Antonio Camacho Jiménez
quería ser matador
y aunque nadie le obligaba
al muchacho le sobraba
valentía y corazón.
Allá por los años cincuenta
comenzó su gran pasión
y con su capote torero
por todos los tentaderos
con entrega lo intentó.
Allí en La Capitana
o en el Lomo del Judío,
allá en Vega Blanquilla
o ahí en El Pradillo.
Mil capotazos fue dando
sin cesar en el empeño
pero la suerte no quiso
que se cumpliera su sueño.
Hacia tierras alemanas
el “paseíllo” emprendió
y al cabo de muchos años
el emigrante volvió.
Ya no había maletillas
como antaño ocurría
pero el “gusanillo” del toro
por su cabeza bullía.
Ya no había maletillas
que en noches de luna llena
pa torear las vaquillas
saltaban la talanquera.
Ya no dormían en la Fonda
aquellos chavales que un día
soñaban con chicuelinas
en El Puerto o en Sevilla.
Y al igual que aquel Potoco
que soñaba y que sufría,
en su cuerpo y en su mente
le fue corneando la vida.
El pantalón coquinero,
a cuadros la chaquetilla
ceñida en su enjuto cuerpo,
de lona las zapatillas.
Poblada su barba cana,
una gorra por montera,
y en esta “vuelta a los
ruedos”
¡olé su estampa torera!
Y “torea” en La Plazuela,
en la
Alameda, en el Paseo,
y en la calle Villa Abajo
ahí reside el maestro.
Y se imagina de luces
por las calles de su pueblo,
y se siente un matador
el que quiso ser torero.
Y fueron pasando los años,
y para hacerle un buen quite
ahí estuvo a su lado
como el mejor subalterno
siempre su hermano Gonzalo.
Sólo ante otro toro,
sólo y en otro ruedo,
sólo y sin más cuadrilla
se va quedando el torero.
Y alguna gente que es cruel,
sin corazón, sin piedad,
sus sentimientos le hieren
burlándose de su mal.
Y subiendo San José,
en una noche sin luna,
queriendo saltar a un
“cerrao”
probando de nuevo fortuna,
un astifino de muerte
vino a quebrar su figura.
¡Corre el rumor por el
pueblo!
¡Corre el rumor enseguida!
¡Que fue empujado con saña!
¡Que le quitaron la vida!
Allí cayó malherido,
allí empezó la agonía,
de un torero de Alcalá
que se retiró de este
“ruedo”
sin acabar la corrida.
A hombros apenas salió,
dio pocas vueltas al ruedo,
pero vaya todo el respeto
que merece la persona
de Antonio Camacho Jiménez
“El Melleto”.
Francisco
Gil García. 2013
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