viernes, 30 de agosto de 2013

MIRANDO UN CUADRO DE ALCALÁ


No es que pretenda imitar a nuestro recién galardonado  alcalaíno, Jesús Cuesta, en su nombramiento como Hijo Predilecto de nuestro pueblo. Me encuentro esperando en la primera planta del Ayuntamiento y miro un cuadro de generosas dimensiones que, colgado entre las dos puertas de Alcaldía y Secretaría, representa lo que era Alcalá antiguamente. No es mi intención, pues, hacerle la competencia.
Se oye decir a veces, que todo poeta tiene algo de profeta. El que esto escribe que no se considera lo primero y menos lo segundo, no se da por tanto por aludido. Solo será una simple coincidencia, un algo de azar, una pura casualidad.
En uno de mis recientes artículos pasados titulado Alcalá musulmana, escribía que en aquella época árabe, Alcalá estaba circunscrita a  la Plaza Alta y alrededores, todo lo demás, calle Real, la Alameda, la “Playa”, Santo Domingo, era – o sería – campo donde se sembraba o pastaba ganado. Y eso es lo que ahora estoy mirando, un cuadro para mí desconocido y casi no me lo puedo creer.
Sobre el centro de dicho cuadro destaca una sólida edificación que, me cuentan, puede ser la Iglesia de Santo Domingo, hoy reconvertida en Centro Cultural. Si, desde ese punto se dibujan dos líneas, una a la izquierda hacia supongamos puede encontrarse la “Puerta de la Villa” y otra línea a la derecha hacia “La Coracha”, todo lo que queda en la parte superior sería la antigua Alcalá, la parte habitable. Se ven casas, el Castillo, la torre de la Parroquia... La parte inferior se caracteriza por el color verde en toda su extensión. Verdes sus calles, sus plazas, verde su “Playa”. Lo superior era una Alcalá reducida, constreñida y encerrada dentro de unos límites muy escasos, aldeana, con la vida propia que conllevarían estas dimensiones. Por contraposición, debajo de estas dos líneas imaginarias, era todo campo, todo verde, con caminos estrechos y rústicos. En lo que hoy es Santo Domingo, Cine Andalucía, etc., se ven una docena de vacas pastando o descansando. Hay también en dicho cuadro unos jinetes que, sobre sus monturas suben y bajan por dichos caminos. Bien pudiera ser Río Verde bifurcándose hacia la Alameda o la calle Real. Pero lo que predomina en esta parte inferior es al verde, verde de hierbas, verde los “Carriles”, verde la “Playa”; ¡qué raro es ver hoy una playa verde!
Y todo esto lector que tienes la paciencia de leerme sería entonces tu actual domicilio, el bloque en el que vives. Hay que hacer un ejercicio de alta imaginación para poder pasar de la ficción de un cuadro a la realidad de un presente. Una actualidad, en la que puedo contemplar, algo así como en las calles de Calcuta o Bombay, y en general a toda la India, que una vaca no se aparte para yo poder pasar y entrar entonces en mi casa.
De Jaén, mi tierra, decía, creo que D. Antonio Machado:
Campos, campos, campos,
y entre los olivos,
los cortijos blancos.
Ante esta visión del pasado colgada sobre una pared de nuestro Ayuntamiento, podríamos imitar:
Verde, verde, verde,
y allá en la altura
la vista se pierde.
Porque estas construcciones antiguas sobre lugares tan estratégicos y elevados se elegían para ver en la distancia al hipotético enemigo. Y desde el Castillo, junto al Beaterio, verían el “Prao”, el “Picacho”, “El Puerto la Pará”, campiñas y laderas de Medina.
Geografía e Historia íntimamente ligadas, Islamismo y Cristianismo, entrelazados naturalmente, con conexión y sin asombros.
Al fin y al cabo nuestras raíces de las que no nos podemos desprender. Por allí vivirían los bisabuelos de nuestros tatarabuelos; nuestra sangre algo tendrá de la suya, y costumbres, y formas de vida, y pelo y ojos negros. La rueda de la vida o el Gran Teatro del Mundo, de Calderón.
Si sobre este referido y repetido cuadro colocásemos una fotografía actualizada que abarcase desde el Cementerio hasta El Lario y desde el “Parque” hasta San Antonio, veríamos que, una vez superpuestos, coincidirían en un alto porcentaje. Y mirando y comparando, imaginando lo actual y lo pasado, tu calle, tu casa, tu barrio, tu bloque, podríamos establecer el siguiente monólogo, repleto de dudas, vacilaciones y perplejidades.
Si en la puerta de tu casa
hay unas vacas pastando
no te asuste, van sumando
energía, carne y grasa.

Por tu calle, que es camino,
no te espantes, van jinetes
cantando, tal vez martinetes,
uno es del otro vecino.

No ves lo que ahora ves
asomada a tu balcón,
ves con tu imaginación
no el antes, sí el después.

¿Podrá ser una ilusión?
No es ilusión ni es empeño
también la vida es sueño
y los sueños, sueños son.

De este ejercicio que estoy
trazando de aquel pasado
creo que me he extraviado
sin saber por donde voy.

Y entre tanta confusión
del pasado y del presente
ha pasado tanta gente
que siento hasta turbación.


José Arjona Atienza
Alcalá, 19 de Julio de 2013




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