La
playa de Alcalá no tiene arena. Tampoco la necesita. Con arena sería distinto.
Sería una playa como todas. Una más. De esta forma, careciendo de ella, es
singular, es única. Como único y singular sería el camello que no tuviese
joroba o el toro que careciese de cuernos. Tenerlos, los tiene cualquiera; los
camellos, su joroba y los astados, sus astas. Lo importante, lo llamativo, es
ser considerado aún a falta de aquello que le de carácter y es esencial al
mismo ser en cuestión. La playa de Alcalá es considerada, nombrada y, si
queréis, hasta ensalzada, aún sin arena. Qué más da. El hábito no hace al
monje.
Yo
tengo en Cádiz la playa a cincuenta metros, pero los fines de semana me baño en
ésta, en nuestra playa. Aunque no tenga arena, aunque no tenga agua. Tampoco le
hace falta. Y tomo baños de sol, y tomo baños de “levante”, y tomo baños de
azahar. Y me baño en sus comidillas, en sus comentarios, en sus gentes y en sus
vidas. Y siempre sales seco. Para “mojarse”, se entra en sus bares. Pero, ese
es otro baño. Lo clásico, lo popular, es su paseo, su playa. Ese es el
verdadero baño de Alcalá. Como lo fueron para los romanos sus termas, como el
Ganges es para los hindúes. Y se bañan los de dentro y los de fuera. Faltaba más.
Si no fuese así, no sería playa. Sería un reservado. La tenemos y la damos. La
poseemos y la exportamos. Sin darle publicidad, el buen paño en el arca se
vende. En este caso, en la playa. Si no hay sombrillas para el sol, tenemos
árboles; es más natural. Si no hay hamacas, tenemos bancos; son mas
resistentes. Si no hay olor a marisco y a brea, huele a pan de horno y huele a
pueblo. Si no hay chiringuitos en línea de playa, hay bares y restaurantes en
ambas aceras. Porque, esa es nuestra ventaja; todas las playas del mundo tienen
una sola línea, una sola acera; la nuestra, nuestra playa, tiene dos. Línea o
acera de verano, que nos protege del sol y acera de invierno que la buscamos y
nos deleita. No hay nada igual. Ni la Costa del Sol, ni Miami, ni Copacabana.
Nuestra playa es única, ya lo ves. Sin molestia de arena en los pies. Sin
medusas que te piquen. Es playa de invierno, sobre todo, aunque también de
verano. En éste, es más bien playa de noche que de día. Una playa que se anima
cuando las demás declinan. A partir de las diez de la noche. Sin tope. Sin
límites. Hasta que salga el sol, hasta que salga el correo. Son horas de
verdadero y auténtico baño. Baño nocturno, baño de sibaritas. Que somos
herederos de un pueblo que algo sabía de esto.
Y
los forasteros vienen y se bañan en su placidez y en su cocina. Y marchan y lo
publican. Y lo comentan. Gratuita propaganda. Experiencia vivida, fugaz,
apacible. Y sin anuncio previo, a altas horas, puedes disfrutar, a lo lejos o
no, de unos cantes, una guitarra. También gratis, por supuesto. Es lo nuestro.
Son nuestras raíces. Y las manifestamos sintiéndolas. Sin afán lucrativo.
Parque
y playa. Naranjos y playa. Cerveza y playa. Flamenco y playa. Feria y playa. Y
niños. Y juegos. Y niñas en flor. Y amores que brotan en primavera. Ilusiones.
Deseos. Aspiraciones. Cerco y asedio a envalentonadas, ardorosas y aún no
decididas empresas amorosas. Matrimonios que empezaron en la playa para
terminar en la sacristía. Playa paseo y playa peripatético foro aristoteliano.
Playa escaparate y playa mercado. Playa oferta y playa demanda. Flechazo en la
playa y familia numerosa a la española. Playa cruce de carreteras. Playa
camino. Playa descanso. Playa, parada y fonda. Playa de hoy, de ayer y de
siempre. Playa termómetro de Alcalá. ¡Qué poca gente hay en la playa!, es
sinónimo de, qué aburrimiento hay. O cuánto cansancio. O, aún no han salido. O,
qué tarde se acostaron. O, cuántos marcharon al campo. Playa refugio y playa
imán. Playa del niño y del jubilado. Playa asilo y playa patio de recreo. Playa
exhibición y playa desfile de modelos. Playa pista de patines y playa velódromo
de bicicletas. Playa relax y playa aparcamiento. Playa escuela de la vida y
playa salud de los enfermos. Playa principio y fin de viaje. Playa vejez y
playa palmito. Arrugas y lozanía. Experiencia y atrevimiento. Playa agresión y
playa piropo. Playa pipas y playa café. Playa todo. Sin arena. Pero que no la
necesita. Y con agua. La de la fuente. Que, en días calurosos de “poniente” te
salpica para frescor de tu cuerpo. Todo previsto. Todo gratis. Embajadora
permanente y plenipotenciaria de Chiclana y de Jerez. Sabiendo hacer su papel.
Con garbo y con solera. Sabiendo beber. Que también es un arte. Hasta aquí, y
nada más. Como un gran estratega militar. Que el alcohol da valor para el
atrevimiento de grandes conquistas. Sobre todo, las del corazón. ¡Cuántas
torres y castillos han caído en la playa de Alcalá, al influjo y desenvoltura
de una copa! O de dos. O de cinco. Playa, playa, playa. Alcalá sin ti no sería
tal. O sería menos. Que una playa, y sobre todo seca, de mucha categoría.
Yo
no me canso de ti, y... ¡llevo tantos años viéndote! Y viviéndote. Me despierto
y te veo. Me acuesto con tu última mirada. En sueños te escucho, en la Feria,
te soporto, el ruido, lo sobrellevo. Y no necesito despertador. Y sé, por el
autobús, qué hora es. Y hasta quién viaja y qué comenta. Que el silencio de la
madrugada rompe los secretos. Playa, estación término. Playa saludo y abrazo.
Aunque
te arreglen mil veces. Aunque te pongan o te quiten el pendiente circular de la
fuente. Aunque te quiten o te dejen el bastón poderoso y soporte férreo de tu
reloj, tú serás siempre la misma playa. No habrá quién pueda contigo, porque tú
eres, playa, la misma esencia de playa, y no podrán contra ti. Tú estás por
encima de gustos, edades y momentos. Tú estás donde estás y nunca te podrán
cambiar. Te cambiarán de solería, te cambiarán los bancos. O los adornos. O la
fuente. O el reloj. Pero a ti no podrán cambiarte. Ni llevarte a otro sitio. Tú
naciste ahí y ahí seguirás. En otro lugar no podrías vivir. Te faltaría algo.
el aire, los naranjos, la declaración de amor. Y, sin todo esto, tú morirías.
Y, no te podríamos enterrar en ninguna parte. Eres muy grande y hermosa. Eres,
playa, como una enorme ballena varada, en la misma embaldosada y reluciente
playa de Alcalá. Y, a ti, no te moverán. Te lo aseguro.
José Arjona Atienza
Alcalá, 12 de mayo de 2013
1 comentarios:
Según me comenta el autor, este artículo fue escrito en Agosto de 1991.
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