecimiento religioso, festivo -y vinícola- que todo hay que decirlo. Aunque resucitada hace poco tiempo las fiestas de san Jorge, en su expresión popular, es  un sucedáneo de aquellos toros de cuerda o gayumbos, en el siglo XIX, que se sueltan por las calles en fechas tan señaladas como el Sábado de Aleluya, la Fiesta de san Jorge y el Día de la Cruz de Mayo: la memoria retiene al célebre toro Ciriaco que tanto susto, juego y holgorio suministra a la concurrencia. De tan bravo como es  el animal berrendo, su piel  se expone en la Alameda a la veneración popular ¡Son tiempos de color sepia!

     La celebración de ritos populares o fiestas con toros se remonta a la civilización cretense, y por todo el Mare Nostrum (3500 años) se extiende hasta abarcar la bien llamada Piel de Toro. Ahora, en pleno siglo XXI, los festejos con sueltas de reses bravas cruzan su momento de mayor esplendor ¿Cuál es la clave? Queda mucho por investigar. Quizás esté en la fuerza de la tradición y la transmisión oral.

      Donde acuda la juventud hay larga vida. Y las fiestas de san Jorge dibujan un hormiguero de gente nueva. Basta con echar una ligera ojeada.

    Ya que estamos en esta atmósfera y lugar de fervor religioso. Apuntar que este tipo de diversión popular tiene su reflejo con motivo de celebraciones religiosas. Una vez sacan a un santo para interceder por la peste que diezma al país. La epidemia cesa. Luego, se hace la promesa de correr un toro para rememorar el milagro. En este punto llama la atención que muchas fiestas de este jaez se celebran al amparo de festividades religiosas. Sin embargo, varios papas optan por su prohibición, alegando que exponer la vida de tal manera constituye un atentado a la inmoralidad. Un suicidio.

  ¿Cómo pregonar una fiesta que se pregona por sí sola? Voy a tratar de salir airoso del trance. Lo mismo que en las obras de Veermer o en Las Hilanderas de Velázquez donde se pinta  un cuadro dentro de otro, o en el teatro de Pirandelo, donde se ve una escena dentro de otra escena. Voy a tratar de mirar el pregón dentro de un pregón o mejor dicho: un pregón dentro de  los pregones que se oyen en Alcalá. En una suerte de la vida voceada en un pueblo. Los pregoneros ocupan un lugar de privilegio en la variopinta galería de personajes populares. Unos referentes y modelos para comprender mejor los usos y costumbres de la vida cotidiana. El ingenio popular para vivir o más bien para sobrevivir. Los pueblos meridionales - la gente del sur nuestro- son más fértiles en imaginación, expresivos e impresionables. Pregonan sus mercancías más poética y artísticamente. Cada uno con sus propias estrategias, veteadas a veces con la picaresca y la granujería. Pero siempre ofrecen una nota de color al páramo de los tiempos. Una cosa es vender y otra saber vender.  El pregón, en esencia, en su genuina expresión es un reclamo publicitario, luego hay que rizar el rizo en la persuasión y el regateo. A lo sucinto del pregón,  con su palabra justa, hay que añadir la buena labia, la buena vista o el buen quinqué y sobre todo conocer el género. El secreto está en dar énfasis, acentuar o arrastrar las palabras para que suenen. Lo mismo se airea un bando que se vende minerales, plantas, animales, alimentos, vestido y toda clase de cacharrería. A cada cosa su tiempo, a cada tiempo lo suyo. Un muestrario de memoria sonora de las voces de un tiempo en Alcalá. Gritos que quedaron grabados en el aire de los recuerdos.

     Alcalá, desde el alba, hasta el lubricán o al fenecer el día y a veces en la alta noche, se figura como un surtidor de voces que se renuevan, cada día, como el agua del cantarito fresco. El pregón encarna una publicidad gratuita e inmediata, sólo cuesta y se gasta la voz. La forma más antigua de anunciar. En los tiempos de san Jorge, precisamente, en la Roma Imperial, surgía el pregón (praeconium) que viene a ser una promulgación, o publicación en voz alta en los sitios públicos, que conviene que todo el mundo se entere. Con la figura de los praecones que son claros antecedentes de los pregoneros en sus diferentes modalidades. De manera que el santo nuestro del caballo blanco (pureza) y el dragón ( pecado) ya escucha de viva voz a los pioneros del pregón.

     Vamos a abrir este álbum sonoro y sentimental que nos va a trasladar a la vida de Alcalá, con el soplo de aire renovado que viene a refrescar de vez en cuando la memoria.

    A eso de rayar la mañana, con el reino del frío y la cafetera echando humo, como pequeña locomotora, con los ojos todavía fruncidos por el sueño, los chiquillos preparan el portalibros a la vez que los mayores se disponen a la brega diaria, mientras que de la calle llega la primera voz de la mañana: “¡Calentitos los llevo! ¡Cuidado que queman!” Es Juan Panera con la canasta a reventar de molletes que parecen soles blancos. O tal vez lunas blancas. A la vez que entra en competencia un zagalete: “¡Molletei que están calientei! Molletei!” Sustituye la ese por una i en un extraño  apaño lingüístico.

    No cuesta imaginar a los panaderos -toda la noche en vela- en las atahonas modelando y horneando  las obleas gordas de los molletes y las teleras de pan que ya esperan el primer aceite, manteca con zurrapa y ánimo de la mañana.

   A la vez que el sol va repellando, poco a poco, por el cielo arriba -antes del canto del mediodía- en las calles adoquinadas con fuerte aroma medieval, se levantan las voces de los hortelanos: “¡Qué tomates y qué papas como las del Vaticano!” “¡Hace un rato estaban en la mata!” “¡El melón escrito carnudo y superior!” “¿La sandía gorda!” “¡La fruta del tiempo!” “ ¡Mira qué acelgas y qué lechugas!” “¡ Los rábanos y los pepinos!” “¡Ajos¡ ¡Los ajos!” “¡Zamboas gordas y tiernas llevo!” Mientras van dejando atrás un tufillo a manzana y a yerbabuena.

   Ya con el sol partiendo el cielo en dos, como el chorro de humo de un avión, Felisa la gitana; toca negra de lana con flecos, hasta en verano, renegrida como una corteza de pan del Mauro, en un cestito de pleita porta labores de punto y crochet que pregona rajada la voz, como el frío raja en las noches de invierno: “¡Patines!” “¡Gorritos!” “¡Toquillas!” “¡Abrigitos pa los angelitos!”

     Muchos años atrás -según oígo referir a mi abuela Ana- de vez en cuando se presenta un hombre de la parte de Sevilla, ya entrado en años y muy  escaso de carne, que recuerda el espíritu de la golosina. Al contrario que los demás no suele recorrer el pueblo, sino que se aposta en un lugar fijo. Tiene tan potente y grave la voz que parece que sale desde el fondo de una tinaja. Se oye en la mitad del pueblo y en la otra también. Su pregón: “¡Alitas pa los ángeles!” Se trata de unas alitas de papel o algodón para disfrazar a los niños. Una delicia pregonera.

   Con la mañana en todo su furor, en la curva de la Alameda, un hombre voz en grito lee un papel, bueno hace el paripé:no sabe leer. Para tal menester se acompaña de un guardia municipal que hace las veces de apuntador. Como una vez a Ragel el basurero (Rengel) no le salga la voz de dentro, Juan Úbeda (Juan el gitano) que le toca apuntar, le conmina: “¡Más fuerte, hombre, que no se oye!” La voz sube pero el pregón queda así:

  ¡De orden del señor alcalde (¡más fuerte hombre, que no se oye na! ) Se hace saber que esta tarde de tres a seis queda cortado el suministro de agua por avería en la acometida.! Una parábola de la inocencia entronizada.

    El mañaneo se va cubriendo cada vez de más voces con el gritar destemplado de Pichorto el Viejo: “¡Por una gorda rajo uno y por dos reales, seis!” En una suerte de adivinanza o acertajón (Higos chumbos). A pocos metros, Garrobo  con muy poquita voz, cuya onda expansiva no llega a los diez metros: “¡Con esta frescura engordan las criaturas!” “¡A ver quién lleva estas brevas! Voces y más voces y eso que todavía no ha engordado el día: “¡Palmitos!” “¡Tagarninas sabrosas y tiernas!” “¡Espárragos trigueros!” “¡Cabecillas de alcauciles!” “¡Madroños!”

   Mientras que por la calle abajo, la imagen del viejo calero se desliza pausadamente. El pueblo de palmo a palmo. Caiga el solitrón o más agua que cuando se ahoga Bigote: “¡Niña la cal blanca, el calero, niña el calero!”. Detrás de aquella piedra blanca que hierve en el agua, hay mucho sudor acumulado. El recuerdo siempre de la calera del Pozo de Enmedio. Parece mentira que de un montón de piedras oscuras y mucho “monte” cortado resulte el prodigio de la cal. El portento de pintar de blanco cegador a todo el pueblo de Alcalá. El blanco violento de la cal andaluza. Un milagro del fuego y de la piedra.

   Otras veces, casi siempre desde el fondo de la mañana, rompe la tranquila actividad el sonido del chiflo, un hijo menor de la flauta griega del dios Pan.  Se divisa a un hombre con un híbrido  entre bicicleta y carro, que le sirve tanto para desplazarse, como mesa de trabajo. El artilugio se apaña con un ingenio de piedras rotatorias. Es el afilador. Asegura la gente al oír el pitido: “¡Va a mudar el tiempo!” “¡Ya está aquí el amolichi! Aunque el sol caliente; pronto asoma un nubarrón. ¡Y agua!¡ ¡El testarazo de agua! El silbato del afilador sigue sonando todavía como un soplo ardiente del aire que la memoria nos regala desde su silencio apasionado. Un  reducto de la nostalgia.

( Mientras ando en la faena de idear y redactar este pregón -será una casualidad de las casualidades; no digo yo que no-; en el centro de Sevilla, en la calle Hernando Colón, a contados pasos de la Giralda, al pasar por allí veo a un afilador de porte cañí, en vez de bicicleta usa moto, toca varias veces el pito cuyo sonido se pierde en la barahúnda, el ruido de la calle. Es día 21 de marzo. Luce un día primaveral, incluso el calor aprieta. Al día siguiente, amanece lloviendo. Misterios y supersticiones que trae la vida).

     En una especie de diálogo abierto, con el tiempo y sus caras perdidas, en la sinfonía blanca que son las calles del pueblo, sigue sonando la mañana. La vida de Alcalá contenida en una sucesión de pregones. “¡El limpia! ¡El limpia!” “¡Dejo los zapatos como el charol!” Al Betunero con Franco en todo lo suyo le dicen El Republicano. Una rareza. Pero otra rareza más grande todavía: también hay un guardia municipal que le  apodan República. Y todavía más: Currito el Guapo, cuando se carga de vino -lo que ocurre más de lo preciso y conveniente- grita a veces en la alta madrugada “!Viva el Rey  y viva la República!” (La ingenua contradicción lo salva y la autoridad se hace la vista gorda). Tres voces mirlo blanco en unos tiempos refractarios -como el agua y el aceite- de todo lo que suene a libertad. Un simpático guiño a la historia.

   Cuenta mi madre que de niña, sobre todo con el viso de la primavera, llega un hombre muy escaso de estatura, mostachón espeso como un cepillo y chapeo de palma enorme, que más parece un sombrajo que otra cosa. La gente chistosa dice que el buen señor, con tal tocado, aparenta un ratón debajo de una taza. Pregona así: “¡Al piruli de la China! ¡Al pirulí del Japón!” Detrás siempre lleva una patulea o una gurrumina de niños que le canta en tono jocoso:

                                    El tío del pirulí
                                    tiene unos grandes bigotes
                                    que le llega del cogote
                                    del cogote a la nariz
                                    ¡El tío del Pirulí!
                                     ¡Piruli! ¡Piruli!

   
  Al hombre según le cunda la veta reacciona, de una manera u otra. Es decir, de buen grado o echa sapos y culebras por la boca de tanto berrenchín. Nunca se sabe de donde viene el tío del pirulí. Aquel hombre raro. Un misterio.

   Otro personaje que pide salir del cajón de la memoria es el arropiero, llega desde el Puerto de Santa María. Un hombrecillo, de poquita estampa, presenta  por la parte de la coronilla un lobanillo como un huevo de dos yemas, que sobresale entre la maraña de pelo crespo y viste terno muy sobado, de los tiempos de María Fojingue. A veces, hace sonar a la vez una matraca, lo que le proporciona más contundencia al pregón, que entona con saborcillo arabesco: “¡ Arropías de Turquía derechitas y retorcías!

    (La arropía es unas tira recta y alargada de color rosa fuerte y blanco, formando una trenza, hecha a base de caramelo).

   Pero si hay un pregón intemporal que se instala para siempre en la nostalgia, lo traza cada día Ramón el Latero, con su soniquete de jarcha moruna: “!Yo el latero!” Imagen que nunca se traga el olvido -por mucho que trabajen las manecillas o los dígitos del reloj- la de aquel hombre de boina capona y calada ya con mucha batalla como la chaqueta de dril con una y mil vueltas. Grave y serio al que la pobreza  no resta cierto aire de elegancia y saber estar natural. Camina algo derribado por el lado donde cuelga el pesado cajón de las herramientas. Gobierna lo mismo un paragüas, que una olla o que una sartén. Todo lo que sea susceptible de ser soldado. A veces alguien le protesta : “¡ Ojú, es mejor comprar un cacharro nuevo que repararlo!” Entre dientes, el humilde latero masculla herido  en su dignidad: “¿Usted sabe lo que vale el estaño?” Ramón el Latero con su pregón tan pegadizo, todavía parece que de un momento a otro va a sonar su voz por cualquier sitio que marque la brújula. Eso parece. Hace tiempo que  muere  y con él se va también su oficio.

 Con el pueblo en chiribitas -gobernado por las calores- ambulando  por la calle va un muchacho, por todo el mapamundi del titirimundi alcalaíno, que empuja un carrito blanco, con dos tapaderas en el lomo, que con sólo verlo da frescor: “¡Al rico mantecado helado!” Mientras que por la otra punta de la calle un hombre con borriquillo moruno cargados de tiestos de barro deja sonar con soniquete calé: “¡Cántaros frescos de Lebrija!”

   La maquinaria de la memoria sigue repoblando la mente. Como tratando de rescatar los fantasmas perdidos en la niebla. Hay otros pregones que se elevan en el tiempo y en el espacio, no tienen estación ni hora, suenan lo mismo en la niñez de la mañana que ya bien aventajada la tarde.

   Curra la Gitana. Moreno cañí y ojos verdes como la aceituna gordal, con su voz bronca y media lengüeta da al mensaje cierto toque surrealista ¿Cómo se puede interpretar, a oído pronto, la comparación de un macho cabrío con el combustible que da lumbre y amor al brasero, a la copita? “¡Picón gordo como cabrón! (Carbón, quiere decir). Cuando se despide el invierno se afana toda ella en otro menester. “¡La cal branca como el albodón!” Vende lo mismo el blanco que el negro. Los dos productos hijos de la candela y del fuego. Una vez al contemplar un retrato de Antonio Machín no se puede contener: “¡Ojú, el gachó es más negro que lo que yo llevo sufrío!” Graciosa como ella sola. Se ríe hasta del hambre y de su sombra también.

   Llega el circo. Ya el altavoz con su sonido metálico empieza a marcar el declive de la viva voz. Va a marcar una línea imaginaria, es como una radio en movimiento; aunque la voz sale gangosa con muchos ruidos parasitarios: “¡ Gran Circo Price¡” ¡“Por primera vez en Alcalá”! ¡“Dos únicas funciones”! “¡Con Pinito del Oro la mejor trapecista del mundo!” “¡Y los inigualables payasos, Hermanos Tonetti!” Mientras, los chiquillos andan revueltos  y deseosos de entrar en otros nuevos territorios donde se ven leones, tigres, jirafas, panteras... como en los cuentos de aventuras.

   O aquel velonero que viene de la parte de Lucena  golpeando ¡clic-clic! los objetos de metal  a modo de campanilla, a la vez que va alumbrando la voz en esta deliciosa rima:

                                  ¡El velonero
                                  va por la calle
                                con su campana
                                  dale que dale!

    
   El castañero ya con los vientos cercanos de las Pascuas, con su olla pintada de yeso a modo de anafe ambulante, chorreando un torrente de humo, empalmando una y otra vez la misma retahíla en graciosa ironía. “¡A  una peseta  el cuartillo y algunillas salen sanas!”

    Al aire de la Plazuela, aunque era azacana, aguadora, eventualmente, se ve a María Perico, que más que pregonar habla a los viandantes: “¡Alhucema y espliego pa quemá!”¡ “¡Llevo también el orégano pa las aceitunas!” “¡Y el perejil que también es bueno pa el mal aliento y la yerbabuena pa las lombrices!”

  Voces y más voces van conformando el mural sonoro de la vida diaria. Perdido en la lejanía se oye una voz anónima con mucho aguardiente y tabaco en la garganta:

                          ¡Buscad por los rincones
                     que crían chinches y ratones!” 
                                    ¡El trapero!
                           ¡Que se va el trapero!

 
   Y la estampa rezumando ternura de Manolito Cielo -sin hora precisa- ofreciendo un ramo de flores de papel, a modo de biznaga, que el mismo realiza y que lleva  pinchado con un alambre a una  patata gorda. “¡Llevo las flores que no hay que regar ! ¡Le echa usted colonia y son de verdad!” Manolito Cielo -que bonito sobrenombre-, es el padre de Juanito Rarro, sin ilustración alguna, ni siquiera saber firmar para el avío, también es perito y descifrador de las estrellas y astros del firmamento, meteorólogo infuso  y profeta certero. La misma noche que salta la guerra con sus ríos de sangre -18 de julio de 1936- se produce un corrimiento de estrellas, las llamadas lágrimas de san Lorenzo o las Perseidas. La gente asombrada le pregunta a qué se debe tal fenómeno: “Lo mismo que corren las estrellas así vamos a correr nosotros” La respuesta. Y así es. Lo canta la historia.

   “!Ya está aquí el loco de los caramelos!” Dice la gente al oír el  emocionante pregón de Macandé. Parece increíble que tal descomunal voz, llena de contrastes flamencos, habite en un cuerpo tan endeblito. Caramelos agridulces como fiel reflejo de su vida que siempre se pintó estrecha. Nunca los canta igual depende de la inspiración del momento. Muy personal con aires asturianos. Macandé está hoy en la historia del cante flamenco. Su quejío-pregón con tanta sangre gitana llega como un estremecimiento y eso que el hombre ofrece endulzar la vida:

                            Y a la salida de Asturias
                             y al entrar en la montaña
                             fabrico mis caramelos
                             pa yo venderlo en España
                             los llevo de menta,naranja y limón
                             de Lagartijo y Guerrita
                             de Joselito y Belmonte y de Vicente Pastor.
                          


   Los caramelos no los fabrica en el lugar donde lo canta sino en La Línea de la Concepción, Cádiz y Vejer de la Frontera, donde vive por un tiempo. Ya no quedan viejos alcalaínos que se acuerden de tan imborrable pregón y personaje mágico.

   El Gran Potoco de Alcalá se pasa la vida entera viendo la gloria venir que nunca llega. Hasta el último suspiro quiere triunfar en la torería pero los toros se le vuelven, por fas o por nefas, molinos de viento. En el Paseo de Mochales (Paseo de la Playa) suele colgar en una larga berlinga aviones de madera, de su creación, que las ráfagas de viento los hace volar. En vez de vocear la mercancía, delirante, se pregona así mismo:

                                      Alemania tuvo fama
                                      por sus grandes inventos
                                      pero hoy Alcalá la supera
                                      y bien demostrado está
                                      por esta gloria taurómaca
                                      nacida en Alcalá.


   Sigo pasando el álbum de los sonidos: Los moros con chilaba y fez pregonando alfombras en un mundo de poco lujo y poca casa: “!Paisa alfombras de Persia!” El puesto de los tejeringos a la orilla de la Alameda regentado por Joaquina y sus hijos. Esta vez el jumerío que invade, media atmósfera del pueblo, con su aroma de calentitos hacía las veces de pregón. El humo es la voz. Lo mismo que el oficio de campanero que en vez de pregonar con la voz lo hace con las campanas. Digamos que la torre se humaniza y pregona con sus campanas a la vez la tristeza (dobles) que la alegría (repiques).

   En el hueco de la madrugada, en la madurez de la noche, la voz del sereno  parte el silencio. En un pregón solitario entre el sueño profundo y la duermevela o la vigilia. Marcando un tiempo cronológico al compás del tiempo atmosférico: “¡Las tres y sereno! ¡Las cuatro y estrellado! ¡Las cinco y lloviendo!” De esa imagen ahora mismo  llega el recuerdo.

   Cuando asoma la feria todos los sonidos se mezclan en un pregón conjunto: La diana floreada al abrir la mañana, la voz del tío de la tómbola o del vendedor de los algodones de azúcar y la manzana acaramelada en rojo pasión y el buen turrón de Jijona. Todo un frenesí.   Algarabía y desconcierto de sonidos que queda prendada para siempre en el alma infantil. “¡Ya está la rata debajo de la lata!” se trata de una rifa, donde el roedor o la roedora, para ser más políticamente correcto,  después de unas vueltas, señala con el hocico el número premiado, seguramente está advertido el animal. Pero la gente sin maldad pica; caen como chorlitos -todavía- con los trileros. Entremedio de tanto barullo las cunitas de Botones. Todo el universo-pueblo se sube a aquellas barcas volanderas como buscando el mar en el aire. Al grito entusiasmado de Botones, el guardia municipal y feriante, al tiempo que aporrea con dos cucharas en una lata grande  que cuelga en un palo a modo. “¿Queréis más?” Los niños al unisono gritan a más no poder. ¡¡¡Siiiiii!!! y la réplica de Botones “¡Po toma ya!” Parabapachin-pachin-pachin. Botones con expresión de ángel viejo azuza a los niños a que fueran felices,  como un Peterpan que a veces se pone uniforme verde lagarto, gorra de plato y gasta vergajo.

   Y el carnaval, donde todo el mundo sale pregonado. Hasta los mismos chirigoteros (Los gitanos señoritos) se autoretratan rima rimando con gracia repajolera: 

Este que el bombo lo toca
 es Perico el fragüero
 el de la caja Juan Cosa
y el otro Bichito el Viejo.
También tenemos a Vallejo
a Bichito y a Aspirina
 que cuando se ven paraos
van a coger tagarninas!”

     Suena el final de los años cincuenta. Y la eterna murga del paro que nunca cesa. Nihil sub sole novum (No hay nada nuevo bajo el sol). Lo dice la gente romana hace la friolera de dos mil años.

   Cuando se dibuja la Semana Santa y alguien -una mujer o un hombre- desde un balcón florido pregona el dolor de Cristo en una saeta primitiva a la Virgen de los Dolores, al Nazareno o al Santo Entierro.

                                
                                  Mira por donde viene
                                  nuestro padre Nazareno
                                  por cada paso que da
                                  huele a lirio y a romero


    Así se oye cantar a Genoveba, la mejor saetera de Alcalá, que llega a cantarle al Nazareno desde la cerca del Beaterio y se oye tan cercana, que parece estar allí mismo¡ Qué voz más imponente! ¿Qué es una saeta sino un pregón al dolor de Cristo y su Madre?

  Llega la Romería a la Virgen de los Santos y todos los romeros la mecen en brazos, como si fuera una criaturita. En una inversión de papeles: en vez de llevar la madre a sus hijos en brazos, son ellos los que la llevan a ella, en un grito fundido en el metal del aire:
   
                             ¡Viva la Virgen de los Santos!
                             ¡Viva Nuestra Patrona!
                              ¡Viva la Madre de Dios!
                              ¡Viva!
                              ¡Guapa! ¡Guapa! ¡Y guapa!


    A la vez que un deseo es un pregón que no cesa. Un pregón sin tiempo ni espacio. Alargado del cero al infinito. Con el fervor de los alcalaínos a su Virgencita Madre el tiempo no pasa; ni acaba, siempre arranca, empieza.

  Las Navidades con todas sus luces, buñuelos y zambombas figuran sus pregones en forma de villancicos inmortales:
                      
                      Campana sobre campana     
                         y sobre campana una
                           asómate a la ventana
                       y verás al niño en la cuna!

  O este otro:

                      ¡Ya vienen los Reyes Magos
                              caminito de Belén! 

   Toda voz que suene alta es siempre un pregón.


   Y hasta la muerte se malpregona por las calles de Alcalá. Luis el Petrolo es un vendedor de periódicos de los tiempos de la República. Aquel día de enero de 1933, cae más violento el hielo sobre el frío. El monstruo de la represión asesina a 20 criaturas, que solamente pedían a gritos salir de la miseria. Voces indeseadas que nunca se deben oír:  “¡Una tragedia mu grande! ¡En Casas Viejas ha corrío la sangre! ¡Viene en el ABC!”

   Otras voces para la tristeza que suenan lejos de aquí; pero   suspende el ánimo a toda la gente de Alcalá: una fecha 25 de abril de 1909. Los mozalbetes voceadores de periódicos inundan las calles de Madrid: “¡El Imparcial!” “¡El País!”
 “¡Nuevo Mundo!” “¡El Liberal!” “¡Blanco y Negro! ¡Muerte de Lagartijilla! ¡Un toro mata a un banderillero de la cuadrilla de Rodolfo Gaona! ¡Terrible tragedia en la Plaza de toros de Madrid! Se trata del torero alcalaíno Fernando Romero (Lagartijilla) al que el toro Merino, de Concha y Sierra, le infiere una certera cornada, el mismo día que la Banda Municipal de Madrid estrena un célebre pasodoble, -¡una negra casualidad!- compuesto por el maestro Martín Domingo en su nombre. Todavía suena tal espléndida composición -una obra maestra- en las principales plazas  de toros. Con  la   llegada de las fiestas de san Jorge -con las vaquillas embistiendo- se cumplen  104 años de tan infortunado momento. Va un recuerdo vestido de luces por él.

  En fin, la vida en un incesante pregonar. Pregones que quedaron siempre en el corazón, que es donde anidan los sentimientos de la vida. Las cosas están expuestas a continua mudanza. Claro lo dice el Ingenioso Hidalgo de la Mancha desde la tristeza final: “Ya en los nidos de antaño/ no hay pájaro de hogaño”.

  Apesar de los nuevos tiempos de avances tecnológicos, en un mundo casi de ciencia ficción, seguimos oyendo las pisadas de los días. Apuntan los escolásticos que sin alma no hay tiempo. Al final como en el bellísimo verso de Calderón: lo que nos queda es lo que no nos queda. El ser humano es más auténtico cuando sueña, porque por su mente corre el agua más clara, como el alma primitiva que convierte los sueños en imágenes. Rafael Alberti -que tanto quiere a Alcalá-  troca los sentidos con la claridad de estos dos versos:
                          
                          Un recordar callado en el oído
                      y un sentir que en mis ojos sin voz veo.

  
    Como no se borran nunca los colores de la memoria de un niño, nunca habrá goma que borre aquellas voces de Alcalá y venidas de fuera que hoy son como esa neblina velada que va atravesando la lluvia. Como una boca de sombra o un eco fosilizado. Recordar es una forma de soñar con los ojos de par en par. La vida es una película y la memoria la cámara que la proyecta. Cuando se tira una piedra a una fuente de agua clara nuestra imagen se mueve en ondas calidoscópicas, para reaparecer luego, lentamente, otra vez, y devolvernos la imagen no distorsionada. Pero ya no es la misma. Es otra diferente tocada por el tiempo. Lo que aparece es otra memoria nueva. En una y mil miradas diferentes. Como voces cautivas en el tiempo y que siempre dejan un rastro de melancolía. Por eso, he reunido todas aquellas voces pregoneras y las he tirado al agua y me ha devuelto todo ésto que acabo de pregonar, Y todas aquellas imágenes se ven hoy como un aliento lejano como el rumor de una amarillenta fotografía que vocea los recuerdos.

   Nada ha cambiado pero todo ha cambiado. “¡Todo baratito lo llevo! ¡Hoy tengo ganas de perder!”

  La memoria por mucho que la remueva el tiempo, siempre trae a la mente los recuerdos que nunca se echaron al olvido, por más que se escondan en los recovecos del cerebro. La memoria -por muy feble que sea- siempre aparece en la cubeta del revelador fotográfico que, como una imagen -en el cuarto oscuro- va surgiendo por arte de magia. La memoria si se le da pábulo y pabilo siempre llega. Como en la espléndida greguería de Ramón Gómez de la Serna: “Tenía tan mala memoria, que un día se olvidó  que tenía mala memoria y empezó a recordarlo todo.”

  Muchas veces, como estos pregones que acabamos de recordar, parecen que no discurrieron. Que están ahí siempre y que de un momento a otro van a romper en el aire de la calle y se va a escuchar: “¡Yo oooooo elllll  lateeereeeoro!”

   Llega la primavera 2013. Siempre hay que contar los años por primaveras. Hora de pregonar a todos los vientos posibles a san Jorge patrón y sus fiestas. Unos días de  diversión merecida. Un microcosmos alegre y festivo en medio del paisaje del esfuerzo diario y las preocupaciones. Una noble manera de liberalización con buen vino a discreción, música ,baile y fieras que embisten detrás del que tenga ánimo y valor de correrlas.

   Todavía queda un postrero pregón en la chistera: el del señor Manuel Ortega, el ciego de los cupones: “¡Iguales para hoy! ¡El número 13 llevo, que también toca! ¡Iguales para hoy!” ( Es el padre de Diego Ortega, buen torero que fue; pero no llega  a figura ¡Cosas de la suerte!).

   Por eso ahora, pregono también la buena suerte y aparcamos por un momento la alegría, esta fiesta de la alegría consumada, para acordarnos de tantas y tantas criaturas que están  y viven en la religión del sufrimiento: los parados, los desahuciados de sus casas, los pateras, los  sin techo... a todas esas gentes, que  ni siquiera tienen el lujo de llevarse un cacho de pan a la boca, al contrario de otros muchos que presumen de ser cristianos y no saben qué hacer con la bolsa del dinero muchas veces ganado sin honradez. Para todos va este pregón de esperanza para que, a los que nada tienen, y el grito deseo de que a toda la humanidad pobre, le toque en justicia el premio gordo de una vida mejor ¿Para qué pedir más?

   La fiestas de san Jorge, es sin duda una manifestación popular de alto valor estético, desafía el paso de los tiempos, porque pregonan la alegría y la abierta amistad de todos entre todos. Se mueve en un escenario sin par, con mucha intensidad cromática y dinamismo, donde se comparte libremente el riesgo siempre candente de la vaquilla y la pura diversión. La fascinación de ver a la gente correr alegre con el peligro latente de unos pitones ciertos y a veces certeros. Menos mal que en esos días san Jorge, se baja del caballo y pie a tierra canjea la lanza por capote de brega y siempre está presto al quite. Menos mal. Así que vivamos contentos -tanto la gente de fuera como de dentro- esta fiesta ancestral auténticamente del pueblo que se pierde en los arcanos del tiempo. Una puesta en escena vibrante, con una increíble vista de la Iglesia grande en los más alto del pueblo, donde habita san Jorge, con su imponente torre renacentista (¡a la que hay que restaurar ya de una vez, que todo hay que decirlo y protestar!). Con sus portadas gótica y toscana. Y la Puerta del Sol alcalaína. Y la plaza en general con el sabor y latido de otros tiempos. Todo sigue igual pero distinto. En estos días las campanas de la Parroquia repican a gloria a la vez que a fiesta. El que pueda y quiera venir, que venga, porque los alcalaínos generosos le abrirán a la par el corazón y los brazos y el alma misma si  es menester. El mar no se altera por muchos ríos que reciba. Son días de concordia y cordialidad. Donde se fabrica por toneladas el buen rollo. Y mucha amistad ya sembrada, por sembrar y por recoger.

  Va un penúltimo pregón sonoro -compuesto por Manolo Caro, tan genial y tan hermano siempre- que suena ahora mismo, y sonará,  mientras que el tiempo presente sus caras. Silencio. Es la voz  imponente y flamenca -¡y tan hermosa!- de Inma Torres, que pregona  por sevillanas con mucho compás y  aireo alcalaíno:

  
                                    (Suena la música)

                      

   Vagando por el laberinto de espejos de las calles de Alcalá, en esta primavera, la imaginación recrea a un pregonero, sin cuerpo, en una suerte de regreso al vivir posible. En estos días -al clareo de la mañana- a la hora de los molletes que están calientes, un personaje de ninguna parte llega desde el fondo de la memoria, va elevando la voz donde los vientos la lleve, en un pregón que ya -sin oírle- suena y resuena por estas calles nuestras con norte y sabor universal. Este voceador imaginario llega como una golondrina más en la primavera. Tal pregonero no existe más que en nosotros mismos, pero se oye su voz de claridades - sin retórica- que sabe a pan de pueblo:

                          
                              ¡Ya llegan  las fiestas de san Jorge
                               A  correr bien las vaquillas
                               hay que disfrutar a tope
                               quitarle al reloj las manecillas
                               y la alegría erre que erre
                                que el tiempo se va
                               y ya hasta el año que viene!

                                 ¡Viva san Jorge!





                                                      Huerto Pico del Campo
                                                                          8 de abril, 2013

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El tiempo que hará...