FIESTAS
DE SAN JORGE 2013
(Pregón)
Jesús
Cuesta Arana
Ilmo. Señor Alcalde, Dignísimas Autoridades civiles, esclesiáticas y
militares, Señoras y Señores que ya pregonaron, Querida familia, Respetable
público. Todos en la amistad.
Por primera vez -con el nervio del debutante- me doy el
orgullo de ser pregonero en mi pueblo. Si antes no lo hago -me invitan a dar
todos los pregones posibles, desde los religiosos a las festividades populares-
culpo tal vez al miedo escénico, que va
retrasando el minutero, hasta que ha
llegado el año, el día y la hora. Puede que se deba a una pregonada timidez. Y
aquí me tienen al socaire del fandango de Maera, un viejo cantaor, que de niño escucho en un tablado en la
Alameda:
Yo no sé lo que le pasa
al
cantaor de taberna
que cuando sube al escenario
le tiembla las piernas.
En
ese trance me veo yo ahora, menos mal que, después de los primeros capotazos,
por experiencia, se pasa el miedo y ya se expone uno a la voltereta o al
revolcón.
Es
de ley que el que expone se expone. Lo mismo que el que pregona se pregona así
mismo. Aunque sea voceado con idénticas palabras no hay pregón igual, como no
se parecen tampoco -aunque se diga lo contrario- dos gotas de agua.
Voy
a vocear -desde dentro- este pregón como lo veo y lo siento, en presente
histórico, para que estemos más próximos en el tiempo, si es posible.
Hoy
me tomo el oficio de las campanas para
pregonar un acontecimiento religioso, festivo -y vinícola- que todo hay que
decirlo. Aunque resucitada hace poco tiempo las fiestas de san Jorge, en su
expresión popular, es un sucedáneo de
aquellos toros de cuerda o gayumbos, en el siglo XIX, que se sueltan por las
calles en fechas tan señaladas como el Sábado de Aleluya, la Fiesta de san
Jorge y el Día de la Cruz de Mayo: la memoria retiene al célebre toro Ciriaco
que tanto susto, juego y holgorio suministra a la concurrencia. De tan bravo
como es el animal berrendo, su piel se expone en la Alameda a la veneración
popular ¡Son tiempos de color sepia!
La
celebración de ritos populares o fiestas con toros se remonta a la civilización
cretense, y por todo el Mare Nostrum (3500 años) se extiende hasta abarcar la
bien llamada Piel de Toro. Ahora, en pleno siglo XXI, los festejos con sueltas
de reses bravas cruzan su momento de mayor esplendor ¿Cuál es la clave? Queda
mucho por investigar. Quizás esté en la fuerza de la tradición y la transmisión
oral.
Donde acuda la juventud hay larga vida. Y las fiestas de san Jorge
dibujan un hormiguero de gente nueva. Basta con echar una ligera ojeada.
Ya
que estamos en esta atmósfera y lugar de fervor religioso. Apuntar que este
tipo de diversión popular tiene su reflejo con motivo de celebraciones
religiosas. Una vez sacan a un santo para interceder por la peste que diezma al
país. La epidemia cesa. Luego, se hace la promesa de correr un toro para
rememorar el milagro. En este punto llama la atención que muchas fiestas de este
jaez se celebran al amparo de festividades religiosas. Sin embargo, varios
papas optan por su prohibición, alegando que exponer la vida de tal manera
constituye un atentado a la inmoralidad. Un suicidio.
¿Cómo
pregonar una fiesta que se pregona por sí sola? Voy a tratar de salir airoso
del trance. Lo mismo que en las obras de Veermer o en Las Hilanderas de
Velázquez donde se pinta un cuadro
dentro de otro, o en el teatro de Pirandelo, donde se ve una escena dentro de
otra escena. Voy a tratar de mirar el pregón dentro de un pregón o mejor dicho:
un pregón dentro de los pregones que se
oyen en Alcalá. En una suerte de la vida voceada en un pueblo. Los pregoneros
ocupan un lugar de privilegio en la variopinta galería de personajes populares.
Unos referentes y modelos para comprender mejor los usos y costumbres de la
vida cotidiana. El ingenio popular para vivir o más bien para sobrevivir. Los
pueblos meridionales - la gente del sur nuestro- son más fértiles en
imaginación, expresivos e impresionables. Pregonan sus mercancías más poética y
artísticamente. Cada uno con sus propias estrategias, veteadas a veces con la
picaresca y la granujería. Pero siempre ofrecen una nota de color al páramo de
los tiempos. Una cosa es vender y otra saber vender. El pregón, en esencia, en su genuina
expresión es un reclamo publicitario, luego hay que rizar el rizo en la
persuasión y el regateo. A lo sucinto del pregón, con su palabra justa, hay que añadir la buena
labia, la buena vista o el buen quinqué y sobre todo conocer el género. El
secreto está en dar énfasis, acentuar o arrastrar las palabras para que suenen.
Lo mismo se airea un bando que se vende minerales, plantas, animales,
alimentos, vestido y toda clase de cacharrería. A cada cosa su tiempo, a cada
tiempo lo suyo. Un muestrario de memoria sonora de las voces de un tiempo en
Alcalá. Gritos que quedaron grabados en el aire de los recuerdos.
Alcalá,
desde el alba, hasta el lubricán o al fenecer el día y a veces en la alta
noche, se figura como un surtidor de voces que se renuevan, cada día, como el
agua del cantarito fresco. El pregón encarna una publicidad gratuita e
inmediata, sólo cuesta y se gasta la voz. La forma más antigua de anunciar. En
los tiempos de san Jorge, precisamente, en la Roma Imperial, surgía el pregón
(praeconium) que viene a ser una promulgación, o publicación en voz alta en
los sitios públicos, que conviene que todo el mundo se entere. Con la figura de
los praecones que son claros antecedentes de los pregoneros en sus
diferentes modalidades. De manera que el santo nuestro del caballo blanco
(pureza) y el dragón ( pecado) ya escucha de viva voz a los pioneros del
pregón.
Vamos
a abrir este álbum sonoro y sentimental que nos va a trasladar a la vida de
Alcalá, con el soplo de aire renovado que viene a refrescar de vez en cuando la
memoria.
A
eso de rayar la mañana, con el reino del frío y la cafetera echando humo, como
pequeña locomotora, con los ojos todavía fruncidos por el sueño, los chiquillos
preparan el portalibros a la vez que los mayores se disponen a la brega diaria,
mientras que de la calle llega la primera voz de la mañana: “¡Calentitos los
llevo! ¡Cuidado que queman!” Es Juan Panera con la canasta a reventar de
molletes que parecen soles blancos. O tal vez lunas blancas. A la vez que entra
en competencia un zagalete: “¡Molletei que están calientei! Molletei!”
Sustituye la ese por una i en un extraño
apaño lingüístico.
No
cuesta imaginar a los panaderos -toda la noche en vela- en las atahonas
modelando y horneando las obleas gordas
de los molletes y las teleras de pan que ya esperan el primer aceite, manteca
con zurrapa y ánimo de la mañana.
A
la vez que el sol va repellando, poco a poco, por el cielo arriba -antes del
canto del mediodía- en las calles adoquinadas con fuerte aroma medieval, se
levantan las voces de los hortelanos: “¡Qué tomates y qué papas como las del
Vaticano!” “¡Hace un rato estaban en la mata!” “¡El melón escrito carnudo y
superior!” “¿La sandía gorda!” “¡La fruta del tiempo!” “ ¡Mira qué acelgas y
qué lechugas!” “¡ Los rábanos y los pepinos!” “¡Ajos¡ ¡Los ajos!” “¡Zamboas
gordas y tiernas llevo!” Mientras van dejando atrás un tufillo a manzana y a
yerbabuena.
Ya
con el sol partiendo el cielo en dos, como el chorro de humo de un avión, Felisa
la gitana; toca negra de lana con flecos, hasta en verano, renegrida como una
corteza de pan del Mauro, en un cestito de pleita porta labores de punto y
crochet que pregona rajada la voz, como el frío raja en las noches de invierno:
“¡Patines!” “¡Gorritos!” “¡Toquillas!” “¡Abrigitos pa los angelitos!”
Muchos
años atrás -según oígo referir a mi abuela Ana- de vez en cuando se presenta un
hombre de la parte de Sevilla, ya entrado en años y muy escaso de carne, que recuerda el espíritu de
la golosina. Al contrario que los demás no suele recorrer el pueblo, sino que
se aposta en un lugar fijo. Tiene tan potente y grave la voz que parece que
sale desde el fondo de una tinaja. Se oye en la mitad del pueblo y en la otra
también. Su pregón: “¡Alitas pa los ángeles!” Se trata de unas alitas de
papel o algodón para disfrazar a los niños. Una delicia pregonera.
Con
la mañana en todo su furor, en la curva de la Alameda, un hombre voz en grito
lee un papel, bueno hace el paripé:no sabe leer. Para tal menester se acompaña
de un guardia municipal que hace las veces de apuntador. Como una vez a Ragel
el basurero (Rengel) no le salga la voz de dentro, Juan Úbeda (Juan el gitano)
que le toca apuntar, le conmina: “¡Más fuerte, hombre, que no se oye ná!”
La voz sube pero el pregón queda así:
¡De orden del señor alcalde (¡más fuerte hombre, que no se oye na! ) Se hace saber que
esta tarde de tres a seis queda cortado el suministro de agua por avería en la
acometida.! Una parábola de la inocencia entronizada.
El mañaneo se va cubriendo cada vez de más voces con
el gritar destemplado de Pichorto el Viejo: “¡Por una gorda rajo uno y por dos
reales, seis!” En una suerte de adivinanza o acertajón (Higos chumbos). A pocos
metros, Garrobo con muy poquita voz,
cuya onda expansiva no llega a los diez metros: “¡Con esta frescura engordan
las criaturas!” “¡A ver quién lleva estas brevas! Voces y más voces y eso que
todavía no ha engordado el día: “¡Palmitos!” “¡Tagarninas sabrosas y tiernas!”
“¡Espárragos trigueros!” “¡Cabecillas de alcauciles!” “¡Madroños!”
Mientras
que por la calle abajo, la imagen del viejo calero se desliza pausadamente. El
pueblo de palmo a palmo. Caiga el solitrón o más agua que cuando se
ahoga Bigote: “¡Niña la cal blanca, el calero, niña el calero!”. Detrás de
aquella piedra blanca que hierve en el agua, hay mucho sudor acumulado. El
recuerdo siempre de la calera del Pozo de Enmedio. Parece mentira que de un
montón de piedras oscuras y mucho “monte” cortado resulte el prodigio de la
cal. El portento de pintar de blanco cegador a todo el pueblo de Alcalá. El
blanco violento de la cal andaluza. Un milagro del fuego y de la piedra.
Otras
veces, casi siempre desde el fondo de la mañana, rompe la tranquila actividad
el sonido del chiflo, un hijo menor de la flauta griega del dios Pan. Se divisa a un hombre con un híbrido entre bicicleta y carro, que le sirve tanto
para desplazarse, como mesa de trabajo. El artilugio se apaña con un ingenio de
piedras rotatorias. Es el afilador. Asegura la gente al oír el pitido: “¡Va a
mudar el tiempo!” “¡Ya está aquí el amolichi! Aunque el sol caliente;
pronto asoma un nubarrón. ¡Y agua!¡ ¡El testarazo de agua! El silbato del
afilador sigue sonando todavía como un soplo ardiente del aire que la memoria
nos regala desde su silencio apasionado. Un
reducto de la nostalgia.
(
Mientras ando en la faena de idear y redactar este pregón -será una casualidad
de las casualidades; no digo yo que no-; en el centro de Sevilla, en la calle
Hernando Colón, a contados pasos de la Giralda, al pasar por allí veo a un
afilador de porte cañí, en vez de bicicleta usa moto, toca varias veces el pito
cuyo sonido se pierde en la barahúnda, el ruido de la calle. Es día 21 de
marzo. Luce un día primaveral, incluso el calor aprieta. Al día siguiente,
amanece lloviendo. Misterios y supersticiones que trae la vida).
En
una especie de diálogo abierto, con el tiempo y sus caras perdidas, en la
sinfonía blanca que son las calles del pueblo, sigue sonando la mañana. La vida
de Alcalá contenida en una sucesión de pregones. “¡El limpia! ¡El limpia!”
“¡Dejo los zapatos como el charol!” Al Betunero con Franco en todo lo suyo le
dicen El Republicano. Una rareza. Pero otra rareza más grande todavía: también
hay un guardia municipal que le apodan
República. Y todavía más: Currito el Guapo, cuando se carga de vino -lo que
ocurre más de lo preciso y conveniente- grita a veces en la alta madrugada
“!Viva el Rey y viva la República!” (La
ingenua contradicción lo salva y la autoridad se hace la vista gorda). Tres
voces mirlo blanco en unos tiempos refractarios -como el agua y el aceite- de
todo lo que suene a libertad. Un simpático guiño a la historia.
Cuenta
mi madre que de niña, sobre todo con el viso de la primavera, llega un hombre
muy escaso de estatura, mostachón espeso como un cepillo y chapeo de palma
enorme, que más parece un sombrajo que otra cosa. La gente chistosa dice que el
buen señor, con tal tocado, aparenta un ratón debajo de una taza. Pregona así:
“¡Al piruli de la China! ¡Al pirulí del Japón!” Detrás siempre lleva una
patulea o una gurrumina de niños que le canta en tono jocoso:
El tío del pirulí
tiene unos grandes bigotes
que
le llega del cogote
del cogote a la nariz
¡El tío del Pirulí!
¡Piruli! ¡Piruli!
Al hombre según le cunda la veta reacciona,
de una manera u otra. Es decir, de buen grado o echa sapos y culebras por la
boca de tanto berrenchín. Nunca se sabe de donde viene el tío del pirulí. Aquel
hombre raro. Un misterio.
Otro personaje que pide salir del cajón de
la memoria es el arropiero, llega desde el Puerto de Santa María. Un
hombrecillo, de poquita estampa, presenta
por la parte de la coronilla un lobanillo como un huevo de dos yemas,
que sobresale entre la maraña de pelo crespo y viste terno muy sobado, de los
tiempos de María Fojingue. A veces, hace sonar a la vez una matraca, lo que le
proporciona más contundencia al pregón, que entona con saborcillo arabesco: “¡
Arropías de Turquía derechitas y retorcías!”
(La arropía es unas tira recta y alargada
de color rosa fuerte y blanco, formando una trenza, hecha a base de caramelo).
Pero
si hay un pregón intemporal que se instala para siempre en la nostalgia, lo
traza cada día Ramón el Latero, con su soniquete de jarcha moruna: “!Yo el
latero!” Imagen que nunca se traga el olvido -por mucho que trabajen las
manecillas o los dígitos del reloj- la de aquel hombre de boina capona y calada
ya con mucha batalla como la chaqueta de dril con una y mil vueltas. Grave y
serio al que la pobreza no resta cierto
aire de elegancia y saber estar natural. Camina algo derribado por el lado
donde cuelga el pesado cajón de las herramientas. Gobierna lo mismo un
paragüas, que una olla o que una sartén. Todo lo que sea susceptible de ser
soldado. A veces alguien le protesta : “¡ Ojú, es mejor comprar un cacharro
nuevo que repararlo!” Entre dientes, el humilde latero masculla herido en su dignidad: “¿Usted sabe lo que vale el
estaño?” Ramón el Latero con su pregón tan pegadizo, todavía parece que de un
momento a otro va a sonar su voz por cualquier sitio que marque la brújula. Eso
parece. Hace tiempo que muere y con él se va también su oficio.
Con
el pueblo en chiribitas -gobernado por las calores- ambulando por la calle va un muchacho, por todo el
mapamundi del titirimundi alcalaíno, que empuja un carrito blanco, con dos
tapaderas en el lomo, que con sólo verlo da frescor: “¡Al rico mantecado
helado!” Mientras que por la otra punta de la calle un hombre con borriquillo
moruno cargados de tiestos de barro deja sonar con soniquete calé: “¡Cántaros
frescos de Lebrija!”
La
maquinaria de la memoria sigue repoblando la mente. Como tratando de rescatar
los fantasmas perdidos en la niebla. Hay otros pregones que se elevan en el
tiempo y en el espacio, no tienen estación ni hora, suenan lo mismo en la niñez
de la mañana que ya bien aventajada la tarde.
Curra
la Gitana. Moreno cañí y ojos verdes como la aceituna gordal, con su voz bronca
y media lengüeta da al mensaje cierto toque surrealista ¿Cómo se puede
interpretar, a oído pronto, la comparación de un macho cabrío con el
combustible que da lumbre y amor al brasero, a la copita? “¡Picón gordo como
cabrón! (Carbón, quiere decir). Cuando se despide el invierno se afana toda
ella en otro menester. “¡La cal branca como el albodón!” Vende lo
mismo el blanco que el negro. Los dos productos hijos de la candela y del
fuego. Una vez al contemplar un retrato de Antonio Machín no se puede contener:
“¡Ojú, el gachó es más negro que lo que yo llevo sufrío!”
Graciosa como ella sola. Se ríe hasta del hambre y de su sombra también.
Llega
el circo. Ya el altavoz con su sonido metálico empieza a marcar el declive de
la viva voz. Va a marcar una línea imaginaria, es como una radio en movimiento;
aunque la voz sale gangosa con muchos ruidos parasitarios: “¡ Gran Circo
Price¡” ¡“Por primera vez en Alcalá”! ¡“Dos únicas funciones”! “¡Con Pinito del
Oro la mejor trapecista del mundo!” “¡Y los inigualables payasos, Hermanos
Tonetti!” Mientras, los chiquillos andan revueltos y deseosos de entrar en otros nuevos
territorios donde se ven leones, tigres, jirafas, panteras... como en los
cuentos de aventuras.
O
aquel velonero que viene de la parte de Lucena
golpeando ¡clic-clic! los objetos de metal a modo de campanilla, a la vez que va
alumbrando la voz en esta deliciosa rima:
¡El velonero
va por la calle
con su campana
dale que dale!
El
castañero ya con los vientos cercanos de las Pascuas, con su olla pintada de
yeso a modo de anafe ambulante, chorreando un torrente de humo, empalmando una
y otra vez la misma retahíla en graciosa ironía. “¡A una peseta
el cuartillo y algunillas salen sanas!”
Al
aire de la Plazuela, aunque era azacana, aguadora, eventualmente, se ve a María
Perico, que más que pregonar habla a los viandantes: “¡Alhucema y espliego pa
quemá!”¡ “¡Llevo también el orégano pa las aceitunas!” “¡Y el
perejil que también es bueno pa el mal aliento y la yerbabuena pa
las lombrices!”
Voces
y más voces van conformando el mural sonoro de la vida diaria. Perdido en la
lejanía se oye una voz anónima con mucho aguardiente y tabaco en la garganta:
¡Buscad por los rincones
que crían chinches y ratones!”
¡El trapero!
¡Que se va el trapero!
Y
la estampa rezumando ternura de Manolito Cielo -sin hora precisa- ofreciendo un
ramo de flores de papel, a modo de biznaga, que el mismo realiza y que
lleva pinchado con un alambre a una patata gorda. “¡Llevo las flores que no hay
que regar ! ¡Le echa usted colonia y son de verdad!” Manolito Cielo -que bonito
sobrenombre-, es el padre de Juanito Rarro, sin ilustración alguna, ni siquiera
saber firmar para el avío, también es perito y descifrador de las estrellas y
astros del firmamento, meteorólogo infuso
y profeta certero. La misma noche que salta la guerra con sus ríos de
sangre -18 de julio de 1936- se produce un corrimiento de estrellas, las
llamadas lágrimas de san Lorenzo o las Perseidas. La gente asombrada le
pregunta a qué se debe tal fenómeno: “Lo mismo que corren las estrellas así
vamos a correr nosotros” La respuesta. Y así es. Lo canta la historia.
“!Ya
está aquí el loco de los caramelos!” Dice la gente al oír el emocionante pregón de Macandé. Parece
increíble que tal descomunal voz, llena de contrastes flamencos, habite en un
cuerpo tan endeblito. Caramelos agridulces como fiel reflejo de su vida que
siempre se pintó estrecha. Nunca los canta igual depende de la inspiración del
momento. Muy personal con aires asturianos. Macandé está hoy en la historia del
cante flamenco. Su quejío-pregón con tanta sangre gitana llega como un
estremecimiento y eso que el hombre ofrece endulzar la vida:
Y a la salida de Asturias
y al entrar en la montaña
fabrico mis caramelos
pa yo venderlo en España
los llevo de menta,naranja y limón
de Lagartijo y Guerrita
de Joselito y Belmonte y de Vicente Pastor.
Los
caramelos no los fabrica en el lugar donde lo canta sino en La Línea de la
Concepción, Cádiz y Vejer de la Frontera, donde vive por un tiempo. Ya no
quedan viejos alcalaínos que se acuerden de tan imborrable pregón y personaje
mágico.
El
Gran Potoco de Alcalá se pasa la vida entera viendo la gloria venir que nunca
llega. Hasta el último suspiro quiere triunfar en la torería pero los toros se
le vuelven, por fas o por nefas, molinos de viento. En el Paseo de Mochales
(Paseo de la Playa) suele colgar en una larga berlinga aviones de madera, de su
creación, que las ráfagas de viento los hace volar. En vez de vocear la
mercancía, delirante, se pregona así mismo:
Alemania tuvo fama
por sus grandes inventos
pero hoy Alcalá la supera
y bien demostrado está
por esta gloria taurómaca
nacida en Alcalá.
Sigo
pasando el álbum de los sonidos: Los moros con chilaba y fez pregonando
alfombras en un mundo de poco lujo y poca casa: “!Paisa alfombras de Persia!”
El puesto de los tejeringos a la orilla de la Alameda regentado por Joaquina y
sus hijos. Esta vez el jumerío que invade, media atmósfera del pueblo,
con su aroma de calentitos hacía las veces de pregón. El humo es la voz. Lo
mismo que el oficio de campanero que en vez de pregonar con la voz lo hace con
las campanas. Digamos que la torre se humaniza y pregona con sus campanas a la
vez la tristeza (dobles) que la alegría (repiques).
En
el hueco de la madrugada, en la madurez de la noche, la voz del sereno parte el silencio. En un pregón solitario
entre el sueño profundo y la duermevela o la vigilia. Marcando un tiempo cronológico
al compás del tiempo atmosférico: “¡Las tres y sereno! ¡Las cuatro y
estrellado! ¡Las cinco y lloviendo!” De esa imagen ahora mismo llega el recuerdo.
Cuando
asoma la feria todos los sonidos se mezclan en un pregón conjunto: La diana
floreada al abrir la mañana, la voz del tío de la tómbola o del vendedor de los
algodones de azúcar y la manzana acaramelada en rojo pasión y el buen turrón de
Jijona. Todo un frenesí. Algarabía y
desconcierto de sonidos que queda prendada para siempre en el alma infantil.
“¡Ya está la rata debajo de la lata!” se trata de una rifa, donde el roedor o
la roedora, para ser más políticamente correcto, después de unas vueltas, señala con el hocico
el número premiado, seguramente está advertido el animal. Pero la gente sin
maldad pica; caen como chorlitos -todavía- con los trileros. Entremedio de
tanto barullo las cunitas de Botones. Todo el universo-pueblo se sube a
aquellas barcas volanderas como buscando el mar en el aire. Al grito
entusiasmado de Botones, el guardia municipal y feriante, al tiempo que aporrea
con dos cucharas en una lata grande que
cuelga en un palo a modo. “¿Queréis más?” Los niños al unisono gritan a más no
poder. ¡¡¡Siiiiii!!! y la réplica de Botones “¡Po toma ya!” Parabapachin-pachin-pachin.
Botones con expresión de ángel viejo azuza a los niños a que fueran
felices, como un Peterpan que a veces se
pone uniforme verde lagarto, gorra de plato y gasta vergajo.
Y
el carnaval, donde todo el mundo sale pregonado. Hasta los mismos chirigoteros
(Los gitanos señoritos) se autoretratan rima rimando con gracia
repajolera:
Este que el bombo lo toca
es Perico el fragüero
el de la caja Juan Cosa
y el otro Bichito el Viejo.
También tenemos a Vallejo
a Bichito y a Aspirina
que cuando se ven paraos
van a coger tagarninas!”
Suena
el final de los años cincuenta. Y la eterna murga del paro que nunca cesa. Nihil
sub sole novum (No hay nada nuevo bajo el sol). Lo dice la gente romana
hace la friolera de dos mil años.
Cuando
se dibuja la Semana Santa y alguien -una mujer o un hombre- desde un balcón
florido pregona el dolor de Cristo en una saeta primitiva a la Virgen de los
Dolores, al Nazareno o al Santo Entierro.
Mira por donde viene
nuestro padre Nazareno
por cada paso que da
huele a lirio y a romero
Así
se oye cantar a Genoveba, la mejor saetera de Alcalá, que llega a cantarle al
Nazareno desde la cerca del Beaterio y se oye tan cercana, que parece estar
allí mismo¡ Qué voz más imponente! ¿Qué es una saeta sino un pregón al dolor de
Cristo y su Madre?
Llega
la Romería a la Virgen de los Santos y todos los romeros la mecen en brazos,
como si fuera una criaturita. En una inversión de papeles: en vez de llevar la
madre a sus hijos en brazos, son ellos los que la llevan a ella, en un grito
fundido en el metal del aire:
¡Viva la Virgen de los Santos!
¡Viva Nuestra Patrona!
¡Viva la Madre de Dios!
¡Viva!
¡Guapa! ¡Guapa! ¡Y guapa!
A
la vez que un deseo es un pregón que no cesa. Un pregón sin tiempo ni espacio.
Alargado del cero al infinito. Con el fervor de los alcalaínos a su Virgencita
Madre el tiempo no pasa; ni acaba, siempre arranca, empieza.
Las
Navidades con todas sus luces, buñuelos y zambombas figuran sus pregones en
forma de villancicos inmortales:
Campana sobre campana
y sobre campana una
asómate a la ventana
y verás al niño en la cuna!
O
este otro:
¡Ya vienen los Reyes Magos
caminito de Belén!
Toda
voz que suene alta es siempre un pregón.
Y
hasta la muerte se malpregona por las calles de Alcalá. Luis el Petrolo es un
vendedor de periódicos de los tiempos de la República. Aquel día de enero de
1933, cae más violento el hielo sobre el frío. El monstruo de la represión
asesina a 20 criaturas, que solamente pedían a gritos salir de la miseria.
Voces indeseadas que nunca se deben oír:
“¡Una tragedia mu grande! ¡En Casas Viejas ha corrío la
sangre! ¡Viene en el ABC!”
Otras
voces para la tristeza que suenan lejos de aquí; pero suspende el ánimo a toda la gente de Alcalá:
una fecha 25 de abril de 1909. Los mozalbetes voceadores de periódicos inundan
las calles de Madrid: “¡El Imparcial!” “¡El País!”
“¡Nuevo Mundo!” “¡El Liberal!” “¡Blanco y Negro! ¡Muerte de Lagartijilla! ¡Un toro mata a un
banderillero de la cuadrilla de Rodolfo Gaona! ¡Terrible tragedia en la Plaza
de toros de Madrid! Se trata del torero alcalaíno Fernando Romero
(Lagartijilla) al que el toro Merino, de Concha y Sierra, le infiere una
certera cornada, el mismo día que la Banda Municipal de Madrid estrena un
célebre pasodoble, -¡una negra casualidad!- compuesto por el maestro Martín
Domingo en su nombre. Todavía suena tal espléndida composición -una obra
maestra- en las principales plazas de
toros. Con la llegada de las fiestas de san Jorge -con las
vaquillas embistiendo- se cumplen 104
años de tan infortunado momento. Va un recuerdo vestido de luces por él.
En
fin, la vida en un incesante pregonar. Pregones que quedaron siempre en el
corazón, que es donde anidan los sentimientos de la vida. Las cosas están
expuestas a continua mudanza. Claro lo dice el Ingenioso Hidalgo de la Mancha
desde la tristeza final: “Ya en los nidos de antaño/ no hay pájaro de hogaño”.
Apesar
de los nuevos tiempos de avances tecnológicos, en un mundo casi de ciencia
ficción, seguimos oyendo las pisadas de los días. Apuntan los escolásticos que
sin alma no hay tiempo. Al final como en el bellísimo verso de Calderón: lo que
nos queda es lo que no nos queda. El ser humano es más auténtico cuando sueña,
porque por su mente corre el agua más clara, como el alma primitiva que
convierte los sueños en imágenes. Rafael Alberti -que tanto quiere a
Alcalá- troca los sentidos con la
claridad de estos dos versos:
Un recordar callado en el oído
y un sentir que en mis ojos sin voz veo.
Como
no se borran nunca los colores de la memoria de un niño, nunca habrá goma que
borre aquellas voces de Alcalá y venidas de fuera que hoy son como esa neblina
velada que va atravesando la lluvia. Como una boca de sombra o un eco
fosilizado. Recordar es una forma de soñar con los ojos de par en par. La vida
es una película y la memoria la cámara que la proyecta. Cuando se tira una
piedra a una fuente de agua clara nuestra imagen se mueve en ondas calidoscópicas,
para reaparecer luego, lentamente, otra vez, y devolvernos la imagen no
distorsionada. Pero ya no es la misma. Es otra diferente tocada por el tiempo.
Lo que aparece es otra memoria nueva. En una y mil miradas diferentes. Como
voces cautivas en el tiempo y que siempre dejan un rastro de melancolía. Por
eso, he reunido todas aquellas voces pregoneras y las he tirado al agua y me ha
devuelto todo ésto que acabo de pregonar, Y todas aquellas imágenes se ven hoy
como un aliento lejano como el rumor de una amarillenta fotografía que vocea
los recuerdos.
Nada
ha cambiado pero todo ha cambiado. “¡Todo baratito lo llevo! ¡Hoy tengo ganas
de perder!”
La
memoria por mucho que la remueva el tiempo, siempre trae a la mente los
recuerdos que nunca se echaron al olvido, por más que se escondan en los
recovecos del cerebro. La memoria -por muy feble que sea- siempre aparece en la
cubeta del revelador fotográfico que, como una imagen -en el cuarto oscuro- va
surgiendo por arte de magia. La memoria si se le da pábulo y pabilo siempre
llega. Como en la espléndida greguería de Ramón Gómez de la Serna: “Tenía tan
mala memoria, que un día se olvidó que
tenía mala memoria y empezó a recordarlo todo.”
Muchas
veces, como estos pregones que acabamos de recordar, parecen que no
discurrieron. Que están ahí siempre y que de un momento a otro van a romper en
el aire de la calle y se va a escuchar: “¡Yo oooooo elllll lateeereeeoro!”
Llega
la primavera 2013. Siempre hay que contar los años por primaveras. Hora de
pregonar a todos los vientos posibles a san Jorge patrón y sus fiestas. Unos
días de diversión merecida. Un
microcosmos alegre y festivo en medio del paisaje del esfuerzo diario y las
preocupaciones. Una noble manera de liberalización con buen vino a discreción,
música ,baile y fieras que embisten detrás del que tenga ánimo y valor de
correrlas.
Todavía
queda un postrero pregón en la chistera: el del señor Manuel Ortega, el ciego
de los cupones: “¡Iguales para hoy! ¡El número 13 llevo, que también toca!
¡Iguales para hoy!” ( Es el padre de Diego Ortega, buen torero que fue; pero no
llega a figura ¡Cosas de la suerte!).
Por
eso ahora, pregono también la buena suerte y aparcamos por un momento la
alegría, esta fiesta de la alegría consumada, para acordarnos de tantas y
tantas criaturas que están y viven en la
religión del sufrimiento: los parados, los desahuciados de sus casas, los
pateras, los sin techo... a todas esas
gentes, que ni siquiera tienen el lujo
de llevarse un cacho de pan a la boca, al contrario de otros muchos que
presumen de ser cristianos y no saben qué hacer con la bolsa del dinero muchas
veces ganado sin honradez. Para todos va este pregón de esperanza para que, a
los que nada tienen, y el grito deseo de que a toda la humanidad pobre, le toque
en justicia el premio gordo de una vida mejor ¿Para qué pedir más?
La
fiestas de san Jorge, es sin duda una manifestación popular de alto valor
estético, desafía el paso de los tiempos, porque pregonan la alegría y la
abierta amistad de todos entre todos. Se mueve en un escenario sin par, con
mucha intensidad cromática y dinamismo, donde se comparte libremente el riesgo
siempre candente de la vaquilla y la pura diversión. La fascinación de ver a la
gente correr alegre con el peligro latente de unos pitones ciertos y a veces
certeros. Menos mal que en esos días san Jorge, se baja del caballo y pie a
tierra canjea la lanza por capote de brega y siempre está presto al quite.
Menos mal. Así que vivamos contentos -tanto la gente de fuera como de dentro- esta
fiesta ancestral auténticamente del pueblo que se pierde en los arcanos del
tiempo. Una puesta en escena vibrante, con una increíble vista de la Iglesia
grande en los más alto del pueblo, donde habita san Jorge, con su imponente
torre renacentista (¡a la que hay que restaurar ya de una vez, que todo hay que
decirlo y protestar!). Con sus portadas gótica y toscana. Y la Puerta del Sol
alcalaína. Y la plaza en general con el sabor y latido de otros tiempos. Todo
sigue igual pero distinto. En estos días las campanas de la Parroquia repican a
gloria a la vez que a fiesta. El que pueda y quiera venir, que venga, porque
los alcalaínos generosos le abrirán a la par el corazón y los brazos y el alma
misma si es menester. El mar no se
altera por muchos ríos que reciba. Son días de concordia y cordialidad. Donde
se fabrica por toneladas el buen rollo. Y mucha amistad ya sembrada, por
sembrar y por recoger.
Va un penúltimo pregón sonoro -compuesto por Manolo
Caro, tan genial y tan hermano siempre- que suena ahora mismo, y sonará, mientras que el tiempo presente sus caras.
Silencio. Es la voz imponente y flamenca
-¡y tan hermosa!- de Inma Torres, que pregona
por sevillanas con mucho compás y
aireo alcalaíno:
(Suena la
música)
Vagando
por el laberinto de espejos de las calles de Alcalá, en esta primavera, la
imaginación recrea a un pregonero, sin cuerpo, en una suerte de regreso al
vivir posible. En estos días -al clareo de la mañana- a la hora de los molletes
que están calientes, un personaje de ninguna parte llega desde el fondo de la
memoria, va elevando la voz donde los vientos la lleve, en un pregón que ya
-sin oírle- suena y resuena por estas calles nuestras con norte y sabor
universal. Este voceador imaginario llega como una golondrina más en la
primavera. Tal pregonero no existe más que en nosotros mismos, pero se oye su
voz de claridades - sin retórica- que sabe a pan de pueblo:
¡Ya
llegan las fiestas de san Jorge
A correr bien
las vaquillas
hay que disfrutar a tope
quitarle al
reloj las manecillas
y la alegría erre que erre
que el tiempo se va
y ya hasta el año que viene!
¡Viva san Jorge!
Huerto
Pico del Campo
8 de abril, 2013
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