lunes, 25 de noviembre de 2013

CURRO MONTENEGRO, TORERO



Tengo en la mente desde hace unos meses a esta parte, la idea de escribir un artículo sobre el protagonista que hoy nos ocupa y que, ciertamente, él lo sabe, ha sido hoy cuando cojo boli y papel para, por fin, dedicarme a hacerlo. Y no tendré por menos que felicitarme por el acierto en escoger esta fecha porque precisamente se le ha hecho un merecido homenaje a Curro Montenegro con motivo de la celebración del cincuentenario de su toma de alternativa. Con este artículo contribuyo personalmente a tal evento, en estos días tan oportunos con los años de Oro de Curro en el mundo del toro.
Nos encontramos en estos momentos él y yo, en el gran salón del Hotel San Jorge, de Alcalá de los Gazules, donde se celebran algunas bodas, tomándonos un café, frente a frente.
La tarde de otoño es como tarde de suave primavera. El que fuera gran torero en otros tiempos, Curro Montenegro, se somete a mis no habituales preguntas. La vista de los grandes ventanales nos descubren un paisaje de pintura. El monte Lario frondoso, verde, sereno, nos descubre el fondo para una escena bucólica. La carretera de Algeciras más abajo con coches que van y vienen y más próximos a nosotros unas cuidadas pistas de tenis y pádel.
Conozco a Curro desde hace bastante tiempo, desde que hace muchos años llegara a Alcalá, no sabía con qué motivo, ya sí lo sé, y aquí se quedó. Conoció a una chica simpática, alegre, abierta, dicharachera, etc.
El diálogo entre ambos es tan fácil como el discurrir del agua fresca en una fuente clara. Y la primera pregunta que le hago es si el apelativo de Curro Montenegro responde a su nombre de pila. Me contesta de inmediato que no, que su auténtico nombre es Francisco Martín de los Ríos. Le hago una pequeña observación al pedagogo “de los Ríos” y esboza una leve sonrisa. Y el hilillo del habla como el del agua de la fuente sigue a continuación a una sugerencia mía sobre los recuerdos de su infancia, y me comenta que de esa época se acuerda que con solo nueve o diez años ya le iba entrando el gusanillo del toreo, quizás influencias por su hermano mayor Miguel y que más tarde lo acompañaría en su cuadrilla como banderillero. También me cuenta que un tío de su abuelo fue asimismo banderillero en los lejanos tiempos de Juan Belmonte. Soñando en el mundo del toro le daba vueltas a la cabeza, viéndose con un astado por vez primera en un festival celebrado en un pueblo de Granada llamado Huéscar. Después recorre los pueblos de Sevilla, Huelva y Badajoz ya con festejos sin picadores. Con varios años de novillero toma la alternativa de manos de Pedro Martínez “PEDRÉS”, siendo testigo Manuel Benítez “EL CORDOBÉS”. A continuación vendrían más corridas con toreros famosos como Rafael Ortega, al de San Fernando, que entonces reaparecía, Antonio Ordóñez, y recuerda con ilusión una corrida en Sevilla cuyo paseíllo lo hacen tres Curros: Curro Romero, Curro Girón, el de Venezuela y Curro Montenegro. En esta ocasión me advierte a cierta aclaración más que se nota que poseo conocimientos y que me ha gustado la Fiesta Nacional, cumplido que le agradezco. Le recuerdo que conservé durante bastante tiempo una foto saliendo a hombros de la plaza de Valencia, en las Fallas, publicada en la revista taurina llamada ”El Ruedo” de la que él no tenía idea exacta, recordando en cambio que los toros eran de Fernando Carrasco, salidas a hombros que se dieron igualmente en Madrid, Barcelona, Granada, etc. En Madrid llegó a torear en seis tardes y diez en Sevilla.
A una pregunta mía sobre comparación de épocas, me contesta que aquellos tiempos los echa mucho de menos. El toreo era diferente; quizás más serio, más hondo, más clásico. Le recuerdo a Curro Romero y a Rafael de Paula y, hablando de éste su rostro se le ilumina, su admiración por él se le refleja en las pupilas. El arte de Paula para él ha sido el mejor. Coincidimos los dos y no se cansa de hablar del jerezano, de sus lances, de su empaque, de su capote único, de su lentitud, ritmo y cadencia. De nacido en Sevilla y no en Jerez, hubiese pasado a la historia como uno de los grandes: Joselito y Belmonte.
Le digo que todo torero sueña cuando llega a cierta altura en poseer dos grandes deseos: comprarse un cortijo y en adquirir un Mercedes. Me contesta sinceramente que él no llegó a tanto, pero sí que “había ganado sus dineritos”. Que había tenido tardes gloriosas con El Pireo. El Cordobés, Antonio Ordoñez, etc. Con el Rondeño, a su lado, se sentía muy poca cosa, en cambio con el Cordobés es con el que hiciera más paseíllos.
En el plano estadístico me cuenta que habría tenido como 200 actuaciones sin picadores, 250 con ellos y unas 220 corridas de toros, ya como matador de alternativa. No obstante, sus primeras novilladas fueron con Ángel Peralta y con su hermano Miguel, precisamente en mi pueblo Alcalá la Real (Jaén), donde nació éste que os escribe y que dista solamente 40 km. de su tierra de Granada. Como anécdota de oscilante recuerdo, me cuenta que al ser una plaza portátil, en otra actuación posterior en la que él no figuraba en el cartel, se vino toda abajo en un amasijo de maderas, tablones y vigas.
-         Curro, si fuera posible nacer de nuevo, ¿volverías al mundo de los toros? - Sí, me dice tajantemente, sin darle tiempo a la duda. El toro me ha dado satisfacciones, fama, tardes de gloria y eso no se cambia por nada. Y esto a pesar de haber toreado en plazas de ínfima categoría con enfermerías donde apenas había gasas, jeringas, ni alcohol. Y eso también, a pesar de haber toreado en El Congo, Angola y Mozambique varias tardes, en tres viajes que hizo. Mi apoderado entonces era un portugués y eso me facilitó, en gran medida, esos desplazamientos y actuaciones.
-         A tus hijos, en cambio, no les picó el gusanillo de los toros. - A alguno sí, a Alejandro, pero procuré desviárselo por otro de menos riesgo y menos competitivo.
-         Y aquí en Alcalá, no has toreado? - Sí, me responde, he toreado, he toreado una novillada y seis festivales. Pero lo más insólito que le escucho decir es, que a pesar de haber matado más de 1.000 astados, es aquí en Alcalá donde ha toreado entre ocho o diez mil vacas en multitud de tentaderos, en aquellos tiempos en que llegaban a nuestro pueblo cientos de maletillas con el hatillo al hombro, como en oleadas, disputándose el poder de dos pases a una becerra en un tentadero. Conocimos  los dos a “Terremoto de Málaga”, Antonio Poveda, Oswaldo Sarmiento, de Venezuela de donde eran y triunfaron plenamente los cuatro hermanos Girón, desde Curro el mayor hasta Efraín el más pequeño.
-         Le pregunto cuándo, cómo y por qué llegó a Alcalá. - La respuesta es que en una corrida en Fuengirola, le brindó uno de sus toros a D. José Quesada, el “Canito”, dueño del “Lario” y algo más. Este, en agradecimiento le invitó a venir aquí a su finca el 28 de octubre de 1957.
-         Echas de menos Granada? -Sí, mucho, muchísimo, pero es aquí donde tiene su gente, su familia, sus amistades y la tranquilidad de la que disfruta, que es lo que más le gusta de aquí.
-         ¿Has triunfado en tu tierra? - Sí, he triunfado varias tardes, en ocho o diez corridas en el Corpus.
-         Y cornadas, ¿cuántas? - No muchas; en Valencia, en las Ventas en Madrid, en Barcelona, donde me rompo la clavícula, en Mozambique... Pero en general he tenido suerte.
-         ¿Te sientes más alcalaíno o “granaíno”? - Alcalaíno.
-         Tu mejor o peor recuerdo por el camino de los ruedos cual pudiera ser? - En Almería, no estuve bien; quizás por la “sombra” que me hacía, un vez más, el clásico Antonio Ordóñez, con el que hice el paseíllo.
-         ¿Se siente miedo en una corrida? - En la corrida misma no, antes sí, en el patio de caballos y sobre todo al hacer el paseíllo. En el callejón también. Piensas en todo y en nada. Solo en que el toro embista mucho y bien.
-         ¿Quieres añadir algo que no hayas dicho o comentado antes? - Y con su sencillez, franqueza y humildad que le caracteriza, reconoce que solo fue un torero que llegó a un nivel medio o medio alto. Que quisiera haber llegado algo más arriba.
-         Yo me hubiese conformado llegar hasta donde tú llegaste.
Habiéndome dejado algo o mucho en el tintero, también termino ya mi “faena”. Esta ha sido amena, agradable, sencilla. Y salimos a la calle. Es ya de noche, y a estas horas no se suele salir a hombros. Y como el mundo de los toros ha admirado a artistas, cantantes, literatos, desde Unamuno hasta Manolo Escobar, cito por ejemplo una canción del almeriense recién fallecido como puede ser “No me gusta que a los toros te vayas con minifalda”, a Gabriela Ortega en su recitado taurino llevando el ritmo con sus puños dando golpes en la mesa y que decía así: “Una, dos y tres, tres monteras negras en el redondel”, y, sobre todo “la más grande”, la gran Rocío Jurado que cantara un pasodoble dedicado al mundo de los toros  y cuya letra dice así:

- Viva el pasodoble -
Oro, plata, sombra y sol,
el gentío y el clamor,
tres monteras tres capotes en el redondel
y un clarín que corta el viento
anunciando un toro negro
que da miedo ver.

Chicuelinas de verdad
tres verónicas sin par
y a caballo con nobleza
lucha el picador,
y la música que suena
cuando el toro y la muleta
van al mismo son.

Viva el pasodoble
que hace alegre la tragedia
viva lo español
la bravura sin medida
el valor y el temple
de esta vieja fiesta.

Viva el pasodoble
melodía de colores
garbo de esta historia
queda en el recuerdo
cuando ya en el ruedo
la corrida terminó.


José Arjona Atienza
Alcalá, 24 de noviembre de 2013

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