lunes, 26 de mayo de 2014

LA PATRONA EN SU PUEBLO



                                         
Y subiendo La  Salá
yo vi a la Virgen contenta
a hombros de las mujeres
que ni notaban la cuesta.

La van meciendo con gracia,
le van diciendo piropos,
mientras le piden bajito:
“Cuida siempre de nosotros”.

¡Qué arte las cargadoras!
¡qué compás en el mecío!
¡y hasta la Virgen sonríe
si le dan el trotecillo!

¡Qué gran Tesoro el que llevan!
No sé si es pasión de tío,
pero hay que ver lo bien que mecen
Alicia, Sandra y Rocío.

Detrás quedaron las Cruces,
el viejo Cortijo Barbate
y la Pasada del Río,
la bienvenida en El Prado
y el Encuentro con su Hijo.

Detrás el calor del Camino,
los jinetes a caballo,
los  romeros y carretas,
los verdes campos floridos
y las sentidas promesas.

Y Alcalá la recibía
entre vivas y entre flores,
con música y devoción
y engalanados balcones.

Al llegar a la Alameda
-que nunca vi tan hermosa-
la Virgen siente en su cara
dulces  pétalos de  rosas.

Y ante un inmenso gentío,
en una escena imborrable,
el Nazareno bendito
se despide de su Madre.

Ella sigue su Camino
y sube a la Plaza Alta
entre vítores y aplausos
de sus hijos que la aclaman.

Y entrará a la Parroquia,
y desde allí con su Manto
cubrirá a los alcalaínos
nuestra Madre de los Santos.    

                                                          

Francisco Gil García
10 de mayo de 2014

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