“CONTRA LA
VIOLENCIA A LA MUJER”
Según
datos extraídos de Naciones Unidas, entre quinientas mil y dos millones de
personas se calcula que cada año son víctimas de trata, y el 80% de esa cifra son mujeres y niñas. Ese
comercio, llevado a cabo por una compleja y oscura red de traficantes, las
condena a la compra-venta, al rapto de niñas, al engaño de las adolescentes y a
la debilidad como personas del género femenino. Es el más denigrante negocio
del siglo.
El
reto que la mujer del siglo XXI ha admitido frente al hombre ha supuesto, además,
una auténtica tragedia para muchas mujeres. Las muertes de mujeres son continuas
a manos de los propios maridos; continua también, el aumento de la
prostitución; desbocadas las violaciones que se dan en los países envueltos en
conflictos bélicos; desproporcionadas, asimismo, las destrucciones sicológicas de
las jóvenes atrapadas por el alcohol y las drogas en los países ricos.
La
cicatera mentalidad del varón llegó a pensar que la mujer era un ser inferior. Sin
embargo, hoy somos conscientes de que la mujer es la criatura más perfecta que
Dios ha puesto en el mundo, hasta el punto de hacerla su más estrecha
colaboradora. Un proloquio persa dice: “No hieras a la mujer ni con el pétalo
de una rosa, ni siquiera con el pensamiento.” Ya sea joven o vieja, fea o bella,
frívola o austera, mala o buena, la mujer sabe siempre el secreto de Dios.” Y el
hombre nunca podrá sustituirla por más que se empeñe.
El
poeta mexicano Amado Nervo, uno de los más grandes líricos del siglo XX, decía:
“Si el universo tiene un fin claro, evidente e innegable, al margen de las
filosofías, ese fin es la Vida; y la única doctora que podrá explicar el
misterio, es la mujer.” La prolongación de la Vida fue confiada por su autor a
la mujer, porque es la colaboradora efectiva de Dios. Su carne no es como la
carne del hombre, y la cantidad de sangre es superior a la del varón, porque
tiene que alimentarse y alimentar a otros seres en su seno. “Incluso en la más
vil de las mujeres hay algo divino. Dios mismo ha encendido las estrellas de
sus ojos, irresistibles para el hombre.”
El
amor de las madres es lo más parecido al amor de Dios. Todo lo perdona. Y
cuando alguna mata a su hijo o a su hija, hay que concluir que es una enferma
mental. Lo que el hombre no puede dar, lo da la mujer. Y lo que el hombre no
puede hacer, lo hará la mujer. La mujer multiplicará los recursos para amar a
su marido y a sus hijos. Y cuando parece que el mundo pierde el amor y el
perdón, aparece la mujer dispuesta a producir el milagro.
Y,
sin embargo, un buen número de mujeres sigue siendo perseguido por sus mismos
compañeros. Ante la terrible situación de la mujer en el mundo, los gobiernos
del planeta deberían unirse con todos los medios necesarios, para crear desde
los primeros años de la niñez, una cultura de respeto y de amor a la mujer, en
la que todos deberíamos estar implicados. En consecuencia, no se puede seguir
manteniendo esta indefensión femenina en un mundo globalizado, donde el
asesinato de mujeres convive ya con nuestra vida cotidiana. Pero la vida sigue
dependiendo de ellas.
JUAN
LEIVA
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