“Julio, el más caluroso”
Ya
se nota la desbandada de las ciudades y la invasión de las playas: Valdelagrana
es una continuación de Jerez, donde nos conocemos todos; Sanlúcar y Chipiona, la playa de Sevilla; y
Cádiz y provincia, la de toda España. Millones de personas se movilizan, como
huyendo de la calina de la ciudad y buscando la paz, el sosiego y el mar.
En
julio, las lluvias son escasas y los campos se tornan secos, marchitos, muertos.…Tras los matojos y
los arbustos , se esconde el dios del fuego, azote de los bosques y, a veces, la
indiferencia de los pueblos. El cáncer de los incendios forestales revienta
cada año en julio y agosto.
Los
días son largos, el sol calienta la tierra y los montes se vuelven pardos. Se
siega el trigo, se bebe agua a todas horas y, en la era, se trilla el trigo.
Los braceros hacen su agosto, trabajan de sol a sol y cantan de noche bajo la
luna. A veces les sorprende una tormenta despistada, desgajada de una nube o
escapada de algún embalse serrano.
El
canto de la cigarra, la gran tabarra; no para. Durante el día, la cigarra macho
entona un canto rechinante para atraer a la hembra. El sonido es constante a
cualquier hora del día, pero más intenso al amanecer y al anochecer. Mientras
cantan, la sandía en la explanada coge color; y los melones, sabor. La comida
será cada día ajo blanco, gazpacho y sandía o melón. El pueblo andaluz es
pobre, pero sabio –decía Pemán.
En
julio, hay tiempo para todo, porque el día tiene quince horas de sol y eso hace
los días largos. Las calores introducen la costumbre de echar la siesta después
de comer, aunque algunos duermen la del carnero, antes de la comida. Las viñas
se visten de verde -claro y la uva comienza a coger azúcar y zumo. Después, poco
a poco, los racimos de se vuelven perlas cultivadas y tentación de los
caminantes.
Los
refranes describen a julio así: “En julio, ¿dónde están los mozos? En la
acequia o en el pozo.” “Para julio te espero, amigo” –dice el labrador al
trigo.” “El que en julio no trilla, en agosto no gavilla.” Y es que, en julio,
se resuelve la riqueza o la pobreza del año. Ahora, los agricultores se curan
en salud asegurando las cosechas. De todas formas, siempre se seguirán quejando
y diciendo que “la cosecha de este año no es la que esperaban.”
Las
calores de julio son la mejor garantía de una buena cosecha. Lo de quejarse es
la costumbre. “Si en julio llueve, renace la hierba y el trigo se pierde.” En
cambio, “Julio triguero, septiembre uvero.” La sabiduría popular de los
refranes es muy antigua, tan antigua como el homo sapiens. Nació de la
observación de los hombres sobre el flujo y reflujo de los fenómenos naturales.
Los
pueblos que no tienen mar, como Jerez o Alcalá; huyen a las playas o buscan el
agua en los ríos, como el Guadalete o el Barbate. Hoy, la política del
bienestar resuelve la carencia de playas con formidables piscinas. Es el verano
modesto.
JUAN LEIVA
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