No
siempre se ha vivido igual, nos hemos guiado por las mismas costumbres, ni
hemos usado idénticos esquemas de vida. Desde hace unas decenas de años, tres,
cuatro o cinco, nuestra vida ha sufrido un cambio radical; el cambio se
esperaba y se deseaba. Todo lo que nos guía por una vida de carril, monótona y
uniforme hay que descartarla. El ser humano es progresista por naturaleza. La
quietud, la conformidad, la resignación no son actitudes apropiadas a nuestro
afán de progreso y mejoría. De ahí surge nuestra ilusión de “soñar despierto”.
Todo sueño de esta naturaleza es un deseo de que algo, de lo cual carecemos, se
cumpla. Ahí está la famosa obra de D. Pedro Calderón de la Barca, que en una
décima nos dejó escrito:
Sueña el rico en su riqueza
que más cuidado le ofrece,
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza.
Sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión
todos sueñan lo que son
aunque ninguno lo entiende.
Y no se
entiende porque
la vida en sí ya es un misterio, el primer misterio. ¿Por qué y para qué
estamos aquí en este mundo? ¿Por qué nosotros y no otros? ¿Por qué fui yo elegido para nacer
en lugar de otro ser? ¿Cual es el sentido de la vida? ¿Qué debo hacer en ella?
y no hablemos de los misterios existentes después, en el más allá. ¿Qué nos espera? ¿Con
quién? ¿Cuántos? ¿Dónde? ¿Cuánto? Así terminaba un poeta su poema:
“De qué me aflijo,
de qué me espanto,
loco debo de ser
pues no soy santo”.
¿Que sabemos
nosotros lo que nos ocurrirá mañana, o el próximo mes o el año que viene? Por
este camino nos conduciría quizás a la locura. Por eso no debemos ahondar
tanto. Es mejor creer que saber, pues la respuesta a tantos interrogantes no la
encontraremos nunca.
Somos
como un pequeñísimo átomo, protón o electrón en un mundo que es un grano de arena
de la playa, componentes a su vez de millares de sistemas solares y millones de
galaxias. Y en esto sí que no vale soñar. Carecemos de capacidad. Nuestros
sueños están a ras de tierra, de uso diario, de escaso valor. Y así nacerían nuestros
ideales, que vienen a ser como sueños.
Y llegó
la hora del cambio y nos pusimos a cambiar sin descanso. Y conseguimos tanto
que, a veces, no nos lo creemos nosotros mismos. Y siempre fue para mejorar. He
conocido a alquilen
que cuando Amstrong puso el pie en la Luna el 19 de Julio de 1969, no se lo
creyó; llegaron a decir que eso era un invento de los americanos, allí en el
desierto de Nevada o Nebraska. Qué más da. Hubo también quién al comenzar la
emisión de la única cadena de televisión, la Primera, y, al pronunciar “buenas
tardes tengan ustedes” el locutor de turno, algún espectador contestara
suavemente, con una leve inclinación de cabeza “Buenas tardes”. La lógica casi
era aplastante; si yo lo veo a él, él me puede ver a mí, y así se guardaban los
modales y la educación. Tú me saludas y yo te respondo.
¡Cuánto
ha evolucionado el mundo, Señor, desde los tiempos de Cromagnon o Neandertal!
¡Y la que tendrá que llegar! Pero eso, claro ¿quién lo verá? Anotemos unas
cuantas cosas que han cambiado nuestra vida. Ha cambiado el español inculto por
el universitario, el matrimonio por la pareja, el casamiento en la Iglesia por
el Ayuntamiento y el Alcalde o un Concejal enfrente. Vino el cambio del
machacandero por la trituradora, la barra de hielo de 10 kgs. por el
frigorífico, el hornillo de carbón por la vitrocerámica, la sartén por la
freidora eléctrica, la parrilla de carbón por el microondas, la estufa de picón
por la eléctrica. Ha cambiado la 1ª Comunión del niño/a con sus compañeros por
un acto de carácter civil, se ha cambiado el entierro por la incineración, las
trébedes por el gas ciudad, las escaleras por el ascensor, la maquinilla de
afeitar de cuchillas por la eléctrica, el colchón relleno con hojas de mazorca
por el tapiflex, la máquina de escribir por el ordenador, las gafas por las
lentillas, el telegrama por el SMS, el abanico por el aire acondicionado, el
disco de vinilo de grandes dimensiones por el mp4. Hemos cambiado la yunta por
el tractor, el carro por el coche y el camión, el tren de carbón por el AVE, la
tienda de la esquina por los grandes almacenes, la hoz de segar las mieses del
campo por la máquina segadora, se ha cambiado el carril y el camino de piedras
y tierra por la autovía y las autopistas. Hemos cambiado el cine por la
televisión, el mapa por el GPS, el estanque y la alberca de huerta por la
piscina climatizada, la producción de energía eléctrica del pantano o embalse
por la central nuclear o los “molinos de viento”, el libro de toda la vida por
el eBook, el cigarrillo de tabaco liado con sus dedos por los ancianos del
pueblo, por el porro y la cocaína, etc., etc.
Y las
novedades que han surgido sin recurrir a cambio, como el televisor, el globo
por el avión, ordenador, internet, el whatsapp...
El
pueblo andaluz, alegre, divertido, agudo, burlón, acogería en su momento, todo
este cúmulo de novedades, de muy distinta manera, y de cuyos temas se surtiría,
en gran parte, las pícaras y chispeantes letras del famoso Carnaval de Cádiz.
En este caso cabría afirmar que todo el día es jolgorio y todo el año carnaval.
Pues de lo contrario habría que afirmar como el dicho: “Un santo triste es un
triste santo”.
José Arjona Atienza
Alcalá, 11 de septiembre de 2013
1 comentarios:
Interesante como siempre, Don José.
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