No es
que pretenda imitar a nuestro recién galardonado alcalaíno, Jesús Cuesta, en su nombramiento
como Hijo Predilecto de nuestro pueblo. Me encuentro esperando en la primera
planta del Ayuntamiento y miro un cuadro de generosas dimensiones que, colgado
entre las dos puertas de Alcaldía y Secretaría, representa lo que era Alcalá
antiguamente. No es mi intención, pues, hacerle la competencia.
Se oye
decir a veces, que todo poeta tiene algo de profeta. El que esto escribe que no
se considera lo primero y menos lo segundo, no se da por tanto por aludido.
Solo será una simple coincidencia, un algo de azar, una pura casualidad.
En uno
de mis recientes artículos pasados titulado Alcalá musulmana, escribía que en
aquella época árabe, Alcalá estaba circunscrita a la Plaza Alta y alrededores, todo lo demás,
calle Real, la Alameda, la “Playa”, Santo Domingo, era – o sería – campo donde
se sembraba o pastaba ganado. Y eso es lo que ahora estoy mirando, un cuadro
para mí desconocido y casi no me lo puedo creer.
Sobre el
centro de dicho cuadro destaca una sólida edificación que, me cuentan, puede
ser la Iglesia de Santo Domingo, hoy reconvertida en Centro Cultural. Si, desde
ese punto se dibujan dos líneas, una a la izquierda hacia supongamos puede
encontrarse la “Puerta de la Villa” y otra línea a la derecha hacia “La
Coracha”, todo lo que queda en la parte superior sería la antigua Alcalá, la
parte habitable. Se ven casas, el Castillo, la torre de la Parroquia... La
parte inferior se caracteriza por el color verde en toda su extensión. Verdes
sus calles, sus plazas, verde su “Playa”. Lo superior era una Alcalá reducida,
constreñida y encerrada dentro de unos límites muy escasos, aldeana, con la
vida propia que conllevarían estas dimensiones. Por contraposición, debajo de
estas dos líneas imaginarias, era todo campo, todo verde, con caminos estrechos
y rústicos. En lo que hoy es Santo Domingo, Cine Andalucía, etc., se ven una
docena de vacas pastando o descansando. Hay también en dicho cuadro unos
jinetes que, sobre sus monturas suben y bajan por dichos caminos. Bien pudiera
ser Río
Verde bifurcándose hacia la Alameda o la calle Real. Pero lo que predomina en
esta parte inferior es al verde, verde de hierbas, verde los “Carriles”, verde
la “Playa”; ¡qué raro es ver hoy una playa verde!
Y todo
esto lector que tienes la paciencia de leerme sería entonces tu actual
domicilio, el bloque en el que vives. Hay que hacer un ejercicio de alta
imaginación para poder pasar de la ficción de un cuadro a la realidad de un
presente. Una actualidad, en la que puedo contemplar, algo así como en las
calles de Calcuta o Bombay, y en general a toda la India, que una vaca no se
aparte para yo poder pasar y entrar entonces en mi casa.
De Jaén, mi tierra,
decía, creo que D. Antonio Machado:
Campos,
campos, campos,
y
entre los olivos,
los
cortijos blancos.
Ante
esta visión del pasado colgada sobre una pared de nuestro Ayuntamiento,
podríamos imitar:
Verde,
verde, verde,
y
allá en la altura
la
vista se pierde.
Porque
estas construcciones antiguas sobre lugares tan estratégicos y elevados se elegían para
ver en la distancia al hipotético enemigo. Y desde el Castillo, junto al
Beaterio, verían el “Prao”, el “Picacho”, “El Puerto la Pará”, campiñas y
laderas de Medina.
Geografía
e Historia íntimamente ligadas, Islamismo y Cristianismo, entrelazados naturalmente, con
conexión y sin asombros.
Al fin y
al cabo nuestras raíces de las que no nos podemos desprender. Por allí vivirían
los bisabuelos de nuestros tatarabuelos; nuestra sangre algo tendrá de la suya,
y costumbres, y formas de vida, y pelo y ojos negros. La rueda de la vida o el
Gran Teatro del Mundo, de Calderón.
Si sobre
este referido y repetido cuadro colocásemos una fotografía actualizada que
abarcase desde el Cementerio hasta El Lario y desde el “Parque” hasta San
Antonio, veríamos que, una vez superpuestos, coincidirían en un alto
porcentaje. Y mirando y comparando, imaginando lo actual y lo pasado, tu calle,
tu casa, tu barrio, tu bloque, podríamos establecer el siguiente monólogo,
repleto de dudas, vacilaciones y perplejidades.
Si
en la puerta de tu casa
hay
unas vacas pastando
no
te asuste, van sumando
energía,
carne y grasa.
Por
tu calle, que es camino,
no
te espantes, van jinetes
cantando,
tal vez martinetes,
uno
es del otro vecino.
No
ves lo que ahora ves
asomada
a tu balcón,
ves
con tu imaginación
no
el antes, sí el después.
¿Podrá
ser una ilusión?
No
es ilusión ni es empeño
también
la vida es sueño
y
los sueños, sueños son.
De
este ejercicio que estoy
trazando
de aquel pasado
creo
que me he extraviado
sin
saber por donde voy.
Y
entre tanta confusión
del
pasado y del presente
ha
pasado tanta gente
que
siento hasta turbación.
José Arjona Atienza
Alcalá, 19 de Julio de 2013
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